El velo se partió

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Introducción

En el contexto del pasaje que vamos a estudiar hoy, Jesús ya estaba crucificado y muere. Al momento de la muerte de Jesús, ocurren una serie de sucesos, que a veces como cristianos los leemos, pero como que los pasamos por alto.
Hoy hablaremos de uno de esos acontecimientos, por favor présteme mucha atención. Le puedo asegurar que será impactante.
Mateo 27:45-56
45 Aquel día, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, la tierra se sumió en oscuridad. 46 Cerca de las tres, Jesús gritó:
- Elí, Elí ¿Lama sabactami? (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)
47 Algunos de los que estaban allí no entendieron y creyeron que estaba llamando a Elías.48 Uno corrió y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la alzó para que bebiera. 49 Pero los demás dijeron:
– Déjalo. Vamos a ver si Elías viene a salvarlo.
50 Jesús habló de nuevo con voz muy fuerte, y murió.
51 Al instante, el velo que ocultaba el Lugar Santísimo del templo se rompió en dos de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron, 52 las tumbas se abrieron y muchos creyentes muertos resucitaron. 53 Después de la resurrección de Jesús, esas personas salieron del cementerio y fueron a Jerusalén, donde se aparecieron a muchos.
54 El centurión y los soldados que vigilaban a Jesús, horrorizados por el terremoto y los demás acontecimientos exclamaron:
– ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios! 55 Varias de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea y le servían estaban no muy lejos de la cruz. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Para entender la razón por la que esto es tan importante, es necesario ir un poco atrás en la historia del Pueblo de Israel.
Cuando Dios libera al pueblo de Israel de las manos del Faraón, se quedan en el desierto, es allí en donde Dios comienza un trato personal con ellos. Dios comienza el proceso de santificación, como hoy lo hace con nosotros, nos moldea de acuerdo con las escrituras.
Estando Israel en el desierto, reciben las tablas de la ley (los mandamientos), pero también reciben instrucciones para construir el santuario, el lugar en donde el pueblo de reunía para rendir adoración a Dios.
Dios dio instrucciones específicas para la construcción de la carpa de la adoración, en el libro de Exodo 26 están todas esas instrucciones, las puede leer con calma, pero quiero que sepa que Dios fue bien específico con lo que deseaba en el santuario de Dios, lo mismo fue replicado más adelante cuando David hace la construcción del templo de Jerusalén.
En las instrucciones que recibieron se encuentra las siguientes:
Exodus 26:31–33 (NTV): 31 »Para el interior del tabernáculo, confecciona una cortina especial de lino de tejido fino. Adórnala con hilo azul, púrpura y escarlata, y con querubines hábilmente bordados.
32 Cuélgala de ganchos de oro, que estarán sujetos a cuatro postes de madera de acacia. Recubre de oro los postes y colócalos en cuatro bases de plata.
33 Cuelga con broches la cortina interior y coloca el arca del pacto en la sala detrás de la cortina. Esta cortina separará el Lugar Santo del Lugar Santísimo.
La construcción del santuario estaba claro que habían dos espacios, uno grande que era el lugar santo y uno más pequeño que era el lugar santísimo.

¿Qué pasaba en esos lugares?

En el lugar santo era en lugar en donde los sacerdotes presentaban los sacrificios por el pueblo, pero había un sacrificio que solo se presentaba una vez al mes y ese era el de la expiación de todos los pecados y ese se presentaban en lugar santísimo.
Dios dio unas instrucciones.
Puede encontrar todas las instrucciones en Levíticos 16.
Al lugar santísimo solo podían entrar el sumo sacerdote y lo debía hacer luego y solo luego de presentar sacrificio por sus propios pecados. Si el sumo sacerdote no lo hacía de forma correcta y entraba al lugar santísimo caía muerto al instante.
El lugar santísimo representaba la presencia misma de Dios.
El lugar santísimo tenía el arca del pacto, que era donde estaban las tablas de la ley de Moisés que Dios mismo escribió con su propia mano.

¿Por qué se rompió el velo?

El velo era una división entre el pueblo de Dios, y Dios mismo. Como solo podía entrar el sumo sacerdote, Dios había determinado una división.
Hebrews 9:1–8 NTV
1 Ese primer pacto entre Dios e Israel incluía ordenanzas para la adoración y un lugar de culto aquí, en la tierra. 2 Ese tabernáculo estaba formado por dos salas. En la primera sala había un candelabro, una mesa y los panes consagrados sobre ella. Esta sala se llamaba Lugar Santo. 3 Luego había una cortina detrás de la cual se encontraba la segunda sala, llamada Lugar Santísimo. 4 En esa sala había un altar de oro para el incienso y un cofre de madera conocido como el arca del pacto, el cual estaba totalmente cubierto de oro. Dentro del arca había un recipiente de oro que contenía el maná, la vara de Aarón a la que le habían salido hojas y las tablas del pacto que eran de piedra. 5 Por encima del arca estaban los querubines de la gloria divina, cuyas alas se extendían sobre la tapa del arca, es decir, el lugar de la expiación; pero ahora no podemos explicar estas cosas en detalle. 6 Cuando estos elementos estaban en su lugar, los sacerdotes entraban con regularidad en la primera sala, durante el cumplimiento de sus deberes religiosos. 7 Pero sólo el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo y lo hacía una sola vez al año; y siempre ofrecía sangre por sus propios pecados y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia. 8 Mediante esas ordenanzas, el Espíritu Santo daba a entender que la entrada al Lugar Santísimo no estaba abierta a todos en tanto siguiera en pie el tabernáculo y el sistema que representaba.
Jesús fue nuestro sumo sacerdote que entró al lugar santísimo, pero un lugar santísimo hecho con manos humanas, sino al propio cielo.
Hebrews 9:11–15 NTV
11 Entonces Cristo ahora ha llegado a ser el Sumo Sacerdote por sobre todas las cosas buenas que han venido. Él entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas ni forma parte del mundo creado. 12 Con su propia sangre —no con la sangre de cabras ni de becerros— entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna. 13 Bajo el sistema antiguo, la sangre de cabras y toros y las cenizas de una ternera podían limpiar el cuerpo de las personas que estaban ceremonialmente impuras. 14 Imagínense cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas para que adoremos al Dios viviente. Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados. 15 Por eso él es el mediador de un nuevo pacto entre Dios y la gente, para que todos los que son llamados puedan recibir la herencia eterna que Dios les ha prometido. Pues Cristo murió para librarlos del castigo por los pecados que habían cometido bajo ese primer pacto.
Debido a la muerte de Jesús en la cruz, ahora podemos entrar libremente al lugar santísimo. Al lugar en donde se encuentra la presencia de Dios.
Más que eso, la muerte romper el velo que nos separaba, permite que el Espíritu Santo de Dios venga a vivir en nosotros. Así que no solo tenemos entrada ante el lugar santísimo, es que ahora Dios nos ha convertido a nosotros en lugares santísimos en donde la presencia de Dios vive en nosotros.
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