Requisitos de los pastores: pureza

1 Timoteo: La casa puesta en orden  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Si alguna vez has aspirado a algún puesto en una empresa, notarás que los empleadores se preocupan por exigir una serie de requisitos que garanticen que el candidato a la vacante está en la capacidad de cumplir con las demandas del cargo.
Algunas empresas se concentran en la experiencia, otros en las aptitudes relacionales, otros en el conocimiento, pero no es muy común ver empresas preocupadas por la vida moral o piadosa del candidato (con algunas excepciones, como los que aspiran a jueces supremos y cargos de naturaleza especial); es un tema en el que en ocasiones hasta tienen prohibido meterse, a menos que se trate de cargos específicos como por ejemplo, si vas a contratar a alguien para cuidar niños, querrás ver que no tienen antecedentes policiales por acoso.
Pero estamos de acuerdo en que en el mundo las cuestiones morales no son abordadas como requisitos fundamentales para ejercer un cargo, es algo como: después que haga su trabajo no me importa lo que haga de puertas para adentro.
Esto es una pena, porque muchas de las fallas en los líderes de empresas e incluso administradores públicos, han comenzado con una grieta en su vida moral o por una cuestión de pureza.
Tal como vimos la semana pasada, en cuanto a los que desean ser pastores, se les considera que aspiran a una vocación digna, pero se requiere de algunos requisitos y el aspecto moral es uno de los más importantes, y la razón es simple, el ministerio pastoral no consiste solo en personas con la capacidad para predicar o liderar, sino que deben vivir como ejemplos o modelos a seguir de madurez o de piedad.
En este pasaje, el apóstol Pablo instruye sobre una lista de 15 requisitos distribuidos en distintas áreas y que deben servir de guía a Timoteo, y por extensión a todas las iglesias, de cuál es el estándar para evaluar a un pastor.  Esto no es algo opcional, es algo imprescindible y sobre lo que no hay margen de negociación.
Algunos han intentado agrupar estos requisitos en categorías para facilitar su estudio, lo cual me parece una estrategia bastante provechosa y es la que vamos a seguir en cuanto a este texto.
Se pueden ver dos grandes grupos que pudiéramos llamar, requisitos positivos (que sea…) y requisitos negativos (“que no sea…”); sin embargo, dentro de estos dos grandes grupos hay otras subcategorías que están relacionadas con temas específicos: La pureza moral,  las relaciones, las aptitudes, la familia, etc.
Hoy nos vamos a concentrar en el primer grupo de requisitos que contemplan la ampliación del requisito padre, el ser irreprensible, esos requisitos son: marido de una mujer, sobrio, prudente y decoroso; entendiendo que estos se enfocan en la pureza moral o el carácter personal del aspirante; sin embargo, por una cuestión de tiempo solo abordaremos el primero en este sermón: marido de una sola mujer.
Lo que haremos será ir por cada uno de estos requisitos, trataremos de explicar el sentido original y luego veremos algunas implicaciones de cada aspecto.
El argumento que quiero proponerles es bastante simple:
Los que aspiran al ministerio pastoral deben ser fieles y leales  a sus esposas.
Veremos esto a la luz de los siguientes encabezados:
Entendiendo el concepto
El caso del divorcio y la viudez
El cuidado de los ojos y la lujuria
La importancia de la esposa en el llamado
Implicaciones para la iglesia
Hoy nos ocuparemos solo del aspecto de la pureza en su vida matrimonial y más específicamente: marido de una sola mujer.

Pureza en su vida matrimonial: marido de una sola mujer

Entendiendo el concepto

Es interesante que el primer aspecto en el que Pablo se enfoca es en el aspecto del matrimonio y la relación del candidato a pastor con su esposa.
Este pasaje ha sido objeto de múltiples interpretaciones a lo largo de la historia de la iglesia, pero nosotros debemos siempre preferir el significado que viene de la lectura más natural del pasaje al tratarse de un instructivo. Creemos que la intención del autor era dar una directriz y que él no estaba proveyendo alguna ambigüedad.
Por lo que, se entiende que lo que se espera aquí para los que aspiran al ministerio pastoral, si están casados, es que sean fieles a sus esposas en todo sentido. Este es un mandato que prohíbe la poligamia y la promiscuidad. Y no es que fuera válida para los otros hombres, sino que ante lo “normal” que eso pudiera ser en el contexto en el que vivían y el todo lo que rodeaba culturalmente a las iglesias gentiles, algunos fueran tentados a ver la relación con su esposa de manera superficial.
Este pasaje no está afirmando que los pastores debían obligatoriamente ser casados, aunque parece que era lo que ocurría generalmente; pero no se puede decir que es algo que el texto manda explícitamente.
Por supuesto, si se trata de alguien que no tiene el don de ser soltero, debería pensarse preferiblemente en candidatos casados, por una razón práctica, como dice Pablo en 1 Corintios 7, por causa de las fornicaciones o las tentaciones.
La idea de todo esto es que el pastor debe ser un ejemplo de lealtad y de fidelidad a su esposa, lo cual transmite que es un hombre confiable.

