El Poder de la Gratitud
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El Poder de la Gratitud
El Poder de la Gratitud
¿A quién le gusta que le digan ingrato o malagradecido? ¡levante la mano! Creo que a nadie, se siente feo que digan que eres malagradecido. Pero ser malagradecido es casi imposible verlo en uno mismo. Puedes “ver o sentir” cuando estás triste, inseguro, enojado, nervioso, pero no cuando eres ingrato y en cuanto te lo dicen te pones a la defensiva y dices ¡no es cierto! Es más común decir a los niños ¡no seas malagradecido, dí gracias! pero no se lo decimos a los adultos, cuando menos no de frente. Si te dicen así, te ofendes porque crees que te acusan de no sentir algo y piensas ¡yo no soy ingrato! claro que soy agradecido y recordamos las cosas por las que estamos agradecidos y aunque digan lo contrario, confirmamos que sí sentimos gratitud.
Así que la ingratitud es difícil verlo en uno mismo por eso nos ponemos a la defensiva y puedes pasar toda la vida siendo ingrato y no darte cuenta. Quizá estás pensando ahora mismo: lo bueno que vino mi esposo, esposa para que escuche esto, o mis hijos, porque ¡ellos no pueden ver que son malagradecidos! pero tú sí lo puedes ver en ellos y seguramente lo verías en ti, si fueras malagradecido, pero ¡no lo eres! La ingratitud y su prima la codicia son difícil de ver en uno mismo.
Lo contrario a ingratitud es ¡gratitud! Si has ayudado a alguien y es agradecido te dan ganas de ser más generoso, pero si no responde con gratitud ¡se te apaga la generosidad! Si has ayudado ¡sabes que es así! Dan ganas de ayudar más a quienes son agradecidos y con quienes se creen con el derecho que los ayudes y dicen ¡debes ayudarme! y no muestran gratitud, no dan ganas de ayudarles. Y la gratitud provoca generosidad.
La ingratitud apaga la generosidad y también apaga la relación. Tenías una relación amable, cálida y de pronto “se apagó”, si revisas esa relación, quizá un factor es que uno de los involucrados empezó a enviar señales de ingratitud y por eso no se quiere ser generoso con el tiempo, las emociones o lo que esperan de ti, pero donde se expresa gratitud, se es generoso. La ingratitud no sólo apaga la generosidad sino hasta la relación.
Lo peor es que no nos damos cuenta, porque pensamos que sí somos agradecidos. No conozco alguien que confiese: mi problema es que soy malagradecido ¡no conozco uno! nadie dice ¡soy codicioso!
Veremos una historia interesante que ilustra este tema que estamos hablando.
“Mientras Jesús seguía camino a Jerusalén, llegó a la frontera entre Galilea y Samaria. Al entrar en una aldea, diez leprosos se quedaron a la distancia, gritando: —¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!” (Lucas 17:11–13, NTV)
En ese tiempo y cultura el leproso era considerado inmundo, por eso era aislado de la comunidad y sólo convivían con otros leprosos. Una enfermedad terrible, ser diagnosticado era convertirse en un apestado, en algunos lugares les ponían campanas para que se escucharan llegar, otros eran forzados a gritar ¡inmundo! Por lo mismo no podían ir al templo a ofrecer sacrificios, no estaban con su familia, no podían trabajar, vivían de lo que la gente les regalaba. Jesús camina y estos hombres le gritan ¡no se pueden acercar! Pero están cerca a ÉL de forma que lo reconocen.
“Jesús los miró y dijo: —Vayan y preséntense a los sacerdotes...” (Lucas 17:14, NTV)
Esto tiene 2 implicaciones. 1, de acuerdo a la ley, cuando un leproso sanaba milagrosamente, no era frecuente, pero pasaba, tenía que ir a que el sacerdote lo revisara y él lo declara sano y decir: “Samael puede regresar a la sociedad”. Jesús les dice que vayan al sacerdote, pero ¿para qué? tienen lepra.
