HISTORIA DEL CANÓN BÍBLICO

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EL TÉRMINO “CANON”

Etimológicamente la palabra canon viene de la palabra griega “kanōn” que significa “caña, vara de medir” “orilla recta” o “regla”. Su uso general en sentido figurado es usado en la Biblia en pasajes como 2 Corintios 10:13; 15; 16; Gálatas 6:16. En este sentido significa una norma o patrón de conducta. En una manera similar es usada la palabra por nuestra cultura cuando decimos “él no viene según los cánones (patrones o normas) dictados por la sociedad”
Sin embargo, debe hablarse de un uso teológico que estrictamente designa el conjunto de libros que se aceptaron por su apego a las reglas divinas de inspiración, autoridad y autenticidad.
Así que cuando nos referimos al canon bíblico, estamos hablando de la lista de los 66 libros de la Biblia reconocidos como inspirados por Dios.
La cuestión que hay que examinar en las páginas siguientes es: ¿Cómo llegaron determinados documentos, y sólo esos, a recibir este reconocimiento? ¿Quién, si es que hubo alguien, decidió que estos, y no otros, debían ser admitidos en la lista de las Sagradas Escrituras y cuáles fueron los criterios que influyeron en esta decisión?

El pueblo del libro

Muchas religiones tienen libros sagrados asociados a sus tradiciones o a su culto. Hubo un tiempo en que se hizo famosa una serie de volúmenes titulada Los libros sagrados de Oriente. Pero los judíos, cristianos y musulmanes han llegado a ser conocidos como “el pueblo del libro” en un sentido especial. Es una designación que se otorga repetidamente en el Corán a los judíos y a los cristianos. Para “el pueblo del libro”, el “libro” tiene una función reguladora: la conformidad a lo que el libro prescribe es la principal prueba de lealtad a su fe y práctica religiosas.
Para los judíos, el “libro” es la Biblia hebrea, que comprende la Ley, los Profetas y los Escritos (debido a las iniciales de estas tres divisiones de la Biblia hebrea, los judíos suelen referirse a ella como la TeNaKh).7 Para los cristianos se trata de la Biblia hebrea, a la que denominan Antiguo Testamento (ampliado en determinadas denominaciones cristianas) y el Nuevo Testamento. Los musulmanes reconocen la Biblia hebrea (la tawrat, el equivalente árabe del hebreo tôrāh, “ley”) y el Nuevo Testamento cristiano (el injil, del griego euangelion, “evangelio”) como las revelaciones primitivas de Dios, pero éstos se completan con la revelación entregada al Profeta, el Qur’ān (literalmente “recitado” o “lectura”), el “libro” por excelencia.
7 Esta palabra es un acróstico, formada por las letras niciales de Tôrāh (“ley”, “dirección”), Nebî’îm (“profetas”) y Ketûbîm (“escritos”), los nombres de las tres divisiones.

Los dos testamentos

La palabra “testamento” normalmente hace referencia a la última voluntad de alguien; pero no es en este sentido en el que se utiliza al hablar de las dos partes de la Biblia cristiana. Nuestra palabra “testamento” procede del término latino testamentum, que también tiene el significado de última voluntad, pero en este contexto en concreto, la palabra latina se utiliza como traducción de la palabra griega diathēkē. Este término griego puede significar “última voluntad”, pero se utiliza más habitualmente para referirse a las diversas partes de un pacto o acuerdo (aquel en el que una de las partes es superior en poder o dignidad y concede ciertos privilegios a alguien inferior, mientras que la parte inferior adquiere ciertas obligaciones hacia la superior). Su uso más significativo tiene que ver con un acuerdo entre Dios y los seres humanos. Aquí, por supuesto, no puede haber un acuerdo entre iguales.
En el pacto noético la señal externa del pacto fue el arco iris; la señal externa del pacto abrahamico fue el rito de la circuncisión. En el pacto mosaico donde la señal externa era la obediencia a sus mandamientos. Estos compromisos se recogieron en un documento denominado “el libro del pacto” (Ex. 24:4-8).
En Hebreos 9:18-20 se menciona el primer pacto prometido en Jeremías 31:31-34 donde también de anuncia que posteriormente Dios establecería un nuevo pacto con su pueblo para reemplazar el anterior.
El antiguo pacto les dejó clara la voluntad divina, pero no les impartió poder para llevarla a cabo. Debido a esa falta de poder, quebrantaron el pacto. En cambio, bajo el nuevo pacto no sólo se impartiría a su pueblo el deseo de hacer la voluntad de Dios, sino también el poder para ello: su ley sería puesta dentro de ellos y escrita en sus corazones.
Todo lo acontecido dio lugar al movimiento espiritual. Cada uno dio lugar a un cuerpo de literatura y ambos llegaron a ser conocidos en la iglesia cristiana como “los libros del antiguo y nuevo pacto”.
El antiguo pacto se originó durante un periodo de mil años o más, mientras que el nuevo pacto en el transcurso de un siglo. Solo a finales del siglo II d.C., las dos colecciones comenzaron a describirse, en pocas palabras, como el Antiguo Pacto (o Testamento) y el Nuevo Pacto (o Testamento).

