Nuestra esperanza: Predicamos de Aquél que volverá por nosotros.
Serie: La iglesia: Comunión en acción
Tema: La relación entre la ascensión de Cristo y el inicio de la Iglesia
Título: Nuestra esperanza: Predicamos de Aquél que volverá por nosotros.
Propósito: Considerar la certeza del mensaje que predicamos y que es la esperanza que une a todos aquellos que conforman la iglesia.
Introducción
Buenas noches hermanos, quiero agradecer primeramente a Dios por su cuidado en los meses anteriores, quien nos llevó y nos trajo con bien de Puntarenas semana tras semana, y agradecido con ustedes, por sus muestras de afecto, sus oraciones y su cuidado, así como por el presente que recibí a nombre de ustedes. Sé que nos hemos extrañado mutuamente. Continuemos orando por la obra allá, que sean guardados del enemigo y que la palabra siga fructificando en medio de ellos.
Tal petición es inclusiva, debemos orar por nosotros mismos de esa manera, en ningún momento debemos dar por hecho que la predicación será fructífera, debemos rogar a Dios para que lo sea, Él es quien da el crecimiento en los suyos de forma individual, pero también como congregación, porque reconocemos cuánto nos falta como iglesia y que siempre nos faltará pero hay un anhelo por acercarnos cada vez más a lo que es la voluntad de Dios para con nosotros como cuerpo local.
Al mencionar crecimiento, fallaríamos si nos fuéramos a planes y estrategias, a investigación del mercado y las estadísticas, o que solo nos centráramos en los números de la asistencia, aclarando eso sí, que el crecimiento no está desligado de las personas que Dios añade como veremos.
No, si queremos ver cómo Dios obra en la iglesia y por ende, cómo es el crecimiento que Él da iremos a las Santas Escrituras y aunque lo concerniente a la iglesia no es exclusivo del Nuevo Testamento, sin duda, es donde tenemos el misterio revelado y en particular, ¿en cuál libro? Algunos ya lo podían sospechar, en el libro de Hechos, inicié su estudio para unos mensajes puntuales de las circunstancias de los hermanos de Puntarenas pero acá tendremos la oportunidad de desarrollar un estudio completo con en este tema en mente: la iglesia: comunidad en acción.
Comunidad: Somos más que un grupo de personas que se reúnen, somos un cuerpo, una familia, una comunidad de fe en el Señor Jesús, salvados por el mismo Redentor, resucitados con el mismo poder, llamados a servirse mutuamente, a llevar las cargas los unos de los otros. En acción: Tenemos una misión: Hacer discípulos, providencialmente esa menta fue recordada la semana pasada, somos discípulos haciendo a otros discípulos por el poder de la predicación del Evangelio a cada parte que Dios nos lleve.
Pareciera que ambas cosas se resumen en un solo fin cuando recordamos la palabras de Cristo, ¿cómo sabrán las naciones, nuestros vecinos que somos discípulos? En nuestro amor los unos por los otras, En esto conocerán todos que sois mis discípulos (Jn. 13.35)
Una comunidad transformada que vive a luz del mensaje que lleva a otros.
Cuerpo
Leamos [Hechos 1.1-11] Entonces, a la luz de este tema general que dominará sobre el resto de la serie, debemos iniciar con la característica más básica y distintiva del cristianismo. ¿Qué hace diferente a la iglesia de otros grupos religiosos, de los aficionados a un equipo deportivo o de otros grupos sociales?
¿Qué hace al cristianismo cristianismo? La respuesta según nuestro texto es una persona: Cristo, el Dios Eterno encarnado que ha irrumpido en la historia marcando un antes y un después, pero va más allá, porque hay estadios a nombre de personas, causas sociales con un fundador, partidos políticos con sus héroes, nuestro texto lo deja claro: No es solo que es una persona, Jesús, es lo cierto de su persona.
Esta certeza, no se limita al aspecto histórico de que Jesús existió y que tenemos un registro fidedigno de su obra en la Biblia y que nos acercamos a Hechos porque es la Palabra de Dios. Lucas, el médico inspirado por El Espíritu Santo, registra acá la certeza en cuanto a la persona de Cristo en cuatro aspectos: 1) la certeza de la obra de Cristo, 2) la certeza de la resurrección de Cristo, 3) la certeza la ascensión de Cristo y por último, 4) la certeza de la venida de Cristo.
