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Jonas 4

Jonás 4 Este capítulo marca una época en el desarrollo de la perspectiva del pueblo hebreo. Aquí, tras su arrepentimiento, una ciudad pagana fue perdonada. Es evidente que Jehová era el Dios, no solo de los judíos, sino también de los gentiles. Sin embargo, a Jonás no le gustó la revelación. Se aferró a la amarga estrechez de los prejuicios nacionales, temiendo que cuando su propio pueblo recibiera la noticia del arrepentimiento y la liberación de Nínive, se sintiera alentado en su obstinado rechazo de la Ley de Dios.

Cuántas veces Dios pone calabaceras en nuestras vidas para refrescarnos con su exquisito verdor, y para recordarnos su atento amor. Nuestra inquietud y petulancia no son barreras para su tierna misericordia. El marchitamiento de la calabaza arrancó amargos reproches al profeta, que habría contemplado la destrucción de Nínive sin una lágrima. No se dio cuenta de que para Dios Nínive era todo, y mucho más, de lo que la calabaza era para él. Obsérvese la extrema belleza del versículo final: la permanencia de la ciudad contrastada con la fragilidad de la calabacera. La responsabilidad de Dios por Nínive, a la que había hecho crecer. La preciosidad para Él, no solo de los maduros, sino de los niños y del ganado.

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