14. El Libro del Génesis: Llamados a dar cuentas

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Introducción

Amados por la gracia del Señor hoy continuaremos con nuestra serie de predicaciones en el Libro de Génesis.
El sermón pasado vimos el suceso más trágico, oscuro y terrible de la humanidad, a saber, la caída del hombre. Vimos los alicientes y los pasos que siguieron hacia la miserable caída de la humanidad, como así sus inmediatas consecuencias.
Hoy seguiremos meditando en este oscuro relato y veremos cómo nuestros primeros padres fueron llamados a dar cuenta de lo que hicieron y cuál fue su respuesta ante el juez justo. Con la ayuda del Señor meditaremos en los siguientes pasajes:
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el huerto al aire fresco del día, y se escondió el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Y Jehová Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú?
Y él respondió: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Y le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé que no comieras?
Y el hombre respondió: La mujer que me diste para estar conmigo, ella me dio del árbol, y yo comí.
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.
(Gn 3:8-13)

Exposición Bíblica

La presencia del Señor en el huerto

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el huerto al aire fresco del día, y se escondió el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Después de haber caído en cuenta de su vergüenza, Adán y su mujer pensaron que al taparse con hojas de higuera sus actos serían obviados por el Dios creador. Pero de repente, cuando habían sentido una impía tranquilidad, la voz del Señor irrumpe en el huerto.
La expresión “se paseaba” denota un antropomorfismo e incluso una pre encarnación. Algunos comentaristas señalan que Cristo pre encarnado como juez estuvo allí.
Vino al huerto como uno que aún estuviera deseoso de tener un trato familiar con ellos. Entró andando, no corriendo, no cabalgando sobre las alas del viento, sino andando de forma deliberada, como tardo para la ira.
Llegó al aire del día, no durante la noche cuando todos los miedos son más pavorosos, tampoco en el calor del día, pues no fue en el calor de su ira.
Cuando el hombre estaba en el estado de inocencia, escuchar la voz de su creador y gobernador era lo más dulce y lleno de gozo que pudieran experimentar, pero ahora, por causa del pecado y su desobediencia huyen.
Vemos los desastrosos efectos del pecado en nuestros primeros padres, cuando estos creen que pueden escapar de la presencia del Señor sabiendo estos en su estado de inocencia que Él es omnipresente.

La rendición de cuentas del hombre

Y Jehová Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú?
El Señor no está preguntando dónde se encontraba geográficamente Adán, sino, ¿en qué situación te encuentras? ¿Eso es lo que has logrado comiendo del fruto prohibido? ¿Tú que querías rivalizar conmigo, te escondes ahora de mí?
Si Dios no le hubiese llamado y reclamado, su situación habría sido tan desesperada como aquella de los ángeles caídos; su oveja perdida habría vagado eternamente si el buen pastor no hubiese salido tras ella, trayéndola de regreso y para hacerlo le habría recordado dónde estaba, dónde no debería estar y dónde no podía ser ni feliz ni estar tranquila.
Y él respondió: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Adán responde al Señor con miedo, pero no reconociendo su culpa. El carácter de Adán cambió radicalmente, ya que aquella voz que le traía felicidad en su vida, ahora le trae miedo.
La muerte había entrando en el mundo, si bien Adán no había aún muerto físicamente por la misericordia de Dios, él junto a su esposa eran ya muertos espirituales.
Adán temía porque estaba desnudo, no solo desarmado y, por tanto, temeroso de pelear con Dios, sino desnudo y, por tanto, temeroso de aparecer ante él.
Y le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé que no comieras?
El Señor conocía por completo todo lo que Adán había hecho, por lo cual estas preguntas exigen una confesión sincera de parte de Adán, no para que Dios sea informado, sino para que Adán se humille.
Y el hombre respondió: La mujer que me diste para estar conmigo, ella me dio del árbol, y yo comí.
La respuesta de Adán es completamente insensata porque:
Reprocha al Señor por la mujer que le dió.
NO acepta su culpabilidad sino que culpa a la mujer del acto.
Se muestra como víctima del crimen que él cometió.
Adán debería haberla enseñado, no haber sido enseñado; y no era difícil determinar quién de los dos debía gobernarlo: su Dios o su mujer.

La rendición de cuentas de la mujer

Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.
El Señor exige una confesión sincera a la mujer para que esta se humille, ya que el Señor sabía lo que la mujer había hecho. Dios le brinda la oportunidad para que confiese su crimen.
Al igual que Adán la mujer responde ante la pregunta del Señor de forma insensata
No acepta su culpabilidad sino que hecha la culpa a la serpiente
Todo lo que la serpiente les había prometido era una vil mentira, pero su proceder traería serias consecuencias ya que como veremos en nuestro próximo sermón El Señor declarará juicios que nos acompañan hasta el día de hoy.

Aplicaciones experienciales

El Señor nos enseña con su acercamiento a los seres caídos que, cuando somos provocados en gran manera, a no estar furiosos ni ser precipitados, sino a hablar y actuar de forma considerada y no temeraria.
Cuando oímos la voz de Dios al ser proclamada por medio de su Palabra ¿Cómo reaccionamos?
Amados, el pecado siempre traerá disrupción entre El Señor Dios y nosotros. El pecado afecta nuestra percepción del Dios perfecto, dejamos de ver y percibir las perfecciones de Dios.
Aún en nuestros pecados y vergüenzas, es el Señor quien nos llama y busca, si fuera por nosotros, jamás lo haríamos. Agradezcamos por su paciencia para con cada uno de nosotros, ya que en nuestras caídas y alejamientos, Él ha venido al rescate, Él es fiel a su Pacto.
Amados, el pecado nos llena de vergüenzas y temores delante del Señor, Vistámonos, por tanto, del Señor Jesucristo (cf. Ro. 13:14) y, luego acerquémonos [pues] confiadamente (He. 4:16). Tenemos motivo para estar temerosos al acercarnos a Dios si no estamos vestidos y preservados por la justicia de Cristo, pues solo esto será la armadura probada y cubrirá la vergüenza de nuestra desnudez. ¿Ya has sido cubierto por la justicia de Cristo?
Amados, Dios conoce todos nuestros pecados, sin embargo los conocerá de nosotros mismos y nos exige una confesión sincera de ellos, no para ser él informado, sino para ser nosotros humillados. ¿Confiesas tus pecados frecuentemente?
Tengamos cuidado de reprochar al Señor por las dádivas que nos da y por sus providencias. No busquemos agradar a alguien que estimamos antes que al Señor y sus mandamientos.
Hoy el Señor nos llama a rendir cuentas de nuestro proceder en su mundo, en su creación. ¿Cómo responderás? ¿Haz andado conforme a sus mandamientos? ¿eres consciente que eres un hijo de Adán?
Aquellos hijos de Dios, son los que han sido regenerados, tienen un nuevo corazón que ama oír la vos de su Dios por medio de su Palabra, no temen el encuentro con el Señor porque su salvador ha pagado por sus iniquidades ¿Eres un hijo de Dios?
La única esperanza para aquellos hijos de Adán se encuentra en el segundo Adán, en Cristo Jesús, ya que durante su vida y ministerio, obedeció a los mandatos de su Padre y además, fue sacrificado por la remisión de los pecados del pueblo.
El llamado de Dios a dar cuentas, es la oportunidad más grande que tendrás en esta vida, si la dejas pasar, cuando seas llevado al juicio en tu muerte o ya la juicio final, la sentencia caerá directamente sobre tu ser. ¿haz de ser tan insensato de dejar pasar el llamado a dar cuentas por lo que has hecho el día de hoy?
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