Anatema en el pueblo
Josué • Sermon • Submitted • Presented
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· 43 viewsEn este pasaje se estudiará la primera derrota de Israel producida por el pecado que llevó acabo Acán, eso nos enseñará a cada uno de nosotros la importancia de vivir en santidad y apreciar más la obra de Cristo siendo la persona encargada de salvarnos de nuestro castigo.
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Introducción
Introducción
Nos encontramos ante un acontecimiento que previamente esta generación todavía no había conocido y es la derrota. Hasta este momento el pueblo de Israel había vivido en la bendición de Dios, pero ahora le tocará vivir en la maldición, en la ira de Dios y como dice Hebreos 10:31 “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”
Estamos en un momento que podríamos decir que es de sobre éxtasis, el pueblo de Israel había acabado con el gran enemigo que había en Canaán que era Jericó, no había nación más potente en ese entonces que Jericó, así que la respuesta a la siguiente pregunta está bien clara. Si hemos vencido a nuestro gran enemigo ¿Qué nación podrá hacernos frente? Pues veremos que con Dios cualquier batalla se puede vencer, pero sin Dios, cualquier adversario por muy insignificante que sea puede producirnos profundas derrotas. Curiosamente esta derrota se produce en el momento de mayor victoria por parte del pueblo de Israel, no olvidemos esa gran lección, nunca somos más vulnerables al pecado ni en mayor peligro que después de haber obtenido una gran victoria.
Los israelitas se olvidaron de esa realidad y pensaron que ahora podrían hacer frente a cualquier enemigo. Pero no nos engañemos esta situación no es para nada nueva el llevarnos un sobre éxtasis y poder con cualquier cosa que nos venga. En el mundo deportivo tenemos multitud de ilustraciones, pero permitidme presentaros la que creo que es más cercana y próximo a nuestros días, el Real Madrid. En varios ocasiones encontramos que el Real Madrid ha sido capaz de dar la vuelta al resultado en los minutos finales y la razón se debe porque los rivales se piensan que ya tienen el partido ganado y que ha esas alturas es ya imposible perderlo, durante todo el partido han sido superiores a sus rivales y al final creen que van a obtener la victoria indiscutiblemente. Sin embargo, ya conocéis muchas de las hazañas madridistas, llegan esos minutos finales y a causa de la gran confianza que tienen los rivales con el resultado obtenido acaban confiándose y el Real Madrid acaba remontando el partido, pues una situación muy similar acabamos encontrado en el pasaje que vamos a meditar en el día de hoy.
El anatema (Vv. 1)
El anatema (Vv. 1)
Cuando un texto comienza de esta forma es alarmante. En el Nuevo Testamento también encontramos un texto muy parecido a esto, es el pecado de Ananías y Safira en Hechos 5, ambos comienza con esta palabra tan alarmante «pero». Curiosamente hay muchas similitudes en ambas historias, ambas vienen precedidas de bendiciones espirituales al pueblo de Dios.
Pero cuando encontramos esta palabra, la situación va a cambiar drásticamente, el pecado va a estropear parte de lo conseguido hasta ese momento. En el mensaje anterior Paco nos dio la fórmula del éxito que consistía en Orden de Dios + Obediencia = Éxito, pues aquí se nos presentará una nueva fórmula Orden de Dios + Desobediencia = Muerte.
Sin embargo, el comienzo de nuestro pasaje ya empieza demasiado raro a lo esperado, dado que la personas que desobedeció fue Acán, pero al comienzo del versículo a pesar de Acán fue la persona desobediente y que cometió anatema al desobedecer a Dios, ante los ojos de Dios, el pecado no había sido de un individuo, sino de la nación de Israel. El primer versículo nos dice que fueron los hijos de Israel quienes cometieron una infidelidad a Dios. Y en los tiempo que vivimos esto tendría que chocar frontalmente con las enseñanza actuales. Hoy en día hay una exaltación al individualismo, hay una exaltación a que cada uno viva la vida que desee vivir, vivimos en la sociedad de los derechos donde podemos llevar a cabo todo lo que deseemos siempre y cuando no atentemos contra nadie, pero textos como estos nos presentan una enseñanza diferente a la predicada diariamente por nuestra sociedad occidental.