Y son estos cuatro aspectos que como un todo son la motivación para la comunidad de fe, ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Porque creemos por fe en Jesús, el Mesías, su obra en la tierra, que murió y resucitó y que ascendió para estar a la diestra del Padre y vendrá por nosotros.
La certeza de la obra de Cristo (1.1-2)
En primer lugar, tenemos la certeza de la obra de Cristo. Versículos 1 y 2. [1.1-2]
Es este verso de inmediato nos deja saber que su autor es Lucas, o al menos, el mismo escritor del Evangelio que lleva este nombre, ¿por qué? Porque hay un primer tratado, y en particular, un primer tratado dirigido a Teófilo, el otro libro en el Nuevo Testamento que tiene esta dedicatoria es el Evangelio de Lucas [Lc. 1.1-4]. Además, Lucas finaliza con un breve relato de la ascensión, el cual es retomado en Hechos y deja ver la clara continuidad entre ambos libros. La designación del título de “Hechos de los apóstoles” viene de los primeros siglos y se ha debatido pues, en realidad es Pedro y Juan, de los doce de quienes se relata y luego, gran parte es sobre los viajes de Pablo, el último apóstol, pero es algo totalmente secundario.
Pero tenemos más indicios en Hechos sobre la autoría de Lucas pues sabemos que él acompañó a Pablo en sus viajes y por eso leemos en algunos capítulos que la narración está con el pronombre “nosotros”, indicando que el autor participó de estos eventos. Además, el estilo y riqueza de lenguaje y de palabras compartidas dejan ver un mismo autor.
No quiero que pasemos por alto, que solo entre Lucas y Hechos tenemos una cuarta parte del Nuevo Testamento, es probablemente quien más páginas haya escrito, superando las cartas de Pablo combinadas. Esto no debe sorprender cuando se considera la diligencia puesta en los escritos, una atención a los detalles, y sin embargo, esto no está por encima de la teología que permea estas páginas.
Notemos en el verso [1.1] que Lucas escribe acerca de “todas las cosas”, ¿cuáles son todas las cosas? Es decir, todo aquello pertinente al mensaje que quería transmitir. Es lo mismo cuando Juan apóstol escribe: Jesús hizo muchas otras cosas, pero yo he escrito todo lo necesario para que creáis que Él es el Cristo y para que creyendo en Él, tengáis vida en su Nombre.
Por tanto, podemos descansar en que el Espíritu guió al autor para que escribiera todo lo que necesitamos acerca de la obra de Jesús, el Evangelio de Lucas inicia relatando las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, y estas cosas, son, según Hechos 1.1, las que Cristo hizo y enseñó.
Necesitamos ambas cosas. No podemos escoger como creyentes entre una u otra, nosotros creemos tanto en los hechos atribuidos al Señor como la enseñanza que nos ha sido transmitida por medio de Su Palabra. Cuando decimos su obra, no dejamos por fuera ninguna de sus palabras y ninguna de sus maravillas. Hay quienes dicen que se quedan con lo que Cristo enseñó, pero niegan sus milagros, pero los milagros no son un accesorio a la enseñanza de Jesús como veremos en sermones futuros, eran la confirmación visible que Jesús era el varón aprobado por Dios.
Además, quienes suelen negar sus hechos, por lo general también niegan parte de su enseñanza, es decir, que Jesús mismo era Dios, el Hijo Eterno y lo que quieren dar a entender es lo siguiente: lo acepto como un buen hombre con un gran mayoría de enseñanzas dignas de imitar, pero no más que eso. Sin embargo, Jesús fue claro en que decir que el fue como uno de nosotros, como uno de los profetas, es insuficiente:
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas (Mt. 16.14-15)
Incorrecto, insuficiente. Es por la gracia regeneradora que uno puede contestar junto con Pedro que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Por otra parte, hay quienes aceptan sus hechos, sus milagros, que Cristo fue capaz de todo lo que se nos narra, pero niegan su enseñanza. Esta negación es más sutil que en el caso de los que rechazan los milagros de Jesús, dado que reconocen en Jesús sus palabras y mandamientos. Sin embargo, y esto lo digo siendo nosotros responsables de esta actitud, cuando la enseñanza de Jesús nos parece demasiado fuerte o demandante, decimos: “Jesús realmente no quiso decir eso” y lo acomodamos de manera que no nos moleste.
