EL PANTEON DE LAS CULTURAS ANTIGUAS
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El panteón de los cananeos
El panteón de los cananeos
Breve exposición.
La religión cananea.
La religión cananea guarda un gran paralelismo con la mesopotámica. Las dos eran politeístas; las dos tenían como referente el ciclo agrícola y la fertilidad de la tierra; las dos veneraban a una fuerza fecundadora que generaba vida: humana, animal y vegetal.
Unos textos descubiertos en la antigua ciudad de Ugarit (Ras Shamra, actualmente) constituyen la fuente histórica principal para conocer la religión de Canaán en el segundo milenio antes de Cristo.
El panteón divino de la religión cananea estaba presidido por el dios El que era un dios creador. Se le adjudicaban títulos como “Padre de los dioses”, “Padre de los hombres”, “Creador de las criaturas”, “Rey”, “Misericordioso” y, de forma muy significativa, “Toro”. Su consorte era la diosa Asera, y de la unión de ambos provenían la mayoría de los dioses cananeos. El era el equivalente al dios mesopotámico Anu. No obstante no era el dios al que se rendía un mayor culto.
Como divinidad creadora de vida y padre de todas las criaturas, al dios El se le representaba como una persona de avanzada edad y con el mismo atributo taurino que en Mesopotamia: una tiara de cuernos sobre su cabeza.
Entre el resto de los dioses, hubo uno que logró ser el de mayor culto en Canaán: Baal. Este nombre, que acabó convirtiéndose en propio, en un principio sólo significaba “señor”. De ahí que haya autores que defiendan que este dios se llamase en un principio Hadad, después Baal-Hadad y que los cananeos terminasen por invocarle únicamente como Baal.
Era el dios de la tormenta, el dios de la lluvia, el poder regenerador de los campos tras el tiempo de sequía, la fuerza que fecundaba la tierra para lograr su fertilidad… Los cananeos le comparaban en sus textos con un toro y en sus representaciones le imponían atributos taurinos. Así, por ejemplo, Baal aparece representado con un casco portador de cuernos en una estela del segundo milenio antes de Cristo descubierta en Ugarit y que se conserva en el Museo del Louvre.
Entre las distintas leyendas mitológicas de la religión cananea había una que narraba la lucha entre Baal y Mot, que era el dios de la muerte, del infierno y de la sequía. Un relato que es muy similar a uno de los mitos mesopotámicos: el de la muerte y resurrección del dios-toro Tammuz; y que también tiene semejanza con la historia del dios egipcio Osiris.
El dios Mot, cuando llega la época de la sequía, envía un mensaje a Baal para invitarle a un banquete. Baal acepta la invitación, pero antes de descender al infierno fecunda una becerra para asegurarse una descendencia; ya que, con su marcha, la tierra quedará seca y estéril, y cabe el peligro de que él no pueda retornar para vivificarla. Y, efectivamente, al llegar al infierno de Mot, Baal muere.
Pero Anat (Astarté), que era la diosa del amor y de la fertilidad, y también de la guerra y de la caza, emprende por todos los rincones del infierno la búsqueda de Baal, su hermano y esposo a la vez. Tras descubrir su cadáver, Anat apresa y mata a Mot, momento en el que resucita Baal, que vuelve a la tierra para fecundarla con su vida recobrada, con la época de las lluvias, y garantizar así la fertilidad de los campos.
La otra gran protagonista del anterior mito cananeo es la diosa Anat, o Astarté, pues ambas manifestaban conceptos que llegaron a mezclarse para formar una sola deidad. Siendo diosas del amor y de la guerra, se podría decir que Anat era más sanguinaria, mientras que en Astarté predominaba la vertiente sexual. Ambas, Anat y Astarté, son las equivalentes a la diosa sumeria Inanna y la acadia Ishtar, de la religión mesopotámica. En Biblos se la denominaba Baalat, que quiere decir “señora”; y en Cartago se la identificó como Tanit, o Tinnit.
