La presencia de Dios en la casa

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2 Samuel 6:10–12 “De modo que David no quiso traer para sí el arca de Jehová a la ciudad de David; y la hizo llevar David a casa de Obed-edom geteo. Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa. Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios. Entonces David fue, y llevó con alegría el arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David.”
El arca del pacto era el símbolo más importante de la religión hebrea. Se ubicaba en el lugar santísimo y representaba la presencia divina en medio del pueblo para proporcionar fe, sustento y poder a Israel. Pero Saúl la sacó de aquel sitio y la comenzó a llevar a la guerra para asegurar la victoria. Sin embargo, los filisteos la tomaron como botín y la llevaron como trofeo al templo del dios Dagón. La consecuencia de tal sacrilegio fue el juicio de Dios sobre los filisteos y su divinidad inútil. Israel estuvo sin el arca bastante tiempo. Al llegar David buscó traerla de nuevo a Jerusalén. Una tragedia sucedió en el camino y murió un varón en el trayecto (2 Samuel 6:6, 7). El temor cayó sobre el pueblo y el rey, y no completaron el viaje. Mientras se decidía qué hacer, el arca se llevó a casa de un levita de nombre Obed-edom (2 Samuel 6:8–10). Al paso de los meses corrió la noticia de que en ese hogar se manifestaba una prosperidad especial (2 Samuel 6:11, 12).
“Los padres son mucho más que el canal escogido para que las necesidades temporales de los hijos sean atendidas. Los padres creyentes son el canal escogido para que la gracia de Dios sea administrada de forma fiel a los hijos.”
Veamos las formas en las que la casa es bendecida cuando la presencia de Dios reposa en ella.
Kevin es un niño de 8 años, alumno de segundo año en una escuela de las que atiendo, lo llevaron al salon ya que en repetidas ocaciones le ha pegado a niños de su salon, mencionaba que el no habia roto una cafetera y sus compañeros decian que él lo habia hecho. Enseguida escuché como estaba su familia y luego entendí del porque de su situación, inmediatamente lo que hice fue orar por él y pedirle que su situación cambie.
1. La presencia de Dios bendice el hogar cambiando el ambiente espiritual
Obed-edom era un levita que tenía una casa común hasta que llegó el arca. El juicio sobre Uza, de seguro produjo temor de Dios en los miembros de la familia. El arca les recordaba que el Señor estaba allí, por lo que seguramente las personas empezaron a reverenciar a Jehová en el lugar. Cambiaron las reglas de conducta y se aplicó más cuidado en las palabras y las acciones, porque tenían mayor conciencia de que el Altísimo los observaba a cada instante. En el trato entre esposos, o padres e hijos, incluso entre los trabajadores de la casa se notó una diferencia provocada por el conocimiento de la cercanía de la gloria celestial. El símbolo de la presencia divina ya no existe, pero la realidad de que Dios está siempre presente es innegable. El Salvador del mundo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Pablo afirma que Cristo habita por la fe en nuestros corazones. Jesús habló del Espíritu Santo morando con nosotros permanentemente. Es necesario que invoquemos a diario el nombre del Señor en nuestro hogar, que fluyan en casa la alabanza y la adoración, que en las recámaras, la cocina, el comedor y el patio alguna voz publique la gloria del Padre celestial. De modo que el mover y la percepción del Espíritu Santo nos sea manifiesto. Que Jesucristo sea rey soberano de nuestra familia.
