Cinco Panes y dos peces

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¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?" Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan". Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "
PRIMER PAN: VIVIR EL MOMENTO PRESENTE:
Pero en mi mente surge claramente una palabra que disipa toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh, obispo misionero en China, pronunció cuando fue liberado después de doce años de cautiverio: «He pasado la mitad de mi vida esperando». Es una gran verdad: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: «Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor». No es una inspiración improvisada, sino una convicción que he madurado durante toda la vida. Si me paso el tiempo esperando, quizá las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte.
No tengo nada, ni un céntimo,
excepto mi rosario
y la compañía de Jesús y María.
De camino a la cautividad he orado:
«Tú eres mi Dios y mi todo».
Jesús,
ahora puedo decir como san Pablo:
«Yo, Francisco, prisionero de Cristo,
"ego Franciscas, vinctus Jesu Christi
pro vobis"» (Ef 3, 1).
En la oscuridad de la noche,
en medio de este océano de ansiedad,
de pesadilla, poco a poco me despierto:
«Debo afrontar la realidad».
«Estoy en la cárcel. Si espero
el momento oportuno
de hacer algo verdaderamente grande,
¿cuántas veces en mi vida se me presentarán
ocasiones semejantes?
No, aprovecho las ocasiones
que se presentan cada día
para realizar acciones ordinarias
de manera extraordinaria».
Jesús.
Segundo Pan Escoge a Dios y no a sus obras.
«Escoge a Dios y no las obras
de Dios». «Sí, Señor, tú me mandas aquí para ser
tu amor en medio de mis hermanos, en el ham-
bre, en el frío, en el trabajo fatigoso, en la humi-
llación, en la injusticia. Te elijo a ti, tu voluntad;
soy tu misionero aquí».
Tercer Pan La Oración.
Me viene a la mente una historia, la del viejo Jim. Cada día, a las 12, Jim entraba en la iglesia
por no más de dos minutos y luego salía El sacristán, que era muy curioso, un día paró a Jim
y le preguntó:
-¿A qué vienes todos los días?
-Vengo a rezar.
-¡Imposible! ¿Qué oración puedes decir en
dos minutos?
-Soy un viejo ignorante, rezo a Dios a mi ma-
nera.
Luego solo en el asilo decía, soy feliz
Ustedes, cuando reciben a diario una visita,
¿no son felices?
-Claro. Pero ¿quién viene a visitarte? Nunca
hemos visto a nadie.
-Cuando entré en esta sección les pedí dos si-
llas: una para ustedes, y otra reservada para mi
huésped, ¿no ven?
-¿Quién es tu huésped?
-Es Jesús. Antes iba a la iglesia a visitarlo;
ahora ya no puedo hacerlo. Entonces, a las 12,
Jesús viene.
-Y ¿qué te dice Jesús?
-Dice: ¡Jim, aquí estoy, soy Jesús!...
Antes de morir lo vimos sonreír y hacer un
gesto con su mano hacia la silla cercana a su ca-
ma, invitando a alguien a sentarse... Sonrió de
nuevo y cerró los ojos.
Cuarto Pan la Eucaristía:
Nunca podré expresar mi gran alegría: todos
los días, con tres gotas de vino y una gota de agua
en la palma de la mano, celebraba la misa.
«Tú crees en una sola fuerza: la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre del
Señor que te dará la vida. "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (]n 10,
10). Como el maná alimentó a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, así la Eucaristía te alimentará en tu camino de la esperanza (cf. Jn 6,50)» (El camino de la esperanza, n. 983)
Quinto pan Amar hasta la unidad, el testamento de Cristo
Esa cruz y esa cadena las llevo conmigo todos los días, no porque sean un recuerdo de la prisión, sino porque indican una convicción mía profunda, son un constante reclamo para mí: sólo el amor cristiano puede cambiar los corazones, no las armas, las amenazas ni los medios de comunicación.
Una noche me viene un pensamiento: «Francisco, tú todavía eres muy rico. Tú tienes el amo de Cristo en tu corazón. Ámalos como Jesús te ama». A la mañana siguiente empiezo a amarlos, a amar a Jesús en ellos, sonriendo, intercambiando palabras amables.
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