El pasaje comienza enseñándonos que no existe tal cosa como los pecados individuales, no existe tal cosa como que las consecuencias de tu pecado solo las sufras tú, el pecado de cada uno de vosotros he de deciros que me afecta y también he de comunicaros que los pecados que yo cometa en cierto sentido también os afecta a vosotros como parte del pueblo de Dios. Somos un pueblo de Dios y como describirá más adelante el apóstol Pablo un solo cuerpo, por lo tanto las decisiones de uno acabará afectando a todo el cuerpo, es como decir que fumar solo tendrá consecuencias para mis pulmones pero no a mis pies, al final si mis pulmones están dañados, todo el cuerpo queda dañado, de ahí la importancia que el pastor de la iglesia esté vigilando por la santidad de la iglesia, el pastor de la iglesia es el principal responsable de guardar la iglesia de una forma santa y si un miembro no se comporta como tal, veremos que alternativas nos presenta la Biblia para que el pecado de Acán no acabara afectando a todo el pueblo de Israel, la Biblia no solo nos plantea los problemas, sino que también nos da las soluciones a dichos problemas.
El término anatema significa maldito, y Acán acabó siendo maldito no simplemente por desobedecer a Dios, sino porque al desobedecer a Dios había roto el pacto que Dios había hecho con su pueblo tal y como intentará explicarle Dios a Josué en el versículo 10. Josué dio una orden de parte de Dios al pueblo de Israel en Josué 6:18 “Pero vosotros guardaos del anatema; no toquéis ni toméis cosa alguna del anatema, no sea que hagáis caer la maldición sobre el campamento de Israel y le traigáis la desgracia.” Dios prohibió al pueblo que se quedara con nada del botín, lo que tendrían que hacer era destruir todo cuanto hubiera en la ciudad de Jericó ya que sería una ciudad maldita. Lo único que rescatarían de la ciudad sería la platra, el oro, el bronce y el hierro ya que se utilizaría para consagrarlo a Dios.
Aunque es un poco extraño lo que voy hacer ahora, para que tenga sentido vamos a dirigirnos al versículo 21 para comprender la razón por la que Acán decidió cometer semejante acto de desobediencia. Los pasos que tomó Acán según el texto bíblico son los mismos pasos que cometemos todos nosotros cuando nos lanzamos apresuradamente al pecado. La secuencia es ver, codiciar y tomar. Dicha secuencia no solo la encontramos en Acán, sino que también lo vemos en la tentación a Eva, ella vio el fruto, lo codició y lo tomó; y también lo encontramos en el caso de David, el vio a Betsabé, la codició y la tomó. Jesús más adelante nos dará el consejo de que si nuestro ojo nos es ocasión de caer mejor es quitárnoslo que caer en pecado, Mateo 5:29 “»Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.” Mucho cuidado donde ponemos nuestra mirada porque nos puede conducir a pecar, vigilemos nuestros ojos, el comentarista Bacon nos enseña lo siguiente «Dios sabe qué ven los ojos, qué codicia el corazón y que manejan los dedos»
Las causas del anatema (Vv. 2-9)
Las causas del anatema (Vv. 2-9)
Aunque nosotros tenemos el versículo 1 y por esa razón entendemos la historia, para Josué era totalmente desconocedor de lo que nosotros sabemos, así que en el versículo 2 procede a actuar de una forma normal y lo que hace es enviar espías para inspeccionar la nueva zona de ataque que sería Hai.
Los espías descubren que después del gran éxito obtenido en Jericó, sería absurdo subir con todo el ejército para pelearse con una ciudad mucho más pequeña, pensaron que con ir 2.000 o 3.000 hombres sería más que suficiente para derrotar a sus enemigos. Pero todavía les quedaría por aprender a este grupo de israelitas que el éxito de las batallas no se encontraban en el número de soldados ni guerreros, la victoria se encontraba en Jesús, no es cuestión de números es cuestión de consagración. La fuerza militar sin la ayuda de Dios resultaría en derrota, ¿por qué hay tanta gente frustrada en nuestros días? Porque por más empeño que le pongan al asunto han de entender que todas sus fuerzas sin la ayuda de Dios resultará en derrota.