2. La presencia de Dios bendice a las familias prosperando a la familia entera
El Señor bendijo al hombre y a la familia que recibió el arca en su casa. Esa bendición fue notoria a la comunidad. En tres meses ocurrió un cambio drástico. El ambiente era especial y en las propiedades hubo fruto y bonanza. Los campos del varón fueron fértiles, los ganados productivos, todo se incrementó. Jehová estaba contento con quienes lo recibieron con amor y reverencia. A Uza lo mató y sobre su hogar vino desgracia por irreverente, pero a Obed-edom le iba bien. La Biblia dice que bendijo su casa y todo lo que tenía (2 Samuel 6:11). La presencia de Dios en ese lugar trajo grandes beneficios. El Señor recompensó la fidelidad de ese hogar. El Todopoderoso aprecia mucho a las familias que abren las puertas a su divina presencia. En cada hogar que se recibe con amor y reverencia al Señor las bendiciones económicas y materiales se derraman. No buscamos a Dios para que nos prospere, pero el éxito y la prosperidad son una consecuencia de honrar al Eterno. Es importante y necesario que le demos honra y gloria a Jehová en nuestra casa. Que lo hagamos sentirse a gusto y esté contento con el trato que le damos. Que le demos el primer lugar en todo. De pronto nos vendrán toda clase de recompensas. Padres e hijos contaremos con el apoyo divino en todo proyecto que emprendamos, nos volveremos productivos y prósperos. La presencia de Dios en nosotros hará la diferencia.
3. La presencia de Dios hace que la bendición en la familia sea testimonio atractivo para otros.
Al principio nadie quería el arca porque la relacionaban con juicio y muerte (6:6–9). Pero la bendición divina sobre la familia de Obed-edom hizo que la perspectiva cambiara. Los que vieron el favor del Señor sobre la casa del levita llevaron la noticia al rey de todos los bienes que ellos disfrutaban a causa de la presencia de Jehová. David pensó que esa prosperidad se necesitaba en todos los hogares de Israel, y se consagró a la tarea de regresar el arca a Jerusalén. Preguntaron a Obed-edom qué había hecho para evitar la ira de Dios y obtener la gracia, y prepararon el retorno. Muchas ocasiones atravesamos problemas familiares y probamos amargura. Pero ninguna crisis es eterna cuando la presencia de Dios llega a nuestro hogar. Si el Señor es bien recibido en casa se producirán cambios para bien. Su gracia nos llevará por el camino de paz, de triunfo y de esperanza. Será tan fuerte la bendición que los demás parientes y vecinos se darán cuenta de que el Todopoderoso está con nosotros. El bien y la misericordia nos seguirán todos los días. Probaremos el sabor del éxito como resultado de la bienhechora presencia divina. Tendremos no sólo un testimonio de salvación, sino de prosperidad. Nuestra situación económica y material cambiará. Otras personas desearán la bendición y tendremos oportunidad de testificar que todo lo que somos y tenemos es gracias a que el Eterno nos cobija. Entonces el evangelio de Cristo alcanzará nuevos hogares a través de nosotros. Conclusión
Educar en y desde la fe significa dejar en el corazón de los hijos algo vital que les puede servir como un poderoso recurso a lo largo de toda su vida. Educar por fe significa evidenciar ante nuestros hijos que hay realidades poderosas más allá de nuestros sentimientos o nuestros buenos deseos. El mundo sobrenatural se abre con naturalidad en la familia por medio de la oración y la confianza en la sabiduría implícita en la Palabra de Dios. Si no damos respuesta a esa dimensión espiritual, a menudo las personas la llenarán con otras cosas, que aún siendo buenas las van a absolutizar, tratándose en realidad de cosas temporales o efímeras.
No es buen testimonio que la gente siempre nos vea en necesidad. Los vecinos y familiares no tienen por qué compadecernos ni menospreciarnos. Oremos al Señor que llene nuestra casa con su presencia, que cada miembro de la familia experimente el toque poderoso del Espíritu Santo. Pidamos a Dios que repose en nuestras habitaciones y que señoree en el hogar. Honrémoslo de corazón y esperemos en su gracia por todas las bendiciones y las evidencias de prosperidad que nos vendrán. Glorifiquemos a Jehová diariamente, practiquemos su alabanza, leamos y obedezcamos su Palabra y preparémonos para disfrutar de sus riquezas en gloria que serán derramadas sobre nuestra generación.
Ejercicios 1. Testifique brevemente del cambio en el ambiente de su casa desde que la presencia de Dios llegó.
2. Cite dos formas en que ha visto la prosperidad en su casa como resultado de la presencia divina.
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