PELEANDO LA BUENA BATALLA - Parte III
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Lectura: 1 Timoteo 1:18-20.
Oración
Una de las escenas más comunes en las series animadas es el momento en que el personaje principal debe tomar una decisión difícil o se enfrenta a un dilema moral, y en sus dos hombros aparecen inmediatamente dos personas, por un lado un angelito y por el otro un diablito. Cada una de estas dos mini personitas intenta persuadir al personaje principal para que siga su consejo. El angelito, por una parte, intenta convencer al personaje de que tome la decisión correcta, la más ética. Mientras que por otra, el diablito intenta minimizar la culpa que siente el personaje principal y le anima a decidir aquello que no está bien.
Esta escena tan común ilustra una realidad que todo ser humano ha vivido en algún momento. Verás, el ángel representa la conciencia de la persona, aquella que le dice lo que debe hacer, aquella que le advierte de las consecuencias y que lo hace sentir culpable cuando desobedece. Por su parte, el diablito representa a los deseos del personaje, deseos que no siempre son buenos, sino que pretenden satisfacer lo que el personaje quiere a pesar de que no esté bien.
De la misma manera, aunque, no tan gráficamente como en los dibujos animados, los seres humanos contamos con una conciencia que, de cierta forma nos exhorta cuando estamos en situaciones similares, una conciencia que pretende guiarnos no solo en nuestra toma de decisiones sino en todo nuestro actuar. Una conciencia que, cuando hemos hecho algo que sabemos no está bien, nos hace sentir culpable y muchas veces no nos deja ni dormir.
Esta conciencia es tan poderosa en el ser humano que ha llevado a muchos al suicidio por no poder librarse de la culpa. Mientras que otros, movidos por sus conciencias, toman decisiones que no son tan beneficiosas en lo personal porque prefieren dormir con una conciencia tranquila.
La conciencia es uno de los regalos más maravillosos que Dios ha dado al ser humano. Sin embargo, en nuestro tiempo actual, la conciencia es vista de una manera tan negativa hasta el punto de ser menospreciad y silenciada. Cada vez más son las personas que creen que la conciencia es el resultado de un constructo social, o de la religión y que debe ser rechazada para que el individuo verdaderamente se desarrolle y sea libre.
Es así como muchos silencian la conciencia y dan rienda suelta a sus deseos. Aunque, no sin antes pagar un precio alto, claro está.
Esta lucha contra la conciencia es experimentada por todos en algún punto de nuestra vida, pero para el cristiano, es algo constante ya que la conciencia forma una parte muy importante de la batalla que todo creyente debe pelear.
Para los incrédulos, la conciencia puede ser silenciada, sin embargo, para un cristiano maduro, lejos de callarla, esta se convierte en un constante recordatorio de cuán Santo es Dios, y cuán pecador es uno mismo. Tan importante es la conciencia para la vida del cristiano, que se hace referencia a ella en 31 oportunidades en todo el Nuevo Testamento. Tan importante, que cuando Pablo exhorta a Timoteo para que pelee la buena batalla cristiana, le anima a que lo haga manteniendo una buena conciencia.
Y amada iglesia, si nosotros queremos pelear bien la batalla de la vida cristiana, debemos también hacerlo manteniendo una buena conciencia. Mi intención esta tarde es ayudarte a que aprendas a pelear la buena batalla de la vida cristiana con una limpia conciencia. Así que, nuestro argumento para hoy es el mismo que hemos tenido en los últimos tres sermones anteriores:
Argumento: “La vida cristiana es una batalla que debe pelearse manteniendo la fe y la buena conciencia.”
Hace un par de semanas comenzamos a ver cómo se pelea la buena batalla, y observamos la fe desde dos perspectivas, la primera de ella: 1) es la fe como una confianza personal en el Señor; y 2) la fe como el conjunto de verdades o doctrinas que se dicen acerca de Jesús. Mantener la fe en ambos aspectos es fundamental, no podemos pelear la batalla de la vida cristiana si no guardamos y protegemos la verdad, y mucho menos si no nos aferramos a ella en nuestros corazones.
I. ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA?
I. ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA?
El día de hoy veremos la otra cara de la moneda. Pelear la buena batalla de la vida cristiana requiere que también mantengamos una buena conciencia. Sin embargo, esto será muy difícil si primero no entendemos qué es y cómo funciona la conciencia.
