UN PANORAMA BÍBLICO DE LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE

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INTRODUCCIÓN

¿Qué es el hombre? ¿Tiene algo de especial ser humano, o simplemente es como cualquier otra criatura que existe? Preguntas como estas pueden surgir en la mente al reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, puesto que, de este tipo de preguntas se desprenden implicaciones importantes que afectan la forma en como se relacionan las personas con los demás, consigo mismos, y el concepto que se tenga sobre la dignidad y el valor que se le da al hombre, entre otras cosas.
De ahí que es necesario tener una comprensión bíblica sobre este tema, pues, ¿quién sino Dios, que es el creador de todo lo que existe, incluyendo al ser humano, puede dar respuesta a este tipo de interrogantes? De este modo, la Escritura afirma que de todo lo que el Señor creó, el hombre tuvo un rasgo distintivo que lo hacía especial a todas las demás criaturas; haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así mismo, esta característica en particular está relacionada estrechamente con el propósito del ser humano.
Sin embargo, la Biblia también muestra que el hombre no duró mucho tiempo en su estado de inocencia, sino que incurrió en pecado, desobedeciendo a Dios, lo cual trajo como consecuencia lo que se conoce en teología como la caída, que incluye todos los efectos devastadores del pecado. De manera que, esto conduce inmediatamente a otras preguntas; ¿qué ocurre con la imagen de Dios después de que el hombre peca contra Dios? Si se afectó o se perdió completamente, ¿puede ser restaurada?
A través de este ensayo, se presentará un panorama bíblico de la imagen de Dios en el creyente, en el cual se responderá a estas preguntas. Para esto, se abordará este tema a la luz de la Escritura desde una perspectiva teológica bíblica.

LA IMAGEN DE DIOS EN LA CREACIÓN DEL HOMBRE

La característica esencial que distingue al ser humano de todas las demás criaturas es que fue creado conforme a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). ¿Qué quiere decir esto? Existen diferentes respuestas o propuestas frente a lo que significa el ser hecho a la imagen de Dios, y a lo largo de la historia los teólogos han tratado de identificar algún aspecto particular del hombre en el cual se vea claramente.[1]Esto se debe, en parte, porque en realidad la Biblia no habla mucho sobre el tema, y tampoco ofrece mucho detalle sobre este asunto.
Por ejemplo, Wayne Grudem afirma que cuando la Escritura dice “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26), la audiencia original entendía claramente que quería decir que ellos eran como Dios, y debían representarlo.[2] Aunque parece ser una definición muy simple, es verdad lo que dice, ya que los significados de las palabras imagen y semejanza comunican esa idea. No obstante, es necesario ampliar más esa definición para poder ver lo que esto implica.
Por otro lado, aunque de forma similar a Grudem, Anthony Hoekema dice que el concepto de imagen o semejanza significa que el hombre fue creado para reflejar a Dios y representarlo.[3] Esto implica que, a través de la forma de relacionarse con Dios, con las demás personas, y con la creación, y por medio del ejercicio de su gobierno sobre la tierra, debía hacer visible a Dios. De la misma manera, dice Hoekema:
Como representantes de Dios, deberíamos sustentar y defender lo que Dios representa, y deberíamos promover lo que Dios promueve. Como representantes de Dios, no debemos hacer lo que queremos, sino lo que Dios desea.[4]
Esta definición amplía un poco más lo que implica el ser creado a imagen de Dios, ya que involucra la idea de hacer visible al Señor a través de su forma de vivir y administrar la creación, avanzando su reino aquí en la tierra. Sin embargo, para ser más precisos en identificar el significado de esto, es necesario considerar a Jesucristo, quien, como verdadero hombre, y siendo perfecto, reflejó a Dios de manera perfecta, pues Él es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). Acerca de esto, Millard J. Erickson comentó:
El carácter de Jesús y sus acciones nos servirán particularmente de ayuda en este tema ya que él fue el ejemplo perfecto de lo que se quería que fuese la naturaleza humana.
De este modo entonces, se puede observar que el Señor Jesús tuvo una relación perfecta con Dios el Padre (Lucas 6:12), hizo Su voluntad (Juan 6:38), y su relación con los seres humanos se caracterizó por el amor y la compasión hacia ellos (Mateo 9:36). Precisamente era esto lo que debía hacer el hombre cuando fue creado, pero fracasó al desobedecer, dañando su relación con Dios, con su prójimo, y hasta con la creación misma, lo cual dio como resultado la distorsión de la imagen de Dios en él.

