DÍA #200: El uso de mis dones
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“Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”. 1 Pedro 4:10,11
La Biblia no deja dudas; todo cristiano verdadero tiene un don. Eso quiere decir que todo cristiano verdadero también tiene un problema. ¿Qué quiero decir? ¿Qué sucede cuando una persona recibe de forma abrupta una enorme cantidad de poder? Se corrompe. (Piensa en un político que comienza con buenas intenciones pero que llega a la cima y termina adaptándose al estatus quo). Pero cambiemos el ejemplo para analizar si es un caso aislado. ¿Qué sucede cuando una persona recibe de forma abrupta una enorme cantidad de dinero? Algo parecido, ¿verdad? Cuando tiene poco, jura que si tuviera más ayudaría a otros. Sin embargo, cuando recibe la fortuna poco a poco su corazón se centra más y más en sí mismo y pierde su sensibilidad y su enfoque “otrocéntrico”. ¿Puedes verlo? Un don es también un problema.
Pensemos en un ejemplo bíblico. Un jovencito llamado Saúl recibe ambas cosas; poder y dinero. En un abrir y cerrar de ojos se convierte en el primer rey de Israel. ¿Cómo recibe Saúl este don? Con enorme humildad. “Saúl respondió, y dijo: ¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y no es mi familia la menos importante de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me hablas de esta manera?” (1 Samuel 9:21). Pero ¿cómo termina su servicio al pueblo? Ensimismado. Orgulloso. Amargado. Agresivo. Celoso del triunfo de otros, angustiado y deprimido. (1 Samuel 18:8,9). Su don ha dejado de ser una herramienta para servir a otros y se ha transformado en una herramienta para servirse a sí mismo.
¿Qué buscaba Saúl? Fama. Admiración. Reconocimiento. Sentido de propósito. Éxito. Ser distinto, diferente, relevante, dejar una marca. (Lo mismo que buscamos la mayoría de aquello que servimos a Dios; pastores incluidos).
¿Qué aprendemos de su historia? Para servir a otros tengo que morir a otros (Lee Gal. 1:10; 6:14 y verás que Pablo es el ideólogo de este principio). Piénsalo.
¿Puedo dar amor cuando estoy intentando ser amado?
¿Puedo agradar a Dios cuando estoy intentando agradar a otros?
¿Puedo ser esclavo de Cristo cuando soy esclavo de los hombres?
¿Puedo darle gloria a Dios cuando estoy preocupado con la mía?
Sí; un don es algo extremadamente bello pero también es algo extremadamente peligroso.
Miremos ahora la paradoja de nuestro pasaje.
¿Qué es lo último que le darías a un drogadicto? Droga.
¿Qué es lo último que le darías a un alcohólico? Alcohol.
¿Qué es lo último que le darías a un idólatra?
No hace falta que responda, ¿verdad? Y sin embargo, sabiendo perfectamente nuestra lucha con idolatrar sus dones, ¡Dios nos ordena utilizarlos! No; el gran desafío no es usar mis dones; el gran desafío es usarlos bien. De eso se trata esta disciplina. ¿Debo poner a disposición de otros mis dones y talentos? ¡Sin lugar a duda! ¿Debo frenarme a considerar si soy un espectador o un obrero? ¡También! Sin embargo, Pedro no se queda en la superficie del problema. El cómo y el para qué es lo que más le preocupa.
Hazme un favor. Vuelve a leer nuestro pasaje, pero esta vez hazlo de atrás hacia adelante. Aunque no es la única,
¿cuál es la razón más alta e importante por la cual has recibido un don espiritual?
¿La edificación de la gente a la que ministras?
¿Tu necesidad de sentirte usado?
No. ¡La gloria de Dios! ¡Eso es lo que está en juego cada vez que sirves a otros! Y de eso se trata esta disciplina; de reenfocarnos en lo importante: ¡Él!
Esta verdad tiene una implicación capital. Si lo más importante es la gloria de Dios (y no el resultado o el éxito de mi servicio); entonces lo más importante no es lo que hago sino ¡cómo lo hago! ¡Este es el punto de Pedro! “El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, [¿para qué?] para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo…”. Es decir, lo más importante no es que uses tu don; lo más importante es que uses tu don conectado a Jesús.
¿Sabes qué descubriremos al final de los tiempos? Que “muchos” (es decir, la mayoría) estábamos sirviendo a Cristo sin disfrutar a Cristo (Mateo 7:22, 23). Pregunta crucial: Yo, ¿soy del grupo de los “pocos”?
Para orar y meditar a lo largo del día:
Las estadísticas muestran que solo entre un 5% y un 10% de los miembros de la iglesia usan sus dones.¿Estoy dentro de ese grupo? ¿Tengo el hábito de usar mis dones de forma regular? ¿Es un estilo de vida?