D. CANONICIDAD

Es la rama de la Bibliología que estudia la integración de los libros sagrados que pasaron la prueba de autoridad y autenticidad. También se refiere a la calidad que tienen esos libros de ser considerados como norma para nuestra vida. Sólo los libros canónicos son inspirados y sólo los inspirados son canónicos.
Aparte de estos libros sagrados, existen otros que son llamados apócrifos y que algunos grupos religiosos los hacen ostentar de inspirados.
Los Apócrifos.- El nombre de estos libros viene de la palabra griega apócrifo cuyo significado básico era “cosas ocultas o escondidas”, particularmente, este nominativo tenían los “libros arruinados que estaba ocultos o secretos”. Estos por su mal estado deberían ser retirados de los ambientes de lecturas normales.
Entre los judíos este nombre no tenía ningún sentido despectivo, solo se utilizaba para designar dichos libros. El sentido negativo de estos libros se dio entre los cristianos, surgió en relación a las disputas y contiendas con los herejes.
Los libros del gnosticismo y los de las religiones mistéricas, por su contenido transmitido en sus enseñanzas eran escondidos (apócrifos) y como con frecuencia esos libros eran considerados heréticos desde la perspectiva cristiana, la palabra apócrifo se convirtió en sinónimo de “herético, falso o corrompido”.
Estos libros no fueron incluidos en el canon porque, además, de no reunir los requisitos para la canonicidad, se pueden mencionar otras razones que avalan la no inclusión, algunas de ellas son:
Abunda en inexactitudes y anacronismos históricos y geográficos.
Enseñan doctrinas falsas y fomentan prácticas que están en desacuerdo con la Escritura inspirada.
Recurren a tipos literarios y despliegan una artificialidad en las materias y en el estilo que no guarda relación con la Escritura inspirada.
Carecen de los elementos distintivos que le dan a la genuina Escritura su carácter divino, tal como el poder profético, poético, etc.

B. ORIGEN DE LA DOCTRINA

En su sentido estricto de lista de libros sagrados oficialmente reconocidos como normativos para los creyentes, el término “canon” es de origen cristiano. Los primeros siglos fueron de expansión y defensa. Es hasta el siglo IV cuando comienza la preocupación por definir claramente aquella lista. El concilio de Laodicea (363) llama a los libros bíblicos como “libros canónicos”. Atanasio (367) es el primero que se refiere a los libros de la Biblia como Canon. Sin embargo, no es sino, hasta el concilio de Cartago (397) donde se reconoce la lista oficial de los libros del Nuevo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento ya habían sido reconocidos como autoritativos por los judíos y los cristianos aunque no se les llamaba canon.

C. NECESIDAD DEL CANON

Existieron algunos factores que impulsó a la iglesia a determinar un canon:
En relación con el Antiguo Testamento, por causa del exilio de los judíos, debieron determinar cuáles eran sus libros autoritativos y cuáles no. Después del cautiverio hubo necesidad de transmitir los libros genuinos.
Respecto al Nuevo Testamento, por causa de conocer los verdaderos relatos de Cristo. Puesto que hubo gran necesidad de conocer acerca de su obra.
En relación al desarrollo de las primera iglesias, por causa de la presencia de herejías y sectas. Junto a esto, el aumento de literatura pseudoepígrafa (libros que decían ser escritos por los apóstoles o algún otro personaje pero que, en realidad, eran falsos).
Finalmente, la persecución hizo que los creyentes estuvieran seguros por cuáles libros valía la pena morir.

