Gracias, por ahora no.
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Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Introducción
Introducción
Nadie puede discutir que el tiempo se hace escaso, a cuantos les pasa que terminan el día con la sensación de que no han terminaron todo lo que deberían haber hecho. Comenzamos nuestra jornada, hacemos un par de cosas y ya llega la hora de almuerzo, vivimos acelerados, pareciera que la vorágine del quehacer no frena nunca.
Pero el tiempo pasa y pasa, y no perdona. Cuanto nos gustaría tener forma alguna de controlar el tiempo, hacer que este pase lento, o rápido, o quizás volver en el tiempo o ir al futuro. Y ese deseo se ha visto reflejado en la cantidad de contenido televisivo con esa temática.
Volver al futuro, 12 monos, Deja vu…etc. Nunca olvidaré que cuando pequeño vi a Superman revertir la muerta de Luisa Lane retrocediendo el tiempo. Hasta los mismos Vengadores salvaron el mundo retrocediendo en el tiempo.
Pero esto solo corresponde a la fantasía, para nosotros el tiempo es lineal, es una rueda que gira y gira y no se detiene. Tristemente vivimos como si fuéramos inconscientes de ello, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, pero esto no es así. No podemos controlar el tiempo, no podemos cambiar el pasado, sino solo el hoy. De esto es lo que se trata el texto que meditaremos hoy.
No olvidemos del contexto en el cual nos encontramos. El Señor está en su ministerio en Capernaúm, ha hecho muchos milagros y señales, sano a un leproso, al siervo de un centurión romano, a la suegra de Pedro, ha echado muchos demonios y sanado a varios enfermos, la gente le sigue, quiere ver qué otra cosa va a hacer, pero él no quiere eso el quiere estar con sus discípulos, él sabe que tiene tiempo limitado y quiere invertirlo con sus discípulos. Por ese motivo les ordena preparar el barco y cruzar a la otra orilla del lago de Galilea.
Un escriba observa el movimiento, se acerca al Señor y le pide que le dé la oportunidad de seguirle, este hombre, al parecer precipitado, recibe la respuesta del Señor, en ella, él le dice que debe considerar el nivel de renuncia e incertidumbre que tendría su vida si es que le seguía, él tendría que dejar sus comodidades, su estatus y seguirle. No sabemos qué fue de él.
Pero luego, tenemos esta situación que acabamos de leer.
La predicación de hoy lleva por título “Gracias, por ahora no” y en ella veremos dos puntos importantes:
1. Una buena Excusa.
2. Una gran Verdad.
Veamos nuestro primer punto.
1. Una buena excusa.
1. Una buena excusa.
Lo primero que debemos responde es ¿Acaso este otro hombre ya seguía a Jesús? Claramente, este hombre ya seguía al Señor, por ese motivo es cuestionado. Ahora bien, era parte de la multitud de seguidores del Señor, no fue parte de los 12 apóstoles, pero si era lo suficientemente cercano para que el Señor le mandara a seguirle personalmente. Solos los más cercanos cruzarían a la otra orilla del lago.
El texto paralelo lo tenemos en Lc 9:59
Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Dónde vemos que el Señor es quien llama a este hombre a seguirle primero. Ahora bien, ¿Qué tipo de llamado era este? La palabra empleada por el Señor, traducida como “Sígueme” es la misma que empleo para llamar a Pedro y Andrés, y a Jacobo y Juan, En otras palabras, existe una gran posibilidad de que la invitación que le estaba haciendo fuera para ser parte de lo que serían los 12.
¿Puede existir un honor más grande que seguir al maestro? ¿Podrías rechazar un llamado directo de aquel que acababa de sanar a multitudes y te está invitando a estar con él? Bueno, este hombre, tenía motivos para postergar tamaña invitación.
¿Cuál era su excusa?
“…Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.”
¿Qué se le puede pedir a un hijo que desea enterrar a su Padre? ¿Acaso la ley no mandaba que los hijos debían honrar y cuidar a sus padres?
Ex 20:12 , Dt 5:16
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.”
El mismo Señor enseñaba el deber de los hijos con los Padres
Mt 15:3-6
Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre
Claramente, este hombre tenía una muy buena labor que hacer antes de seguir a Jesús. En el pasado, cuando Elías llamó a Eliseo a ser su discípulo y sucesor, le permitió ir a despedirse de su familia antes de seguirle.
1 Re 19:20
“Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he hecho yo?
Nada hacía presagiar que la respuesta del Señor sería distinta a una positiva.