De modo que, lo primero que pretendo explicar desde la Escritura es qué es la conciencia.
Lo primero que debemos decir es que la conciencia está inseparablemente conectada a nuestra moralidad, y con nuestro conocimiento del bien y del mal. La conciencia tiene el propósito de guiar nuestras decisiones y acciones en concordancia con lo que creemos que es correcto o incorrecto. La Biblia nos dice en Romanos 2:14–15 “Porque cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por instinto los dictados de la ley, ellos, no teniendo la ley, son una ley para sí mismos. Porque muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos”.
De este texto aprendemos lo siguiente:
Todo ser humano tiene una conciencia dada por Dios. El pasaje nos dice que los gentiles, a quienes Pablo usa como sinónimo de incrédulos en Romanos 2, también tienen una conciencia que refleja que tiene suficiente conocimiento de los que es bueno y malo. Esto demuestra que Dios no solo nos dio una conciencia sino que también nos dio un conocimiento moral suficiente como para que conozcamos su ley, al menos de manera intuitiva.
En segundo lugar, nos dice que la conciencia está relacionado con nuestra mente o nuestros pensamientos. La conciencia no es una parte física del ser humano, sino que es una parte inmaterial. Esto no quiere decir que no sea real, solo que no es física. Esto es importante, porque cuando nos duele una parte física del cuerpo, el remedio es un tratamiento físico. Pero cuando nos duele la conciencia, lejos de necesitar un medicamento, lo que necesitamos es una medicina para el alma. Hablaremos de esto más adelante. Pero también es importante porque es algo que no es visible para los demás, y como veremos más adelante, cuando se hace referencia a la conciencia, generalmente se hace referencia a que se presenta delante de Dios o de uno mismo. La conciencia no es perceptible a los demás, es una lucha conmigo mismo, es una lucha interna delante de Dios.
Y en tercer lugar, este pasaje en Romanos nos muestra que la conciencia nos defiende o nos acusa. Nos hace sentir justificados o culpables, nuevamente, no es delante de los hombres, sino delante de Dios y de nosotros mismos.
En Romanos 9:1 leemos “Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo,” Los que Pablo estaba queriendo decir es: “Estoy diciendo la verdad, y mi conciencia está tranquila delante de Dios”
El pastor y profesor del seminario teológico en Minneapolis, Andrew Naselli, define la conciencia de la siguiente manera: “La conciencia es la noción que tienes de lo que crees que está bien y está mal en un momento determinado de tu vida.” Es importante el aspecto temporal de la conciencia, ya que lo que creemos que está bien o está mal puede cambiar con el tiempo.
De modo que, tal como indica el prof. Andrew Naselli, y mucho más importante aún, cómo nos indican estos pasajes en Romanos, la conciencia actúa según lo que una persona cree que es bueno o malo, acusándola o defendiéndola delante de Dios.
II. LA IMPORTANCIA DE LA BUENA CONCIENCIA
II. LA IMPORTANCIA DE LA BUENA CONCIENCIA
Por esta razón la conciencia es de gran importancia, porque nos advierte del mal, nos causa dolor espiritual porque hay algo que está mal, hay algo que no funciona bien en nuestra vida. Y de la misma manera que en como el dolor físico nos advierte de que hay algo mal en nuestro cuerpo, y que necesitamos algo para aliviarlo, así también la conciencia nos advierte de que hemos hecho algo mal.
En muchas ocasiones, nos aleja de las personas y no nos permite tener conexiones íntimas con otros pues nuestra culpabilidad está delante de nosotros todo el tiempo, y eso pasa en las relaciones más cercanas. Una de las cosas más terribles que puede ocurrir en un matrimonio, es que nos sintamos culpables en nuestras conciencias, es posible que el esposo o la esposa no se den cuenta de lo que está ocurriendo, pero el temor a ser descubiertos o la culpabilidad que siempre está en la conciencia comienza a alejar a un cónyuge del otro.
De hecho, nada causa más alivio a las personas que poder calmar sus conciencias.