Cuando ÉL dijo: “Amad a vuestros enemigos”, “El que ama a padre y madre más que a mí no es digno de mí”, cuando Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”, no son consejos, es enseñanza directa por el Enviado de Dios, “El que oye mis palabras y no las hace, es como un hombre que edificó su casa en la arena”.
Esto lo digo porque Hechos nos muestra que esta instrucción no fue opcional, verso 2: “después de haber dado mandamientos por el Espíritu”, o el verso 4, “Y estando, juntos, les mandó que no se fueran”: Cristo, como el Señor de todo, vino a dar mandamientos.
Los creyentes en toda parte y en todo tiempo por la gracia de Dios afirmamos con toda certeza que Cristo sanó a los enfermos pero también que es el Verbo, la Palabra de Dios, que resucitó a personas que murieron físicamente, pero también que vino a dar vida a los muertos en delitos y pecados por la fe en Él. “¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate, y anda?”. Jesús hizo ambas. Es en esta verdad que Dios es glorificado dando libertad del pecado para nosotros, el centro de la obra de Cristo: Emanuel y Jesús, Dios con nosotros, salvando a su pueblo de sus pecados.
La certeza de la resurrección de Cristo (1.3-4)
En segundo lugar, tenemos la certeza de la resurrección de Cristo. Versículos 3 y 4. [1.3-4]. Aunque en nuestra versión no lo dice explícitamente, es fácil inferir que si se presentó vivo después de padecer fue porque murió, otras versiones lo traducen: “Después de padecer la muerte”, o “después de la crucifixión”. La palabra para padecer en este verso aparece en otros libros del Nuevo Testamento, pero principalmente en Lucas, y es acompañado con los hechos relacionados a su pasión y muerte. Veamos por ejemplo [Lucas 9.22]. Pero no solo tenemos la aseveración que el Señor murió y resucitó, es que las pruebas son muchas y son indubitables. Volvamos a Hechos 1.3, estas pruebas eran tales que no dejaban duda, eran pruebas convincentes, es lo que quiere decir.
Lucas no detalla o enumera estas pruebas pero se deja ver al menos dos: Una en que fueron cuarenta días que el Señor estuvo con ellos, no fueron uno o dos días, para que alguien afirmara que simplemente hicieron a alguien más pasar por Jesús, no, más de un mes, días en los cuales si alguien todavía dudaba que estaba frente al Cristo resucitado, su fe fue confirmada.
Un segundo hecho es que se les apareció, y por ende, hubo testigos de ello. Al menos los once son testigos de esta resurrección y podemos elevar ese número a prácticamente 120, la cantidad de varones que leemos en [1.15]. Es más, Pablo nos detalla que si uno quería comprobar el mensaje podía recurrir a uno de los más de quinientos testigos de la resurrección del Señor. Esto lo tenemos en 1 Corintios 15.3-8.
Aunque la resurrección como tal ya era una prueba que confirmaba la enseñanza de Jesús, aun en su resurrección les enseñó “hablándoles del reino de Dios”.
El Evangelio está ligado con el reino de Dios y la resurrección de Cristo, “el tiempo se ha cumplido, el reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el Evangelio”. (Mr. 1.15), así empezó Jesús su ministerio. Esta verdad del reino muchas veces fue expresada a través de parábolas, “el reino de los cielos es semejante a...”. ¿Cómo podemos identificar el mensaje fiel? Veamos su énfasis: si ese mensaje que se hace pasar por evangelio nos lleva a poner la mira en las cosas de este mundo, en lo terrenal, no es Evangelio, porque las buenas nuevas consisten en que nosotros como pecadores, más que tener una buena vida en esta tierra, se nos ha concedido por la obra de Cristo ser partícipes del reino celestial, del reino de Dios, es un mensaje que apunta a lo alto, y que nos libra de las tinieblas y nos traslada al reino de Jesús, el Hijo amado.
La resurrección es central en este mensaje, porque no hablamos de un reino sin gobernante, o de un reino que ha necesitado de sucesor tras sucesor, en este reino no hacen falta elecciones cada cuatro años, hablamos del reino cuyo Rey es Eterno, el Rey que ha vencido la muerte y está sentado a la diestra del Padre y porque Él vive, nosotros también viviremos, ¿estás convencido que el Señor murió y resucitó? ¿estás convencido que si estás en Él morirás y resucitarás a vida con Él?
