La contribucion de Lucas a la revelacion de la redencion
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Tema: El proposito del Dios Trino en la salvación tal como se revela en la vida, muerte, Resurrección y ascension de Jesucristo
Tema: El proposito del Dios Trino en la salvación tal como se revela en la vida, muerte, Resurrección y ascension de Jesucristo
Proposito: Lucas establece de manera explicita que su proposito al escribir era que Teofilo “(conociera) bien la verdad de las cosas en las cuales (había) sido instruido”; en otras palabras, queria asegurarse de que aquellos que habían sido instruidos en la fe estuvieran fundamentados en la verdad respecto a la vida de Jesus, para que su fe y su arrepentimiento fueran confirmados.
Proposito: Lucas establece de manera explicita que su proposito al escribir era que Teofilo “(conociera) bien la verdad de las cosas en las cuales (había) sido instruido”; en otras palabras, queria asegurarse de que aquellos que habían sido instruidos en la fe estuvieran fundamentados en la verdad respecto a la vida de Jesus, para que su fe y su arrepentimiento fueran confirmados.
Lk 4: 16-21
Lk 4: 16-21
Introducción:
Introducción:
La predicación de Nuestro Senor en «Nazaret, donde se había criado» (Lk 4:16). Y aquí se nos dice que predicó allí y que allí encontró oposición y persecución. Veamos:
1. Cómo predicó allí:
(A) En primer lugar, la oportunidad que tuvo para ello: «Vino a Nazaret», después de haber ganado reputación en otros lugares. Tuvo aquí ocasión de predicar:
(a) en la sinagoga, en la que acostumbraba, sin duda, asistir a los cultos por haberse criado allí
(b) Lo hizo «en día de sábado», pues ése era el día dedicado al descanso y a las devociones.
(B) «Se levantó a leer», invitado, sin duda, para ello. Cada sábado tenían los judíos siete lectores; primero, un sacerdote; después, un levita; después, cinco israelitas de la respectiva sinagoga.
Con frecuencia hallamos a Jesús predicando en otras sinagogas, pero nunca leyendo, excepto en esta de Nazaret, de la que por tantos años habría sido miembro.
«Le entregaron el libro del profeta Isaías» (Lk 4:17).
(C) Vemos inmediatamente el texto sobre el cual predicó.
Primero, «se levantó a leer»; después, «desenrolló el volumen», ya que los escritos estaban (y están en las sinagogas judías) en rollos.
Pero los libros del Antiguo Testamento estaban en realidad, sellados hasta que Jesucristo los abrió (Is 29:11).
Halló luego el lugar que correspondía leer aquel día y que era (Is 61:1) y como vemos por los versículos (Lk 4: 18–19).
Fue una disposición especial de la Providencia que fuese éste el texto que correspondía ya que habla tan claramente del Mesías y de la obra que había de llevar a cabo en este mundo.
El texto de Isaías dice:
Cómo había de ser capacitado el Mesías para su comisión: «El Espíritu del Señor está sobre mí». Todos los dones y todas las gracias del Espíritu estaban sobre Él, no por medida, como en los otros profetas, sino sin medida (Jn 3:34).
Dios Padre lo ungió: Ser ungido significa ser consagrado separado para esta obra y cualificado para llevarla a cabo (Jn 10:36).
La obra a la que fue llamado: Fue llamado y capacitado: (1) «para predicar … a proclamar … a proclamar …».
La insistencia en el ministerio. Había de predicar el Evangelio [la Buena Noticia] a los pobres: a los conscientes de su indigencia, los pobres en el espíritu de (Zep 3:12) y (Mt 5:3)
Y a éstos había de predicar las buenas noticias que, a continuación, se especifican y que son tres:
(i) «liberación» a los cautivos y oprimidos (Lk 4:18). El Evangelio es una proclamación de libertad, como la de Israel al ser sacado de Egipto y de Babilonia. Es una liberación de la peor de las esclavitudes; de tal beneficio podrán aprovecharse cuantos se sometan al servicio del Señor
(ii) «iluminación» = «recuperación de la vista a los ciegos». No sólo vino a dar luz a los que estaban en tinieblas, sino también vista a los que estaban ciegos (Jn. 9:39). Cristo vino a decirnos que tiene colirio para nosotros (Rv 3:18) y, si nuestra oración es: «Señor, que sean abiertos nuestros ojos», inmediatamente nos dirá: «Recibid la vista»;
(iii) «jubileo especial»: «A proclamar un año favorable del Señor» (Lk 4:19). Esto alude al año jubilar, que se celebraba cada cincuenta años (Lv. 25:8 ).
Pero este jubileo que Cristo proclama es muy especial pues viene a decirnos que el Dios a quienes habían (y hemos) ofendido, estaba dispuesto a reconciliarnos consigo en Cristo (2 Co. 5:19–21): a hacer las paces con nosotros en términos mucho más favorables que antes.
«Éste es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación» (2 Co. 6:2).
(2) Cristo vino también como un gran Médico, porque venía a sanar a los quebrantados de corazón (Lk 4:18)
Vino a ofrecer descanso a los trabajados y fatigados bajo el peso del pecado y de la corrupción (Mt. 11:28–30).
