Diferentes, poderosos en Dios, humildes y unidos
En Espíritu y en Verdad • Sermon • Submitted • Presented
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El propósito de honrar a Jesús
En un mundo en el que existe tanta confusión, necesitamos cada vez más tener las cosas claras, entender claramente los conceptos, y muy especialmente todo lo que tiene que ver con el mundo espiritual y la obra de Dios.
Los que creemos en Jesús hemos sido transformados. Sí, aparentemente somos como todos los demás, caminamos, comemos, hablamos y demás, pero somos diferentes desde lo más profundo de nuestro ser. Cualquier persona que decida recibir a Jesucristo como su Salvador y Señor experimenta un cambio profundo, radical, completo. El Espíritu Santo, Dios mismo, poderoso agente de la creación y de todo lo que Dios hace, habita en todos aquellos que creen en Jesús.
Ahora, en cuanto a eso especialmente, hay cosas que tienen que quedar muy claras.
No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
Si ignoramos ciertas cosas, si no nos informamos correctamente, si no tenemos claros los conceptos, podemos ser conducidos al error y mal dirigidos malintencionadamente. Por eso tenemos que erradicar la ignorancia en cuanto a los asuntos espirituales en nuestra vida, y para eso está la enseñanza del Señor en su Palabra. No ignores.
Antes de conocer a Jesús, todos nosotros éramos confundidos, llevados de una parte a otra por malos maestros. Una vez que Dios empieza a obrar en nuestras vidas por medio de su Espíritu Santo eso se termina.
Pablo sentía la necesidad de que este concepto quedara cristalinamente claro:
…os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
Una aclaración radicalmente importante en cuanto a la obra de Dios en la vida de los discípulos de Cristo: el propósito es la honra y la exaltación a Jesús, el reconocimiento de quién es y su grandeza.
¿Alguien maldice a Jesús o lo considera innecesario, descartable, sin importancia? Esa persona no está siendo inspirada por el Espíritu de Dios, por más que lo parezca.
Los que han nacido de nuevo y están experimentando la obra del Espíritu Santo en sus vidas se someten, fielmente y con alegría, a la autoridad de Jesús, a quién declaran Señor, a quién se someten deliberadamente.
Unidad en la diversidad
Ya sabemos que todos somos diferentes. Podemos llegar a parecernos, podemos tener cosas en común, pero en realidad todos somos distintos.
En la época en que vivimos se enfatiza mucho la integración y la aceptación mutua a pesar de que seamos diferentes. Claro que ahora hemos llegado a asumir que ciertas diferencias son características de nuestra identidad y no producto de nuestras decisiones, erradicando así el conflicto moral. Pero de algo podemos estar seguros: somos todos diferentes unos de otros.
¿Se puede esperar unidad a pesar de lo diferentes que somos?
Esto es justamente a lo que tenemos que apuntar cuando se trata de la obra de Dios en nosotros y la iglesia de Jesucristo. Dios nos hizo diferentes, obra en cada uno de una manera particular, los conduce a diferentes experiencias y nos habla de distinta manera a cada uno, pero obra en nosotros para que permanezcamos en una unidad que solamente Él puede producir en nosotros.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
A ver si podemos tomar esto de una manera personal. Tú creíste en Jesús, aceptaste que Él, siendo el Hijo de Dios, fue enviado para pagar con su sangre el rescate de tu vida, recibiendo sobre sí mismo todo el peso de la ira de Dios contra tus pecados. Así te salvó, y a partir del momento en que le abriste las puertas de tu corazón, su Espíritu Santo está obrando en tu vida. A lo largo de tu desarrollo espiritual te has encontrado con otros que también han creído en Jesús, y no debería sorprendernos que todos ellos son diferentes a nosotros, y al mismo tiempo, Dios obra en cada uno de ellos de una manera diferente también.
…hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Dios está obrando en ti, en mí y en cada uno de nuestros hermanos a nuestro alrededor, los que están cerca y los que están lejos. ¡Gloria a Dios! ¡Necesitamos su obra en nuestras vidas!
Parte del problema que a veces enfrentamos en nuestras iglesias es que podemos caer en el error de esperar que a todos nos suceda lo mismo, de la misma manera, en el mismo orden. Y no sucede así.
Dios obra en medio de la diversidad.
Dios nos creó diferentes, y conoce exactamente lo que cada uno de nosotros necesita para su crecimiento espiritual y nuestro servicio a Él.