LA IMAGEN DE DIOS EN LA CAÍDA

Si la imagen de Dios antes de la caída consistía en ser un reflejo y representante del Señor, cuando el hombre peca, la Escritura enseña que a pesar de que no perdió esta característica, quedó distorsionada de tal manera que ya no puede cumplir con el propósito que involucra el haber sido creado a la imagen de Dios.
El hecho de que el ser humano todavía conserva la imagen de Dios después de la caída se puede ver claramente en Génesis 9:6 donde el Señor le dice a Noé que la razón por la cual un hombre que matara a otro debía morir, es porque es un ser que porta la imagen de su Creador, lo que quiere decir que por ser creado a Su semejanza cuenta con un valor y dignidad intrínsecos. No obstante, es importante comprender que debido al pecado, la capacidad que antes tenía de relacionarse con el Señor ahora ha sido afectada gravemente.
De la misma manera, por causa de la caída, el hombre ya no puede reflejar los atributos de Dios como lo podía hacer antes de desobedecerle, pues, ahora su carácter se encuentra manchado por el pecado de modo que por más que intente, no puede comunicar correctamente la bondad, la justicia, la santidad del Señor, y en lugar de glorificarlo, frecuentemente lo que hace es todo lo contrario puesto que cuando hace algo bueno, lo hace con motivaciones egoístas y pecaminosas.
Por otro lado, hay que aclarar que el pecado no destruyó las habilidades con que fue creado, sino que ahora las utiliza de una manera incorrecta. Por ejemplo, el hombre no perdió su capacidad de adorar, sino que está inclinado a la idolatría, de manera que, en lugar de adorar al Dios verdadero, adora falsos dioses que crea según su vana imaginación, y esto es lo que muestra el apóstol Pablo en el capítulo uno de Romanos. En otras palabras, dado que en un principio fue creado para relacionarse con su Creador, por causa del pecado esa relación ha sido afectada y en vez de buscar a Dios, busca otras cosas.
Así mismo, la caída también distorsionó la imagen de Dios en el hombre en función de su relación con los demás. Esto se puede ver rápidamente en la Biblia en el momento en el que Caín se levanta contra su hermano Abel y le quita la vida (Génesis 4). Ahora bien, es interesante notar que todo ser humano, creyente y no creyente es un portador de la imagen de Dios, y es algo que no se puede perder por completo, porque hace parte de la misma naturaleza del hombre. Tampoco se puede aumentar o disminuir por las fuerzas o iniciativa propia. Así lo expresa Michael Heiser en el diccionario bíblico lexham:
Todo ser humano, independientemente de su etapa de desarrollo, es imagen de Dios. No hay forma de aumentar la imagen por medio de alguna habilidad, física o espiritual, ni condiciones parciales de la imagen.[1]
Sin embargo, hay esperanza para todo aquel que cree en Cristo para salvación, pues, en Él, que es la imagen perfecta del Dios invisible, el hombre es restaurado progresivamente a Su semejanza a través del proceso de santificación. De hecho, ese es el propósito por el cual Dios predestinó a Su pueblo; ser conformados a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29).

LA IMAGEN DE DIOS RESTAURADA EN LA REDENCIÓN

El apóstol Pablo escribió en 2 Corintios 3:18 que el creyente es transformado de gloria en gloria a la imagen de Dios, en proporción a su contemplación de la gloria del Señor, por el Espíritu Santo. Hablando de la restauración de la imagen a través de Jesucristo, el diccionario de temas bíblicos dice que: “La imagen divina es renovada en todo aquel que está unido a él por la fe”.[1] De modo que, debido a la unión con Cristo, el hombre que estaba usando sus habilidades de una manera incorrecta, ahora puede comenzar a usarlos correctamente.
Anothony Hoekema habla en su libro de las tres direcciones en las que el hombre funciona y a través de las cuales debería reflejar la imagen de Dios; hacia el Señor, hacia los demás, y hacia la creación.[2]Por causa de la caída, estas tres direcciones quedaron distorsionadas. Ahora, con la obra del nuevo nacimiento y por el poder del Espíritu Santo, el hombre comienza a moverse de otra manera en estas tres direcciones, de manera que comienza a relejar nuevamente al Señor, no perfectamente, pero sí en medio del proceso de santificación, va siendo restaurado y revestido del nuevo hombre creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:23). Así lo expresa Hoekema:
En esta renovación de la imagen una vez más se nos capacita para vivir en amor, en tres direcciones: hacia Dios, hacia el prójimo, y hacia la naturaleza. En otras palabras, la renovación o restauración de la imagen de Dios significa que el hombre una vez más recibe poder para funcionar adecuadamente en su triple relación.[3]
Por consiguiente, es importante aclarar, que, si bien es cierto que la restauración de la imagen es una obra del Espíritu Santo, no obstante, el creyente también toma parte en el asunto, ya que se trata del proceso de santificación, que no es otra cosa que ser cada vez más como Dios es. De modo que, no se puede pretender que la persona que está siendo restaurada permanezca quieta en medio del proceso, ya que la Escritura manda al creyente a imitar a Dios (Ef. 5:1), a dejar a un lado la vieja naturaleza, para ser cada vez más como Cristo (Ef. 4:23). Sin embargo, de este lado del cielo no se alcanzará la plenitud de la imagen, sino que esta será perfeccionada hasta el día de Jesucristo (Fil 1:6).