Ahora bien, la pregunta que surge y que han tratado de responder varios estudiosos es el significado de la expresión “déjame que primero entierre a mi padre”.
¿El padre había muerto hace un tiempo? ¿El padre había muerto recién? O ¿El padre estaba vivo pero ya entrado en años?
Primero que todo, entendemos, por el tenor de su declaración que este hombre era el mayor de sus hijos, pues el primogénito era quien tenía la responsabilidad de enterrar a sus padres.
Por otro lado, Se ha descubierto que existía una tradición en ese tiempo de sepultar al muerto el mismo día de su defunción, esto no debía exceder las 24 horas y desde allí comenzaba un periodo de luto que podía durar hasta un mes. Pero luego de aquello, al paso de un año, se procedía a un segundo entierro, para ese entonces solo quedaban los huesos, los que eran depositados en una caja en la pared al interior del mismo sepulcro. Hay algunos estudiosos que señalan que esa era una expresión idiomática que significaba que tenía que hacerse cargo de su padre hasta que este falleciera y la herencia fuera repartida.
Honestamente, todas estas explicaciones son posibles, la única diferencia es que dependiendo de la que se elija la petición suena más o menos radical.
Si el caso era que el padre ya había muerto la excusa del joven tenía plazo, como mucho, un año.
Si el padre estaba vivo su excusa tal vez duraría más y era más loable puesto que este hombre debía cuidarle.
Pero qué pasa si realmente el padre había muerto en ese momento ¿Acaso sería insensible de parte del Señor pedirle que le siguiera en esa situación?
La verdad es que no, de ninguna manera.
Este hombre llama “Señor” al Jesús, pero lo dijo de la boca hacia afuera, ya que cuando él le pidió algo el presentó excusa.
Si dices “Jesús es el Señor”, eso significa que es tu dueño, todo lo que el pide debe ser cumplido sin demora. Muchos, al igual que este hombre le llaman “Señor” y cuando el pide algo responde: “Si, pero...”
En el AT las personas consagradas a Dios como un sacerdote o alguien con voto nazareo no debían contaminarse teniendo contacto con un muerto, incluso si era su padre. De manera que el Señor no exigía más de lo que la ley exigía.
El amor por su padre no debía sobrepasar su amor por Dios.
Mateo 10:37
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
Lc 14:26
Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Claro está que debemos honrar a nuestros padres, pero el llamado del Señor está primero.
Mt 22:36-40
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
En el caso del escriba encontramos un discípulo que era muy rápido, mientras que este segundo discípulo iba muy lento. El primero quería seguirle sin pensar, el segundo quería dilatar su discipulado.
El discipulado en sí no tiene un costo para el que sigue a Cristo, el todo lo pago, pero si tiene una costo de oportunidad. Ese costo de oportunidad es a lo que renunciar por seguir a Cristo.
Alguien que sigue a Cristo debe dejar de hacer todo lo que está haciendo, tal como lo hicieron los demás discípulos que recibieron la misma invitación. (Mt 4:20, Mt 4:22)
Ahora bien, existen muy buenas excusas, yo te pregunto ¿Cuál es la tuya?
¿Cuáles son los muertos que tienes que enterrar?
Un autor dijo lo siguiente:
““A una mente perezosa o cobarde nunca le falta una excusa”
Pensamos muchas veces que responder el llamado a ser discípulo es similar a recibir una llamada telefónica ofreciéndonos algún servicio, y respondemos “Gracias, por ahora no”.
2. Una gran verdad.
2. Una gran verdad.
Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Cual fuera el caso la respuesta del Señor es enfática ¡Tú sígueme ahora! La misión que tienes conmigo es superior a enterrar a tu Padre, tu padre ya murió “físicamente”, deja que los muertos espirituales lo entierren, tú preocúpate de llamar a la vida a quienes están muertes espiritualmente.
Eso es lo que significa “deja que los muertos entierren a sus muertos”, los muertos que entierran son los muertos espirituales, aquellos que no han nacido denuevo, ellos pueden dedicarse a las cosas del mundo. Mientras que los creyentes deben poner su prioridad en El Señor y su Reino.
Un autor dijo:
“le quiso decir que los espiritualmente muertos deben enterrar a los físicamente muertos. Para que el Señor diera una orden tan terminante tuvo que haber circunstancias especiales de peso conocidas sólo por El, pues siempre fue celoso del cumplimiento de obligaciones filiales. Por otra parte, Jesús deja en claro que las demandas de su reino son absolutas e inmediatas.”
