¡Cuánto Amo Tu Ley! Ella es mi Deleite y Meditación

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INTRODUCCIÓN:

Quiero dar gracias a Dios, por el privilegio de estar hoy nuevamente con ustedes, después de 3 largas semanas. Lamentablemente por cuestiones de trabajo obligatorio, tuve que ausentarme, pero los extrañé mucho a todos. Así que, es para mí muy grato verles y más estar hoy para compartir una enseñanza de la Palabra de Dios, que en lo personal, ha tocado mucho mi corazón y mi alma, y que me ha confrontado para ver mi condición real y actual delante de los ojos de Dios. Y ruego al Señor, que Él obre también en ustedes, como lo está haciendo en mí, al ser expuestos hoy a este mensaje.
Bueno, para empezar hoy nuestra enseñanza, ustedes se preguntarán: ¿para qué es este papel y lápiz que tengo en mi puesto? Vamos a hacer un pequeño ejercicio que tiene mucho que ver con nuestra enseñanza, y esto va a ayudar a ver cómo estamos con nuestro Dios y Su Palabra. Para empezar, “por favor, escriban en la hoja los Diez Mandamientos en orden”. No se pueden soplar el uno al otro, no pueden usar sus biblias, no pueden usar sus celulares; cada uno va a tener 3 minutos para hacerlo. ¡El tiempo empieza a correr desde yaa! (cronometrizar 3 minutos). [yo también tengo aquí mi hoja y lápiz]
Ahora, vamos a poner en pantalla los diez mandamientos en el orden que aparecen en el libro de Éxodo… Perdón los voy a contar a todos los que estamos hoy (somos un total de 20 personas incluidos los niños y jóvenes). Bien, ahora según el orden de los diez mandamientos, quiero que levanten la mano, a conciencia delante de Dios, ¿quién tiene los diez mandamientos escritos en este mismo orden?… Bueno, en cálculos de porcentaje de un total de 20 personas aquí presentes, solo 2 personas lo hicieron bien. Así que esto nos da solo un 10%. A los hermanos que faltaron hoy, les enviaré el link de la enseñanza de hoy, para que hagan este mismo ejercicio.

I. Los Diez Mandamientos:

Éxodo 20:2–17 (NBLA)
2 «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
3 »No tendrás otros dioses delante de Mí.
4 »No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 »No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan Mis mandamientos.
7 »No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome Su nombre en vano.
8 »Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 »Seis días trabajarás y harás toda tu obra, 10 pero el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios. No harás en él trabajo alguno, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. 11 »Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó.
12 »Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da.
13 »No matarás.
14 »No cometerás adulterio.
15 »No hurtarás.
16 »No darás falso testimonio contra tu prójimo.
17 »No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo»
Luego de mostrar las imágenes de los diez mandamientos, seguimos.
Bien, “¿Qué significa esto? Algunos dirán: «Bueno, simplemente significa que no somos muy buenos memorizando o que nos hemos alejado del aprendizaje por medio de la memoria mecánica y tenemos una idea básica de lo que ordena la ley, pero el hecho de que no podamos nombrar los diez no debería preocuparnos mucho»”. Pero también esto refleja algo más preocupante: “la ley de Dios, al menos la ley del Antiguo Testamento, no es de ninguna manera vinculante o relevante para la vida cristiana”. [Sproul, R. C. (08 de abril de 2024). En contra de la ley. https://es.ligonier.org/RTM/en-contra-de-la-ley/]
Los diez mandamientos forman parte de la Ley de Dios, son la expresión de la Voluntad de Dios para Su pueblo, tanto el elegido en el A.T, que son los judíos, como también ahora nosotros Su iglesia en Cristo; pues los diez mandamientos fueron re-confirmados, cada uno, por nuestro Señor Jesús y las enseñanzas de los apóstoles. Así que son relevantes para la iglesia y para cada uno de nosotros.
Luego de haber visto el primer punto, que son los diez mandamientos, pasamos ahora al segundo punto de nuestra enseñanza que es…