Y tal vez esa sea la clave más importante: ¿a quién estás sirviendo?
Entiende bien lo que enseña este pasaje: podemos experimentar diferentes manifestaciones de la obra de Dios en nuestras vidas, pero la fuente, Dios mismo, es la misma. Un solo y único Dios está haciendo su obra en tí, en mí y en cada uno de los que hemos creído en Él
Aquí se habla de tres aspectos de la obra de Dios en nosotros:
Dones - “Karismatas”, obras poderosas de la gracia de Dios en nosotros, capacidades sobrenaturales con las que Dios dota a sus hijos.
Ministerios - “Diakonías”, áreas particulares de servicio a las que somos llamados por nuestro Señor. Junto con el llamado viene la capacitación.
Operaciones - “Energemas”, maneras en las que Dios opera poderosa y sobrenaturalmente en la vida de aquellos que creen en Jesús. Pueden ser manifestaciones o experiencias que no se vuelven a repetir (como los anteriores).
No sé si lo percibes, pero cuando se habla de la obra de Dios en los discípulos de Jesús por medio de su Espíritu, inmediatamente se empieza a hablar de la iglesia, no de creyentes individuales y separados.
Ese eres tú. Aquí estamos hablando de ti, que has aceptado que Jesús sea tu Salvador. El Espíritu Santo está obrando en tu vida, te ha otorgado capacidades especiales y poderosas, sobrenaturales, te ha llamado a servirle en medio de su iglesia de alguna manera especial, conforme a su poder y sus planes, y se manifiesta poderosamente en tu vida de maneras especiales.
Ahora, presta atención a esto para que te quede muy claro:
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
Cada uno de los que hemos creído en Jesús experimenta la manifestación de su presencia y su obra en nosotros, y esa manifestación es para bien, hace algo productivo, que nos hace bien, a nosotros y a quienes nos rodean.
Sí, el Espíritu Santo lo llevamos en lo más profundo de nuestro ser, pero se manifiesta, se da a conocer, da muestras de su presencia en nuestras vidas.
Entonces el apóstol cita algunos ejemplos:
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
Entendamos que estos son algunos ejemplos de las maneras que Dios se puede manifestar en medio de su iglesia. ¿Te das cuenta de que las manifestaciones de la obra de Dios que son mencionadas aquí tienen que ver con el cuidado interpersonal de los que forman parte de la iglesia?
A este una cosa, al otro, otra, pero todos tienen “algo” de parte de Dios, una manifestación de la presencia y la obra del Espíritu Santo en su vida.
Cada uno de los hijos de Dios se caracteriza por algo en particular, ni mejor ni peor, sino diferente y para la gloria de Dios.
¿De qué manera se está manifestando el Espíritu Santo en tu vida?
No esperes que su manifestación sea como la que ves en la vida de alguien más.
Pregúntale al Señor qué está haciendo en tu vida, cuál es tu don, cuál es el área de servicio en la que quiere que participes, cómo se va a manifestar en tu vida.
A pesar de que nos veremos diferentes, estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu. ¡Tenemos mucho - lo más importante - en común! Esto es lo que nos hace identificarnos unos con otros, lo que nos convoca a reunirnos, cuidarnos unos a otros y ponernos de acuerdo para hacer la obra de Dios.
Pero además, observa cómo la obra de Dios en nosotros no se sujeta a la intencionalidad ni la voluntad de ninguna persona, líder o maestro: …repartiendo a cada uno en particular como él quiere. La obra de Dios es como Él quiere, no como a nosotros se nos ocurre.
Dios nos creó en Cristo Jesús para ser diferentes, y de esa manera obra en cada uno de nosotros.
Un cuerpo
Para recibir la salvación en Cristo Jesús, cada persona debe tomar su propia decisión. Una esposa no puede hacer que su esposo, su hijo, su padre o su hermano sea salvo. Cada uno tendrá que tomar su propia decisión.
Pero a partir de la decisión de una persona para recibir a Jesús como su Salvador y Señor, Dios le integra a su pueblo, la iglesia, que es su obra.
Observa como en este pasaje se usa la ilustración (la comparación) del cuerpo para que entendamos de qué manera funciona la iglesia.
Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Nuestro cuerpo tiene muchos miembros y órganos, todos diferentes entre sí, con diferentes formas, colores, capacidades, funciones, características. Así somos también nosotros de diferentes. Pero así como los órganos unidos entre sí componen un solo cuerpo, lo mismo sucede en la iglesia, donde siendo todos diferentes, recibiendo diferentes manifestaciones de la obra de Dios, constituímos una unidad.
