Atributos de Dios con las criaturas de voluntad libre
Los Atributos de Dios • Sermon • Submitted • Presented
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1. Dios es Santo
1. Dios es Santo
Cuando tocamos el tema de Dios es trascendente, habíamos mencionado que Dios es ontológicamente Santo, es decir apartado o distinto de toda esencia creada. Ahora estamos hablando de la otra definición de santidad, su santidad ética, es decir su separación de todo lo pecaminoso o moralmente malo.
La santidad de Dios es básicamente su perfecta excelencia moral, esto tiene un aspecto positivo como negativo.
El aspecto positivo es lo que Dios es, es decir lo que es en pro, a favor, el aspecto negativo, es lo que Dios no es, lo que él está en contra.
Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.
sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
Positivamente, Dios es santo, significa que él es perfección y pureza moral absoluta, pero no se limita a eso, sino que también tiene su celo por la rectitud moral en sus criaturas. Esto lo lleva tanto a demandar santidad en nosotros como a deleitarse en ella.
Salmo 24:3–4 (RVR60)
¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño.
El ama justicia y juicio; De la misericordia de Jehová está llena la tierra.
Negativamente, Dios no solo se deleita en la santidad que muestran sus criaturas, sino que está en absoluta oposición y total odio en contra del quien no practica la santidad.
Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
No harás así a Jehová tu Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
La santidad de Dios en estos dos aspectos se manifiesta hacia sus criaturas de voluntad libre en la forma de ley, que se refiere a cualquiera de los preceptos y mandamientos que el Dios Creador ha impuesto sobre nosotros como criaturas. Es decir, es la voluntad preceptiva de Dios.
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
Dios nos da su ley simplemente porque él es un Dios santo que tiene un celo infinito por lo bueno y lo malo. Los mandatos de la ley son en su mayor parte el espejo o la transcripción de su propia voluntad; ellos son la santidad de Dios en forma imperativa y verbalizada.
Además, las penas y maldiciones prescritas por la ley reflejan el odio santo de Dios hacia el pecado (ver Deuteronomio 28:15; Gálatas 3:10).
Ser santo como Dios es santo (1 Pedro 1:15–16) es amar su ley y odiar el pecado proscrito por ella (Salmo 1:2; 119:47, 97, 126–127).
Como un atributo de Dios, la santidad es revelada a sus criaturas incluso donde no hay pecado presente (p.ej., Génesis 2:15–17). Pero cuando el pecado entra en la arena de la creación, la santidad divina se manifiesta en toda su majestuosa gloria, especialmente en la forma de celo e ira.
2. Dios es amor
2. Dios es amor
La Biblia efectivamente declara el amor infinito de Dios. Su amor es dirigido hacia el mundo entero de seres humanos (Juan 3:16; ver 1 Juan 2:2; 4:10). En tiempos del Antiguo Testamento él amó a Israel con un amor especial (Deuteronomio 10:15; Jeremías 31:3; Miqueas 7:18–20), y en tiempos del Nuevo Testamento este amor especial es dirigido hacia la iglesia (Efesios 5:25–30; Colosenses 3:12; 1 Juan 3:1; 4:19).
Para entender la naturaleza del amor de Dios debemos notar la variedad de términos bíblicos que lo representan.
La principal palabra en el Nuevo Testamento es ágape (verbo, agapao), aunque phileo se usa dos veces (Juan 5:20; 16:27). El primer término se refiere a una genuina preocupación por el bienestar de otros; el segundo se refiere al afecto que uno tiene por un amigo.
La principal palabra en el Antiguo Testamento es ‘ahab y sus términos afines; su significado es similar a ágape. Otras palabras en el Antiguo Testamento son chesed, que significa un afecto genuino de misericordia; chashaq, “desear, amar, encariñarse con”; chapets, “favorecer, deleitarse en”; y ratsah, “deleitarse en, complacerse en”.
Es importante notar que para representar el amor de Dios se usa más de una palabra bíblica, porque algunas veces se establece una definición limitada y distorsionada de ella, basada en el significado de una sola palabra, generalmente ágape.
El término ágape es entendido correctamente como el cuidado y preocupación desinteresados por la felicidad y bienestar de otro, y esto es por cierto el corazón del amor de Dios. Pero nuestro entendimiento global de la naturaleza amorosa de Dios debe basarse en el cuadro bíblico total, no solamente en una sola palabra.
