Un Pueblo que Adora
Introducción
El día que quiso hacer justicia por sus propias manos, tuvo que huir en medio de la oscuridad. Mientras huía se preguntaba ¿Por qué a el? Uno de los más brillantes estudiantes de la universidad más famosa de todo el mundo. El, el más famoso para ocupar el trono del país más poderoso del mundo. Pudo haber llegado a ser el rey, con el mundo postrado ante sus pies. Pero ahora huía. Corría en la soledad del desierto para salvar su vida. Estaba acabado.
Tenía que estar lejos donde nadie lo conociera. Lejos. En un nuevo lugar y comenzar una nueva vida. Hasta que todo se olvidara. Fue a Median, a las tierras del sacerdote Jetro, donde por cuarenta años trabajo, ya no más como un líder distinguido de la nación egipcia, sino como un simple pastor de ovejas, hasta que todos olvidaran su crimen y lo olvidaran a él.
Pasaron los días, los meses, los años y el hombre de la soledad cambió. Los grandes espacios abiertos del desierto y las montañas moldearon su carácter. Ahora era un hombre distinto. Listo para ser usado en los propósitos de Dios. Son sus mismas palabras las que nos informan de su encuentro con Dios. Así lo relata Moisés: “Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Allí se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés se dijo: «Iré ahora para contemplar esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema». Cuando Jehová vio que él iba a mirar, lo llamó de en medio de la zarza: — ¡Moisés, Moisés! —Aquí estoy—respondió él. Dios le dijo: —No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y añadió: —Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”.
Esa es la actitud de todo aquel que se encuentra con Dios. La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. Es la reacción primera al estar ante la presencia del Todopoderoso. Ningún hombre puede soportar la gloria del Dios Santo. De ahí que no fuera sino natural que Moisés ocultara su rostro. Esa es una actitud de adoración.
Desarrollo
I. Creados para adorar.
a). Como seres humanos hechos por Dios, hemos sido creados para su adoración. Porque solo él merece la gloria y la adoración. Moisés, al momento de encontrarse con Dios, no había recibido una revelación clara sobre quien era Dios. Esta primera revelación directa lo lleva a ni siquiera mirar al Dios de sus padres.
b). Cuarenta años en el desierto cambiaron la vida de este hombre. De una actitud de presunción que tenía en Egipto al considerarse el heredero del trono, a una vida humilde necesaria para verdadero adorador del Dios de Abraham.
c). Desde este evento en el que Dios se da a conocer a Moisés, comienza Dios a auto-revelarse de una manera progresiva. Dando a conocer su poder, y su naturaleza tanto al pueblo como al mismo Moisés. En cada uno de estas manifestaciones Dios presenta el objetivo de su manifestación, “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo”. La respuesta del pueblo es de adoración.
1. La adoración.
a). La adoración se define como “reverenciar y adorar a Dios con el culto religioso que le es debido”. Este concepto es considerado en la cultura del medio oriente en una dimensión más amplia. En el término hebreo (shajah) tiene el significado de “adorar, postrarse, bajarse, inclinarse”. El acto de inclinarse en homenaje o reconocimiento de autoridad y sumisión. Se hace generalmente delante de un superior o un gobernante, en este caso Dios es soberano, creador y gobernador del universo.
b). Se podría decir que la adoración es la respuesta del corazón del adorador a Dios. Para el pueblo de Israel, y toda la Biblia hace hincapié en esto, toda su vida se encuentra bajo la autoridad de Dios.
II. Respuestas de Adoración
El libro de Éxodo presenta varios relatos sobre la actitud del pueblo de Israel cuando Dios se auto-revelaba ante ellos:
a). Cuando Moisés junto a Aarón, se presentó por primera vez ante los ancianos de Israel para darles a conocer los planes de Dios para con el pueblo, después de hablarles, les mostro las señales que servirían de evidencia de que Dios estaría con Moisés para cumplir sus planes. Las señales fueron “Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. 3El le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra;… Le dijo además Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve. 7Y dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne… tomarás de las aguas del río y las derramarás en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en la tierra. (Éxodo 4:2-9)
b). Son las plagas que cayeron sobre el pueblo de Egipto, que muestran al pueblo esclavo, que el Dios que envió a Moisés a libertarlos no estaba jugando. Al final del cumplimiento del decima plaga, “la de la muerte de los primogénitos” y la institución de la fiesta de la pascua por parte de Dios, que el Israel da respuesta a la acción de Dios en su favor, “Entonces el pueblo se inclinó y adoró”.