LA IMAGEN DE DIOS PERFECCIONADA EN LA GLORIFICACIÓN

El apóstol Juan escribió en su primera carta que cuando Cristo venga por segunda vez, el creyente será tal como Él es (1 Juan 3:2). De la misma manera, Pablo escribió que, así como el hombre es portador de la imagen distorsionada de Adán, así también (el que está en Cristo) será portador de la imagen del Señor de una manera perfecta (1 Cor, 15:49). Esta es la promesa y esperanza del evangelio; que finalmente lo que fue distorsionado por causa de la desobediencia de un hombre, está siendo restaurado progresivamente gracias a la obra santificadora del Espíritu Santo, y llegará el día en el cual la imagen será perfeccionada de manera completa en los cielos nuevos y la tierra nueva. Grudem escribió:
La medida plena de nuestra creación a la imagen de Dios no se ve en la vida de Adán que pecó, ni tampoco en nuestra vida ahora, porque somos imperfectos. Pero el Nuevo Testamento hace hincapié en que el propósito de Dios al crear al hombre a su imagen quedó realizado completamente en la persona de Cristo Jesús,[1]
De ahí que la Escritura insiste frecuentemente en ser conformados a la imagen de Cristo, pues, Él es la imagen misma de su sustancia, el resplandor de la gloria de Dios (Hebreos 1:3). Así que, el Señor Jesús vivió su vida en la tierra reflejando de manera perfecta la imagen de Dios, demostrando la forma como el hombre debe relacionarse con Dios, con el prójimo, y con la creación.
De esta manera, aunque el pecado llevó al hombre a moverse en estas tres relaciones de una manera equivocada y pecaminosa, no obstante cuando el Señor salva a alguien, comienza a ser restaurado progresivamente, de modo que estas tres relaciones comienzan a ser restauradas también, y aunque de este lado de la eternidad no alcanzará la perfección, la esperanza del evangelio muestra que en la glorificación, el que haya creído en Cristo para salvación será mucho mejor que aún el primer hombre, pues, allí ya no habrá mas muerte, y ya no podrá volver a pecar, sino que será una imagen perfecta de Dios por toda la eternidad. Todo esto es una realidad gracias a la obra redentora de Cristo, como lo expresa Carl F.H. Henry en el diccionario de teología:
Puesto que Cristo venció el pecado en la carne, y levantó la naturaleza humana a la gloria en su resurrección y ascensión, la humanidad caída nuevamente tiene la perspectiva de la gloria espiritual a través de una conformidad final y completa a la imagen de Cristo (1 Jn. 3:2).[2]
Así que, mientras llega ese momento, el creyente tiene la responsabilidad y el llamado de parte de Dios a seguir creciendo constantemente para ser cada vez más como el Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

En conclusión, se ha presentado el panorama bíblico sobre la imagen de Dios en el hombre, de tal manera que se pudo evidenciar lo que la Escritura enseña sobre el tema, y cómo este se desarrolla a lo largo de la revelación bíblica, y aunque no hay mucha información en la Palabra de Dios, ni mucho detalle, se pudo demostrar lo que implica el ser creado a la imagen de Dios; ser un reflejo y un representante del Señor en la tierra, haciéndolo visible a través de la forma como debía vivir y relacionarse en las tres direcciones; con Dios, con el prójimo y con la naturaleza.
En definitiva, se evidenció que la caída afectó profundamente la imagen de Dios, distorsionándola de tal manera que el hombre ya no podía reflejar de la misma manera los atributos de Dios, ni tampoco podía representarlo correctamente debido a su pecado, pues, todo intento de hacer algo que pudiera reflejarlo, estaba manchado por la maldad de su corazón. Sin embargo, se demostró que, por medio de la redención llevada a cabo por Cristo, el hombre cuando es salvado de su condición caída y es regenerado, comienza a ser restaurado de manera progresiva, donde va creciendo cada vez más a la imagen de Dios, hasta llegar a ser perfecto en la nueva creación, cuando el Señor regrese.
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