Sobre los divorciados y viudos

Aunque este pasaje no aborda el tema de los divorciados o los viudos, la implicación es la misma. Un hombre viudo tiene el derecho y la libertad de volver a casarse y parece que eso no representa una violación a este mandato siempre y cuando haya sido fiel a su esposa fallecida y el nuevo matrimonio se dé dentro del marco de un tiempo prudencial.
Sin embargo, para el caso de los divorciados pesa un antecedente de no haber preservado el pacto matrimonial. Es, por supuesto, claro que el Señor perdona el divorcio porque no es un pecado imperdonable; pero eso no implica que la persona deba ser restituida en el ministerio pastoral como si nada hubiera pasado porque ya no es irreprochable.
Algunos apelan al argumento de que si Dios perdona al hombre que se divorció siendo pastor, por qué no habría de ser perdonado por los hombres; pero es que esto no es un tema de perdón o no, sino de ser irreprochable, de no tener áreas donde ser atrapado. La persona puede servir en otras múltiples áreas de la iglesia; pero este pasaje parece dejar en claro que un hombre que estuvo casado y rompe el pacto matrimonial tiene un impedimento para ejercer el ministerio pastoral.
Alguien dirá, ¿pero no es exagerado? No sucede eso con otros requisitos. Sí, es cierto, puede ser que este requisito en particular tenga una carga mayor de consecuencias, pero es que no es algo que se pueda trabajar en el tiempo o enmendar y además tiene una mayor repercusión pública incluso frente a los no creyentes. Una vez se rompe el pacto con su primera esposa y se establece uno nuevo, no puedes simplemente hacer reversa y corregir las cosas, es como que no hay margen, como sucede con otras áreas en las que se tienen un mayor espacio para enmendar y reparar.

En cuanto a la lujuria y el trato a otras mujeres

Pero este requisito no solo tiene que ver con la fidelidad en términos de preservar el pacto matrimonial, sino con la lealtad y el modelar un matrimonio cristiano. Dicho esto, se espera que el ministro sea alguien cuidadoso en sus relaciones con el sexo opuesto.
Pablo le dijo a Timoteo, a las mujeres más jóvenes debía tratarlas como a hermanas y a las mayores como a madres, con toda pureza. Como si fuera su propia sangre.
No se espera que un pastor trate con mayor cortesía y delicadeza a una mujer más que a su esposa. Esto significa también que el pastor o el candidato no debería tratar a las mujeres en una forma distinta, dependiendo de si su esposa está o no presente.
Esta es por cierto una característica de los falsos maestros que Pedro describe en su segunda carta:
Esos falsos maestros son como animales irracionales que viven por instinto y nacen para ser atrapados y destruidos. Se burlan de lo que no entienden, e igual que animales serán destruidos. Su destrucción será la recompensa que recibirán por el daño que han causado. A ellos les encanta entregarse a los placeres perversos a plena luz del día. Son una vergüenza y una mancha entre ustedes. Se deleitan en el engaño, incluso mientras comen con ustedes en las reuniones de compañerismo. Cometen adulterio con solo mirar y nunca sacian su deseo por el pecado. Incitan a los inestables a pecar y están bien entrenados en la avaricia. Viven bajo la maldición de Dios. (2 Pedro 2:12-14 NTV, énfasis añadido)
Los candidatos a pastores y los pastores en oficio debemos ser vigilantes del pecado de los ojos. De la lujuria. Esta es un área en la que muchos gigantes han sido vencidos y derrotados porque no se es cauteloso y reina el exceso de confianza.
No se trata de construir relaciones distantes con las hermanas de la iglesia y llegar a los extremos del aislamiento, lo cual puede ser también un extremo peligroso; es un asunto de ser dueño de sí mismo, entender cuáles son sus debilidades y dónde establecer los límites; al mismo tiempo, de tener una franca rendición de cuentas y una comunicación permanente con su esposa.
Una de las cosas que vemos de los Apóstoles, por ejemplo, en el caso de Pedro, es que él viajaba con su esposa ( 1 Cor 9:5) y de hecho recibía un apoyo económico mayor por parte de la iglesia para esos efectos; pero nos muestra cómo incluso una labor tan loable e intensa como el apostolado no era una salvaguarda de la tentación sexual.
Un pastor, por ejemplo, no debería tener conversaciones con mujeres sin que sean de conocimiento de su esposa en cuanto a la naturaleza de dicha conversación, y no es un asunto de legalismo, es un asunto de prudencia y de entender que el ser pastores o desear el ministerio no nos hace inmunes al pecado. Tampoco debería tener áreas restringidas o privadas de su vida personal a las que su esposa no tenga acceso, a menos que gocen de la confidencialidad pastoral.
Como dijimos en un momento, nadie cae de repente, todo comienza con un deseo y luego va tomando cada vez más fuerza al mismo tiempo que nos engaña con la idea de que podemos tenerlo bajo control y la verdad es que ni siquiera un hombre como David pudo detener la fuerza del río de una tentación sexual.
No se puede coquetear con el pecado, no se puede abrazar fuego sin que los pechos se quemen o caminar entre brasas sin que los pies ardan.

