Nuestra lucha interior

En Espíritu y en Verdad  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Vivimos en una sociedad atiborrada de estímulos.
¿Cómo? Sí, cada uno de nosotros está contínuamente expuesto a estímulos que tienen el propósito de llamar nuestra atención y dirigir nuestras decisiones.
¿Qué comemos? Encendemos la tele y nos muestran una apetitosa hamburguesa con el queso derretido correando y los pedacitos de tocino mostrándose por los bordes. Inmediatamente, esa imagen se conecta con “eso” en nuestro interior que se apasiona por aquella hamburguesa, la quiere y la va a comprar. Claro que hay intereses económicos involucrados en este tipo de manipulación. Es a esto a lo que se dedican los expertos en marketing.
Esto se aplica a todas las áreas de la vida, no solamente a la comida. Muchas veces simplemente vistes lo que te han ordenado, vas adonde te sugirieron y dedicas tu tiempo a aquello hacia lo que te han guiado.
De alguna manera, los seres humanos nos hemos convertido en manipuladores de los deseos de los demás.
Y la realidad es esa: todos tenemos deseos. Los podemos llamar “pasiones”, “ganas”, “anhelos” o de otra manera, pero están allí. En algún momento sería bueno que decidiéramos nosotros efectiva, deliberada y conscientemente en lugar de dejarnos manipular por la sociedad el ambiente o los demás.
Pero hay más.
Tú y yo que hemos creído en Jesús, experimentamos una lucha interior que tiene que ver con nuestros deseos:
Gálatas 5:16–18 RVR60
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
La Palabra de Dios en su eterna sabiduría nos presenta el conflicto de intereses que todos los que seguimos a Cristo Jesús experimentamos por dentro. Presta mucha atención al “título” o resumen de este pasaje:
Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Se nos presentan dos alternativas diferentes y opuestas, y somos exhortados por la Palabra a escoger la correcta.
La mayoría de las personas anda por la vida sin tomar conciencia de que vive experimentando esta lucha interior. Simplemente vamos tomando decisiones conforme a “lo que se nos va ocurriendo” sin darnos cuenta de que en realidad estamos siguiendo “instintivamente” los deseos de nuestra carne (como cuando compramos la hamburguesa).
Hay una lucha en el interior de cada hijo de Dios, y somos llamados a ejercer deliberadamente nuestra capacidad de decidir para vivir conforme a los valores y la voluntad de Dios.
¿Vas a andar en el Espíritu o vas a satisfacer los deseos de tu carne?
Entiende bien estas palabras:
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Lo que quiere tu naturaleza humana caída es absolutamente contrario a lo que quiere el Espíritu de Dios que habita en ti desde que recibiste a Jesús por la fe como tu Señor y Salvador.
Allí está, esa es la lucha que se desarrolla en tu interior.
Escucha, por favor, esta invitación de Dios en su Palabra a vivir guiado por el Espíritu, conforme a su Ley, esa que escribió en nuestros corazones al darnos vida nueva.
La Palabra de Dios nos presenta el conflicto con toda claridad, directamente, para que no nos quede lugar a dudas, y somos exhortados a tomar la decisión más sabia.
A veces miramos las noticias y no podemos evitar percibir que parece que todo va peor. Nos enteramos de guerras, abusos, actos de violencia y crueldad, y nuestro corazón se pregunta hasta dónde llegaremos con tanta maldad.
Todos nosotros nos consideramos buenas personas, y por lo general los que hacen “las cosas malas” son otros, pero la realidad es que esto que vemos a nuestro alrededor es llevado a cabo por personas normales, como tú y yo.
Nos pesa reconocerlo, pero cada uno de nosotros lleva dentro el potencial para hacer cosas muy malas, llenas de egoísmo, y seríamos capaces de hacerle mucho daño a las personas a nuestro alrededor.
¿De dónde procede tanta maldad? ¿Cuál es la raíz de todo este egoísmo y toda esta desviación hacia lo malo?
Todo eso procede de nuestra naturaleza caída, eso a lo que en el Nuevo Testamento se le llama “la carne”.
Hacemos bien al dejar que la Palabra de Dios nos llame la atención, abriendo nuestros ojos a esta realidad espiritual.