¡Oh que Dios nos siga afirmando en esta verdad! Porque cuando venga la prueba o la tribulación, cuando quiera mi fe desfallecer, yo mire arriba y vea al Redentor Resucitado que me garantiza que pasada esta aflicción temporal, me aguarda una eternidad con Él y porque Él resucitó, nosotros también resucitaremos con cuerpos glorificados como Él.
La certeza de la ascensión de Cristo (1.9)
Hasta aquí Lucas narra con brevedad lo que ya ha sucedido, ahora procede a contarnos lo que pasó al llegar al final de los cuarenta días, dando la misma certeza: La certeza de la ascensión de Cristo. Versículo 9. [1.9]
Cristo ascendió. La ascensión es un término para resumir la enseñanza que Cristo fue recibido arriba en el cielo, o como leemos en Hechos que fue alzado. Un teólogo, (Grudem), señala la importancia de este acto gradual, “él no desapareció repentinamente de entre ellos, y nunca más lo volvieron a ver, sino que ascendió gradualmente mientras ellos estaban mirando, y entonces una nube (al parecer la nube de la gloria de Dios los ocultó de su vista”.
Esto elimina que algo le sucediera o que se escapó, los testigos lo vieron subir (“le habrá pasado algo, tenemos tiempo que no lo vemos”, al contrario, “le vimos subir”). Además, el hecho que el Señor tuviera un cuerpo físico después de su resurrección (no era sencillamente un alma que se hizo visible), nos debe recordar que Jesús fue a un lugar, ¿dónde con exactitud? No lo sabemos, pero el cielo es un lugar definido en alguna parte en el universo, en algún punto del tiempo y del espacio está ahí y por tanto, el lugar que tiene preparado para nosotros no es metafórico, existe. Cuando Jesús dijo:
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Juan 14.2
Hermanos, podemos estar seguros que hay una vivienda preparada para ti y para mí, para cada uno que es del Señor. Otra expresión que resume esta ascensión es que Cristo está sentado a la derecha del Padre. ¿Qué significa esto? Es la consecuencia del “Consumado es”, los sacerdotes estaban de pie cada día ministrando, pero Él ofreció un sacrificio perfecto una vez y para siempre, y ahora se sienta en su trono indicando que la labor está terminada, nada más queda por hacer.
La ascensión forma parte del Evangelio y tiene implicaciones prácticas en nuestra vida diaria: ¿Por qué en Colosenses somos exhortados a poner nuestra mirada arriba? Porque hay un Cristo que resucitó y ahora está sentado a la diestra del Padre. Este mirar sabemos que no es literalmente quedarnos viendo arriba, sino que su ascensión nos da la seguridad que nuestro hogar definitivo estará en el cielo con Él, este mirar arriba es recordarnos constantemente que hay más que esta vida terrenal, que hay más que las riquezas y posesiones temporales, que nos aguarda algo eterno y seguro porque Jesús ha preparado un lugar eterno y seguro, y porque como Él ascendió, nosotros también ascenderemos para estar con Él, que gracias a que la cabeza de la iglesia está arriba reinante, también nosotros, su cuerpo, un día seremos reunidos para estar completos.
La certeza de la venida de Cristo (1.10-11)
Pero no termina ahí con Cristo subiendo a preparar un lugar: la certeza de su obra, de su resurrección y de su ascensión nos lleva a la certeza de su venida. Versos 10-11 [1.10-11].
¿Qué dijeron estos ángeles? No dijeron: “así como le vieron subir es posible que regrese por ustedes...”, “quizá algún día le vean volver”, no, así como le vieron subir, le verán regresar, y será mucho más evidente porque dice Apocalipsis 1.7, “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén”.
Lo que los ángeles dijeron no fue invención de ellos, unas palabras de aliento, era hacer eco de la misma promesa dada por el Señor, ¿qué fue lo que Él dijo seguidamente de prometer que iría a preparar lugar? Juan 14.3 dice:
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Para que donde yo estoy, allí mismo estén ustedes también. ¡Oh hermanos si los tres primeros eventos resumidos en Hechos se han cumplido por cierto, no queda espacio para de duda para la cuarta! ¡ÉL VOLVERÁ DE NUEVO! Y no solo eso, volverá para juicio y volverá para llevar a los suyos por siempre y se consumará la promesa que nada ni nadie nos arrebatará de su presencia.