Una de mis películas favoritas es “El Patriota”. En una de las escenas, Benjamin, el protagonista le cuenta a su hijo mayor una de sus anécdotas de guerra en la que había asesinado a muchos soldados franceses, y al final añade: “aún veo sus rostros, aún sigo oyendo sus gritos”. si has visto la película, sabrás que estos actos de guerra marcaron la conciencia del personaje interpretado por Mel Gibson, a tal punto que vive con el temor de que Dios le haga pagar por sus pecados al asesinar de manera tan cruel al pelotón francés.
Ésa era su conciencia acusándole constantemente, día y noche.
Esta es la gran realidad a la que las personas desean escapar, sus conciencias. Pero es imposible, no se puede escapar a la conciencia, pues está en nuestra mente. Es una parte que siempre está presente en nosotros. Es culpabilidad constante que nunca nos deja lleva a las personas a intentar callarla por medio de los vicios, bien sea el alcohol o las drogas, o incluso, en nuestros tiempos modernos, los videojuegos y el entretenimiento.
Conexión con el evangelio: Amado amigo que nos visitas hoy, o incluso, tú que has asistido a la iglesia por varios años, pero que en tu conciencia sabes que nunca ha habido un verdadero nuevo nacimiento, a ti quiero dirigirme en este momento, si alguien pudiera conectar un proyector a tu conciencia, ¿veríamos una conciencia limpia y tranquila delante de Dios? O, por el contrario, ¿veríamos una conciencia que constantemente te acusa y que intentas callar?
La Biblia nos dice que no podemos callar la conciencia, así que hacemos es ignorarla o cauterizarla, esto quiere decir, quemarla con un hierro como el que se usa para quemar una herida para dejar de sentir dolor. Cuando hacemos esto, no estamos resolviendo el problema, lo que estamos haciendo es perdiendo sensibilidad en la conciencia, es decir, como cuando nos quedamos una parte del cuerpo y ya no sentimos en la piel. Esto no resuelve el problema, pero aún lo agrava.
La respuesta para la conciencia que te acusa delante de Dios y de ti mismo no es ignorarla ni quemarla, pero tampoco son las buenas obras. Es posible que intentemos hacer cosas buenas para compensar las cosas malas que sabemos que hacemos, y así poder calmar nuestras conciencias, pero esto solo funciona temporalmente. Tampoco es la religión, en Hebreos 9:9 el autor aborda este tema haciendo referencia a los sacrificios que se practicaban en el Antiguo Testamento y nos dice lo siguiente: “Esto es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto,”
Por eso quiero dirigirme a ti, porque al igual que tú, todos los que hemos creído en Cristo hemos enfrentado el mismo problema con nuestras conciencias. La diferencia ya hemos encontrado la solución.
Amado amigo, no silencies ni ignores tu conciencia, tráela a Cristo para que la limpie y te de perdón. En la Biblia leemos en Hebreos 9:13–14 “Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno Él mismo se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?”
Solo Cristo puede aliviar y purificar nuestras conciencias al otorgarnos el perdón de nuestros pecados, y declarándonos justos delante de Dios, a través del sacrificio que hizo a nuestro favor. Verás, Cristo no nos pide que limpiemos nuestras conciencias antes de venir a Él. Él nos invita a venir a la cruz para que en su sacrificio nuestras conciencias sean limpiadas y purificadas, quitando la culpa y justificándonos delante de Dios. Por eso los creyentes podemos afirmar, sin temor a ser orgullosos que vamos a ir al cielo. No porque seamos perfectos o nos creamos perfectos, sino porque Dios ha limpiado nuestros pecados y nuestras conciencias y nos ha declarado inocentes aunque no lo seamos realmente.
Y esto mismo, amado amigo, es ofrecido hoy delante de ti. No silencies ni quemes tu conciencia, sino ven a Cristo quien te dará el perdón absoluto de tus pecados y limpiará tu conciencia para que ahora sirvas al Dios vivo.
Si esto es algo que deseas hacer hoy, por favor, házmelo saber al final de culto, me encantaría hablar contigo sobre esto.