II. Amar La Ley de Dios:

Quiero empezar examinando brevemente una porción del Salmo 119. Puede que este salmo te resulte familiar. Es uno de los salmos más largos del salterio y es aquel en el que cada sección empieza con una letra diferente del alfabeto hebreo y todo el salmo es una celebración de la ley de Dios. Eso puede parecernos completamente arcaico en nuestros días, porque nosotros, que vivimos de este lado del Nuevo Testamento, estamos familiarizados con las enseñanzas del Nuevo Testamento. Que hemos sido redimidos de la ley, que la ley vino de Moisés, y la gracia y la paz vinieron de Jesús, y tenemos una tendencia en nuestros días, y más que una tendencia, es una epidemia considerar la ley del Antiguo Testamento como algo completamente irrelevante para nuestras vidas.
Pero me gustaría leer una porción del salmo para empezar este estudio. Empezando en el versículo 97, este es el Salmo 119, versículo 97. No hay muchos libros o capítulos en la Biblia que tengan el versículo 97, pero este es uno de ellos. Dice lo siguiente:
Salmo 119:97–104 (NBLA)
97 ¡Cuánto amo Tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.
98 Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,
Porque son míos para siempre.
99 Tengo más discernimiento que todos mis maestros,
Porque Tus testimonios son mi meditación.
100 Entiendo más que los ancianos,
Porque Tus preceptos he guardado.
101 De todo mal camino he refrenado mis pies,
Para guardar Tu palabra.
102 No me he desviado de Tus ordenanzas,
Porque Tú me has enseñado.
103 ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!,
Sí, más que la miel a mi boca.
104 De Tus preceptos recibo entendimiento,
Por tanto aborrezco todo camino de mentira.
Cuando leí esta breve sección de los salmos, lo hice con un cierto estilo a propósito. Lo que hice fue restarle un poco y minimizar la pasión real que se comunica en una porción de este salmo, particularmente en el primer versículo que leí de manera un poco insípida, cuando dije: «¡Cuánto amo Tu ley!». Esa no es una expresión que es adecuada para estas palabras y la forma en que están siendo comunicadas. Sus palabras iniciales expresan un contenido particular de información. Se usan signos de exclamación, lo que expresa un suspiro. Expresa la comunicación de un sentimiento sumamente profundo y en este caso no es un sentimiento de dolor, sino que es un sentimiento de afecto en el que el salmista está diciendo: «¡Cuánto amo Tu ley!».
¿Alguna vez han tenido a alguien [aquí en la congregación] que se les acerque y les diga: [hermano], lo que más amo en mi vida cristiana es la ley de Dios? ¿Escuchamos a la gente hoy en la iglesia celebrar lo profundo de su afecto por la ley de Dios? Obviamente que no y mi pregunta es: ¿por qué no? ¿Hemos llegado a tal punto en nuestra comprensión del cristianismo que la ley de Dios ya no provoca suspiros de gozo en nuestras almas? ¿Qué tienen Cristo y Su obra para que ahora despreciemos o ignoremos algo que era el centro de deleite de la vida de los santos del Antiguo Testamento? Tal vez sea la suposición de que la ley del Antiguo Testamento ya no es relevante para el cristiano del Nuevo Testamento y no tiene ninguna relación con nuestro crecimiento cristiano. Los mandamientos eran algo para entonces, no para ahora porque ahora la vida cristiana es Cristo, no Moisés. Es evangelio, no ley.
Podríamos encontrar cristianos que irradian una profunda pasión en sus propias expresiones. Podríamos oírlos decir: «¡Oh, cómo te amo, Jesús!» o también “¡Oh, cómo te amo, Señor!». Y si decimos eso, ¿podemos oír la respuesta de Jesús? La respuesta que le dio a Su iglesia naciente, estoy convencido de que sería la misma respuesta que daría a la iglesia de hoy. «Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos». Así que decir, «Antes amaba la ley, pero ahora amo a Cristo y menosprecio la ley» eso simplemente no es amar a Cristo porque Cristo amó la ley y Cristo dijo, «Si me amas, guarda mi ley, guarda mis mandamientos». Su comida y Su bebida nos dicen las Escrituras, era hacer la voluntad del Padre. Vio toda Su vida como una misión para cumplir cada punto de la ley, para ser perfectamente obediente a los mandamientos de Dios, no simplemente para poder guardar una lista de reglas sino porque Él quería hacer la voluntad del Padre y la expresión más clara de la voluntad del Padre era la expresión revelada a Su pueblo a través de la ley.
Veamos ahora un poco más este pasaje. «¡Cuánto amo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación» y luego continúa diciendo más adelante, versículo 101, «De todo mal camino he refrenado mis pies, para guardar Tu palabra». Nota el cambio en el lenguaje aquí y si vamos a través de todo el salmo, veremos esta constante interacción, este constante intercambio de dos palabras y las dos palabras son «ley» y «palabra».
Miremos por un momento como el Salmista llama de diferentes maneras la Ley de Dios, entre los versículos 97 al 104. La llama:
Tu ley (v. 97)
Tus mandamientos (v. 98)
Tus testimonios (v. 99)
Tus preceptos (v. 100)
Tus palabras (v. 101)
Tus ordenanzas (v. 102)
Tus palabras (v. 103)
Tus preceptos (v. 104)
Escucho a los cristianos de hoy hablar en términos elogiosos de su afecto por las Escrituras, de su afecto por la Palabra de Dios, pero en nuestros tiempos, tendemos a divorciar la Palabra de Dios de la ley de Dios. Pero ese divorcio no es evidente en este texto de los salmos, ¿cierto? A lo largo de este salmo vemos al salmista recitando su afecto tanto por la ley como por la Palabra de Dios. ¿Por qué? En primer lugar, la ley fue entregada al pueblo por la Palabra de Dios y la ley que vino por la Palabra de Dios expresaba su mandamiento.
Ahora, a veces hemos hablado de reyes o de líderes o de jefes o de personas que tienen posiciones de alta autoridad, que cuando ellos pronuncian alguna directriz, su autoridad no debe ser desafiada. Ellos son la última instancia de apelaciones y por lo tanto no hay lugar para discusión y usamos esta expresión: «Su palabra es ¿qué? ley». Bueno,
¿qué ha cambiado sobre Dios? ¿Su palabra sigue siendo ley? ¿Sigue siendo tan soberano como en el Antiguo Testamento? ¿Es el Dios de Israel y el Dios de la iglesia del Nuevo Testamento un Dios que da mandamientos? 
Pasamos ahora a nuestro tercer punto de la enseñanza…