Gálatas 5:19–21 RVR60
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
He aquí una lista de nuestra decadencia.
Es probable que cada uno de nosotros quiera eludir esta responsabilidad, considerando que esta lista de malas acciones no nos representa. ¿En serio? ¿Te has detenido a considerar esta lista con cuidado, tanto como para observar que también tus “debilidades” aparecen en la lista?
Cuando prestamos atención a la lista observaremos que hasta podríamos clasificar estas malas acciones:
Delitos sexuales
adulterio
fornicación
inmundicia
lascivia
Desviaciones espirituales
idolatría
hechicerías
Delitos relacionales
enemistades
pleitos
celos
iras
contiendas
disensiones
herejías (sectarismo)
envidias
homicidios
Desenfreno
borracheras
orgías
cosas semejantes…
Creo que nuestra tendencia natural es a mirar esta lista y señalar particularmente todas aquellas cosas que podríamos decir que nunca hemos hecho (y que, por supuesto, “nunca llegaríamos a hacer”). ¡Vamos! ¡En esta lista están los homicidios! ¡Yo nunca he matado a nadie, y nunca lo haria!
¿Me permites recordarte las palabras de Jesús?
Mateo 5:21–22 RVR60
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
¿Nunca te has enojado con nadie? ¿Nunca has utilizado alguna palabra desagradable para referirte a alguien?
¡Jesús deja nuestro corazón al descubierto!
Hay quienes dirían que nunca han adulterado, que son fieles y siempre lo serán. ¿De verdad?
Mateo 5:27–28 RVR60
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Sí, has mirado, y no necesitamos entrar en explicaciones más profundas para entender a lo que nos estamos refiriendo.
Hemos caído en la idolatría cada vez que hemos permitido que cualquier cosa (aunque no lleve la forma de un ídolo pagano) ocupe el lugar que solamente le corresponde a Dios.
¿Celos? ¿Quién no los ha tenido?
¿Desacuerdos?
¿Enojo?
Sí, estas palabras se refieren a lo que nosotros hemos sentido, pensado y hecho, y aquí son descriptas como “obras de la carne”.
Ahora presta mucha atención al resultado espiritual y eterno para las personas que se dedican a un estilo de vida caracterizado por este tipo de acciones (recuerda que la lista no está completa, sino que termina refiriéndose a “…cosas semejantes a estas).
…los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Si este pasaje dijera que los que han hecho alguna de estas cosas no heredarán el reino de Dios, estaríamos todos condenados. El término que aquí se traduce “practican” se refiere a desempeñar repetida o habitualmente una acción.
Solemos utilizar el concepto de que algo es “normal” cuando la mayoría de las personas lo hacen. Este estilo de vida al que se refieren estos versículos es normal, es lo que se vive y practica regularmente, es el ejercicio de nuestra libertad.
Justamente, decidimos hacer las cosas así, escogemos hacer lo malo.
¿El resultado? Deportación del Huerto, como al principio, desconexión eterna de Dios, a menos que haya un cambio.
Hemos sido advertidos.
Lo que hace Dios en la vida de aquellos que reciben por la fe el regalo de su gracia expresada en el sacrificio y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo es realmente impresionante. A veces podríamos caer en el error de considerar que aceptar la salvación en Cristo es nada más que “un cambio de religión”, pero es mucho más que eso.
Dios realmente le cambia la vida a aquellos que creen en Jesús.
No es una fantasía, una cuestión ideológica, una filosofía: es un cambio auténtico y efectivo.
Conforme al antiguo pacto, Dios enseñó cuál es el estilo de vida para el que fuimos creados conforme a su voluntad, y la realidad de las reacciones humanas demostró nuestra incapacidad de vivir conforme a ese pacto escrito. Es por eso que Dios desarrolló la alternativa verdaderamente efectiva, la que de verdad nos capacita para vivir a su nivel, que consiste en que Él escriba ahora su Ley, ya no en libros que podamos leer sino en nuestra mente y corazón (Jeremías 31:31-34). Esa obra se produce por medio del Espíritu Santo habitando en nuestro interior.
Si de verdad creíste en Jesús, el Espíritu Santo de Dios vive en ti.
¿Qué hace el Espíritu en nosotros?
