DÍA 305: EL CONFLICTO: Cuando es mejor no confrontar I

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“Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré. Y Jesús le dijo:En verdad te digo que tú, hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tresveces. Pero Pedro con insistencia repetía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Marcos 14:29-31
¿Qué es la ceguera? Pedro nos ayuda a definirla. La ceguera es evaluarme y encontrarme sano. Es examinarme y hallarme sin pecado. Es fallar en hacer un análisis correcto de mi propio corazón. Es considerar mi condición espiritual y concluir que no tengo necesidad de cambio. Es el autoconvencimiento de que mi estado espiritual es mucho mejor del que verdaderamente tengo. ¡Gracias Pedro!
La ceguera siempre está presente en los conflictos interpersonales; de hecho, suele ser la causa de la mayoría de ellos. Y, aunque casi siempre está presente en ambas partes, cabe preguntarnos: ¿cómo lidiamos en una situación de conflicto donde la persona que tengo enfrente está ciega y no puede ver su pecado? La discusión entre Jesús y Pedro contiene varios principios que pueden sernos de gran ayuda.
En primer lugar, observa que Jesús confronta a Pedro una sola vez. Esto es lo que debería hacer con alguien que, al ser confrontado, muestra un estado de ceguera. Este modelo que vemos en Cristo es el mismo modelo que vemos en el libro de Proverbios. Dice Proverbios 23:9: “No hables a oídos del necio, porque despreciará la sabiduría de tus palabras”. Por su parte, Proverbios 29:9 nos advierte: “Cuando un sabio tiene controversia con un necio, este se enoja o se ríe, y no hay sosiego”. En otras palabras, ¡evítalo! Si la persona se resiste a recapacitar, ¡déjala! (Mira también Proverbios 17:14).
En segundo lugar, observa que Jesús hace silencio cuando Pedro lo contradice.
¿Has notado que, a diferencia de Pedro, Jesús no insiste?
¿Te has dado cuenta de que no intenta convencerlo de su error?
¿Por qué no lo hace? ¡Jesús está en lo correcto!
¿Por qué no intenta disuadirlo de su falta de luz?
La respuesta no es tan compleja: la persona no va a cambiar porque yo siga mostrándole su ceguera; la persona necesita que el Espíritu Santo le convenza. Dice Proverbios 27:22: “Aunque machaques con el mazo al necio en un mortero entre el grano molido, no se apartará de él su necedad”. Dice Proverbios 17:10: “La reprensión penetra más en el que tiene entendimiento que cien azotes en el necio”.
En términos contemporáneos, es inútil que lo siga intentando. Cuando alguien no muestra señales de querer ser ayudado, no debería insistir. Dijo Jesús en Mateo 7:6 (NTV): “No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa. ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán”.
La imagen es muy clara, ¿verdad? No debo insistir con nuevos argumentos si una persona se resiste a aceptar la luz que le traigo. ¿Qué sucede cuando no lo hago? Mi insistencia tiene un efecto contraproducente. Incluso yo mismo puedo terminar pecando (normalmente con enojo, gritos, amargura) y entonces yo también me transformo en un necio. “No respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él” (Proverbios 26:4).
En tercer lugar, observa que Jesús encomienda la ceguera de Pedro a la soberanía de Dios. Hay un detalle importantísimo que solemos pasar por alto al estudiar el pasaje. Cristo profetiza el futuro de Pedro: “En verdad te digo [es decir, que no te queden dudas] que tú, hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces”.
En otras palabras, Dios hará algo al respecto. Él, a través de circunstancias (normalmente dolorosas) tomará la posta y Él mismo confrontará a la persona con su error.
¿Conclusión? Necesito descansar en la soberanía de Dios.
Es su trabajo no el mío convencer a la persona (Juan 16:8); Él utilizará las circunstancias que Él considere más oportunas para mostrarle a la persona su ceguera. Un pensamiento final.
Yo; el supuesto inocente en el conflicto y el que en teoría tiene luz,
¿soy como Jesús?
¿He aprendido a callar?
¿Puedo “soltar” al que no quiere recibir corrección?
¿Suelo insistir en defender mis argumentos?
Debo admitirlo; en situaciones como estas no respondo como él. ¿Qué revela mi respuesta? Que yo también estoy ciego.
Estoy ciego porque sé que debería callar y no lo hago.
Estoy ciego porque me resisto a creer que mi insistencia no ayuda.
Estoy ciego porque debería orar por la persona y prefiero discutir con ella.
Estoy ciego porque olvido que gritar no hace que una persona cambie.
Estoy ciego porque creo que puedo “convencer al mundo de pecado” cuando la verdad es que yo tampoco puedo ver.
Para orar y meditar a lo largo del día:
Una persona ciega necesita luz, ¿puedo yo darle la luz que necesita si la luz es una obra divina?
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