La Mujer que vio al Señor Resucitado

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Juan 20:10-23

11 Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro; 12 y vio* dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Y ellos le dijeron*: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo*: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. 14 Al decir esto, se volvió y vio* a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo*: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo*: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré. 16 Jesús le dijo*: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo* en hebreo: ¡Raboní! (que quiere decir, Maestro). 17 Jesús le dijo*: Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios». 18 Fue* María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y que Él le había dicho estas cosas.

I.MARÍA MAGDALENA VE AL SEÑOR RESUCITADO

Mientras Juan y Pedro volvían a casa llenos de gozo María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Ella había ido cuando aún era de noche y al notar a la distancia que la piedra había sido removida salió corriendo llena de temor a contarles a Pedro y Juan lo sucedido. Estos fueron de inmediato hacia la tumba y hallaron que la piedra estaba removida, los lienzos puesto a un lado y el sudario aparte, pero el cuerpo de Jesús no fue hallado. Para Juan todo esto era la señal convincente de que Jesús había resucitado, por lo que llenos de gozo volvieron a sus casa. Pero de regreso no se encontraron con María Magdalena para compartir sus impresiones y trasmitirles el gozo que los embargaba.
Es así como María Magdalena, por la providencia de Dios, estaba justo a fuera de la tumba de Jesús, llena de un profundo dolor por la perdida de su Maestro y un gran pesar e impotencia por no poder darle los honores fúnebres que merecía y que ella amorosamente le había preparado. Embargada de este amargo sentimiento y puesta en pie frente a la tumba María se está desvaneciendo de tristeza, sus lagrimas brotaban sin control alguno, su alma ha sido golpeada con la más grandes de las perdidas humana, Jesús no está. Su alma que comprende algo de la magnitud de la perdida pero no sabe articularla con palabras encuentra el medio de expresión mas elevado que existe para hacerlo, llorando. Su llanto está dominando al resto de sus acciones y la tumba donde colocaron a su Maestro le devuelve un eco seco y tosco, que le indica que su temor tiene fundamento, que la tumba está vacía. Sin embargo, María esta resuelta a no dejar espacio para la duda y mientras lloraba se inclinó y miró dentro del sepulcro.
Al fondo del sepulcro hay dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. A lo largo de la Biblia se nos dice que los ángeles son ministros de Dios, seres que están dispuestos a hacer la voluntad de Dios en todos tiempo y frecuentemente usados por Él para dispensar bendiciones a su pueblo. Dios tiene a sus ángeles en alta estima, Pablo dice que la Ley de Dios fue ordenada a Moises por medio de ángeles (Hch. 7:53, Gál. 3:19), y Jesús dice que después de la resurrección sus pueblo serán como los ángeles (Mt. 22:30). Estos seres, aunque son consiervos del pueblo de Dios, gozan de un honor especial. Respecto a los ángeles Calvino comenta: “No se puede concebir que las criaturas de las cuales el Señor se sirve para manifestar de forma especial su presencia en el mundo estén desprovista de honor, se les llega a denominar usando el término “dioses”, porque en cierta forma nos presentan la imagen de Dios como en un espejo”.
Destaca el hecho que aunque la presencia honorable de estos seres no pasa desapercibida para María Magdalena no representan mayor consuelo para su dolor. Esa misma mañana otras mujeres verán algunos ángeles (posiblemente estos mismos) y se espantarán (Mr. 16:5), tendrán temor, y bajaran el rostro a tierra (Lc 24:5) y aún la guardia romana cuando los vio “temblaron y quedaron como muertos” (Mt. 28:4). Sin embargo, María Magdalena sigue llorando al parecer sin el mínimo asombro por aquella visita angélica. Por mucha nobleza y dignidad que estos ángeles pudieran transmitir, la perdida para el corazón de María es infinitamente mayor, está angustiada porque piensa que ha perdido la Fuente Bendita de donde su alma bebe y se regocija. Que a propósito es la misma Fuente de la que estos ángeles también dependen, a saber, Jesucristo.