LA RAÍZ DE TODA APOSTASÍA
De modo que, la conciencia es de suma importancia, porque nos hacer sentir culpables demostrando que algo está mal. Ignorarla solo creará en nosotros un patrón para la maldad. Esto es lo que había llevado a los pastores en Éfeso a pervertir el evangelio, el haber ignorado la conciencia. 1 Timoteo 1:19 “guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe.” La frase “que algunos han rechazado” en el idioma original es una cláusula aplicada únicamente a la buena conciencia, y lo que nos indica es que por cualquier motivo, los pastores en Éfeso comenzaron a enseñar doctrinas extrañas, y cuando sus conciencias los confrontó, respondiendo ignorándola.
Más adelante, en 1 Timoteo 4:1–2 leemos que lo que comenzó con ignorar terminó por cauterizar la conciencia. Escuche lo que dice este texto 1 Timoteo 4:1-2 “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, mediante la hipocresía de mentirosos que tienen cauterizada la conciencia.”
Juan Calvino en su comentario sobre este texto dijo: “Algunos por ambición, y otros por avaricia, extinguieron en su vida el verdadero temor de Dios. Una mala conciencia es, por tanto, la madre de todas las herejías; y vemos que un gran número de personas, que no habían abrazado la fe con honradez y sinceridad, se precipitaron como bestias brutas en los arrobamientos de los epicúreos, de modo que su hipocresía se hizo manifiesta”
Cuando un líder ignora o quema su conciencia, extinguiendo así el verdadero temor a Dios, entonces, no tiene ya ningún freno para comenzar a enseñar cualquier cosa contraria al evangelio. La razón por la que muchos falsos maestros enseñan un evangelio de la prosperidad es porque ya sus conciencias están silenciadas. No les importa jugar con las personas ni explotarlas para llenarse los bolsillos. Por eso Timoteo debía tener una conciencia limpia, porque ésta iba a ayudarle en su ministerio a ministrar con fidelidad, temor y reverencia a Dios.
Por eso la conciencia es tan importante en la batalla de la fe. Una mala conciencia no nos permitirá luchar hasta el final, sino que es el primer paso en la apostasía. La forma en cómo se describe a Alejandro y a Himeneo en esta carta es como aquellos que naufragaron en la fe. Muchos de nosotros hemos visto la película Titanic, y una de las escenas más impresionantes es ver como una barco tan grande y majestuoso terminó en una completa ruina lleno de óxido, consumido por las profundidades del mar. Eso es un naufragio, y eso es lo mismo que ocurre con aquellos que rechazan la conciencia en su ministerio.
EL EJEMPLO DE PABLO Y SU CONCIENCIA
Ahora bien, podríamos preguntarnos, ¿cómo se mantiene una buena conciencia? Y en especial, aunque no exclusivamente, ¿cómo los pastores, que son los líderes de la iglesia, pueden mantener una conciencia limpia? Tener una conciencia limpia no es igual a ser perfecto o no pecar jamás, después de todo, sabemos que no hay hombre que no peque en este mundo. Todos seguimos luchando con el pecado, algunas veces mejor y otra veces no tanto. Pero es importante afirmar con toda convicción que es posible mantener una buena conciencia delante de Dios, de nuevo, en especial pero no exclusivamente, los líderes. Miremos el ejemplo del apóstol Pablo:
Hechos de los Apóstoles 23:1 “Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dijo: «Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia».”
Hechos de los Apóstoles 24:16 “»Por esto, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres.”
2 Corintios 4:2 “Más bien hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.”
El autor del libro de Hebreos dice Hebreos 13:18 “Oren por nosotros, pues confiamos en que tenemos una buena conciencia, deseando conducirnos honradamente en todo.”
En todos estos textos se nos muestra que es posible tener una conciencia limpia delante de Dios, cuando se procura vivir de tal manera que se ajusta a los que creemos es lo que Dios manda de nosotros. Es decir, tanto Pablo como el autor de Hebreos, y Timoteo, procuraban ajustar toda su vida al conocimiento que tenían acerca de Dios y su voluntad. Esto no quiere decir que no pecaran, sino que genuinamente se conducían conforme a los mandamiento de Dios, rechazando cualquier motivación oculta. De hecho, parte de mantener una conciencia limpia era reconocer su propio pecado delante del Señor.