Gálatas 5:22–24 RVR60
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Esto es todo lo que tenemos que ser y hacer. Las acciones e intenciones motivadas por la obra del Espíritu Santo son directamente opuestas a las que produce lo que llamaríamos nuestro “instinto”, o lo que el Nuevo Testamento llama la carne, nuestra naturaleza pecaminosa.
Es interesante que el fruto del Espíritu es una referencia en singular, aunque a continuación hay una lista de sus características. No se trata de “los frutos del Espíritu” sino de el fruto. Ese fruto es en realidad el carácter de Dios en nosotros, las cualidades manifestadas por Jesús.
Sí, los que creen en Jesús van a vivir como el propio Jesús.
Algunas de las características del fruto del Espíritu son bien personales y profundas:
gozo
paz
fe
templanza
También hay cualidades relacionales:
amor
paciencia
benignidad (amabilidad)
bondad
mansedumbre
templanza (sí, coloqué el dominio propio en las dos categorías)
Presta atención a la manifestación de estas cualidades en tu vida. Esto no se produce por medio de tus pensamientos, palabras y acciones porque seas buena persona o porque seas mejor que los demás: es la obra del Espíritu Santo en ti.
Alguna vez te puede haber sucedido que ante una situación estresante o extenuante procediste con una paciencia que no es habitual en ti. Reconoce que el Espíritu de Dios está obrando en ti.
Analiza tus acciones, tus pensamientos, tus reacciones, lo que motiva tus decisiones, para percibir como el caracter de Jesús empieza a ganar terreno y a manifestarse en tu vida.
Y, ¿sabes?
…contra tales cosas no hay ley.
La obra de Dios en nosotros pone de manifiesto su Ley escrita en nuestros corazones.
Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. (Romanos 13:9-10)
Cuando hablamos del cambio que se produce en la vida de los discípulos de Jesús, no estamos hablando de una inclinación o un pequeño cambio de orientación. Se trata de un cambio radical.
Observa lo que dice:
…los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
¿Observas que está diciendo que esto es lo que caracteriza a los que son de Jesús? No se puede tener a Cristo en la vida y seguir viviendo sin un cambio radical. De ninguna manera se puede vivir “con un pie aquí y el otro allí”, en una condición intermedia, actuando un poco conforme a la carne y un poco de acuerdo al Espíritu. En la vida de los que han nacido de nuevo por obra del Espíritu Santo, aquellas tendencias casi irresistibles a hacer las cosas conforme a los deseos de la carne quedaron crucificadas en la cruz, allí donde el cuerpo de nuestro Salvador sufrió la ira de Dios contra el pecado.
¿Tienes a Jesús en tu vida? Le puedes decir que no a tus malas intenciones, a los malos deseos. Le puedes decir “¡Basta!” al enojo, a la envidia, a los celos.
En Cristo Jesús hay paz, alegría, paciencia y mucho más.
Alégrate en la obra que Dios hace en tu vida.
Somos llamados a evitar limitar la obra de Dios en nuestras vidas.
¿Ya te has dado cuenta de que por lo general somos “departamentales”, tendientes a clasificar las diferentes áreas de nuestra vida? A veces podríamos caer en el error de separar lo que llamaríamos “nuestra vida espiritual” o “nuestra relación con Dios” del resto de nuestra vida.
No tiene que ser así.
¿Naciste de nuevo por obra del Espíritu Santo al creer en Jesús? Entonces el mismo Espíritu Santo va a intervenir en todas las áreas de tu vida.
Gálatas 5:25–26 RVR60
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Si has recibido la salvación por medio de la fe en Jesús, vive en esa misma salvación, que la salvación que tienes caracterice todo lo que haces, dices y piensas.
¿Vives por el Espíritu? Pues, ¡anda también por el Espíritu!
Deja que el Espíritu de Dios intervenga en cada momento de tu vida.
Evitemos la arrogancia y la competencia unos con otros. Esas son obras de la carne. Ya basta de envidia. Somos llamados a amarnos y apoyarnos unos a otros.
Vivamos conforme al fruto del Espíritu.
A veces quisiéramos que una vez que Dios empieza su obra en nosotros ya nunca más nos equivoquemos. ¿Sucede así?
¿Ha sido así en tu propia experiencia?