III. La Ley de Dios es mi Delicia:

Su palabra es ley y Su ley es Su palabra porque Su ley expresa Su voluntad. Si nos fijamos, hay otros aspectos sorprendentes en este pasaje que leí. Uno de los cuales nos recuerda bastante a los últimos profetas. Versículo 103: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!, / Sí, más que la miel a mi boca. / De Tus preceptos recibo entendimiento».
La metáfora que se usa aquí procede de una sociedad agraria cuyas delicias culinarias eran mucho más limitadas que las nuestras hoy en día. Si un judío mil años antes de Cristo quería comer postre, no podía ir a Creeps y elegir entre treinta y tres sabores de helado para satisfacer su antojo por algo dulce. Probablemente lo más dulce en su entorno, en términos de dulzura para el paladar, era la miel. Cada vez que el judío quería expresar algo que era delicioso, que era absolutamente delicioso, hablaba en términos de miel. Recordemos, por ejemplo, a Ezequiel, cuando Dios vino a él y le dijo que debía comer el rollo en el que estaban escritas las palabras del juicio de Dios y la ira inminente sobre la nación. Cuando puso el pergamino en su boca y empezó a masticar y comer este desagradable mensaje, que de repente se convirtió como miel en su boca y dulzura a su gusto (Ez 3:1-3).
No escuchamos a la gente decir hoy, «¡Cuánto amo Tu ley!» y tampoco tenemos gente haciendo fila para decirle a Dios, «Oh, Dios, Tu ley es tan dulce para mí como la miel». De hecho, vemos la ley como algo amargo, algo que es totalmente desagradable. Hay algo malo con esta imagen porque, recuerda, la ley de Dios, lo primero que hace es que revela el carácter de Dios y si hay algo que debería ser dulce a nuestro paladar, es el carácter de Dios mismo. Recordamos cómo empiezan los Salmos con una bendición de lo alto que dice:
Salmo 1:1 NBLA
1 ¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores,
Paremos aquí.
La bendición de Dios se pronuncia sobre una persona, «Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos». ¿Qué significa eso? Eso significa que no vive según los patrones, las costumbres y la sabiduría general de la gente impía. Si tradujéramos eso a nuestros días, oiríamos a Dios decir esto: «Cuán bienaventurado es el hombre que no anda según el curso de este mundo, que no sigue la sabiduría popular de nuestros días».  Incluso podría llegar a decir: «Cuán bienaventurado es el hombre que está fuera de este mundo». Bienaventurado el hombre que no se conforma a las costumbres y pautas culturales de nuestra propia sociedad. No sigue el consejo de los impíos.  No está en el camino o en la senda del pecador. No se sienta en la silla de los escarnecedores», es decir, no practica el cinismo ni ridiculiza las cosas sagradas. «Bienaventurada la persona que no es cínica».
Y aquí pasamos ahora al cuarto punto de nuestra enseñanza de hoy…