Esto amados, no es visible sino hasta el final. No podemos ver lo que ocurre en la conciencia de los pastores, pero podéis ver si naufragan o no en su ministerio. Ningún pecado escandaloso aparece de repente en la vida de los pastores. Muchos hombres en el ministerio han quedado descalificados por temas morales, otros porque motivados por su avaricia usan la verdad para la ganancia deshonesta, pero la realidad es que estos pecados no aparecieron de la noche a la mañana, sino que fueron el resultado de no haber mantenido una conciencia limpia en su ministerio, hasta que la silenciaron y pagaron el precio.
Y esto es lo que Pablo manda a Timoteo, que pelee la buena batalla de la vida cristiana manteniendo una buena conciencia delante de Dios, y evitar así el naufragio en su ministerio.
III. LA CONCIENCIA DEL CREYENTE
III. LA CONCIENCIA DEL CREYENTE
Pero, nos solo de Timoteo, sino que es algo que la Escritura manda a todo creyente. De hecho, solo por mencionar un ejemplo, Pablo mismo usa la conciencia como la razón por la cual los creyentes debemos someternos a los gobernantes. Lea conmigo Romanos 13:1–5 “Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos. Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, pues es para ti un ministro de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo. Por tanto, es necesario someterse, no solo por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.”
Es decir, la vida pública y cívica del creyente debe seguir su propia conciencia. Por eso digo, en especial, pero no exclusivamente los pastores. Todo cristiano debe seguir la conciencia. Ahora bien, también es cierto que la conciencia no es la última autoridad, la Palabra de Dios es la última autoridad. Es más, la misma Escritura nos muestra que la conciencia del creyente puede ser débil.
En 1 Corintios 8:7-12 Pablo aborda esto. Quiero que lo leamos juntos por un momento.
Una conciencia débil consiste en una conciencia que es hipersensible. Es decir, reacciona y acusa ante cosas que no son verdaderamente pecaminosas. Una conciencia cauterizada es una conciencia que ha perdido sensibilidad ante el pecado, pero el extremo opuesto es una conciencia débil. Es una conciencia que acusa cuando realmente no hay pecado.
En el caso del pasaje anterior, estábamos viendo que se trataba de la comida que era sacrificada a los ídolos. Pablo argumento que esa práctica no era realmente pecaminosa, explicando que los ídolos realmente no existen (1 Corintios 8:4), y que además todo lo que existe en la creación le pertenece al Señor (1 Corintios 10:25-26). Sin embargo, en ningún momento exhorta a los débiles a dejar de seguir sus conciencias (Romanos 14). La pregunta es porqué.
¿Por qué es pecado ir en contra de la conciencia aunque ésta sea débil?
La razón por la que es pecado ir en contra de la conciencia, no es porque lo que se hace sea pecado en sí mismo. Pablo acaba de argumentar lo contrario, ni comer ni no comer es pecado, pero aún así hacer lo uno o lo otro en contra de la conciencia es pecado. La razón, amados, es que ir en contra de la conciencia lastima tu conciencia y crea un patrón en el que la persona se acostumbra a ignorar la conciencia. Y cuando la conciencia nos advierta de algo que sí es pecado, estaremos tan acostumbrados a ignorarla que no tendremos cuidado de lo que hacemos. El pecado está en el hecho de que ignorar la conciencia hace que la persona se acostumbre a no escucharla, y por tanto, la va silenciado poco a poco.
Es como aquella persona que ve un testigo del coche encendido y comienza a ignorarlo, hasta que ya no le molesta ni la luz ni el ruido del coche. Lo que ocurrirá es que otro testigo saltará, y a pesar de ser grave la avería, la persona está tan acostumbrada a ignorar las alertas que no prestará atención a la avería, hasta que ya sea demasiado tarde.
Por esta razón, aunque no sea pecado lo que nuestra conciencia juzga, es correcto delante de Dios seguirlo para evitar caer en patrones o costumbres peligrosas.
Dicho esto, todavía hay creyentes que siguen sintiéndose culpables por sus pecados, y creo que esto puede ser por dos razones: 1) Porque creen que hay pecados que no han sido perdonados completamente; y 2) Porque hay conductas pecaminosas que practican constantemente sin experimentar libertad.
Y esto nos lleva a la parte final de nuestro sermón de hoy, las aplicaciones.
¿Cómo podemos mantener una buena conciencia para pelear la buena batalla de la vida cristiana?