c). No hay mejor forma de reconocer que Dios es Dios. Cuando María la hermana de Moisés, después de presenciar como Dios, con prodigios y maravillas, hace cruzar por el mar en seco al pueblo de Israel y en el mismo lugar hacer morir a todo el ejercito del faraón, prorrumpe en canticos de alabanza a Dios junto a todas las mujeres de Israel: “Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete” (Éxodo 15:21). Por causa de ese gran suceso Moisés no pudo quedar callado, junto con todo el pueblo canto este cantico: “Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré”. (Éxodo 15:1-2). No hay palabras para describir ese momento tan maravilloso de la manifestación del poder de Dios.
d). Puedo imaginar sus ojos brillantes de emoción. Con lágrimas en sus ojos y sus rostros, quizás pudieron abrir sus labios con el deseo de llorar de emoción impactados por ese evento. Sin embargo sus cuerpos se derramaron en alabanza y adoración a aquel que solo la merece, Dios. No podían hacer más, postrarse y adorar. Es la actitud humana cuando se está frente al que es nuestro creador, sustentador, libertador, defensor. Es nuestra actitud de agradecimiento lo que nos lleva a engrandecerlo en nuestras vidas.
III. Lo que antecede a la adoración.
a). En cada actitud de adoración mostrada por el pueblo a Dios, siempre le antecedía su manifestación o sus milagros. Es que ante su presencia, ante sus actos nadie puede quedar callado.
b). Antes de los ancianos postrarse y adorar vieron la manifestación de Dios en la vara al convertirse en culebra, en la mano de Moisés al llenarse de lepra y luego sanar, en el agua sacada del rio y luego convertirse en sangre.
c). No fue por casualidad o imaginación que el pueblo todo alabo a Dios después de salir de Egipto y cruzar el mar rojo.
d). Fue la declaración de Dios: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”.(Éxodo 34: 6-7) y el ver su presencia que llevo a Moisés a bajar “la cabeza hacia el suelo y adoró”.(Éxodo 34:8)
IV. Propósito de la adoración.
a). Reconocer a Dios como el único y supremo en la vida cada israelita. Por eso en las estipulaciones escribió “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí”. El debía ser el único a reconocer como el soberano de toda la consagración de Israel.
b). Enfrentar la idolatría. El pueblo de Israel había pasado 430 años en Egipto. Ellos habían perdido la conexión con el Dios de sus padres y aprendieron a adorar a los dioses de Egipto. En capítulo 32 del libro del Éxodo se nos relata cómo, después de 40 días de Moisés estar en el monte, el pueblo se desesperó y decidieron volver a adorar a los dioses de Egipto. Eligieron a Menfis el toro divino de Egipto y lo compararon con Jehová. Dijeron: “…: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”. (Vers. 4-6) La indignación por parte de Dios fue “Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande” (Vers. 9-10). Gracias a la intercesión de Moisés el pueblo no fue consumido ese día. Cuando Moisés baja de la montaña rompe frente a ellos las dos tablas de piedra como señal de que ellos rompieron el pacto, que días antes habían establecido con Dios y que se comprometieron a cumplir (Éxodo 19:8). El mandamiento es claro “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6).
Conclusión
a). Los saco de la esclavitud de Egipto. Les dio libertad y “una tierra que fluye leche y miel” (Éxodo 3:17). Cuando Moisés hablo con el faraón dio a conocer el propósito para el cual quería que Israel saliera de Egipto “Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Éxodo 5:1). Dios quería la adoración de su pueblo. Por eso los saco con poder y maravillas grandes de Egipto.
b). El pueblo de Israel vio y palpo lo eventos que los sacaron de la esclavitud. Por eso su adoración salió de corazones agradecidos. De vidas cambiadas. De hombres, aunque maltratados por el látigo del capataz por tantos años, se gozaron en cantar a Jehová. Aunque el calor del desierto los sofocaba. Aunque no conocían la tierra a donde iban, marchaban adelante, guiados por el ángel de Jehová.
c). Como seres humanos que vivíamos en el Egipto espiritual, el Dios del cielo entrego lo más extraordinario, su propio hijo Jesús para sacarnos de la esclavitud del pecado. Nos ha hecho libres. Manifestó su poder y amor hacia nosotros al darse a conocer a través de Jesús. Debemos caer como Moisés “apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró” (Éxodo 34:8). Te invito caer como Moisés, en actitud de agradecimiento a Dios por las maravillosas obras que ha hecho en tu vida. Ríndele a él tu adoración; porque solo él la merece.
d). Proclama: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré” (Éxodo 15:2).