¿Cómo, entonces, definiremos el amor de Dios? El amor de Dios es su afecto generoso y preocupación desinteresada que lo lleva a procurar activamente la felicidad y el bienestar de sus criaturas que llevan su propia imagen. Esta definición incluye cuatro elementos básicos.
El primer elemento es en realidad la esencia de ágape, que es interés. Dios está genuinamente interesado en nosotros y le importamos; él está interesado en nuestro bienestar. El sincera y desinteresadamente quiere bendecirnos. Él no nos ignorará ni será indiferente hacia nosotros.
El segundo elemento es abnegación. Él desea darse a sí mismo de cualquier manera necesaria para lograr la felicidad de sus criaturas. El comparte su poder y bondad con nosotros en la abundancia del mundo creado; él se comparte a sí mismo con nosotros en comunión y comunicación. En su acto culminante de entrega, él se dio a sí mismo a nosotros en la encarnación del Logos como Jesús el Cristo, quien se entregó a la muerte en nuestro favor.
El tercer elemento del amor de Dios es acción. El amor divino no permanece interno a Dios; él lo exterioriza actuando en beneficio de aquellos a quienes él ama. Su amor se encarna en sus bendiciones providenciales (Mateo 5:43–48), en su disciplina (Proverbios 3:11–12; Hebreos 12:5–6) y en la cruz (Juan 3:16; 15:13).
El cuarto aspecto del amor divino es afecto, un elemento a menudo omitido por aquellos que excluyen todo sentimiento de Dios o quienes olvidan que el amor de Dios es más amplio que ágape. Varias de las palabras mencionadas anteriormente incluyen sentimientos de afecto y deleite.
Para describir la relación de Dios con su pueblo, la Escritura usa a menudo analogías que encarnan un tierno afecto: las relaciones entre padre e hijo (Oseas 11:1, 4; Romanos 8:15), madre e hijo (Isaías 49:15; 66:13), esposo y esposa (Oseas 3:1; Efesios 5:25) y pastor y rebaño (Ezequiel 34:11–22; Isaías 40:11; Juan 10:11).
Estas analogías nos enseñan por cierto que el amor de Dios es cálido y tierno y profundamente personal. Ver también Isaías 30:18; Jeremías 31:20; Oseas 11:8; Mateo 23:37.
El amor de Dios es su afecto generoso y preocupación desinteresada que lo lleva a procurar activamente la felicidad y el bienestar de sus criaturas que llevan su propia imagen.
Esta definición incluye 4 elementos: interés, abnegación, acción, y afecto.
El amor de Dios es infinitamente rico y profundo, un hecho que se aprecia en la ilimitada abundancia de sus dones de creación y providencia (Hechos 14:17; 1 Timoteo 6:17; Santiago 1:17). Sin embargo, su asombrosa profundidad se hace aún más prominente en la manera que responde a la presencia del pecado entre sus criaturas humanas.
Cuando el pecado entra en el cuadro, su amor se despliega en la forma de misericordia, paciencia y gracia. Estos atributos de amor serán tratados en la siguiente sección principal.
3. Santidad y Amor
3. Santidad y Amor
Es crucial que tengamos un apropiado entendimiento de la relación entre el amor de Dios y la santidad de Dios. La tentación es hacer de uno de ellos el atributo primario o inclusivo, dejando al otro simplemente como una de sus muchas expresiones.
La santidad de Dios y el amor de Dios son dos atributos distintos e igualmente fundamentales de Dios, no siendo uno la expresión del otro.
El amor y la santidad son dos lados igualmente fundamentales de la naturaleza de Dios, “el que puede salvar y perder” (Santiago 4:12). “Mira, pues, la bondad y severidad de Dios” (Romanos 11:22). Aunque cada lado es templado por el otro, cada uno puede ser expresado independientemente del otro.
La incapacidad de entender este punto lleva a la confusión en el área de la ética, donde cuestiones serias como la guerra, la pena capital y la justicia social se deciden erróneamente sobre la falsa presuposición de un Dios que sólo es amor.
También lleva a la confusión en el área de la Cristología, donde se interpreta la cruz como una influencia moral sobre los pecadores en vez de un sacrificio propiciatorio necesario para aplacar la ira de Dios.