Despedidas que duelen
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Dejar ir es un acto de fe
Dejar ir es un acto de fe
Anécdota: estando en el colegio, en educación física, nos enseñaron a jugar basket ball, con la retina llena de las hazañas de Michael Jordan, todos queríamos aprender a jugar. No me fue tan mal, pero no era suficientemente bueno como para dedicarme a ese deporte. Aprendí una lección importante: debía aprender a recibir. Solía ser bueno entregando el balón, pero recibir me daba algunos problemas, varias veces, más de las que puedo contar, se me huncharon los dedos por no hacer una buena recepción.
Contrario a mi experiencia con el basket ball, somos mejores recibiendo que entregando, porque nos cuesta mucho soltar.
Soltar no siempre es fácil, pero soltar lo viejo es el primer paso a retener lo nuevo.
Me parece que crecemos con una tendencia a apropiarnos de las cosas. Veo a mis hijos jugar y noto que hay un carrito olvidado y abandonado en algún lugar de la casa, apenas uno de ellos lo usa, resulta que el otro lo quiere.
En general no nos gusta soltar:
Nos aferramos a las personas, nos cuesta superar la muerte de un ser querido.
Nos aferramos a los momentos, nos cuesta olvidar las experiencias que disfrutamos, nos llenamos de nostalgia al recordarlas y hasta nos aferramos tanto a ellas que pensamos que todo tiempo pasado fue mejor.
Nos aferramos a las cosas, nos encariñamos con lo que no tiene vida y nos cuesta despojarnos de lo que nos acompañó un tiempo, aunque ya no sirva.
Nos aferramos a los hijos, por eso los sobreprotegemos y se nos dificulta entender que nunca nos pertenecieron.
Nos aferramos a la posición social, por eso toleramos trabajos insoportables con tal de vivir como preferimos.
Nos aferramos a las relaciones, por eso a veces preferimos quedarnos con personas que nos hacen daño o se aprovechan de nosotros.
Nos aferramos a la juventud, por eso no nos gusta envejecer y tratamos de vernos siempre jóvenes.
Nos aferramos a las rutinas, por eso nos resistimos a los cambios y nos incomodamos cuando estamos forzados a ellos.
Nos aferramos a lo conocido, por eso la tecnología a veces nos molesta.
Puedo seguir con la lista, pero nos queda claro que soltar no es lo más natural que tenemos los seres humanos, aunque sí lo más necesario.
Por eso, cuando caminamos con Dios, él indiscuriblemente nos lleva a cruzar el Lago de las Despedidas que duelen.
Camino a la plenitud (mapa)
Camino a la plenitud (mapa)
El Pentecostés es el momento en que el Espíritu Santo desciende sobre los seguidores de Jesús que lo estaban esperando.
Los discípulos, desde la Pascua, iniciaron el camino hacia el Pentecostés, ahí aprendieron que:
No podemos ser llenos del Espíritu si estamos llenos de nosotros mismos.
Fue necesario vaciarlos de ellos mismos para que pudieran ser llenos del Espíritu.
Dios fue sacando sus expectativas haciéndolos ir por el Valle de las Expectativas no cumplidas, para que lo que ellos esperaban de Él no fuera según sus propios ideales sino según quién es Dios.
En el Valle de las expectativas no cumplidas aprendieron que no podían domesticar a Dios.
Pero el camino no ha terminado, ahora deben atravezar el lago de las Despedidas que duelen.
En estas aguas muere lo viejo para salir y recibir lo nuevo.
Mirando al cielo…
Mirando al cielo…
10 Mientras Jesús ascendía, estando ellos mirando fijamente al cielo, se les presentaron dos hombres en vestiduras blancas, 11 que les dijeron: «Varones galileos, ¿por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de ustedes al cielo, vendrá de la misma manera, tal como lo han visto ir al cielo»
Lo que representaba Jesús para ellos: quien se estaba yendo no era cualquier persona, era el Hijo de Dios, el mesías, su mentor, amigo y maestro. Era el hombre más importante que jamás conocerían en toda su vida.
Desapegarse de la presencia de Jesús no sería fácil. Muchas veces se resistieron a eso, como por ejemplo cuando jesús les dice que uno lo va a traicionar y Pedro dice que primero se muere antes de eso…finalmente hasta lo negó.
Esta escena de Jesús ascendiendo representa ese momento de la despedida que no queremos tener. Los discípulos se debían despedir de Jesús, porque las cosas ahora cambiarían.
La descripción de Lucas plantea cuatro cambios con profundo significado para nosotros:
Primero: De la experiencia celestial a la realidad terrenal
Primero: De la experiencia celestial a la realidad terrenal
Mirar al cielo o caminar en la tierra
Los ángeles, en otras palabras les dijeron a los discípulos que era hora de moverse, de dejar de ver el cielo y empezar a caminar en la tierra, donde estaba su misión.
Ese punto que parece fácil no lo es tanto, quitar la vista es dejar atrás es dejar ir, es un acto de fe.
