Efesios: Familia de Dios

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INTRO

Dos pueblos una sola familia.
Efesios 2:11–18 NVI
Por lo tanto, recuerden ustedes los gentiles de nacimiento—los que son llamados «incircuncisos» por aquellos que se llaman «de la circuncisión», la cual se hace en el cuerpo por mano humana—, recuerden que en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. Él vino y proclamó paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu.
Ilustración: Visita, no de la familia.
Efesios 2:19 RVR60
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

Extrangeros y advenedizos

Ezequiel 44:9 NVI
Así dice el Señor omnipotente: ¡No entrará en mi templo ningún extranjero incircunciso de corazón y de cuerpo; ni siquiera los extranjeros que habitan entre los israelitas!
Gente que vive de paso, sin derechos legales de ciudadanía
La palabra extranjero procede de la palabra latina extraneus, que significa “exterior” o “de afuera”. Por lo general, designa a alguien que es “forastero” por varias razones, ya sea por su origen, su cultura, sus opiniones o su religión.
Advenedizo es un adjetivo que deriva de advenir: arribar, llegar, etc. El término se emplea para calificar a la persona que no es nativa o natural de un determinado sitio, haciendo referencia mas que nada a los extranjeros vecinos.

Conciudadanos de los santos

Gálatas 3:27–28 NVI
porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.
“¡No sois extranjeros… sino conciudadanos!”
Los gentiles estaban alejados de la ciudadanía de Israel, pero ahora pertenecen a una nueva nación.
En el primer siglo, la ciudadanía era aún más valorada que en la actualidad porque definía las amistades, derechos, protección, e identidad de la persona.
Sin embargo, la ciudadanía nueva provee más significado y seguridad que cualquier relación anterior. Los cristianos están más cercanos que los vecinos.
En la nueva nación se aman, se entienden, se apoyan y su relación es para siempre.
Filipenses 3:20–21 NVI
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.

Miembros de la familia de Dios

En el Nuevo Testamento, esta es la figura más común de la iglesia.
Pablo instruyó a Timoteo para que tratara a los cristianos como “padre”, “madre”, “hermanos” y “hermanas”.
Estos son términos de cariño, compromiso y relación permanente.
Entre familiares se conocen las debilidades y las virtudes de los demás.
Se sacrifican los unos por los otros. En el cuerpo de Cristo también encontramos conocimiento, confianza, cariño, compromiso y sacrificio. Somos de la familia, “la familia de Dios”.
Juan 1:12–13 NVI
Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

CONCLUSIÓN

Romanos 8:15 NVI
Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»
Romanos 8:16 NVI
El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
Nuestra oración debe ser que podamos experimentar cada día más la bendición de estar conscientes de que formamos parte de la gran familia de Dios, que tenemos un Padre bueno que nos colma de bendiciones, y que tenemos una responsabilidad directa hacia nuestros hermanos.
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