APLICACIONES:
Pecados que crees que no son perdonados: En primer lugar, si crees que aún hay pecados que no han sido perdonados completamente, amado hermano, quiero animarte a ver la cruz. Cuando el Señor Jesús dijo “consumado es”, lo dijo porque su obra es completa y suficiente. Ya no queda nada más que añadir al trabajo de Cristo en la cruz. Y esto significa que todos tus pecados, los que cometiste antes de conocer al Señor, los que cometes ahora siendo cristiano ya, y los que cometerás en el futuro, todos esos pecados ya han sido perdonados completamente y para siempre. Vuelvo al texto en Hebreos que leímos anteriormente. Hebreos 9:13 “Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne.” Amado, Cristo ya te ha limpiado, no debes vivir sintiéndote culpable por pecados del pasado, Cristo ya te ha hecho acepto delante de Dios para siempre.
Pecados que seguimos cometiendo: Pero, en segundo lugar, es posible que tu conciencia te esté juzgando y haciéndote sentir culpable por prácticas pecaminosas que aún mantienes ahora. Si este es el caso, amado, te animo -con mucho temor también por mi propia vida- te animo a que te arrepientas y te alejes del pecado. En este caso, la culpa es una gracia de Dios que te está advirtiendo de que lo que estás haciendo no es agradable a él. Y en este caso, la confesión de tus pecados es indispensable. En 1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.” Este texto dice que si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos pero también para limpiarnos de nuestra maldad, y esa limpieza también incluye tu propia conciencia. Si estás batallando con el pecado, me ofrezco para caminar contigo y esta lucha.
Instruye tu conciencia con la Palabra de Dios: Y esto, quizás es más para aquellos hermanos que tengan una conciencia débil. Una conciencia débil es aquella que tiene una hipersensibilidad y juzga las cosas que no son pecado. La única forma de instruir tu conciencia para fortalecerla es alinearla con la Palabra de Dios. Aquello que juzgas, ¿es claramente condenado en la Palabra de Dios? o, por el contrario ¿es algo que has aprendido o que no te gusta porque en tu cultura no se hacía de esa forma? Un ejemplo en mi propia vida era el tomar cerveza. En Venezuela culturalmente es negativo tomar cerveza, y en ese contexto mi conciencia hacía bien en juzgarlo como malo, sin embargo, al llegar a España rápidamente me di cuenta que se trata de un pecado cultural pero no es así en la Palabra de Dios. Si bien es cierto que no debemos emborracharnos, el beber una cerveza no es pecado. Si tienes una conciencia débil, el Señor te manda a seguir tu conciencia pero sin juzgar a los demás. En Romanos 14:3 Pablo se dirige a los de conciencia débil y les dice Romanos 14:3 “… el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado.” Instruye tu conciencia y no juzgues a los demás cuando la Biblia no lo hace. Estarás en pecado si lo haces.
Considera la conciencia de los demás: Pero esto me lleva a hablar a los de una conciencia fuerte. Generalmente las personas con una conciencia practican su libertad de una manera orgullosa y sin amor. Cristo nos ha dado libertad, por ejemplo, para tomar cerveza, pero practicar esa libertad que Cristo te ha dado sin considerar la conciencia de tu hermano es pecado. Amado, déjame decirlo claramente, tu libertad cristiana está sujeta a la conciencia débil de tu hermano. Si lastimas la conciencia de tu hermano, escucha bien, estás pecando contra Cristo mismo. Quiero que leas conmigo dos pasajes 1 Corintios 8:12–13 “Y así, al pecar contra los hermanos y herir su conciencia cuando esta es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si la comida hace que mi hermano caiga en pecado, no comeré carne jamás, para no hacer pecar a mi hermano.” Y si a un “cristiano” no le importa pecar contra Cristo porque prefiere disfrutar de su libertad cristiana, entonces su amor por el Señor es bastante dudoso. Romanos 14:15 “Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió.” El amor cristiano es más importante que tu libertad cristiana, pensar y actuar de forma distinta es pecar contra Cristo mismo.
Mantén una conciencia limpia delante de Dios: Lucha contra el pecado y procura vivir en concordancia con lo que sabes que es agradable y bueno delante de Dios (1 Timoteo 1:18–19; 2 Corintios 1:12).
Que el Señor nos ayude a tener una conciencia limpia y buena delante de Él y de los hombres.
Oremos.