DIA 304: Emociones que nacen de las discusiones II
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“Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal; salvar una vida o destruirla? Y después de mirarlos a todos a su alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano quedó sana. Pero ellos se llenaron de ira, y discutían entre sí qué podrían hacerle a Jesús”. Lucas 6:9-11
¿Alguna vez has pensado: “Esta persona saca lo peor de mí”? ¿Sí? Pues paradójicamente es exactamente eso lo que Dios quiere, ¡sacar lo peor de mí! En su soberanía, Dios está utilizando ciertas personas que desearíamos que no utilizara y ciertas circunstancias que desearíamos que eliminara, justamente para traer a la superficie ciertas verdades acerca de nosotros mismos que muchas veces no llegamos a ver o que nos negamos a aceptar.
Personalmente ha sido un proceso muy largo y muy doloroso aceptar que soy responsable de mi reacción frente al pecado de otros. No ha sido nada fácil adueñarme de mis emociones. Muchas veces siento dentro de mí una especie de volcán en ebullición. Las emociones son tantas y tan fuertes que me resulta muy difícil aceptar que la persona que tengo enfrente no es responsable por ellas. Después de todo, ¿hubiera sentido lo que siento si esta persona no hubiera actuado como actuó? Mi tentación (y seguramente también la tuya) es culpar a quien tenemos enfrente por nuestra respuesta ante su agresión o herida.
Quisiera que pienses por un momento en una persona o circunstancia que justamente suela “sacar lo peor de ti”. ¿La tienes? ¿Qué es lo que suele hacerte enfadar? ¿El desorden? ¿La falta de obediencia de los niños? ¿Las interrupciones mientras trabajas? ¿El maltrato de tu pareja? ¿Cuando alguien te acusa injustamente? Ahora quisiera que intentes trasladarte emocionalmente a esa situación. ¿Qué sientes? ¿Amargura? ¿Deseo de venganza? ¿Bronca? ¿Impotencia? ¿Rabia? ¿Irritación? ¿Despecho? Por último, considera esto, ¿quién es responsable por sentir estas cosas? ¿Tú o la persona que te hirió?
Parece muy injusto, ¿verdad? Después de todo, ¿cómo no voy a sentir estas cosas cuando la otra persona ha hecho algo que me duele? Vuelve a mirar el texto de Lucas. ¿Quién es responsable por la reacción de los fariseos, Jesús? ¿A quién debemos culpar por sus fuertes emociones de ira, a Cristo? ¿Quién es el culpable de lo que ellos sienten, el Señor? Piénsalo bien. ¿Es el perfecto y santo Hijo de Dios quien debe ser condenado por producir semejante reacción de odio y deseo de venganza en los fariseos? ¿No? Entonces, ¿por qué exculpamos a Jesús y no a otra persona? Después de todo, Cristo también hizo algo para ofenderlos.
El problema no está fuera de nosotros, el problema está dentro, en nuestro corazón (Marcos 7:21-32). De allí salen nuestras respuestas. Piensa lo siguiente. ¿Cómo reacciona Jesús frente a la injusticia? ¿Cómo responde él frente al maltrato? ¿Cuáles son sus emociones cuando le pegan, cuando lo escupen o cuando lo desnudan frente a una multitud? ¿Qué palabras salen de su boca cuando lo clavan en una cruz? Aquí las tienes: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). ¿Puedes verlo? Las personas (que desearíamos que Dios no utilizara) y las circunstancias (que desearíamos que Dios eliminara) son un medio que Dios usa para mostrarme que todavía no soy como Jesús. Sí, la persona me ha herido, pero yo he reaccionado como los fariseos. Los dos tenemos un problema, los dos necesitamos a Jesús.
Para orar y meditar a lo largo del día:
No soy responsable del pecado de otros, pero sí soy responsable de mi respuesta frente a su agresión.