mensaje de año nuevo.

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MENSAJE DE AÑO NUEVO
(Salmo 103:1–5, 15–18)
INTRODUCCIÓN: la noche de traspaso de año es como la cima de una colina, os volvéis atrás para mirar un paisaje que no volveréis a ver, mientras otro se abre ante vuestra vista. El Salmo 103 nos invita a pararnos y mirar atrás, a la vez que adelante, haciendo del pasado aleccionador Maestro y guía del futuro.
I. Visión del pasado. Salmos 103:2.
Nos invita a dar gracias a Dios por el pasado y a no olvidar los beneficios del mismo. Somos por naturaleza expuestos a olvidar … No sólo la gente mundana se olvida de Dios, también muchas veces los cristianos.
Es seguro que tenemos favores que agradecer los que estamos reunidos aquí. este Salmos nos invita a recordar los beneficios de Jehova , no las cosas malas las cosas buenas. ¿Cuáles son estos beneficios?
El beneficio de la salvación si lo tenemos, ¿qué más podemos desear? Si no lo poseemos, la culpa no es de Él, sino de cada uno de los que no le han recibido como Salvador. El tiempo pasa, tanto para los no preparados como para los preparados. Si sabes que tienes que hacerlo un día, mejor es que lo hagas en seguida. El Evangelio ha alcanzado a millones, pero ¿de qué te servirá si tú lo perdieres? Algún año será el último para cada uno de los presentes
2. Cree que Dios se ocupa de ti
No viene a nosotros como a los patriarcas, pero basta abrir los ojos para ver, no «la suerte que tiene uno» en los beneficios que disfrutáis, sino a Dios. Observemos tales favores:
1. «El que perdona todas tus iniquidades (por su gracia redentora)». Sal 103:3.
2. «El que sana todas tus dolencias». Es una de las previsiones que ha dado el Creador a todas las criaturas, que las células de nuestro cuerpo vayan reparando lo que se estropea, por el uso o por accidente.
3. «El que rescata del hoyo tu vida». Si no fuera por esta sabia disposición del Creador, todos estaríamos en la fosa y el mundo se habría acabado, pero podemos decir como en el Sal 103:5.
4. «El que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila». Éste es un buen texto para los ancianos; las satisfacciones rejuvenecen, así como las penas y preocupaciones envejecen. Pero no deberíamos pensar tanto en el rejuvenecimiento material como en el espiritual. Las aves tienen temporadas de muda, no tienen tantas fuerzas, corren pero sin ganas, no vuelan, caminan. ¿No ocurre así en nuestra vida espiritual? Hemos pasado tiempos más animados y otros de menos entusiasmo, algo hacemos; pero el Señor se queja en Apocalipsis, en su mensaje a la iglesia de Éfeso, después de mencionar muchas cosas buenas del pasado: «Tengo una cosa contra ti, que has perdido tu primer amor …» (Ap. 2:4).
3. Un nuevo año es una página blanca
1. Contiene 365 hojas en las que hemos de escribir hechos, palabras y actitudes. ¿Recordáis la frase de Jesús: «De toda palabra ociosa darán cuenta los hombres en el día del juicio» (Mt. 12:36)? No se refiere al juicio de salvación o condenación, sino al tribunal de Cristo, llamado «Bema» o sea, de reprensión o aprobación.
2. Del juicio de condenación estamos libres por la obra redentora de Jesucristo. Si de veras le hemos aceptado como Salvador, ¿no escribiremos cosas mejores que el año pasado? Para ello nos conviene borrar lo malo o defectuoso. David decía: «Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado». Estoy seguro de que ninguno tiene un horrible crimen en su cuenta, pero tenemos muchas cosas que no nos gustará encontrarlas ante el tribunal de Cristo, ¿defectos de carácter, pereza, desidia espiritual, o sea, frialdad, orgullo, rencor? El apóstol dice: «Si nos examinásemos a nosotros mismos, de cierto no seríamos juzgados» (1 Co. 11:31) y ello nos proporcionaría mayor riqueza espiritual y, sin duda, mayores responsabilidades o deberes honrosos en el «más allá» (Lc. 19:17). La razón para examinarnos y crecer:
a) La brevedad de la vida (Sal. 103:15, 16).
b) La misericordia de Dios sobre nosotros y nuestras familias (v. 17).
c) Él conoce nuestra condición (sabe que somos un espíritu dentro de un vaso de barro). Él mismo quiso habitar en uno de estos vasos para poder compadecerse de los que son tentados (He. 2:14). De otro modo no nos atreveríamos a pedir su misericordia para nuestras faltas del nuevo año. Cada año hacemos en esta noche propósitos y peticiones, recordando lo débilmente que cumplimos lo que nos propusimos hacer y ser el año pasado.
CONCLUSIÓN: no lo hagamos hoy con vaguedad, apuntemos a objetivos definidos de santidad y servicio. Digámosle: ¡Señor! Quiero ser más humilde, quita mi orgullo; hazme dar cuenta de ello cuando le doy rienda suelta, por alguna razón. Quiero ser más bondadoso cuando tenga oportunidad de hacer un bien, quiero ser más manso y perdonador. Enséñame a no enojarme ni tomar del modo peor las ofensas. Quiero tener más comunión contigo, haz que no olvide la lectura de tu Palabra ni la oración. Que el año X (el que empezamos) sea de hermosear y santificar mi vida, de crecer en mayor comunión, mayor amor, mayor fervor, mayor santidad. Cantemos no de rutina, sino de verdad, con todo nuestro corazón,
«Más santo hazme, oh Dios, más grato y amante, obediente a tu voz, sumiso y constante; más manso y humilde, más leal y sincero, siguiendo el sendero de tu Hijo Jesús».
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