Lo cierto es que los ángeles ven el estado emocional de María pero no lo comparten, la situación no es para llorar sino para regocijarse. En realidad aquello no era un entierro, sino una fiesta, así lo veía los ángeles y el cielo entero, por lo tanto, no debían haber lagrimas sino un gozo inefable. Ellos no visten de negro, ellos visten de blanco símbolo de pureza y alegría . Y es con esa perspectiva de la situación que estos mensajeros le hace una pregunta a María con un reproche implícito: Mujer, ¿por qué lloras?
La Mujer les indica que la causa de su llanto está perfectamente justificada: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. A María le preocupan dos cosas, la primera es que sí el cuerpo del Señor había sido robado eso traería mayor deshonra a su nombre; y segundo, que ella no podía hacer nada al respecto. Ciertamente sus palabras demuestran un amor muy grande por Jesús pero al mismo tiempo muestran una fe que debe ser fortalecida. Lo diré de esta manera: nótese que ella sigue llamado a Jesús “mi Señor” aunque para ella está muerto, eso muestra fidelidad y amor hacia Jesús. Pero la expresión “no sé dónde le han puesto” es particularmente interesante; ella no dice “no sé donde lo han puesto” sino que usa el pronombre personal (αὐτόv) para decir “no sé dónde le (αὐτόv) han puesto” Aunque María tiene en su mente la persona de Jesús lo piensa términos solo de su cadáver. María piensa que lo único que le quedaba de Jesús, a parte del recuerdo, era su cuerpo. Le faltaba la fe para comprender que había resucitado como claramente Él se lo había dicho en varias ocasiones.
Pero mientras está conversando con estos ángeles y sigue absorta en su desconsuelo, algo sucede. No sabemos si de momento estos ángeles se postraron ante la majestad de la personas que apareció en el lugar o porque una sombra o un ruido le indicó que alguien se acercaba, pero lo cierto es que María Magdalena se volvió girando bruscamente y dandole la espalda a la tumba y vio a Jesús que estaba allí.
Él término estaba (gr. ἵστημι) que usa Juan para indicar la presencia de Jesús en el lugar se traduce como “estar en pie”. Jesús estaba allí de pie, ocupado un lugar real en la escena. Pero María no es consciente de que habla con el propio dueño del cuerpo que ella buscaba, era Jesús.
Lo primero que Jesús le dice es: Mujer, ¿por qué lloras? usa exactamente las mismas palabras que usaron los ángeles e implican un tierno reproche de parte del Señor, como diciéndole: ¿Por qué lloras, sí no tienes motivos para hacerlo? Pero Jesús, va más allá de lo que fueron los ángeles y hace otra pregunta: ¿A quién buscas? Esta pregunta no solo es inusual en el contexto, además es sumamente instructiva. Jesús está encaminando de manera maravillosa la fe de esta mujer a una compresión mayor de Su obra, Aquella Mujer que esa mañana fue a buscar el cuerpo muerto de Jesús para darle honores funebres debía comprender que lo que verdaderamente había muerto era la muerte, porque Jesús la había vencido y resucitado. Entonces, Aquel que es la resurrección y la vida no le pregunta ¿Qué buscas? como si la búsqueda debía concentrarse en algún objeto en particular como un lienzo, un sudario o un cuerpo muerto, sino ¿A quién buscas? es decir ¿A que persona buscas?.
Al parecer María no entendió el sentido de las preguntas de Jesús, y tampoco reconoció el tono de su voz. Esto es perfectamente comprensible debe estar aturdida y desvelada, los ojos hinchados por el llanto amargo, no podía distinguir quien era la persona fisicamente. Pensando que era el hortelano, le dijo con mucho respeto: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré. Estas palabras son sorprendentes, y denotan gran valentía y piedad. El término llevaré (αιρω) también se puede traducir como levantar y cargar. Que una mujer pueda cargar el cuerpo de un hombre muerto es una cosa poco probable, solo una mujer movida por la asombrosa fuerza del amor podría hacer semejante hazaña.