Es por eso que a la iglesia le llamamos “el cuerpo de Cristo”.
Tú y yo somos diferentes, pero formamos parte del mismo cuerpo y tenemos que colaborar para la misma causa, aunque lo hagamos de manera diferente.
Cuando creímos en Jesús se cumplió lo que fue anunciado por Juan el Bautista, fuimos sumergidos (bautizados) en el Espíritu Santo. Allí es donde se terminaron las diferencias. Ya no somos americanos, colombianos, mexicanos o uruguayos. Somos todos uno en Cristo Jesús, ciudadanos del Reino. Porque hemos recibido el mismo Espíritu.
Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
La iglesia no está compuesta por una casta de iluminados que actúan como si fueran robots, hablando todos igual, actuando todos de la misma manera, con los mismos gustos o preferencias. Somos diferentes.
Eso es una llamada de atención muy particular, siendo que vivimos en un mundo que nos provoca constantemente a la competencia con los demás y a ser mejores en algún sentido que los otros. Eso no tiene que suceder en la iglesia de Jesucristo.
Imagínate que vienes a la iglesia, y de alguna manera alguien ha sido de bendición para ti, y empiezas a admirar a esa persona. Puedes llegar a pensar que en esa persona sí que el Espíritu del Señor está obrando, y podrías llegar a concluir que como tú no eres como él o ella, entonces no formas parte del cuerpo. ¡Cuidado con eso! ¡No caigas en ese error!
Si todos fuéramos iguales, la iglesia sería un monstruo, no un cuerpo. ¿Te imaginas toda la iglesia siendo nada más que una inmensa oreja compuesta por muchas pequeñas orejas? ¡Sería horrible!
Dios creó un cuerpo en Cristo Jesús, compuesto por diferentes miembros y órganos que funcionan armoniosamente (presta atención a esa palabra, “armonía”) para el desarrollo de la obra de Dios.
Dios sigue queriendo obrar en la comunidad en que vivimos, hasta que Cristo regrese, y quiere usarnos a nostros como el cuerpo de Cristo.
Ningún hermano le puede decir a los otros que no los necesita, o que tal o cual hermano o hermana es descartable, prescindible.
¡Nos necesitamos!
¿A quién se le ocurrió hacer las cosas así?
Dios ordenó el cuerpo…
Observa la obra de bendición que Dios espera que se manifieste en nuestra iglesia:
para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
Que no haya desavenencia, división. Al contrario, que cada uno de nosotros esté atento a la situación y necesidad de los demás, para que todos estemos bien, crezcamos y sirvamos al Padre.
¿La competencia y la envidia? ¡Erradicadas! Cuando un miembro de la iglesia atraviesa un momento de dificultad, todos nos interesamos, ayudamos, intercedemos y le sostenemos. ¿Y si alguno tiene éxito, gana más dinero, es felicitado? ¡Lo tomamos como si fuera una victoria de todos, y nos alegramos con él o ella!
Que así suceda en su iglesia.
Ni mejores ni peores
Entonces, si somos todos diferentes y somos parte del mismo cuerpo, tenemos que aprender a coordinar nuestras diferentes capacidades y áreas de servicio.
Estamos hablando aquí de la obra de Dios en nosotros, no de lo que a nosotros se nos ha ocurrido hacer.
Dios es el que pone a las personas para que cumplan diferentes misiones en la iglesia.
Este pasaje habla de los ministerior, las áreas de servicio.
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
¡Qué riqueza contar con personas que sirvan a Dios conforme a su eterno poder!
¿Se menciona aquí que uno es mejor que el otro? No.
Lo que debemos procurar es que cada uno, conforme a la obra que Dios está haciendo en su vida, desarrolle algún área en la que servirá al Señor y a su familia espiritual.
Dios nos puso así, siendo diferentes, para servir.
Pero cuidado con esto:
¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.
Los dones, los ministerios y las manifestaciones van a ser diferentes. ¿Hacen todos lo mismo o de la misma manera? No. Somos únicos y especiales, y así nos hizo nuestro Señor.
Simplemente procuremos que la presencia y la obra del Espíritu de Dios se manifieste en nuestras vidas para su honra y gloria, teniendo el amor como hermanos como la prioridad. Si no hay amor, nada de eso serviría de nada.
Pero finalmente, la clave es que sirvamos y seamos mayordomos responsables de lo que hemos recibido de Dios.
Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.