D. PRUEBA DE LA CANONICIDAD

Hay que recordar el papel que juega la prueba de canonicidad. Es importante enfatizar que la prueba sólo confirmaba la canonicidad de los libros y no lo hacía. Los libros canónicos no son canónicos porque la Iglesia lo ha querido. Ella solamente se ha sujetado a reconocerlos como tales. La prueba tiene varios puntos:
El autor humano. Estos seguramente fueron hombres santos usados por Dios. En el Antiguo Testamento se reconocía la autoridad del legislador, (Moisés, Esdras), el profeta (Isaías, Jeremías) y el dirigente de la nación (Josué, David). Por el lado del Nuevo Testamento, el libro debía haber sido escrito por un apóstol o respaldado por él, debía ser apostólico.
El idioma. En algunos casos se enfatizó la necesidad de mirar el hebreo y al griego como los idiomas básicos del canon. Con todo, debió reconocerse que esta prueba no era absoluta.
El contenido del libro. Es decir la evidencia interna del libro en cuanto a su inspiración y autoridad. Los libros deberían por ellos mismos evidenciar expresa o implícitamente estas dos cualidades de una manera contundente. Esta prueba aunque para algunos es demasiado subjetiva, debemos reconocer que es tal vez una de las más importantes.
El acuerdo general. Debía haber un acuerdo tanto de la iglesia como de los judíos. Es sorprendente darse cuenta que hubo muy poco desacuerdo en medio de las iglesias en cuanto a cuáles libros pertenecían al canon y cuáles no. Hubo algunas dudas sobre algunos libros, pero al final ninguno que se considere dudoso por el consenso de la iglesia fue luego aceptado.