Veamos las hermosas palabras de 1 Tesalonicenses 4.17:
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Para siempre. ¿Es importante esta esperanza y anhelo por su regreso? Sí, tanto que está relacionado con nuestro andar con Él, Juan nos dice en su primera carta que todo el que tiene esta esperanza, es decir, la esperanza del día en que Él se manifieste de nuevo, se purifica a sí mismo.
¿Tenemos un anhelo por una vida santa, por una vida que crece en pureza? Recordemos que Él vendrá, debemos vivir velando, debemos vivir como si Él viniera mañana mismo, porque su regreso está pronto, el siervo fiel y prudente trabaja anticipando su regreso, el siervo malo es el que dice en su corazón; “Mi señor tarda en venir”.
Necesitamos la acción constante del Espíritu Santo que nos recuerde esta verdad, y que nos conforme a esa verdad para guiar constantemente nuestra mirada arriba y decir de corazón: “Señor, ven pronto, sí, ven pronto”. Amén.
Aplicaciones y exhortaciones
Con estas cuatro certezas hemos expuesto el pasaje. Consideremos ahora unas aplicaciones a la luz de lo visto:
1. Estas certezas deben llevarnos a centrarnos en el mensaje esencial del Evangelio (1.6-7)
Primero, estas certezas nos muestran cuál es la centralidad del Evangelio, al mensaje esencial del Evangelio, esto es, la obra de Cristo, sus hechos y enseñanzas, su muerte, su resurrección, su ascenso y su regreso.
Antes de partir, Cristo encauza de nuevo a sus discípulos: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones. ¿Volverá Cristo? -Sí, ¿Cuándo? -Pronto, ¿Día y hora? -No lo sabemos y no nos corresponde y debemos detenernos ahí, es triste los engaños que han surgido en el tiempo, engaños de personas que dicen haber descubierto la fecha exacta y juntamente con ello, engañando a muchas otras almas. También nos muestra que antes que estar indagando en lo que no corresponde, debemos ser fieles testigos de este mensaje ciertísimo.
Aunque en contextos más conservadores no se llega al punto de poner fechas, tristemente se han causado divisiones cuando otros hermanos en la fe no tienen las mismas convicciones respecto a aspectos secundarios de escatología, es decir, la doctrina de los últimos tiempos. Lo que debe bastarnos entre hermanos en la fe es sostener con firmeza que el Señor vendrá de nuevo, corporalmente y que nosotros resucitaremos para estar con Él.
Recuerdo al pastor Henning cuando me compartió lo siguiente: “Ronny, fue más el apoyo económico que perdí por mis convicciones escatológicas que por mis convicciones respecto a la salvación, por mi calvinismo”. Muchos le dieron la espalda cuando se enteraron que él estaba convencido que no había un rapto.
Sí, debemos estudiar, escudriñar, pero no podemos perdernos en las ramas y olvidar el tronco, el corazón de nuestro mensaje: Que Jesús el Hijo de Dios, dejando la gloria y majestad en los cielos se humilló a sí mismo para descender y tomar forma de siervo, y ser obediente hasta la muerte de cruz y resucitó glorioso venciendo la muerte y garantizando el perdón de pecados para su pueblo y que ahora intercede por ellos en el cielo, de manera que todos los que hemos confiado en Él somos vistos ahora con la justicia perfecta del Señor, estas son las buenas nuevas por las que debemos dar la vida:
De enemigos a hijos, reconciliados y adoptados por la gracia de Dios que es en Cristo.
2. Estas certezas deben llenarnos de valor a la hora de predicar el Evangelio (1.8)
En segundo lugar, estas verdades deben llenarnos de valor a la hora de predicar el Evangelio. Por dos razones, porque el mensaje es cierto, y porque se nos ha prometido el poder del Espíritu Santo. [1.8]
¿Cuál es nuestra razón para llenarnos de valor? No es nuestra capacidad ni nuestra valentía:
1. Predicamos con valor porque predicamos un mensaje que es cierto: Que no temamos, que seamos valientes en exponerlo, estamos declarando la verdad. No debemos amedrentarnos porque el mundo rechace este mensaje, lo que salvará a las personas no es el convencimiento por medio de las pruebas arqueológicas, o por medio de pruebas científicas, o por medio de pruebas literarias, aunque existen pruebas para cada una de estas áreas, lo que salvará a las personas es el Señor Jesús, solo Él salva y la única forma que pueden saber de Él es exponer el Evangelio, la verdad. Es un error y nos llevará a muchos desencantos cuando confiamos más en nuestra capacidad de hablar y en las pruebas, que en el Poder de Su Palabra, cuando cambiamos la Espada de Doble Filo por la sabiduría humana. Que seamos valientes, que en última instancia el veredicto siempre será: Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso.
