Sermón sin título (6)

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La Salvación

«El orden de la salvación»
1. Elección (Dios escoge a personas para que sean salvas)

La elección es un acto de Dios antes de la creación mediante el cual él elige a algunas personas para ser salvas, no en base de méritos previsibles en ellos, sino porque ese es su soberano deseo.

Hch. 13:48
Ro 8:28-30
Ro. 9:11-13
Ef. 1:4-6
2 ts 2:13
2 ti. 1:9
Ap. 17:8 (no escogidos)

Errores en cuanto a la elección

1. La elección no es fatalista ni mecánica. A veces los que objetan la doctrina de la elección dicen que es «fatalismo» o que presenta un «sistema mecanicista» del universo. Tenemos aquí dos objeciones que son de alguna forma diferentes. «Fatalismo» es un sistema en el que las elecciones y decisiones humanas no sirven prácticamente para nada. En el fatalismo, no importa lo que nosotros hagamos, las cosas van a terminar sucediendo como han sido previamente ordenadas. Por tanto, es inútil intentar influenciar el resultado de los acontecimientos de nuestra vida haciendo algunos esfuerzos o haciendo elecciones significativas, porque no van a servir para nada a fin de cuentas. Por supuesto, en un sistema fatalista auténtico, que nuestra humanidad quede destruida no significa en realidad nada, y queda eliminada la motivación para la responsabilidad moral.
El acto de elección de Dios no fue impersonal ni mecánico, sino que estuvo impregnado de amor personal hacia aquellos a quienes escogió. Además, el cuidado personal de Dios por sus criaturas, aun incluso por las que se rebelan en contra suya, lo vemos claramente en la petición de Dios por medio de Ezequiel: «Diles: Tan cierto como que yo vivo afirma el Señor omnipotente, que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva. ¡Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa! ¿Por qué habrás de morir?» (Ez 33:11).
La predestinación no esta basada en el conocimiento previo de Dios
Romanos 8:29 RVR60
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Dios no escogió por obras, Dios escogió personas.
La doctrina de la elección significa que los incrédulos nunca tuvieron la oportunidad de creer. Esta objeción a la elección dice que si Dios había decretado desde la eternidad que algunas personas no creerían, no hay para ellos una posibilidad verdadera de creer, y todo el sistema funciona injustamente. Podemos dar dos respuestas a esta objeción. Primera, debemos notar que la Biblia no nos permite decir que los incrédulos no tengan la posibilidad de creer. Cuando las personas rechazan a Jesús, él siempre puso la responsabilidad en la propia decisión de ellos de hacerlo, no en algún decreto de Dios el Padre. «¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra. Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir» (Jn 8:43–44). Y a Jerusalén le dice: «¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!» (Mt 23:37). Les dijo a los judíos que le rechazaron: «Ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida» (Jn 5:40). Romanos 1 deja bien en claro que todas las personas se enfrentan a una revelación de parte de Dios con tanta claridad «de modo que nadie tiene excusa» (Ro 1:20). Esta es la pauta coherente de las Escrituras: Las personas que permanecen en la incredulidad lo hacen porque no están dispuestas a acudir a Dios, y la culpa de esa incredulidad siempre la tienen los incrédulos mismos, nunca Dios.
En un segundo nivel, la respuesta a esta pregunta debe ser sencillamente la de Pablo a una objeción similar: «Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: “¿Por qué me hiciste así?”» (Ro 9:20).

LA DOCTRINA DE LA REPROBACIÓN

La reprobación es la decisión soberana de Dios desde antes de la creación de pasar por alto a algunas personas, decidiendo con tristeza no salvarlos, y castigarlos por sus pecados, y de esa manera manifestar su justicia.

En muchos sentidos la doctrina de la condenación es la más difícil de todas las enseñanzas de las Escrituras para pensar en ella y aceptarla, porque tiene que ver con consecuencias tan horribles y eternas para los seres humanos creados a la imagen de Dios. El amor que Dios nos da por nuestros semejantes y el amor que él nos manda tener hacia nuestro prójimo nos lleva al rechazo de esta doctrina, y está bien que sintamos de esa forma al pensar en ella.23 Es algo en lo que no quisiéramos creer, y no creeríamos, a menos que las Escrituras lo enseñen claramente.
Pero ¿hay pasajes de las Escrituras que hablan de una decisión de Dios como esa? Ciertamente hay algunos. Judas habla de algunas personas «que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor» (Jud 4).
Además, Pablo, en el pasaje arriba referido, habla de la misma manera del faraón y de otros:
Porque la Escritura le dice al faraón: «Te levanté precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.» Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere endurecer.… ¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los que eran objeto de su castigo y estaban destinados a la destrucción? (Ro 9:17–22).
En cuanto a los resultados del hecho de que Dios no va a escoger a todos para salvación, Pablo dice: «Israel no consiguió lo que tanto deseaba, pero sí lo consiguieron los elegidos. Los demás fueron endurecidos» (Ro 11:7). Y Pedro dice de los que rechazan el evangelio: «Tropiezan al desobedecer la palabra, para lo cual estaban destinados» (1 P 2:8).24