IV. La Ley de Dios es mi Meditación:

Pero ves, al inicio del Salmo 1, lo que tenemos aquí es una bendición dada a la gente que evita ciertos comportamientos. Ese es el lado negativo, pero ¿cuál es el lado positivo?
Salmo 1:2 NBLA
2 Sino que en la ley del Señor está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche!
Hoy reescribiríamos el salmo y diríamos: «Necio es el hombre que se deleita en la ley del Señor y pierde su tiempo meditando en ella de día y de noche». O podríamos decir que el legalista es el cristiano que se deleita en la ley y pasa más de cinco minutos al año meditando en ella. Pero Dios dijo: «Bienaventurado el hombre» y luego, ¿qué sigue diciendo?:
Salmo 1:3 NBLA
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, Que da su fruto a su tiempo Y su hoja no se marchita; En todo lo que hace, prospera.
Ya has oído ese salmo antes. Piensa en esa imagen. Piensa en Palestina. Piensa en el desierto de Judea. Piensa en el retoño seco que sale de la tierra en ese desierto árido y estéril donde cualquier vegetación que vive tiene que luchar para sobrevivir ante el sol intenso y la tierra reseca, cada hora de cada día. Piensa en Jericó, cuando atraviesas el desierto de Judea y te acercas a la ciudad de Jericó. Ves a lo lejos que te acercas a algo diferente en el paisaje, que te acercas a lo que a todo árabe le gusta acercarse: a un oasis, y temes que sea un espejismo porque de repente ves árboles frondosos y llenos de frutos y ves dónde es que están plantados. Están plantados junto al arroyo. O anda a la desembocadura del río Jordán y observa los árboles que crecen justo al lado del Jordán, cuyas raíces se hunden profundamente en la tierra y cuyas raíces absorben la humedad y los nutrientes que hay allí.
Así que estos árboles son robustos y abundantes en los frutos que producen y Dios dice: «Cuán bienaventurado es el hombre que medita en mi ley de día y de noche. Será como un árbol que no está plantado en medio del desierto y que tiene una pequeña raíz que lucha por sobrevivir, sino como un árbol plantado junto a ríos de agua viva, que da su fruto a su tiempo. Pero», dice el salmista,
Salmo 1:4 NBLA
4 No así los impíos, Que son como paja que se lleva el viento.
Si hay un secreto que está oculto de la vista del cristiano moderno, el secreto se encuentra en el libro del Antiguo Testamento, no solo en la ley, sino en los profetas, en la sabiduría hebrea, todo lo cual en su conjunto revela el carácter de Dios. Si nos preguntamos por qué Dios nos parece extraño, un desconocido, un intruso en nuestras vidas y si vamos dando tumbos y a tientas en la oscuridad tratando de saber cómo debemos vivir en un tiempo relativista y si nos sentimos como trozos de paja, que el viento se lleva con el menor soplo o brisa, entonces tenemos que volver atrás y considerar la ley de Dios.
Referencia Bibliográfica:
Sproul, R. C. (08 de abril de 2024). En contra de la ley. https://es.ligonier.org/RTM/en-contra-de-la-ley.

Conclusión y Aplicación:

Vimos al menos cuatro puntos sobre nuestro sermón hoy:
Los diez mandamientos
Amar la Ley de Dios, como Cristo lo hizo y la guardo.
La ley de Dios es mi delicia
La ley de Dios es mi Meditación.
Y sobre cada punto podemos dar unas aplicación muy prácticas...
CORAM DEO
Si nos hubiéramos quedado en el Salmo 119 después de la lectura, empezando en el versículo 97 y hubiéramos ido a la siguiente letra del alfabeto hebreo, «Nun» en el versículo 105, habríamos encontrado un versículo que creo que todo cristiano conoce. Dice así: «Lámpara es a mis pies Tu palabra, / y luz para mi camino. / He jurado, y lo confirmaré, / Que guardaré Tus justas ordenanzas». De nuevo, esta imagen de un camino y de una persona caminando por un camino de noche.
Oremos…
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