Vuelvo a preguntar: ¿Cuál es nuestra razón para llenarnos de valor? ¿Únicamente que el mensaje es veraz? No, hay más:
2. Predicamos con valor porque se nos ha prometido al Espíritu Santo: Recibiréis poder, entretanto el Señor prepara un lugar, ha enviado al Consolador, al Espíritu Santo para capacitarnos no solo para el día que creímos, sino para sellarnos con Él y guiarnos y estar con nosotros para siempre. Es por el poder del Espíritu Santo que podemos exponer este mensaje no solo en Heredia y en Puntarenas sino en cada parte que el Señor nos lleve y será por su Espíritu que podremos ser testigos fieles, que preferiremos dar la vida que negar al Señor, que preferiremos perder todo lo demás y tenerlo por basura pero tener a Cristo, nuestro tesoro, porque su conocimiento y amor sobrepasa a todo lo demás.
Cristo no nos dejó solos para cumplir nuestra misión, no somos una comunidad realizando la comisión en nuestras fuerzas: He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, yo os enviaré a otro Consolador.
No temamos, que el mismo Espíritu Santo que fue derramado en los apóstoles y en los creyentes de la iglesia primitiva es el mismo que sigue sellando hasta el día de hoy y sigue repartiendo dones para la edificación de cada cuerpo local. Hermanos, no estamos solos y lo mejor es que la persona en quien gira toda esta comunidad en acción, el Señor regresará por nosotros.
Quiero concluir ilustrando lo que debería ser nuestro anhelo por el regreso de nuestro Señor Jesús: El pastor Sugel que predicó el día de mi boda nos recordaba cómo la relación de Cristo y la iglesia es ilustrada por el matrimonio, indicando que institución existe para recordarnos una verdad mayor. Ahora, estas bodas todavía no se han celebrado y es lo que quiero aprovechar: No importa si usted hermano o hermana tiene muchos años de casado, no importa si usted tiene poco, incluso meses, y sin duda, me entenderán todavía más aquellos que están pronto a casarse o aquellos que siguen orando por un cónyuge, ¿con cuántas ansias esperó uno el día de la boda? ¿No fue con gran expectativa? ¡Falta diez meses! ¡Un mes! ¡Es mañana! Tú querías que ese día viniera, ¿no es así? Uno quería acortar los días.
Es más, niños, tengo una pregunta para ustedes también, ¿cuántos de ustedes siguen jugando con el mismo ímpetu con los regalos que recibieron hace menos de quince días? Es probable que ya los hayan hecho a un lado, les aseguro esto niños, cuando crezcan entenderán lo que es esperar por conocer con quien casarse, es mejor que cualquier juguete que puedas imaginar.
¿Esperamos y ansiamos el regreso de Cristo con esas mismas ganas que teníamos el día que nos casamos? La esperanza de la iglesia es que sirve a Aquel que volverá por ella, como Su Señor, pero también como Su Esposo, el Mejor Esposo, que la amará por siempre y el deseo que muchos de los casados tuvimos porque llegara ese día, debe estar con mucha más razón en cada hijo de Dios anticipando cuando venga el Redentor.
Mientras llega ese momento, daremos testimonio a toda parte, hasta lo último de la tierra, hasta que el último invitado a la boda reciba la invitación del Evangelio.
Si esta noche usted ha sido convencido que no es parte de la comunidad de fe y que cuando Jesús vuelva será para juicio, acuda a Cristo en fe y Él lo unirá a Sí mismo y a su cuerpo y así pueda tener la misma esperanza que nos une a muchos acá. ¿Es el regreso de Cristo nuestra esperanza? Oremos.
SOLI DEO GLORIA
Ronny Fallas http://fereformada.org | http://ronnyfm.blogspot.com
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