Jesús les pide que hagan algo a ellos, que te lo pide a ti y a mí ¡camina por fe! Acepta Su Palabra y cree que Dios cumplirá lo que dice ¡eso es caminar por fe! Es Jesús diciendo: me dicen Maestro, Salvador, saben quién Soy, que vengo de Dios, han mostrado fe que Soy el Hijo de Dios, si lo creen ¡vayan al sacerdote y preséntense como un acto de fe!
“… Y, mientras ellos iban, quedaron limpios de la lepra.” (Lucas 17:14, NTV)
2, Jesús sabía que al llegar al sacerdote y los viera limpios preguntaría ¿cómo pasó? ver a uno que sana es posible, pero ¡ver a 10 sanos de un jalón no ha sucedido antes! ellos dirán ¿han oído de Jesús? Pues ÉL nos dijo que viniéramos y en el camino fuimos sanos.
Al llegar y verse sanos, les llena de emociones, van al pueblo sonando sus campanas, gritando, después la historia se pone interesante:
“Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: «¡Alaben a Dios!».” (Lucas 17:15, NTV)
El único que regresó; no sabemos si llegó hasta el sacerdote o en el instante que se ve sano regresa, se siente mejor, ve su cuerpo sin llagas, se toca las orejas, la nariz, las puede sentir; después de mucho tiempo ¡ha sanado! y regresa:
“Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano.” (Lucas 17:16, NTV)
Cae al suelo en un acto de gratitud. Lucas dice que era samaritano. Después, Jesús le pregunta algo importante:
“Jesús preguntó: «¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve?” (Lucas 17:17, NTV)
Creo que la mayoría hemos vivido esta tensión con respecto a la gratitud. Jesús ve que algo no está bien. Sólo uno cerró el ciclo con la gratitud. Ahora bien, para los otros 9 hay una pregunta ¿acaso no sanaron todos?
“¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?». Y Jesús le dijo al hombre: «Levántate y sigue tu camino. Tu fe te ha sanado».” (Lucas 17:18–19, NTV)
Aquí termina la historia. Al leerlo es inevitable no sentir algo emocional ¿es posible tal ingratitud? ¿dónde están los otros? ¡ingratos, malagradecidos! Sólo uno regreso ¿cómo es posible? Jesús les devolvió la vida, la familia, un futuro y sólo uno regresa. Los demás siguieron sus vidas.
Ahora bien, es probable que no lo viéramos como una historia de ingratitud, de no ser por el único que regresa. ¿Por qué digo esto? en los otros milagros que narran los evangelios ¿quién ha regresado a decirle gracias a Jesús? Leemos milagros de sanidad y ninguno regresa a agradecer y no por eso hemos pensado ¡qué ingratos!
La mayoría de quienes sanaron hicieron lo mismo que estos 9, aceptaron el regalo y se fueron, aceptaron la sanidad y siguieron sus vidas. Hay que seguir, avanzar y en eso invertimos nuestra energía y pasión. Pensándolo así, no podemos culpar a estos 9. Han sanado, abrazaron a su familia después de mucho tiempo, a sus hijos, tienen mucho que hablar, planear, por eso no lo vemos como una historia de ingratitud, de no ser por éste uno que sí regresa a agradecer .
Imagina que preguntamos a los 9 ¿están agradecidos que Jesús los sanó? ¿qué crees que dirían? ¡claro que sí! ¡muy agradecido! Se lo he dicho a mi familia, que Jesús me sanó. Iremos a la sinagoga y diremos que Jesús nos sanó, ¿por qué me preguntas si estoy agradecido? ¡mi corazón está lleno de gratitud! Tengo muchos momentos que me siento agradecido.
Sin embargo, vemos sólo 1 que regresó y Jesús pregunta ¿no eran 10? sólo regresó el que no es judío ¡un samaritano! Los otros 9 no se ven como ingratos, de la misma forma que nosotros no lo vemos en nosotros mismos. No les pasó por la mente que dejaron algo pendiente.