PROVIDENCIA DE DIOS Y RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE

Todas nuestras acciones están bajo el cuidado providencial de Dios, porque «en él vivimos, nos movemos» (Hch 17:28). Los pasos que damos cada día los dirige el Señor. Jeremías confiesa: «Yo sé que el hombre no es dueño de su destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos» (Jer 10:23). Leemos que «los pasos del hombre los dirige el SEÑOR» (Pr 16:9). De modo similar, Proverbios 16:1 afirma: «El hombre propone y Dios dispone».3
El éxito y el fracaso vienen de Dios, porque leemos: «La exaltación no viene del oriente, ni del occidente ni del sur, sino que es Dios el que juzga: a unos humilla y a otros exalta» (Sal 75:6–7). Por eso María puede decir: «De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes» (Lc 1:52). El SEÑOR da hijos, porque «Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa» (Sal 127:3).
Todos nuestros talentos y capacidades son del Señor, porque Pablo puede preguntarle a los corintios: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?» (1 Co 4:7). David sabía que eso era cierto respecto a su dotes militares, porque, aunque debe haberse entrenado muchas horas en el uso del arco y la flecha, pudo decir: «[Dios] adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce» (Sal 18:34).
Dios influye en las decisiones de los gobernantes, porque «en las manos del SEÑOR el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el SEÑOR le ha trazado» (Pr 21:1). Una ilustración de esto fue cuando el Señor hizo que el rey de Persia ayudara a su pueblo, «y permitiera reconstruir el templo del Dios de Israel» (Esd 6:22), o cuando «en el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el SEÑOR dispuso el corazón del rey» (Esd 1:1) para que ayudara al pueblo de Israel. Pero no es solo el corazón del rey el que Dios dispone, porque él mira «desde su trono a todos los habitantes de la tierra» y «él es quien formó el corazón de todos» (Sal 33:14–15). Cuando nos damos cuenta de que en la Biblia el corazón es donde residen nuestros pensamientos y deseos más íntimos, este es un pasaje significativo. Dios dirige de modo especial los deseos e inclinaciones de los creyentes, obrando en nosotros «tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad» (Flp 2:13).
Todos estos pasajes, que contienen afirmaciones generales en cuanto a la obra de Dios en la vida de toda persona y ejemplos específicos de la obra de Dios en la vida de individuos nos llevan a concluir que la obra providencial de Dios de concurrencia se extiende a todos los aspectos de nuestra vida. Nuestras palabras, nuestros pasos, nuestros movimientos, nuestros corazones y nuestras capacidades vienen del Señor.
Pero debemos guardarnos contra malos entendidos. Aquí también, como en la creación más baja, la dirección providencial de Dios como «causa primaria» invisible, detrás de bastidores, no nos debe llevar a negar la realidad de nuestras decisiones y acciones. Una y otra vez la Biblia afirma que hacemos que las cosas sucedan. Somos significativos y responsables. Nosotros en efecto tomamos decisiones y estas son decisiones reales que producen resultados reales. La Biblia repetidamente afirma también estas verdades. Tal como una piedra es de veras dura debido a que Dios la hizo con las propiedades de dureza, tal como el agua es de verdad mojada debido a que Dios la hizo con la propiedad de humedad, y así como las plantas están de verdad vivas porque Dios las hizo con la propiedad de la vida, nuestras decisiones son decisiones de verdad y surten efectos significativos, porque Dios nos ha hecho de una manera tan maravillosa que nos ha dotado con la propiedad de libre albedrío.
Una manera de abordar estos pasajes en cuanto a la concurrencia de Dios es decir que si de veras nosotros decidimos, nuestras decisiones no pueden originarse en Dios (vea más adelante una mayor explicación de este punto de vista). Pero el número de pasajes que afirman este control providencial de Dios es tan considerable, y las dificultades involucradas en darles alguna otra interpretación son tan formidables, que en efecto no me parece que pueda ser la mejor manera de abordarlos. Parece que es mejor afirmar que Dios hace que todas las cosas sucedan, pero que lo hace de tal manera que mantiene la facultad que tenemos de tomar decisiones voluntarias, responsables, que tienen resultados reales y eternos y de las cuales se nos considera responsables.
La Biblia no nos explica exactamente cómo Dios combina su control providencial con nuestras decisiones voluntarias y significativas. Pero en lugar de negar una cosa o la otra (simplemente porque no podemos explicar cómo ambas pueden ser verdad), debemos aceptarlas las dos en un intento de ser fieles a la enseñanza de toda la Biblia.
2. El llamamiento del evangelio (proclamación del mensaje del evangelio)
3. Regeneración (nacer de nuevo)
4. Conversión (fe y arrepentimiento)
5. Justificación (posición legal correcta)
6. Adopción (llegar a ser miembros de la familia de Dios)
7. Santificación (conducta correcta en la vida)
8. Perseverancia (permanecer como cristianos)
9. Muerte (ir a vivir con el Señor)
10. Glorificación (recibir un cuerpo resucitado)
Debemos notar aquí que los pasos 2–6 y parte del 7 están todos incluidos en el proceso de «llegar a ser cristiano». Los números 7 y 8 tienen lugar en esta vida, el número 9 sucede al final de esta vida, y el número 10 ocurre cuando Cristo regrese.2
Grudem, Wayne. 2007. Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Miami, FL: Editorial Vida.

Propósitos

1. Como un consuelo. Los autores del Nuevo Testamento presentan a menudo la doctrina de la elección como un consuelo para los creyentes. Cuando Pablo asegura a los creyentes en Roma que «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8:28)
2. Como motivo para alabar a Dios. Pablo dice: «Nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado» (Ef 1:5–6). Del mismo modo, dice: «A fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria» (Ef 1:12).
3. Como un estímulo para la evangelización: Pablo dice: «Todo lo soporto por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la gloriosa y eterna salvación que tenemos en Cristo Jesús» (2 Ti 2:10). Sabe que Dios ha elegido a algunas personas para que sean salvas, y ve esto como un estímulo para predicar el evangelio, incluso si eso significa soportar grandes sufrimientos. La elección es la garantía de Pablo de que habrá éxito en la evangelización, porque sabe que algunas de las personas con las que habla serán elegidas, y creerán en el evangelio y serán salvas.
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