(3) Finalmente, vino como un gran Redentor
No sólo proclama libertad a los cautivos, sino que pone en libertad a los oprimidos.
También los profetas pudieron proclamar libertad, pero Cristo, como quien tiene autoridad, posee la potestad de perdonar los pecados y, por tanto, de poner en libertad a los oprimidos por el diablo, «que a sus presos nunca abrió la cárcel» (Is. 14:17).
(D) Cristo proclama «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lk: 4: 21).
Comenzó a cumplirse con la inauguración del ministerio público de Jesús; se cumplía en la predicación hecha y los milagros llevados a cabo en muchos lugares; se cumplía también al predicar Él en aquella sinagoga.
Éste era el comienzo: «comenzó a decirles», un comienzo de enseñanzas deliciosas, pues Cristo predicó con frecuencia largos sermones de los que el texto sagrado nos ofrece solamente un resumen; pero esto era suficiente para introducir un gran tema:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura». Las obras del Señor son el cumplimiento, no sólo de su Palabra secreta, sino también de su Palabra revelada; y ello nos ayudará, tanto para entender las Escrituras como las experiencias de la providencia de Dios, de forma que podamos comparar su Palabra con la experiencia que tenemos de ella.
(E) Vemos también la atención y la admiración de los oyentes:
Su atención (Lk 4: 20): «Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él». Cuando oímos la Palabra de Dios es menester que estemos atentos a ella, dirigiendo nuestra vista al predicador por medio del cual nos habla Dios; porque, de la misma manera que el ojo influye en el corazón, también el corazón suele seguir al ojo; y, si el ojo se distrae, también la atención de la mente suele distraerse.
Su admiración (Lk 4: 22): «Todos hablaban bien de Él, y maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca …».
Mucha razón hay para maravillarse de las palabras de Jesús, pues son palabras de gracia, y Él es Maravilloso Consejero (Is. 9:6), y en nada fue tan maravilloso como en la gracia de sus palabras y en el poder que acompañaba a esas palabras.
Y añadían: «¿No es éste el hijo de José?» Como si dijesen: «¿Cómo es posible que éste, cuyo origen y cuya educación conocemos, hable de esta manera y proponga tales demandas acerca de sí mismo?»
Ya en estas palabras de la gente se percibe, no sólo admiración, sino cierto tinte de rechazo e incredulidad, como lo confirma el contexto siguiente.
(F) Cristo se anticipa a la critica que flota en el ambiente. Obsérvese:
Cuál era la critica: «Seguramente me citaréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Esperamos que hagas aquí, en tu pueblo, los milagros que has hechos en otros lugares».
La mayor parte de los milagros de Jesús eran sanaciones, así que le podían exigir que curase también a los enfermos que había entre ellos.
Pero esas sanaciones tenían por último objetivo sanar la incredulidad de los corazones. ¿Estaban ellos bien dispuestos?: «Todo cuanto hemos oído que se ha hecho en Capernaúm, hazlo también aquí en tu pueblo» (Lk 4: 23).
Les agradaban las palabras de Cristo, únicamente porque esperaban que a las palabras siguieran obras de curaciones (comp. con Jn. 6:26), pues consideraban que su ciudad era tan digna de que en ella se obrasen milagros como cualquier otra, sobre todo cuando allí vivían sus parientes y vecinos.
Cómo responde Jesús a la objeción.
(i) Con una razón positiva y general: «En verdad os digo que ningún profeta es persona grata en su pueblo» (Lk 4: 24).
Lo sabemos por experiencia; la familiaridad engendra desprecio, y tendemos a tener en poco a las personas con quienes estamos acostumbrados a conversar.
Es como el pan casero, que, a pesar de ser tan saludable, se vende mucho más barato que el pan caro y traído de muy lejos.
Cristo declinó hacer milagros o dar alguna señal extraordinaria en Nazaret, a causa de los prejuicios de sus propios conciudadanos.
(ii) Con ejemplos de famosos profetas del Antiguo Testamento:
Elías, enviado a una viuda de Sarepta, en Sidón, tierra de los gentiles, cuando había tantas viudas en Israel;
y Eliseo, que había curado la lepra de un extranjero; más aún, general de un país enemigo de Israel, cuando había tantos leprosos en el propio Israel.
Pero, en ambos casos, los milagros habían encontrado en los respectivos individuos una fe que los profetas no habían encontrado entre sus propios paisanos.
Conclusion:
Aunque Cristo era la Palabra encarnada de Dios, El decidió usar la Palabra de Dios en la Escritura para combatir los ataques de Satanas. Si El uso la Palabra de Dios como una espada, ?Podremos librar batallas sin la Palabra?
Necesitamos estar intimamente familiarizados con la Palabra. No existe arma espiritual como ella, sin la cual somos justamente vulnerables
El ministerio de Cristo en la tierra seria uno de gracia. El Espíritu lo ungió para predicar libertad a esclavos espirituales y abrir los ojos de los ciegos.
Los milagros que Jesus realizo eran señales que mostraban Su majestad, gracia y poder.
El no vino simplemente a sanar a unas personas para que se sintieran mas comodas en la tierra.
En vez de eso, Sus milagros ilustraban lo que Su gracia hace todavia hoy: hace retroceder al pecado y a Satanas, y restaura la paz y la comunión a miserables e indignos pecadores.