Es precisamente este el problema de muchos actualmente, sienten gratitud, pero no lo expresan, no lo actúan. Puedes decirle a tus amigos que estás agradecido con tus padres, pero a tus padres ni se lo has dicho ni lo has demostrado. Quizá hay alguien en tu vida que te ha ayudado, y no lo dice, pero quizá se pregunta ¿no eran 10? ¿no estuve ahí cuando más lo necesitó?
La gente que no dice que está agradecida, está diciendo que no es agradecida. La gratitud que no se dice, sí dice: ingratitud. La gratitud que se expresa confirma: estoy agradecido y lo demuestro. Sabemos que aun cuando no se dice que hay gratitud ¡sí hay gratitud! Pero como no se dice, dice lo contrario a la gratitud que se siente.
Como los 9 leprosos nos enfocamos en lo que sigue, en los pendientes que dejamos. En la enfermedad, la crisis, el sufrimiento, hacemos promesas, compromisos, pero al sanar, nos caen todos los pendientes, lo que debemos hacer, de modo que dejamos para después, todo lo dicho durante la aflicción. Ahora ya estoy sano, sin la crisis ¡a seguir avanzando! Ahora tengo otra oportunidad, a servirme con la cuchara grande, ahora tengo el título, el dinero, el negocio y si te preguntan si estás agradecido por haber sanado, dirás ¡claro que sí y mucho! Pero no lo dices, mucho menos lo actúas o lo demuestras. Y si no estuviera dando este tema ¡ni siquiera te verías como mal agradecido con Dios!
Además el no ser agradecido es una forma de rechazo. Imagina que has preparado algo especial para tu esposo, esposa, hijos, lo planeas con semanas de anticipación, te limitas en muchas cosas para hacerlo, el día de la sorpresa le llamas, lo reciben, lo miran por 10 segundos y se levantan a seguir viendo la serie, o tienen tarea. ¿Cómo te sentirías? triste, enojado, decepcionado; ahora imagina que los detienes y les preguntas ¿no están agradecidos por lo que les dí o hice? ¿qué te dirán? ¡claro que sí! Pero como no expresaron lo que sintieron, el mensaje que llegó fue otro, fue de rechazo.
Es como sí hubieran dicho: no estamos agradecidos ¿por qué deberíamos estarlo? eres mi papá, mamá, cónyuge, hijo; es tu responsabilidad, deja que sigamos nuestro día. Y tú vas a sentir algo que ellos no quisieran que sintieras, pero es real, está ahí.
Como padre o madre de pronto te sientes el cajero: dame zapatos, carro, ropa, y lo haces con gusto, pero después de un tiempo que no expresen gratitud; te empiezas a preocupar, te sientes usado, rechazado y piensas ¡no agradecen lo que hago! Si la gratitud no se expresa es como si no existiera. Jesús dice ¿no fueron 10?
Esto pasa en todos los seres humanos, si no decimos gracias, el mensaje que damos es ¡lo merezco! ¡es tu obligación! o ¡tú no tuviste nada qué ver en lo que tengo!
Dios nos creó con algo muy especial, todos somos atraídos por la aceptación, gravitamos hacia ambientes de aceptación y nos alejamos de ambientes de rechazo. Si estás en una relación que se dicen y demuestran gratitud, esa relación va al corazón. Si no lo haces, harán cosas, la relación seguirá, pero se están empujando a tener una relación sin corazón.
¿En quién pensaste? ¿qué persona vino a la mente? ¿a quién no has expresado gratitud? ¿puedes actuar con humildad y decirle: gracias, se que eres mi papá, mamá, jefe, hijo, pero quiero decirte gracias por lo que haces por mí.
