La primera guerra de los judíos contra Roma (66–70) acabó con la destrucción de Jerusalén y su templo a manos de las tropas lideradas por Tito. Fue un golpe durísimo, pero la resistencia judía continuó y alcanzó cotas de indescriptible heroicidad, como el famoso episodio de la fortaleza herodiana de Masada (73), cuyos defensores optaron por el suicidio antes que rendirse al ejército romano que los sitiaba. Sin embargo, no fue hasta el 130 cuando el emperador romano Adriano decidió acabar definitivamente con la presencia judía en la región. Para ello, edificó Aelia Capitolina sobre las ruinas de Jerusalén y, para añadir escarnio a la derrota judía, denominó a todo aquel territorio Siria-Palestina8.