La iglesia no ha de consistir en números y feligreses, la iglesia ha de consistir en un lugar de personas consagradas, el gran predicador puritano John Wesley dijo lo siguiente: «Denme 100 hombres que no teman más que al pecado y no deseen más que a Dios y cambiaré el mundo» Si queremos conquistar nuestro Canaán tendremos que ser conscientes que no consiste en el número de cristianos nominales que estemos en ese lugar, sino en el número de personas que teman al pecado y deseen a Dios.
No obstante, los israelitas no solo sobrestimaron sus propias fuerzas, sino que además infravaloraron los fuerzas del enemigo. Pensaron que con 3.000 hombres sería suficiente para derrotar a 12.000 personas, a unos 6.000 hombres aproximadamente según Josué 8:25 “El número de los que cayeron aquel día, entre hombres y mujeres, fue de doce mil, todos los de Hai.”
Aprendamos la siguiente lección que aquí se nos presenta, no podemos minimizar el poder del enemigo. Con frecuencia, los creyentes caemos en pecado porque no reconocemos que nuestros enemigos son poderosos. Campbell en su comentario dijo lo siguiente: «La victoria de ayer no hace al creyente inmune a la derrota de hoy»
A continuación en el versículo 5 se refuerza la enseñanza planteada anteriormente en el versículo 1 donde las consecuencias del pecado se hace colectivo a pesar de haberlo cometido un individuo. El versículo 5 nos enseña que 36 personas del pueblo de Israel fueron muertos en ese mismo día.
Sin embargo, en esta escena tan trágica se puede observar claramente el evangelio. Si el pecado de Acán acarreó la muerte de 36 hombres el evangelio nos dice que nuestro pecado ha acarreada la muerte del justo e inocente hijo de Dios, la muerte de Jesucristo. En Romanos 5:19 “Así como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.” A causa de la desobediencia de Adán todos somos culpables del castigo, pero aquí está la buena noticia que a causa de la obediencia perfecta de Jesús todos podemos ser declarados justos, solo tenemos que crees de corazón en Jesús y en lo que él ha hecho por nosotros.
La solución al anatema (Vv.10-26)
La solución al anatema (Vv.10-26)
Ante semejantes males a causa del anatema, Josué se postra en oración ha Dios porque no está entendiendo lo que está sucediendo y Dios le muestra a Josué lo que está sucediendo en el campamento y es que un Israelita ha desobedecido y roto el pacto con Dios.
Así que Dios le plantea a Josué la solución a dicho problema, ante semejante acto, el pueblo deberá de decidir si quieren quedarse con el anatema o si quieren quedarse con Dios, pero no se puede quedar con ambos, porque lo santo nunca tienen comunión con lo profano, con lo pecaminoso. En el versículo 12 es donde Dios presenta la solución a dicho problema, si el pueblo quiere gozar de la presencia de Dios en medio de su pueblo tendrá que desechar primero al pecador de la congregación.
Aunque las batallas se ganan en oración, ducha oración ha de ser llevada a la acción para que surja efecto. En esta escena Dios tiene que trabajar en el corazón de Josué y enseñarle que la derrota obtenida no se debe por la falta de poder de Dios, sino por la ausencia de Dios en su pueblo. Lo que tendría que hacer Josué sería acabar con el que ha desobedecido los mandamientos de Dios, dado que se ha convertido en una manzana podrida en un cesto lleno de fruta, sino es apartado, lo que acabará sucediendo es que acabará infectando al resto del pueblo. Pablo Hoff dice lo siguiente en relación a este tema «Nada hace más ineficaz a la oración que el pecado oculto»
En esencia, el pueblo debería de santificarse para recuperar la presencia de Dios. Curiosamente esta es la misma orden que Josué ordena al pueblo antes de pasar el Jordán y ahora le vuelve a decir exactamente lo mismo si quieren volver a la senda de la victoria. La santificación no es cuestión de un día para otro, no es que un día ya somos plenamente santos, es cuestión de un proceso, y la razón se debe porque aunque seamos cristianos todavía nuestra naturaliza caída sigue residiendo en nosotros y nos empuja a pecar y desobedecer a Dios y cuando caemos en los lazos del diablo impulsados por nuestros propios deseos lo que tenemos que hacer es arrepentirnos, volver a comenzar desde el principio en nuestra consagración a Dios. Este problema lo tuvo una de las 7 iglesias a las que Juan escribe en el libro de Apocalipsis, con el tiempo se empezaron a desviar, dejaron la santificación a un lado y comenzó a gobernar en la iglesia la religiosidad y la falta de amor hacia Dios, por lo que el remedio que Dios le recetó a dicha iglesia es que reconociera dónde había fallado, se arrepintiera y volviera a las primeras obra tal y como observamos en Apocalipsis 2:5 “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar.”
