Fe verdadera vs Fe falsa
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Fe falsa y Fe verdadera
Sermones variados
Texto bíblico: Santiago 2:14-26
Tema: Una fe genuina se demuestra por las obras.
Introducción
Cuando hablamos de la fe cristiana tenemos que hacer una distinción entre
dos tipos de personas. Por un lado, están los que afirman tener fe, pero no se
preocupan por demostrarla mediante sus acciones. Y por otro lado están los
que rechazan cualquier conjunto de doctrina y creen que la vida cristiana
consiste solamente en hacer buenas obras.
A lo largo de toda la carta, Santiago hace un llamado a sus lectores vivir la
religión verdadera. La visión que Santiago da de la fe cristiana es una que se
expresa no solamente con palabras, sino por la práctica de los mandamientos
de Dios. En el primer capítulo hay un llamado a ser hacedores de la palabra
(cap. 1:22) como también una descripción de lo que implica en verdad ser
cristiano, a saber, amar al prójimo y vivir en santidad (cap. 1:27). En los
primeros trece versículos del segundo capítulo vemos que el amor al prójimo
se expresa no haciendo acepción de personas, sino más bien siendo
misericordiosos unos con otros. Es en ese contexto que Santiago hace un
llamado a sus hermanos a considerar la genuinidad de su fe por medio de sus
obras. Si en verdad eran cristianos y vivían la verdadera religión, entonces,
la fe que profesaban no debía estar desconectadas de sus obras.
En el pasaje vemos tanto las características de una fe muerta como de la fe
salvífica.
Características de una fe muerta
En los vers. 14-19 Santiago presenta dos características de una fe muerta y
describe su inutilidad en lo que respecta a la salvación del hombre.
UNA VANA CONFESIÓN: «Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si
alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?» (vs. 14)
Aquí no se refiere a alguien que tiene que fe, sino alguien que dice que tiene
fe. Santiago se está refiriendo a alguien que asume tener fe, pero que no la
demuestra por medio de sus obras. Aunque creemos que somos salvos solo
por la fe, una mera profesión de fe no garantiza nuestra salvación, sino una
fe que se expresa en una vida de testimonio.
En los vers. 15-17 Santiago nos da un ejemplo de cómo la fe no está desligada
de las obras. «Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen
necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id
en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias
para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es
muerta en sí misma.» (vers. 15-17)
Esta puede ser una situación exagerada para enfatizar la importancia de una
fe puesta en acción. No obstante, en nuestras iglesias tenemos personas con
gran necesidad.
1. Tenemos gente enferma que no tiene para sus tratamientos y cuidados.
2. Tenemos gente privada de libertad que necesita nuestra compasión y
generosidad.
3. Tenemos gente en la indigencia que tal vez no necesita que le digamos
“estamos orando por ti” sino que le ayudemos con comida, vestido o
un lugar para dormir.
¿Estamos diciéndoles id en paz sin prestarle nuestra ayuda? ¿Nos estamos
amparando en la consigna “todos estamos en necesidad” para no tenderle la
mano a nuestro hermano?
La fe genuina no está desconectada de las obras. Una fe sin obras es tan
inservible como decirle a un hambriento ve y come sin haberle dado nada.
La compasión y generosidad ponen en evidencia la fe verdadera.
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (1Jn. 3.14)
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues
el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a
quien no ha visto? (1Jn. 4:20)
UNA VANA CONVICCIÓN: «Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo
obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan.» (vers. 18-19)
• Creer la doctrina cristiana no es suficiente para nuestra salvación.
La expresión «Tú crees que Dios es uno» es parte del credo judío que
se encuentra en la Ley: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno
es.» (Dt. 6:4)
Es posible profesar una fe correcta y aun así no ser salvos. La
verdadera fe resulta en una vida de obediencia a la palabra de Dios.
La obediencia no es opcional para el cristiano, sino parte elemental de
la verdadera fe.
«Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus
mandamientos.» (1Jn. 2:3)
«Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.» (Mt. 12:50)
• Creer la palabra de Dios y no ponerla en práctica no nos hace
mejor que los demonios. Los demonios conocen la palabra de Dios y
la creen. Pero eso no los vuelve aptos para ser salvos. Creer la palabra
de Dios intelectualmente nada más solo nos hace aptos para ser
demonios.
«porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los
hacedores de la ley serán justificados.» (Ro. 2:13)
«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores,
engañándoos a vosotros mismos.» (Stg. 1:22)
Santiago va un poco más allá y dice que los demonios además
tiemblan. Ellos se atemorizan de Dios al saber la condenación que ya
está preparada para ellos. Pero el incrédulo ni siquiera teme al
escuchar la palabra, sino que es indiferente y arrogante. Es peor que
los demonios.
Y nosotros ¿Temblamos ante Su palabra?
Características de la fe verdadera
En los vers. 18-25 vemos cómo dos ejemplos de una fe genuina.
En el vs. 20 Santiago confronta al objetor con una pregunta: «¿Mas quieres
saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?». En los versículos
siguientes él responde esta pregunta por medio de dos ejemplos.
1. El ejemplo de Abraham. «¿No fue justificado por las obras Abraham
nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves
que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó
por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a
Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no
solamente por la fe.» (vers. 21-24).
Santiago cita dos referencias del libro de Génesis, Gn. 15:6 y Gn. 22.
El primero relata cuando Abraham estaba por sacrificar a Isaac. Y el
segundo describe cuando Abraham creyó a la promesa de Dios de
darle descendencia. Si bien, la justificación fue al creer en la promesa,
su fe fue validada en la obediencia de Abraham a Dios.
2. El ejemplo de Rahab. «Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue
justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por
otro camino?» (v. 25).
Aquí el autor cita a Josué 2:1-21 y describe el relato de cómo la
prostituta Rahab ocultó del rey de Jericó a los dos espías que venían a
reconocer la tierra que Dios había prometido a Israel. Allí vemos que
Rahab creyó en el Dios de Israel y clamó por misericordia para sí y su
familia cuando Israel tomara posesión de la tierra. Santiago dice que
Rahab fue justificada por sus obras al no permitir que los dos espías
fueran arrestados. Es claro en el relato que Rahab conocía las historias
de cómo Dios había librado a Israel con grandes prodigios (Jos.
2:910). Ella creyó en el Dios de Israel (Jos. 2:11), pero demostró su fe
al esconder a los espías.
En ambos casos se nos muestra que la fe es confirmada por las acciones.
Mientras que creer la palabra de Dios es esencial para la salvación (Ej.
Abraham creyó a la promesa de Dios), esta fe debe evidenciarse por medio
de una respuesta de obediencia sincera. Así como Abraham obedeció a la
palabra de Dios desde salir de su tierra hasta estar dispuesto a sacrificar a su
propio hijo, y así como Rahab puso en peligro su vida para salvaguardar a
los espías del Dios de Israel, así la fe del que profesa ser cristiano ha de
demostrarse por medio de obras dignas de arrepentimiento y obras de
misericordia.
En el v. 26 Santiago pone otro ejemplo, ahora sobre la unidad del cuerpo y
el espíritu: «Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la
fe sin obras está muerta.» (vs. 26)
El ser humano se compone de un elemento inmaterial y material. No
podemos separar ambas cosas. De lo contrario, no seriamos seres humanos.
De igual manera, el creer y el obrar, la profesión verbal y la práctica
constituyen la fe genuina.
Simon Kistemaker define la fe salvífica de la siguiente manera: “La fe en
Dios por medio de Jesucristo es una certeza que fluye de nuestros corazones,
emana de nuestras mentes y se traduce en hechos. Una fe vibrante en palabra
y obra, hablada y ejecutada por amor a Dios y a nuestro prójimo, nos salva.”
Para reflexionar
¿Estás viviendo una verdadera fe? ¿La fe que profesas es coherente con las
obras que practicas? ¿Tu afecto hacia los demás refleja tu cristianismo?
Una fe que no se traduce y expresa en una conducta justa y llena de amor es
una fe falsa. Tener fe en la verdad de Dios es esencial pero más esencial es
demostrar esa fe por medio un estilo de vida transformado que procura la
santidad pero que no se olvida del amor. No olvidemos el amor fraternal que
se demuestra en la misericordia, tolerancia y generosidad, sin el cual no
somos en verdad hijos de Dios.