E. FORMACIÓN DEL CANON

Pre-requisitos:
Aspecto divino
El deseo de Dios de revelarse a los hombres.
La necesidad de esta revelación. El hombre no podría llegar a conocer a Dios aparte de la revelación.
Dios hace un proceso de separación tanto de los hombres como de los medios por medio de los cuales comunicará su revelación.
Dios llama y escoge a un hombre (Abraham) y a una nación (Israel) para transmitir su revelación.
Aspecto humano
Dios uso santos hombres: profetas, videntes, apóstoles y otros.
Dios capacitó soberana y sobrenaturalmente a estos hombres para que consignaran su revelación.
Estos era hombres eran obedientes al mandato y mensaje divinos.
Aspecto literario
Los hombres usaron un lenguaje humano adecuado y entendible para consignar por escrito la revelación divina.
Los hombres hicieron uso de su propio conocimiento y estilo en el momento de escribir.
El pueblo de Dios tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, tenían a su disposición un extenso bloque de literatura religiosa en la que podían notar la diferencia entre un escrito divinamente inspirado y uno que no lo era.
El canon del Antiguo Testamento
Composición o conformación del canon del Antiguo Testamento
La conformación del canon del Antiguo Testamento se la evidencia en Lucas 24:44. Básicamente podemos hablar de tres grandes divisiones en este canon:
La ley (Tôrāh). Ésta es equivalente a nuestro Pentateuco.
Los profetas (Nebî’îm). Estos están divididos en los cuatro Profetas Anteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes. En el canon hebreo son 4 libros). Los profetas posteriores Mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel); Los cuatro Profetas Posteriores Menores (los doce profetas menores en un solo libro en el orden de nuestra Biblia).
Los Escritos (Ketûbîm). Comprende 11 libros. Primero vienen los Salmos, Proverbios y Job; después un grupo de cinco llamados los Megillôt o “rollos” (Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester); por último Daniel, Esdras-Nehemías (considerado uno solo), Crónicas.4 Ésta es la disposición que se sigue regularmente en las ediciones impresas de la Biblia hebrea.
4 Estos 24 libros coinciden exactamente con los 39 del Antiguo Testamento protestante: La diferencia numérica se debe a que no se consideran agrupados los doce profetas (menores) y se separan Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías cada uno en dos partes.
Nota: Un detalle muy particular a tomar en cuenta es que existe evidencia de que Crónicas era el último libro en la Biblia hebrea tal como Jesús la conoció. En Lucas 11:50 ss es que se menciona “desde Abel hasta Zacarías”. Abel es el primer mártir, y Zacarías es probablemente el hijo de Joiada (2 Cr. 24:20-22). Zacarías no fue cronológicamente el último profeta en morir como mártir; unos dos siglos después, un profeta llamado Urías fue asesinado en Jerusalén porque su testimonio era inaceptable para el Rey Jacim. Pero Zacarías es, desde el punto de vista canónico, el último profeta que murió martirizado, porque su muerte se recoge en Crónicas, el último libro de la Biblia hebrea.
¿De cuándo data la división en tres partes? Se ha extendido la creencia, y quizá con razón, de que el primero que hizo referencia a ella fue el nieto de Jesús hijo de Sirac cuando, poco después de emigrar de Palestina a Alejandría en Egipto en el año 132 a.C., tradujo el libro sapiencial de su abuelo (denominado comúnmente “Eclesiástico” o “Sirac”) del hebreo al griego. En repetidas ocasiones en el prólogo a su traducción habla de su abuelo como un estudiante de la ley, los profetas y los otros libros de nuestros padres, o de la ley misma, las profecías y el resto de los libros. Aquí bien podemos tener una referencia a la Ley, los Profetas y los Escritos. Pero también se puede interpretar como que “el hijo de Sirac” es descrito como estudiante de las santas Escrituras (la Ley y los Profetas) y de los otros escritos judíos no incluidos entre las Escrituras.
Reconocimiento oficial del canon del Antiguo Testamento
Aunque este canon de 39 libros era en la práctica aceptado por la mayoría de los judíos, es verdad también que con la aparición de la LXX y de otros escritos que reclamaban cierta autoridad, hubo necesidad de definir en un sínodo cuáles eran los libros aceptados oficialmente. Las controversias de ese tiempo (Destrucción de la comunidad judía en el año 70 d.C.) incluían los asuntos de las Escrituras. La vida judía tenía que adaptarse a una nueva situación en la que el templo y sus cultos ya no existían. Esto se dio hacia los años 90 a 95 en una localidad llamada Jamnia o Ymmnia. Sus controversias no tienen tanto que ver con la aceptación de determinados escritos dentro del Canon, sino más bien con su derecho a permanecer allí.
Deliberaron acerca de qué libros “manchaban las manos”, una expresión técnica que hacía referencia a aquellos libros que eran producto de la inspiración profética. Había que lavarse las manos después de tocarlos, igual que se hacía después de “mancharse” las manos (tanto física como ritualmente). Se podría explicar esta práctica de pureza y peligro; pero, por la época a la que nos referimos, bien puede ser simplemente que, si las personas tenían que lavarse las manos cada vez que tocaban un libro sagrado, eso les disuadiría de tocarlos por casualidad.
Hubo acuerdo unánime en reconocer los 39 libros (22 o 24 en el canon hebreo). Solo hubo algunas dudas en cuanto a Ester (porque no se menciona el nombre de Dios), Cantares (Por su tema poco espiritual, según algunos), Eclesiastés (Por su carácter de especulación “humana”) y Ezequiel por su aparente contradicción con Moisés. Pero, finalmente, todos fueron unánimemente reconocidos como autoritativos. Los cristianos aceptaron aquel canon tal como los judíos lo habían propuesto. No hubo, por lo mismo, una declaración oficial cristiana del Canon Antiguo Testamento.
