Todo por Amor

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La estrofa del himno 134 del himnario adventista dice:

Dios tanto amó, al mundo perdido,

Que a su Hijo único El entregó

Justicia y gracia en El se han unido.

¡Incomparable amor reveló!

Cuan hermosa es la armonia que resuenan en estas palabras al darnos ha conocer el amor de Dios por la raza humana, este amor es incomparable.

En 1 Juan 4:9 nos dice: ‘Dios nos mostró su amor enviando a su único hijo a este perverso mundo para darnos vida eterna por medio de su muerte.’

La luz de la Luna se reflejaba entre los matorrales del jardin de Getsemaní. Dentro del contraste entre la luz y la oscuridad se veia la silueta de varias personas caminar. Dentro de ellos, se veia una de ellas caminar con pasos trémulos; era Jesús que sentia sobre sí el peso de los pecados de toda la humanidad, dijo a sus discípulos: ’Orad para que no entreis en tentación’. Luego se apartó de ellos, y postrado oró a Dios: ‘Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Jesús sintió en esos momentos como los pecados lo hacian separarse del padre y quiso hacir sus manos de la tierra fria para no separarse de Dios.

En tales circunstancias nos preguntamos ¿qué padeció Jesús? Daré a conocer algunos datos, los cuales nos ayudarán a conocer lo que Jesús padeció por la humanidad.

En el imperio romano los condenados a la crucifixión, primero eran cruelmente azotados. El látigo que utilizaba consistia en cuatro o cinco bolas de plomo que estaban unidas a un mango de madera por medio de cadenas de hierro. De cada bola, que median unos dos centimetros de diámetro, salián pequeños aguijones de hierro en todas direcciones. Estos látigos le rasgaban la piel. Y los tejidos y los músculos eran destrozados.

Los verdugos cuidaban de que el azotado no muriera rápidamente; para que estuviera vivo y sufriera las agonías de la crucifixión. Esto fue lo que le hicieron ha Jesús; Pilatos soltó a Barrabas; pero a Jesús lo azotó y lo entregó a los soldados romanos para que lo crucifiquen.’

Jesús fue escupido, así lo registra el libro de Mateo 27:30: ‘A veces lo escupían o le quitaban el palo y lo golpeaban con él en la cabeza.’ Fue burlado, según Mateo 27:40-44: ‘¿No decías que podía destruir el templo y reedificarlo en tres días? Vamos a ver. Bájate de la cruz si eres el Hijo de Dios.

Los principales sacerdotes, escribas y fariseos se burlaban también...’

Jesús sufrió todo esto por amor, para darnos salvación, para librarnos de las consecuencias funestas del pecado.

Jesús padeció aún más: caminó con la pesada cruz a sus espaldas desde la plaza hasta cerca de la salida de ciudad. Fue crucificado totalmente desnudo, le pusieron una corona de espinas. Mateo 27:29 nos dice: “Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas...”

Todos estos sufrimientos que padeció Jesús en aquella ciudad de Jerusalén, lo hizo porque nos ama, porque quiere unir a la humanidad con Dios.

En sus momentos finales mientras colgado de la cruz la Biblia nos registra lo siguiente: “Entonces Jesús clamando a gran voz, dijo: -Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu habiendo dicho esto murió”. (Lucas 23:46)”Mas cuando llegaron donde Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al distante salió sangre y agua”. (Juan19: 33,34)

Nos preguntamos ¿Por qué murió Jesús? Jesús no murió porque sintiera lástima de sí mismo. Estando en la cruz pensó en la protección de su madre cuando dijo:”Madre, he ahí tu hijo. Despajes dijo al discípulo: he ahí tu madre. Y desde entonces la recibió en su casa”. (Juan 19:26,27) Oró por los verdugos: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Jesús no murió por impotente. No fueron los padecimientos ya mencionados. Jesús murió porque tus acciones, mis acciones (mentiras, codicias, adulterios, robos, idolatría, hechicerías, drogas, alcohol) nos apartaron de Dios. Es porque El en su infinito amor quiere que volvamos a unirnos con Dios.

Un cristiano soñaba. Soñaba que azotaban a Jesús, El desesperado por lo que aquel verdugo hacia, se abalanzó sobre él, para quitarle el látigo; pero cual no su sorpresa, al mirar el rostro del verdugo, vio que era su propio rostro y despertó.

¿Cuántas veces azotamos a Jesús?, ¿cuántas veces con nuestros pecados lo hacemos morir de nuevo? Muchas, pero muchas veces. Sin embargo Jesús, en su amor incomparable, sigue buscándonos.

Quisiera ilustrarte el amor de Dios con esta historia. En un salón de clases había un niño llamado Pedro; flaco, pobre. Nunca llevaba merienda a la escuela porque sus padres no tenían para darle. Su ropa era todo descolorida y gastada. Pasaba bastante hambre y algunos días llegaba a comer una sola comida y ya tarde en la noche. En el salón de clases donde estaba Pedro se había establecido varios principios, uno de ellos exigía como castigo diez golpes en la espalda al que tomara o robara alguna cosa de sus compañeros de clases. Un día de esos Pedro llegó a la escuela sin haber comido, su estomago estaba completamente vacío, anhelaba echar algo a su estomago. Vio entrar a Felipe, un compañero de clases, con un apetitoso sandwich en las manos, el cual colocó debajo de su butaca. En la hora de recreo Felipe dejó su sándwiches debajo de la butaca, lo que Pedro aprovechó, no habiendo nadie en el salón, para tomarlo y comérselo. Al regresar Felipe a buscar su merienda nota encontró, notificó lo sucedido a la profesora, quien inmediatamente reunió a sus alumnos para descubrir quien se había comido la merienda de Felipe. El culpable había sido descubierto: Pedro. Por su acción merecía ser castigado. La profesora hizo pasar a Pedro sus escritorio don de le ordenó quitarse su chaqueta y su camisa. Al quitarse la chaqueta todos vieron que los pantalones de Pedro estaban amarrados con un pedazo de tela porque le quedaban anchos. La camisa estaba remendada en algunas partes. La profesora pidió a Pedro quitarse la camisa, con mucha vergüenza lo hizo. Las costillas estaban pegadas a la piel, estaba flaco y pálido. Todos en el salón se apenaron por la situación de Pedro, sin embargo el principio no podía abrogarse. La profesora tomó la regla para golpear la espalda de Pedro, pero en ese momento Felipe la detuvo y le dijo: Maestra, yo recibiré el castigo por Pedro.

Mi querido hermano y amigo, esto fue lo que hizo Jesús por toda la humanidad. Llevó sobre su cuerpo el pecado de todos. Lo que tú y yo debimos padecer lo padeció Jesús. La muerte que tú y yo debimos recibir, la recibió Jesús. Y todo fue por amor.” He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y habré la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis 3:20).

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