Otro señalo:
“Jesús le estaba diciendo a aquel hombre: «Ahora tienes la convicción de que debes salir de esa sociedad muerta en la que te mueves; dices que ya lo harás cuando pasen los años y haya muerto tu padre; sal ahora mismo, o no saldrás nunca.”
Muchas veces en nuestra iglesia tenemos personas que creen que siguen a Cristo, pero no lo hace, ellos están enterrando sus muertos creyendo que siguen al Señor. Debemos ser claros, no puedes seguir al Señor y estar enterrando a tus muertos a la vez. Esta es una invitación a meditar, a analizar tu corazón, reconocer tus prioridades, y no dejar pasar esta oportunidad para dejar todo a un lado y seguir a Cristo.
J.C Ryle señaló:
“El camino más triste al infierno es el que pasa por debajo el púlpito, por delante de la Biblia, y por medio de advertencias e invitaciones.
El llamado a seguir a Cristo, es más elevado que cualquier cosa, porque implica seguirle y anunciarle, el texto paralelo en Lucas dice:
Lucas 9:60
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios
Es mejor predicar el evangelio y dar vida a los espiritualmente muertos, que esperar a que tu padre muera y sepultarlo. Ese es un llamamiento superior y a eso debemos aspirar.
Un autor dijo:
“El discípulo no puede negociar su compromiso o poner límites a su obediencia. Tiene que entregarse con un espíritu de «rendición incondicional». Seguir a Jesús exige la renuncia a toda prioridad alternativa y la entrega de todo lo que somos y todo lo que tenemos”
Conclusión
Conclusión
Llegamos ahora al momento de nuestra reflexión donde nuestros corazones deben inclinarse no solo ante la soberanía de la palabra de Dios, sino también ante el peso de su llamado. Hemos recorrido juntos el camino que nos ha presentado el texto de Mateo 8:21-22, y nos hemos encontrado cara a cara con la realidad de nuestras excusas y la ineludible verdad que Cristo nos presenta.
Permítanme decirles, con el amor y la urgencia que el Espíritu Santo pone en mi corazón, que el llamado de Jesús es un llamado a una entrega total e inmediata. No es un llamado a medias tintas ni a compromisos a tiempo parcial, sino a una entrega absoluta de nuestras vidas, de nuestras almas, de todo nuestro ser.
Como bien dijo Charles Spurgeon,
"Si Cristo no es todo para ti, Él no es nada para ti".
No podemos decir que seguimos a Cristo si solo le seguimos cuando nos es conveniente.
¿Cuántos de nosotros estamos esperando el momento "adecuado" para responder plenamente al llamado de Dios? ¿Cuántos estamos diciendo "Gracias, por ahora no" a las oportunidades que Dios nos presenta para servirle y glorificarle? Hermanos, no hay mejor momento para seguir a Cristo que ahora. No hay mayor obra en la que podamos invertir nuestras vidas que la del Reino de Dios.
Como Martín Lutero afirmó, "Un verdadero creyente vive y muere en la batalla".
Y esa batalla es el día a día de vivir para Cristo, de llevar su mensaje salvador al mundo que perece.
No podemos dejar que nuestras excusas, por legítimas que parezcan, nos impidan vivir la vida abundante que Cristo nos ofrece. Recordemos las palabras de Jesús: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí".
Nuestro amor por Cristo debe ser supremo, debe estar por encima de todo vínculo terrenal, de todo deber humano, de toda expectativa social. Eso no significa que deshonremos a nuestros padres o que descuidemos nuestras responsabilidades, pero sí que no permitamos que nada ni nadie tome el lugar que solo Cristo merece.
Hoy, el Señor Jesús nos está llamando, y ese llamado es para abandonar nuestras redes, como lo hicieron Pedro y Andrés, para dejar atrás nuestros arados, como lo hizo Eliseo. Es un llamado a dejar que los muertos entierren a sus muertos mientras nosotros proclamamos la vida que solo se encuentra en Él.
Juan Calvino dijo una vez, "Nuestros corazones son fábricas de ídolos". Es hora de derribar los ídolos de la comodidad, del miedo, de la procrastinación y de la indecisión. Es tiempo de alzar a Cristo en nuestros corazones como el único y verdadero Señor de nuestras vidas.
Que nuestras vidas sean un testimonio vivo de lo que significa ser un discípulo de Jesús.
Que este día marque el comienzo de un nuevo capítulo en nuestras vidas, un capítulo de fidelidad, de valentía y de amor incondicional por nuestro Salvador. Que así sea, para la gloria de Dios y la edificación de su iglesia.