El canon griego o LXX
La LXX es la traducción griega del Antiguo Testamento. Según una tradición legendaria un monarca egipcio (Ptolomeo o Filadelfo) mandó a hacer esta traducción, la cual se realizó por medio de 72 eruditos judíos en 72 días en la ciudad de Alejandría. De allí surge el nombre de “Versión de los setenta o Septuaginta”. Todo esto sucedió a mediados del siglo III A.C. Lo más probable, con todo, es que la traducción se realizara paulatinamente en unos 100 años. de manera que pudo terminarse a mediados del siglo segundo (150 A.C.).
Composición o conformación de la LXX
Los judíos cambiaron el orden y la nomenclatura de los libros hebreos. Además incluyeron en la LXX libros que no era aceptados en Palestina. Estos eran libros escritos después del siglo V antes de Cristo. La LXX se integró entonces así:
La Ley: El Pentateuco nuestro.
Históricos: Josué hasta Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester (con algunas adiciones griegas), 1 Macabeos, 2 Macabeos.
Poesía y Sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
Profecía: Mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc (Incluye carta a Jeremías), Ezequiel y Daniel (Incluye adiciones: Oración de Azarías, Cántico de los Tres Jóvenes), La historia de Susana, Bel y el Dragón). Menores, los doce profetas en el orden de nuestra Biblia.
Importancia de la LXX
La LXX llegó a sistituir al texto hebreo entre los judíos de la diáspora e incluso en Palestina. Esto tiene su explicación en la desaparición del hebreo como idioma “vivo”, el idioma griego era el que la mayoría hablaba. Con la venida del Cristianismo, la LXX recobró gran importancia pues los gentiles hablaban griego. Así la versión griega se convirtió en la Biblia de los primero creyentes. Eso podría explicar por qué los mismos apóstoles citan en sus escritos del Nuevo Testamento esta versión con frecuencia. Durante cuatro o cinco siglos, la LXX fue considerada en el cristianismo como el Antiguo Testamento de la Iglesia, sin embargo, nunca hubo consenso entre los apóstoles.
El canon del Nuevo Testamento
Composición o conformación del Canon del Antiguo Testamento
Muchas cartas, especialmente las de Pablo circulaban incluso en el primer siglo entre las iglesias (2 P. 3:16). Al inicio, las dificultades económicas, de transporte y la ausencia de copistas capacitados hicieron que los escritos tardaran en hacer llegar a todas las iglesias del imperio romano. De todas maneras, el tiempo de circulación de los escritos se puede decir que fue bastante corto.
Para reconocer oficialmente el Nuevo Testamento, los cristianos evaluaron los escritos a fin de establecer cuáles era autoritativos. Aparecen entonces varias figuras famosas. Marción, un gnóstico hereje elaboró una lista de libros “canónicos”. En este canon falso, Marción incluía una sección titulada “El Señor” que estaba compuesta por el evangelio de Lucas, y otra titulada “El apóstol” que incluía 10 cartas de Pablo, excluyendo las pastorales. Montano, quien pretendía revelación especial de Dios quería que sus palabras fueran reconocidas como autoritativas. Él quería alargar el canon.
Los libros rechazados para conformar el Nuevo Testamento fueron muchos. Esto nos habla del discernimiento usado por los primeros cristianos en evaluarlos y el valor de su selección de los 27 libros de nuestro Nuevo Testamento. Y habían una gran cantidad de libros polígrafos. Mencionamos algunos por aquí. Por lo menos había unos 23 o un poco más de evangelios, “Según los hebreos”, “Según los egipcios”, “Arábigo de la infancia”, “Armenio de la infancia”, “Según Tomás”, “De Pedro”, “De Bartolomé”, etc. Hechos, unos 25 en total, “De Pablo”, “De Pilato”, “De Juan”, “De Pedro”, “De Andrés”, “De Tomás”, “De Bernabé”, “De Santiago el Mayor”, etc. Cartas, por lo menos unas 9 en total. De Pablo “A los Laudicenses”, “A los Alejandrinos”, “De Cristo a Abgaro”, “De Tito”, “De los apóstoles”, “Tercera a los Corintios”, etc. Apocalipsis, Había unos 11 libros. “De Pedro”, “De Pablo”, “De Santiago”, “De Esteban”, “De Tomás”, “De la Virgen”, etc. Hubo otros libros que no caben dentro de esta clasificación, tales como “Los dichos de Jesús” “Asunción de la Virgen”, etc.
Concilios más importantes en la ratificación de la canonicidad del Nuevo Testamento
El de Laodicea (363), donde se habló de “libros canónicos” aunque no se hizo una lista.
El de Hipona (393), donde se reconoció provisionalmente la lista de los 27 libros.
Finalmente el de Cartago (397), en el que se da una ratificación oficial.
Cierre del Canon (66 libros)
Estrictamente hablando, el Canon se cerró no por decisión arbitraria de un concilio eclesiástico, sino por la ausencia de nuevas voces inspiradas por el Espíritu Santo.
Según Núnez, es posible discutir de fechas, eventos y aún personajes en relación con la aceptación del canon. Y es aquí donde los católicos y protestantes se hallan profundamente divididos. En cuanto al Nuevo Testamento no hay problemas, ya que tanto católicos y protestantes reconocen que el canon neotestamentario se estableció definitivamente hacia fines del siglo cuarto de nuestra era por el Concilio de Cartago (397).
En cuanto al Antiguo Testamento, el Canon se cierra para los católicos en el Concilio de Trento, en 1546, después de 29 años de haberse iniciado la reforma protestante. Por su parte los cristianos evangélicos reciben el Canon hebreo o palestinense, que según muchos eridutos fue aceptado definitivamente en Palestina en el concilio de Jammnia, hacia fines del Siglo I de nuestra era.
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