Sobre la importancia de la esposa en el llamado

Los que aspiran a ser pastores deben ocuparse de su matrimonio en primer lugar. Es la primera área donde indagar. En ocasiones ves a pastores felices con el trabajo, pero sus esposas son completamente indiferentes al oficio, es como si viviera en un mundo al que le tocó llegar por obligación y eso es un problema y una bomba de tiempo.
Si alguien piensa que ha sido llamado al ministerio, pero su esposa no tiene ninguna inclinación a acompañarlo en ese oficio, tal vez sea mejor esperar a que el Señor traiga convicción a ella o puede ser esa una de las señales que le muestra que tal vez no está siendo llamado, al menos no en ese momento; pero nunca el ministerio debe ponerse por encima del matrimonio. Eso es un despropósito.
Las iglesias pueden tener otros pastores y a menudo olvidan más rápido de lo que uno piensa; sin embargo, la esposa de un pastor no puede tener otro esposo y es aquí donde este mandato de ser leal se hace relevante.
Una de las primeras cosas que vemos en un candidato al ministerio entonces debe ser su relación con su esposa y que tanta convicción se ve en ella de que su marido está siendo considerado para el ministerio.
Muchas de las caídas de ministros de Dios han estado aquí, en el área del matrimonio, y tal vez ninguna de ellas vino de repente; sino que fue la acumulación de muchas cosas que fueron sucediendo en el tiempo, banderas rojas que todo el mundo, incluso el pastor mismo, decidió ignorar.
Si un hombre no puede liderar, cuidar, proteger y ser leal a su esposa, no está todavía capacitado para ser un pastor.
Así entonces, ¿cómo puede involucrarse una iglesia en el propósito de ayudar a candidatos y pastores en esta área?
Las iglesias locales necesitan entender muy bien la naturaleza del llamado pastoral y los requisitos, porque al final son el objeto del oficio y deben asegurarse no solo de evaluar, sino de cuidar que estas áreas se desarrollen a cabalidad.
Los hombres deben ser vigilantes y proveer relaciones seguras para los pastores o los que aspiran al ministerio a fin de hacerles ver cualquier peligro que ellos estén ignorando
Las hermanas deben trabajar en animar a las esposas de los pastores y ancianos a sobrellevar también la carga, esto es una forma de cuidado y ayuda también a estar cerca en caso de algún peligro que se avecine, permite ver las banderas rojas y cuando aparezcan, no ignorarlas, sino abordarlas de inmediato, siempre con gracia y no con un ánimo contencioso o de juicio apresurado.
Cada quien es responsable de sus pecados, pero no cabe duda que el enemigo cobra un mayor saldo si el que cae en la iglesia en un pecado de adulterio es el pastor o su esposa y es por eso que se debe proveer cuidado vigilante.
Muchos de los casos de pastores que han caído lo han hecho con miembros de su congregación y eso lo hace una estadística aterradora y lo peor es que cuando sucede, los mismos miembros dicen: — es que esto se veía venir—; sin embargo, nunca hicieron nada al respecto. A veces me pregunto si son víctimas de un engaño que nunca previeron o cómplices pasivos que no querían “buscar problemas” o meterse en lo que nadie les había mandado.
La verdad es que aunque todos tenemos derecho a la privacidad, hay un área nuestra que debe estar abierta para ser examinada. Los pastores también son miembros de la iglesia, no están por encima de ella y deben tener exactamente las mismas relaciones de cuidado; eso no riñe ni con su honra y mucho menos con su autoridad.
Todos estamos involucrados en la labor de cuidarnos unos a otros, pero también de cuidar la reputación del evangelio y la dignidad de la iglesia.
Esto no es una invitación a que establezcamos un sistema orwelliano de vigilancia extrema, pero sí que podamos ser conscientes que estamos frente a algo que puede pasar, que esta iglesia no es el cielo y que debemos saber actuar para prevenirlo.
Ahora bien, antes de cerrar este tema, quiero dejar en firme que esto es algo que se extiende perfectamente a toda forma de relación en el marco de la iglesia local.
Puesto que no solo los pastores o candidatos deben ser maridos de una sola mujer, todos los hombres y mujeres de esta iglesia deben vivir con plena conciencia de que lo mencionado aquí tiene una implicación directa para sus vidas.
Esto lo considero importante porque no quisiera que alguien saliera de aquí con la sensación de que gracias a Dios algo tan exigente no es para él. La realidad es que ninguna de estas demandas morales es pedido exclusivo solo para pastores, sino que debe ser la aspiración de todo creyente maduro.
Que Dios nos ayude como iglesia a ser fieles y a observar con cuidado vigilante los unos a los otros para dar así gloria al Señor mientras honramos la reputación del evangelio y de Su iglesia.
Que así sea.
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