“Jesús preguntó: «¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve?” (Lucas 17:17, NTV)
Cuando a tu hijo le dan un regalo y apenas lo agarra, lo suelta, sale corriendo, la mamá lo detiene y le dice ¿cómo se dice? ¿qué falta? ¿por qué mamá dice eso? porque sabe que tiene que cerrar el círculo. El hijo ni idea de qué tiene qué decir, mamá le dice: gra…, gratis ¡no! Gracias y él repite, la mamá respira aliviada de no criar un hijo ingrato. ¿Por qué? porque de forma intuitiva sabe que la gratitud que no se expresa, sí expresa ingratitud, rechazo, soberbia.
Al no pagar la deuda de gratitud es vivir con soberbia; no digo gracias, porque soy distraído, además es su obligación ¡lo merezco! ¡esto lo hice yo solito! y eso es un concepto muy inflado de uno mismo. ¡Cuidado!
“El orgullo va delante de la destrucción, y la arrogancia antes de la caída.” (Proverbios 16:18, NTV)
Vivir con gratitud se expresa, sabes, no hay persona arrogante que sea agradecida ¡no existe! Pero no hay persona humilde que no sea agradecida. No sé qué es primero, si el arrogante que no sabe decir gracias o porque no sabe decir gracias es arrogante. El humilde dice gracias o porque dice gracias es humilde.
Este pasaje nos invita a ser de los que regresan, a expresarlo, a decirle gracias a quienes te han ayudado; hay muchas personas que te hay ayudado, invertido, te dieron trabajo, oportunidades, te recibieron, amaron, aconsejaron, por su ayuda seguiste adelante. La pregunta es ¿estás dispuesto a ser de los que regresan?
Si algo en ti dice: ¡esto no es para mí! Yo ni soy malagradecido, ni soberbio, lo que pasa es que no me dejo convencer por nadie, soy de pocas palabras, si lo hago es humillarme. Pero, si escuchaste este tema, si estás aquí, es porque este tema ¡es para ti! lo necesitas más que otros, pero eso es la voz de la soberbia, del orgullo. La forma de evitar seguir así es ser pro activo, decidir ser el que regresa. No dejaré pasar la oportunidad de expresar y actuar gratitud. ¿A quién agradecer? si no sabes a quién ¿empieza con los maestros de tus hijos en la iglesia infantil? Al terminar diles: ¡gracias!
Varones, quizá no hoy porque se darán cuenta que es por el tema, espera unos 3 o 4 días y dile que tuviste una revelación y le quieres decir ¡gracias!
Mujer, tu esposo o pareja te ha servido, quizá sientes que lo mereces por lo que pasó el mes pasado o que es su obligación, pero, si tú no expresas gratitud, te hace ser ingrata. Mira a los ojos de tu esposo y sin reírte, dile ¡gracias!
Hijos, están en una cultura que motiva la ingratitud. Te hace sentir merecedor de todo, que eres el centro de todo, pero no es así, se tú de los que regresan, se de esos raros que dicen: gracias mamá, gracias papá, gracias, dilo en persona, de tu viva voz, no lo pongas en Insta. Esta cultura te dice que no le debes nada a nadie, que lo mereces, que para eso son tus padres, te digo ¡no creas esa basura!
Algo más importante ¿eres agradecido con Dios? Aquí puede ser engañoso, porque es más fácil decirle a Dios mil veces ¡gracias, gracias, gracias! y no tener una actitud o acción de gratitud. ¿Cómo decirle a Dios que estás agradecido? ¡con tu acción! ¡tu obediencia! Cada uno sabrá en qué área aplicar este principio. Si estás agradecido con Dios ¡actúalo!
El día de hoy es una buena oportunidad, para decirle gracias. Vamos a compartir la comunión, después tendremos la oportunidad de decirle gracias por medio de nuestra obediencia en diezmos y ofrendas de una manera real, práctica, porque es a ÉL quién le damos nuestra obediencia.
Palabra de Dios
Oremos