Pero claro ¿Cómo Josué iba a adivinar quién era la persona que había cometido el pecado? Nos encontramos con un pueblo de más de 2 millones de personas, eso es como encontrar una aguja en un pajar. Esa es la razón de que a partir del versículo 16 hasta el 18 lo que suceda sea sorprendente y sobrenatural. Una persona sin la guía de Dios sería imposible que hubiera dado con la persona.
No sé exactamente que es lo que pasaría por la mente de Acán en aquella noche, pero estoy convencido que esa noche él estaría convencido de que nadie le acabaría pillando de su pecado, también pensaría «Nadie lo sabrá, que desperdicio si no tomo algo de esto, no soy codicioso solo quiero cuidar a mi familia, lo que llevo es una miseria en comparación a toda la riqueza que hay aquí, ha de haber muchos israelitas que hagan lo mismo».
Y aquí hay otra gran lección para nosotros, y es que no hay pecado que se le pueda ocultar a Dios, nosotros podemos escondernos ante la mirada de los hombres, pero lo que nunca podrás conseguir es esconderte ante la mirada de Dios, ante él estamos completamente desnudos. Aunque en otra ocasión Moisés después de matar al capataz egipcio intentó esconderlo, lo que no pudo fue esconderlo de la vista de Dios y el Nuevo Testamento con Ananías y Safira aunque intentaron engañar a los hombres acerca de por cuanto vendieron su finca, al que no pudieron engañar ese día fue a Dios, tal y como afirma Hebreos 4:13 “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Ahora déjame preguntarte lo siguiente, en base a lo dicho anteriormente ¿Qué cosas estás enterrando bajo la tienda de tu corazón? Recuerda que no hay nada que podamos ocultarlo a Dios.
La historia al final termina con la ejecución llevándose acabo. Aún así todavía hay un detalle muy interesante en la forma de terminar nuestro texto. No se si os acordáis pero en el capítulo 4 ya los israelitas habían levantado un monumento de piedras en Gilgal para recordar el poder asombroso de Dios al dividir el Jordán. Ahora nos encontramos con otro monumento de piedras, pero en esta ocasión los israelitas aprenderían y recordarían acerca de la importancia de la obediencia a Dios, a cerca de cómo se calma la ira de Dios, y no hay otra forma que calmar la ira de Dios con el pecado que con la muerte.
Jesús cuando está muriendo en la cruz no está cayendo en manos de los romanos, sino que en realidad y lo que más afligía a Jesús es que estaba bajo la ira de Dios. La ira de Dios fue saciada cuando Acán pagó por su pecado y hoy tendríamos que estar tremendamente asustados si no hubiera sido porque Cristo aplacó la ira de Dios al caer sobre él dicha ira.
Cuando la Biblia habla acerca de las copas, está hablando en su mayoría de veces acerca de la ira de Dios, cuando Jeremías profetiza acerca de la ira de Dios que será derramada sobre su pueblo y Babilonia lo simboliza como si Dios estuviera vertiendo su copa de ira sobre la tierra, cuando vamos al libro de Apocalipsis la ira de Dios está representada en las 7 copas, de ahí que Jesús supiera lo que iba a enfrentar y le pidiera a Dios, que si fuera posible que pasara la copa, pero que no se hiciera su voluntad, sino la del Padre, Lucas 22:42 “diciendo: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».”