Al respecto Adam Clarke comenta:
“Qué cierto es el proverbio, ¡El amor no siente carga! Jesús estaba en la primicia de la vida cuando fue crucificado, y tenía cien libras de peso en especias sobre su cuerpo; y aun así María no piensa en nada más que llevárselo con ella” [1]
Pero de todos modos, aquello no sería necesario, ella no tendría que ir a buscar a Jesús, el Señor es quien ha salido a buscarla. Como ella no era consciente aún de con quien hablaba Jesús le dijo*: ¡María! Así Como un pastor llama a su ovejas por su nombre, Jesús el buen Pastor ha llamado a su oveja por su nombre. Ya no la llama Mujer como la haría cualquier extraño, sino que la llama por el nombre con que solo sus seres amados la llamarían, lo hace en su lengua materna (arameo) y además, con ese estilo tierno y único que solo los benditos labios de Jesús podían tener: !María! Cuantas veces y de cuantas maneras a lo largo de su vida ella habrá escuchado pronunciar su nombre. Pero Jesús lo pronunciaba de una manera única.
Ella, que le había dado la espalda a Jesús para concentrarse una vez más en la tumba que estaba vacía, volviéndose a Él, llena de asombro y reverencia, de lo más profundo de su corazón surge una palabra para él, le dijo en hebreo: ¡Raboní! (que quiere decir, Maestro) o “Maestro mío”. Este término se asemeja bastante al termino Rabi (maestro) pero su uso era menos común. William Hendriksen comenta que el título suele usarse con frecuencia para referirse a Dios. [2]
[2] William Hendriksen. Comentario al Nuevo Testamento. EL evangelio según san Juan (p. 731).
Pero aunque ella usó este titulo tan reverente no le pareció suficiente y acompaña su confesión con una expresión de gozo, posiblemente se arrojó a los pies del Su Maestro resucitado con las demostraciones más calidad de afecto y respecto. Ante las cuales, Jesús le dijo*: Suéltame porque todavía no he subido al Padre. Sin duda que esta expresión conlleva un tremenda dificultad, porque a simple vista parace un seco reproche de parte del Señor, pero tal cosa, no coincide con su carácter noble y amoroso. Personalmente descarto la tesis de quienes piensa que aquí Jesús esta reprochando el contacto físico, como si de alguna manera eso fuera a contaminarlo o dañar su sustancia (cf Jn. 20:27-28). Pienso que Jesús sigue tratando con la fe de María Magdalena, luego de verlo, pudo a ver pensado que lo tendría de vuelta consigo y que iba a poder seguir manteniendo el compañerismo en los mismo términos que antes de su muerte. Pero este no sería el caso. Las demostraciones de afecto que María magdalena le estaba dando a Jesús, debía encumbrarse a la adoración devota, en efecto, el Jesús resucitado no solo era su Maestro, sino su Señor y Salvador. Y ella debía entender eso rápidamente ¿Podría haber una ocasión mejor para lograr este fin? sin duda que no. Pero junto con esta necesaria reprensión, viene una digna encomienda: “pero ve a mis hermanos, y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios»” Note que no le dice ve a mis discipulos, ni a mis amigos, todos esto títulos nobles y honrosos han sido sustituidos por uno mucho más digno: “mis hermanos”. Los discipulos comparten secretos de sus maestros, los amigos sus planes, pero solo los hermanos comparten una herencia.
A partir de ese momento, aquellos discipulos serían sus hermanos, que por supuesto además de una herencia común, tendría un mismo Padre: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios».” Ahora bien, es innegable la distinción que el Señor hace entre la relación que él mantiene con el Padre y la del resto de sus hijos. Todos somos Hijos de Dios pero Jesús lo es es un sentido único y especial.
Luego de las instrucción que Jesús le dio fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y que Él le había dicho estas cosas. La esencia de la verdadera religión queda bien expresada en las palabras de María, el cristiano es alguien que no solo sabe del Señor, sino que !Ha visto al Señor! con los ojos de la fe.