Eso lo entiende quien se ha tenido que despedir de un ataúd, enterrando a un ser querido.
Pero nos pasa en todas las cosas, nos aferramos a lo incongruente porque no queremos ver la nueva realidad.
Al dejar de ver el cielo, los discípulos sabían que nunca más verían a Jesús con sus ojos.
El acto de fe estaba marcado por esto: dejar ir a Jesús era creer que todo lo que él había dicho se cumpliría y que la nueva era sería mejor.
¿Hay algo que debas dejar ir? ¿Algo que debas soltar? Sabes que debes empezar a caminar, ¿confías en las promesas de Dios?
Segundo De lo externo a lo interno
Segundo De lo externo a lo interno
La era de Jesús en la tierra daría paso a la era del Espíritu Santo en la tierra.
Al irse Jesús, los discípulos sabían que no tendrían a quién correr en momentos difíciles. Él siempre sabía qué hacer, les daba seguridad, firmeza y paz. Jesús era la fuente de todo bien para ellos.
Ahora no estaría a su lado, pero en la era del Espíritu Santo Jesús estaría adentro.
Esto marca un gran paso entre lo externo y lo interno. Ahora Jesús se metería en su alma y dirigiría sus vidas desde ahí.
Esta despedida también marca un paso de madurez que se refleja en nosotros cuando crecemos, porque ya no dependemos de nuestros padres para hacer lo que es correcto para nosotros.
¿Todavía necesitas que tus papás te recuerden que debes cepillarte los dientes o bañarte? Sí, dirás, apenas tengo 30 años…
Cuando maduramos hemos internalizado los esenciales de la vida, dejamos atrás la inmadurez y nos movemos hacia la independencia.
Como hijos de Dios debemos abandonar los viejos apegos de la inmadurez y extendernos a caminar con Dios sin necesidad de que nos estén recordando lo que debemos hacer.
Dejar lo viejo es también crecer, madurar.
¿Necesitas que te inviten a la iglesia para asistir? ¿Que te pidan que sirvas a Dios? ¿Que cuides tus disciplinas espirituales? ¿Cuánto tiempo tienes caminando con Dios? ¿Sigues mirando al cielo en vez de caminar?
Tercero De espectadores a protagonistas
Tercero De espectadores a protagonistas
Pasaríamos de Jesús llevando a cabo la misión a la iglesia cumpliendo la misión.
Jesús no solo vino a cumplir una misión de entregar su vida por todos y restaurar la creación, sino también para equipar a sus discípulos para que aprendieran a vivir la nueva vida y así lo enseñaran a todos.
Los discípulos fueron espectadores de múltiples hechos increíbles, milagros y señales impresionantes, vieron los paradigmas culturales y religiosos quebrarse frente a sus ojos.
Ahora los discípulos no verían a Jesús haciendo milagros, ahora verían al Espíritu haciendo milagros a través de ellos.
La despedida significa protagonismo. Cuando dejas algo, cuando sueltas algo, debes hacerte responsable por tomar lo que viene.
Cuando eras joven te pasaban cosas de las que no tenías control, ahora que era adulto debes asumir tus responsabilidades y hacer que las cosas pasen.
No fuiste culpable de un trauma que sufriste, un temor que te infundieron o un mal hábito que te enseñaron, pero ahora eres responsable de sanar ese trauma, superar ese miedo y cambiar ese hábito.
Hay que dejar ir nuestra condición cómoda de la infancia y asumir nuestra responsabilidad como personas maduras, protagonistas de nuestra vida.
Con el Espíritu dentro de ellos, los discípulos debían llevar a cabo la misión, Jesús ya había hecho su parte, ahora les tocaba a ellos, tal como nos toca a nosotros.
Cuarto De la lógica a la fe
Cuarto De la lógica a la fe
Jesús en la primera venida a la tierra a la espera de Jesús en la segunda venida.
Los ángeles les dijeron a los discípulos algo más que iba a acontecer mucho después de Pentecostés: Jesús volvería.
Imprimió en ellos un futuro esperanzador: Jesús volvería.
El retorno de Jesús no sería en los mismos términos y mientras Él se ausentaba, ellos debían estarse preparando.
La vida es una preparación para una eternidad, es un constante cambio y debemos entender que no debemos apegarnos a esta tierra y a nada de lo que hay en ella, porque con la llegada de Jesús seremos traspasados a una nueva vida.
Quiere decir que el principio de soltar es intrínseco al cristiano, ni siquiera debemos ser tan panameños o costarricenses como debemos ser hijos de Dios.
El lago de las Despedidas que duelen nos procesa para enseñarnos a vivir libres del pasado, de los apegos y las dependencias.
¿De qué debes despedirte para ser lleno del Espíritu?
¿De qué debes despedirte para ser lleno del Espíritu?
Pon en mente algo de lo que debes desapegarte hoy. Vamos a entregarlo juntos.