Lo que pretendo que entendáis es que la cruz del calvario es nuestro valle de Acor, es el lugar donde vemos visiblemente la ira de Dios y temblamos, pero que interesante, Dios ha convertido de la cruz del calvario lo que iba a ser nuestro castigo, lo ha convertido en nuestra esperanza, Oseas 2:15 “Le daré sus viñas desde allí, y haré del valle de Acor una puerta de esperanza. Y allí cantará, como en los días de su juventud, como en el día de su subida de la tierra de Egipto.” profetizó que Dios haría de ese lugar de maldición la puerta de la esperanza y eso mismo es lo que sucede en la cruz del calvario que allí donde se ejecutó la justicia de Dios, es el lugar donde comienza la esperanza de todos nosotros para entrar en el reino celestial. Dios es capaz de convertir las mayores de las maldiciones en lugares de esperanza, Dios es capaz de coger de las ruinas malditas, lugares donde comience la esperanza. Un despido, un sueño incumplido, la ruptura de una relación amorosa de años, una enfermedad, Dios puede hacer de todo eso un lugar donde comience la esperanza.
Y ahora para finalizar el mensaje de este pasaje me gustaría terminar con la siguiente reflexión. Al leer esta historia inevitablemente por nuestra carnalidad nos posicionamos en la parte de Josué y el pueblo, aquellos que cogemos las piedras para castigar y juzgar el pecado. Sin embargo, para hacer justicia al texto cada uno de nosotros deberíamos de posicionarnos en Acán. Somo nosotros quienes hemos transgredido las leyes y mandamientos divinos, somos nosotros quienes hemos pecado contra Dios y por lo tanto somos nosotros quienes merecemos ser apedreados y morir a causa de nuestro pecado, al igual que Acán, nosotros le hemos robado a Dios, le hemos robado todo aquello que le pertenece, le hemos robado el tiempo que nos ha dado, le hemos robado los dones que nos ha dado, le hemos robado las posesiones que nos ha dado. Pero para poder entender en su plenitud esta escena, tenemos que irnos cerca de 2000 años hacia adelante. Cuando Jesús en Juan 8:1-11 le traen una mujer que había sido sorprendida en adulterio para ejecutarla públicamente de forma lapidada. Pero Jesús vuelve a sorprendernos en esa escena y lo que acontece es que Jesús les pregunta a los que estaban allí que quien estuviera libre de pecado para llevar a cabo la ejecución que tirara la primera piedra sobre esa mujer. A lo que si somos nosotros sinceros como lo fueron la gente de aquella época ninguno de nosotros somos aptos para realizar semejante pena ya que también somos culpable de una forma u otra, el único que podía lanzarle piedras hasta provocar su muerto era Jesús, el santo, el perfecto, el justo y lo que hace Jesús es no tirar ninguna piedra, sino perdonarla para que no volviera hacer lo mismo.
Y esa es la gracia de Dios reflejada en el texto que hemos leído a la luz de toda la Biblia. La historia de la humanidad debería de haber terminado en Génesis 7 con el diluvio y la destrucción de todo ser viviente. Pero, el Dios de la Biblia incluso en estos pasajes podemos ver a un Dios de amor y gracia, donde lo fácil hubiera sido aniquilarnos a cada uno de nosotros, pero lo que hace es algo más sublime que solo se explica porque Dios es amor y es que en vez de destruirnos, Dios quiere transformarnos. En una sociedad que cuando algo no funciona como debería y se estropea lo tiramos y lo recambiamos por otra cosa, una sociedad que la filosofía de matrimonio es de usar y tirar, Dios a lo largo de las páginas de la Biblia nos presenta un modelo más sublime y es la restauración. Nuestra historia debería de haber terminado como la historia de Acán todos muertos y lapidados por Dios, pero si hoy estamos con vida es porque Dios no quiere tomar la vía rápida y fácil de la destrucción, sino que a causa de su profundo amor por nosotros tomó la via del dolor y sufrimiento para ser cada uno de nosotros transformados a la imagen y semejanza de Cristo. Gálatas 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,”