II. APLICACIONES PARA LA VIDA

1. Note que cuando María Magdalena vio la piedra removida y el sepulcro vacío lloraba desconsoladamente porque pensó que ya no podría ver más el cadáver de Jesús ni darle los debidos honores fúnebres. Sin embargo, Los ángeles y Jesús veían aquello no como un motivo de llanto sino de gozo y regocijo. Es cierto, que al igual que María Magdalena, solemos ver con profunda angustia muchas de las cosas que deberían ser motivo de gran regocijo. María pensaba que lo correcto era que el cuerpo, la piedra y el sello estuvieran puestos en su lugar !Pero que equivocada estaba! Erramos muchos cuando nos angustiamos y afanamos ante situaciones por las que deberíamos estar tranquilos dandole gloria al Señor.
2. Adviértase cuan mal puede guiar el corazón aún de los redimidos y el impacto que tienen nuestras presuposiciones en la manera de ver las cosas. María Magdalena estaba abatida por el dolor. No había nada más real para ella en ese momento que el hecho de que se habían llevado el cuerpo de su Maestro. Eso le desencadenó una angustia y tristeza aguda. Su mente alimentada por lo que veía y creía (presuponía) la hundieron en un mar de dolor indecible. Si María Magdalena hubiese recordado y creído cuando Jesús habló de su resurrección habría evitado derramar tantas lagrimas y hubiese elevado su alma en adoración desde muy temprano aquella mañana. Aprendamos de esta santa hermana; sí fuéramos lectores más cuidadosos de las Sagradas Escrituras evitáramos también muchas lagrimas en esta vida.
3. Es entendible, pero aún así penoso, que las lagrimas producidas por las angustia y el dolor que atravesaba María no le hallan permitido ver al Señor Jesús resucitado desde el primer momento. El dolor suele causar ese efecto en nosotros. Cuidemos que, en medio de nuestro dolor y embargados por la tristeza y a soledad que produce, no podamos ver la gloria de Dios en ello. Nuestro Padre soberano también obra en el dolor. De hecho, el dolor suele ser un delicado instrumento en sus manos. No es que Dios se goce de infligir dolor, es que el hombre no aprende de otra manera.
4. La búsqueda devota de María Magdalena es digna de imitar. Pudo comprender que es cierto el antiguo proverbio que dice: "Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan. Las riquezas y la honra están conmigo; Riquezas duraderas, y justicia. Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; Y mi rédito mejor que la plata escogida.” Proverbios 8:17–19 (RVR60). Aquellos que con mayor diligencia y devoción busquen a Dios terminarán gozando de un mayor nivel de compañerismo, no solo le conocerán sino que al igual que María podrán decir: ¡He visto al Señor! No es lo mismo escuchar del Señor, que verle. Ni es los mismo saberte amado, que sentirte amado. Entender la resurrección es una cosa caminar con el Resucitado es otra.
5. Adviértase el profundo dolor que experimenta el alma cuando ha perdido a Jesús. Hay muchos que hoy deberían decir como María Magdalena: “..se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. Me aventuro a pensar que siJesús no hubiese venido a su encuentro su corazón se hubiese roto y ella muerto de tristeza. Porque perder a Jesús es algo que ningún alma puede soportar. LEl comentario de la Biblia expositores dice:
“[Quizas]… Ella se pregunta por qué fue tan tonta, tan cruel, como para abandonar la tumba, por qué permitió que fuera posible separarse del Señor. Mira con desesperación las mortajas vacías que últimamente habían contenido todo lo que amaba en el mundo. Si hubiera estado presente, ella podría haber evitado que la tumba fuera vaciada, pero ahora que está vacía no puede volver a llenarla. Es así que aquellos que han sido descuidados en mantener la comunión con Cristo se reprochan a sí mismos cuando descubren que Él se ha ido. Las ordenanzas, las oraciones, las horas tranquilas de contemplación, que antes estaban llenas de Él, son ahora, como las sábanas y los lienzos, formas vacías, frías, pálidas, recuerdos de su presencia que hacen más dolorosa su ausencia. Cuando preguntamos dónde podemos encontrarlo, sólo responde el eco duro y burlón de la tumba vacía. Y, sin embargo, este autorreproche es en sí mismo una búsqueda a la que Él responderá. Llorar Su ausencia es desear e invitar Su presencia; e invitar su presencia es asegurarla.”
Llora y laméntate por el pecado que has cometido, y procura con diligencia buscarlo mientras pueda ser hallado.
6. La expresión de Jesús “pero ve a mis hermanos, y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios».” nos recuerda por los menos dos cosas: Primero, que Dios no es Padre de toda la humanidad, sino del Pueblo por el que Cristo murió, la paternidad de Dios para con su pueblo es algo que Cristo ganó en la cruz del Calvario. Segundo, que los cristianos somos coherederos con Él de todas las promesas del Padre. Dios no es Padre de toda la humanidad, sino del Pueblo por el que Cristo murió.
7. Considere las excelentes virtudes del carácter de nuestro Señor Jesús en los siguientes aspectos: (1) Han pasado pocas horas de que fuera traicionado y abandonado por sus discipulos, al huir han demostrado el su carácter y lo poco confiables que son. Sin embargo, es a estos hombres a quienes llama “hermanos”. Esta es la primera que lo hace. Es como si nada de aquello aconteció o como si incluso los amara más. (2) María Magdalena ha sido escogida por Jesús para ser el testigo central en este momento crucial de su resurrección, esto en un contexto cultural que la menospreciaba y no consideraría valido su testimonio. Pero el Señor halló mayor beneplácito mostrarse a esta mujer culturalmente deshonrada que ir ante Caifas, Anás, Pilato o el propio Emperador romano. Este Jesús sigue siendo el mismo hoy y lo será por siempre. Él es el que jamás defrauda, el que siempre está disponible, Él que nunca deja de amar, el que prefiere lo vil del mundo antes que a los sabios, a los enfermos antes que a lo que piensan que no tienen necesidad de Doctor.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

[1] Adan Clarke. Comentario al Nuevo Testamento. Tomado de e-Sword.
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