Es muy probable que la representación de ese mítico combate esté asociada al festival del Año Nuevo, que es la fiesta más importante de la religión cananea y se celebraba en otoño. En dicho festival, así como en todos los ritos de culto que tenían lugar en Canaán, el acto principal era el sacrificio de animales, entre los que cabe destacar ovejas, carneros y toros. Generalmente, los sacrificados solían ser animales de todo tipo de especies; ahora bien, también se realizaron sacrificios humanos. Recuérdese el pasaje de La Biblia cuando Abraham debe sacrificar a su hijo Isaac por petición del Señor, aunque finalmente es autorizado a emplear un cordero. Es dentro del ámbito de los sacrificios humanos donde aparece la figura de otro dios que, sin estar acreditada totalmente su existencia y culto, despierta gran interés entre investigadores y aficionados a la mitología: Moloch.
Moloch.- Se cuenta que era un dios al que se rindió culto y se le agasajaba con un ritual consistente en sacrificios humanos; especialmente de niños recién nacidos o de corta edad, y sobre todo de los hijos primogénitos, aunque a veces cabía la posibilidad de ser sustituidos por otro hijo que no fuese el primogénito o, incluso, por algún animal joven. El dios Moloch era el símbolo del fuego que vivifica, y se representaba con un gran horno crematorio coronado con la cabeza de un toro y unos brazos grandes y poderosos donde se depositaba a la víctima.
La prostitutas sagradas
La prostitutas sagradas
La prostitución es evocada en el primer libro de la Biblia, que cuenta cómo Judá, hijo de Jacob y hermano de José, se dejó seducir por su nuera disfrazada de prostituta (Génesis 38, 15).
También aparece en un texto mesopotámico mucho más antiguo, la epopeya de Gilgamesh, lo que podría justificar su calificación de "oficio más viejo del mundo". La Mesopotamia, lugar de nacimiento de las ciudades, de la agricultura, de la escritura, de la astronomía y muchas otras cosas, ¡puede vanagloriarse de haber inventado también la prostitución!
Ligada al culto de la fecundidad, es practicada en Babilonia en el templo de la diosa Ishtar por jóvenes muchachas educadas a tal efecto desde su más joven edad, iniciadas en música, canto y danza. Su actividad provee a las necesidades del templo y les vale estima y respeto. Se las llama ishtaritu.
Esta prostitución sagrada era también practicada por mujeres comunes, según el relato horrorizado que de ello hizo Herodoto, viajero griego del siglo V a.C.: "Cada mujer del país, una vez en la vida, debe unirse a un extranjero en el templo de Afrodita (Ishtar). Cuando una mujer está sentada allí, debe esperar para poder regresar a su casa a que un extranjero le haya arrojado dinero en las rodillas y se haya unido a ella en el interior del tempo (...). Cuando se ha unido al hombre, está dispensada de su deber hacia la diosa y puede volver a su hogar" (Los nueve libros de la Historia).
¿Es tal vez en recuerdo de esta práctica que el Apocalipsis de San Juan describirá a Babilonia como "la gran prostituta"?
Pero la prostitución sagrada es también conocida en otros lugares, como Corinto, en el templo de Afrodita, y Jerusalén, donde fue abolida hacia el 640 a.C. por el rey Josías, quien impuso al mismo tiempo el monoteísmo.
Se la encuentra también en el sur de la India, donde, desde el siglo VII de nuestra era, hasta la ocupación inglesa, las danzas y el sexo son asociados a ciertos dioses. Como en Babilonia, los templos hindúes tienen a su servicio a bailarinas y a devadasi (siervas de Dios) de costumbres muy libres.
Mientras que las religiones panteístas se adaptan de buen grado a la prostitución, no sucede lo mismo con las religiones monoteístas, que la mantienen a distancia y la reprueban: "No habrá prostitución sagrada entre las hijas de Israel, ni prostituto sacro entre los hijos de Israel" (Deuteronomio 23,18).
Los Evangelios subrayan no obstante la compasión de Cristo por las prostitutas despreciadas por los biempensantes, es decir, los fariseos.(Lucas 7:36-38).