Permíteme adelantar la respuesta, aunque no conozco los detalles de lo que has vivido: No, te has vuelto a equivocar, has caído en malos tratos a los demás, has tomado malas decisiones, has dicho lo que no tendrías que haber dicho, y mucho más.
Es bien interesante observar que inmediatamente a continuación de enseñar los resultados de la presencia del Espíritu Santo en la vida de los discípulos de Jesús, el apóstol Pablo habla de que alguno de los creyentes sea descubierto en algún pecado.
Gálatas 6:1–2 RVR60
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
Sí, la persona que ha creído en Cristo se puede volver a equivocar, y a veces sus errores pueden quedar ante la vista de los demás.
Sucede en muchas ocasiones que la reacción espontánea es el escándalo. “¿Saben lo que ví que hacía (que decía, que expresaba) el hermano…?”. Hasta lo podemos llegar a compartir con otros bajo el disfraz del “motivo de oración”.
Aprendamos a ser discretos y a ayudarnos unos a otros.
El que se entera del pecado del otro no es mejor que él o ella. Y todos - realmente todos - en algunos momentos necesitamos ayuda de personas que en lugar de transmitirnos condenación nos conducen a la RESTAURACIÓN.
Los miembros de la iglesia tenemos que apoyarnos, sostenernos, tener la suficiente confianza entre nosotros como para ayudarnos a levantarnos de nuestros fracasos.
Santiago 5:16 RVR60
Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
Santiago 5:19–20 RVR60
Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.
Seamos sensibles. En algún momento vas a necesitar la restauración de un hermano o hermana. Tú también eres llamado a restaurar (en lugar de condenar, denunciar o castigar) a los demás.
Siempre nos hacen bien las comparaciones para comprender bien un concepto. No fue en vano que nuestro Señor, el Maestro por excelencia, usara con frecuencia las parábolas para transmitir sus poderosas enseñanzas.
¿Cómo podemos entender la mejor manera de administrar esta situación espiritual y cuál es la mejor manera de proceder en cuanto a la lucha entre la carne y el Espíritu en nuestro interior?
Así:
Gálatas 6:7–10 RVR60
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Para empezar, que quede bien claro y no te confundas:
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
No te vas a burlar de Dios. No vas a obtener un beneficio de parte de Dios torciendo la verdad, utilizando medias verdades o aparentando espiritualidad. Dios no puede ser burlado. Puede ser que impresionemos a quienes nos rodean y podamos cultivar una imagen que no refleja exactamente quienes somos o lo que realmente hacemos, pero eso no funciona con Dios.
Aquí, entonces, está la parábola. Nuestras acciones, actitudes y decisiones son como una siembra. Con cada palabra, actitud y acción estás sembrando lo que más adelante vas a recibir como cosecha.
Así que resultaría tremendamente conveniente que nos preguntemos directamente: ¿Qué estoy sembrando realmente con mi vida?
Observa el contraste entre la carne y el Espíritu aquí. Cada día estamos decidiendo qué sembrar.
Si vivimos concentrados en nuestro bienestar, en la comodidad, el placer, el mucho tener, vamos a dedicarnos a sembrar para nuestra carne. Y, ¿qué se cosecha de eso? Corrupción.
Tú y yo estamos siendo invitados por la Palabra a dedicarnos a otra siembra, la siembra del Espíritu. Es la invitación a darle a Dios, realmente, el lugar de privilegio que se merece en nuestra vida, dedicándole tiempo, prestando atención a sus enseñanzas, acercándonos a Él con toda honestidad, adorándole porque se lo merece y obedeciendo sus enseñanzas. Haciendo eso, estaremos sembrando para el Espíritu, y la cosecha que recibiremos de Él será la vida eterna.
¿Qué estás sembrando?
¿Qué vas a sembrar?
Ten paciencia. No te canses de hacer las cosas bien. No te agotes de obedecer a Dios a cada paso que das.
Eso se va a reflejar en el bien que hagas a las personas que te rodean, empezando por tu familia espiritual en la iglesia.
Siembra para el Espíritu, y no para la carne. Ya basta de esa tendencia a vivir como todos los demás, buscando recompensas materiales que se echarán a perder con el tiempo. Siembra lo eterno y cosecharás vida eterna.
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