Marcos 18
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Jesús libera a un joven endemoniado
Jesús libera a un joven endemoniado
MARCOS 18
“Cuando regresaron a donde estaban los demás discípulos, vieron que los rodeaba una gran multitud y que algunos maestros de la ley religiosa discutían con ellos.” (Marcos 9:14, NTV)
Cuando regresaron ¿de dónde? En el monte de la transfiguración, dónde Pedro, Santiago y Juan son testigos de una reunión celestial en la tierra. Lean el capítulo anterior. Llega y ve que sus discípulos están en apuros.
El hecho que hace unas horas ha vivido la gloria que le corresponde, eso no le impide ocuparse de sus discípulos cuando están en apuros. Quienes discuten con ellos son maestros de la ley, gente preparada.
La narración posterior nos indica que los discípulos están en aprietos, tal parece que han fracasado, los escribas aprovecharon que no está su maestro para discutir con ellos, quizá se están burlando o incluso poniendo en duda el honor de su maestro.
Cuando fracasamos damos oportunidad para que el enemigo nos critique y quiera eliminarnos por nuestro fracaso. Ésta es una miniescena del mundo: jóvenes en las garras del mal, angustia de los padres, discípulos a quienes se les ha dado poder de modo que no tuvieran que fracasar y un grupo de religiosos peleoneros.
“Cuando la multitud vio a Jesús, todos se llenaron de asombro y corrieron a saludarlo.” (Marcos 9:15, NTV)
Jesús llega en el momento oportuno. Tanto los discípulos como la gente se asombra y corren a saludarlo, quizá menos los escribas que no se sintieron felices de que Jesús llegara. Quizá se sorprenden del momento tan oportuno, casi milagroso ¡así suele ser la llegada de Jesús! Quizá corren hacia ÉL esperando que ponga orden en medio del caso y confusión.
“—¿Sobre qué discuten? —preguntó Jesús.” (Marcos 9:16, NTV)
Claro que sabe de qué discuten, pero a nuestro Señor le interesa que cada uno sepa cuál es el tema principal de la discusión o de nuestra preocupación.
Marcos que le gusta los detalles, no deja en claro a quién va dirigida la pregunta, Marcos tampoco pone en su voz la razón de la discusión, deja que el padre aclare las cosas.
“Un hombre de la multitud tomó la palabra y dijo: —Maestro, traje a mi hijo para que lo sanaras. Está poseído por un espíritu maligno que no le permite hablar.” (Marcos 9:17, NTV)
El padre angustiado toma la palabra y explica la situación. Le da el trato respetuoso de maestro y dice que su hijo es poseído por una fuerza maligna y lo sacude violentamente, no lo deja hablar.
No es la primera vez que los discípulos tienen encuentros con endemoniados, la población también lo sabe, por eso este padre va en búsqueda de Jesús, pero al no encontrarlo, lo lleva con sus discípulos, con la convicción que ellos podrán ayudarlo.
Los síntomas del muchacho concuerdan con los casos de epilepsia que en esa época era conocida como la enfermedad sagrada, porque creían que era de origen divino o como un castigo de la divinidad.
El padre dice que el demonio posee a su hijo, por eso no puede hablar, pero los ataques violentos son esporádicos.
El doctor Lucas registra el mismo episodio nos dice que además es su único hijo y da otros detalles:
“Un espíritu maligno sigue apoderándose de él, haciéndolo gritar. Le causa tales convulsiones que echa espuma por la boca; lo sacude violentamente y casi nunca lo deja en paz.” (Lucas 9:39, NTV)
El padre angustiado por su hijo no está interesado en las discusiones teológicas, sólo sabe que tiene que llevar a su hijo ante Jesús.
Así ahora, los más interesados en que los muchachos lleguen a Jesús ¡deben ser los padres!
“Y, siempre que este espíritu se apodera de él, lo tira violentamente al suelo y él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se pone rígido. Así que les pedí a tus discípulos que echaran fuera al espíritu maligno, pero no pudieron hacerlo.” (Marcos 9:18, NTV)
El hijo pierde control de sí mismo, su vida está en peligro, además que no habla. Podemos imaginar al hijo muy delgado, acabado, sin propósito ni voluntad propia.
Nuestro Señor sigue haciendo estos milagros hoy en día:
“Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado,” (Colosenses 1:13, NTV)
Este hombre espera ayuda de los seguidores de Cristo y estos ¡no pueden! Literalmente dice: ¡no fueron bastante fuertes! El padre está desesperado y lo podemos comprender.
También entendemos la saña de los escribas al ver que los discípulos no pueden sanar al muchacho.
“Jesús les dijo: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho».” (Marcos 9:19, NTV)
¿A quién le dice esto? A los discípulos, la multitud, el padre o ¡todos! La incredulidad general de una generación privilegiada con las enseñanzas y las obras milagrosas de Jesús y sin embargo ¡todavía eran incrédulos! ¿Hasta cuándo?
El hecho que los discípulos no pudieron es interesante, porque ¡ya lo habían hecho?
“También expulsaban muchos demonios y sanaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite de oliva.” (Marcos 6:13, NTV)
Pero ahora no pudieron. Jesús les dice: que no tienen fe y pide que le lleven al muchacho.
Era vergüenza que no tuvieran la fe para echar fuera el demonio. ÉL necesitó paciencia para soportar este hecho. Jesús dice esto frente a todos y cada uno lo recibe de forma diferente; quizá de los discípulos se esperaba una fe suficiente para sanar a este joven. En este caso su incredulidad se convirtió en estorbo para la sanidad del joven.
“Así que se lo llevaron. Cuando el espíritu maligno vio a Jesús, le dio una violenta convulsión al muchacho, quien cayó al piso retorciéndose y echando espuma por la boca.” (Marcos 9:20, NTV)
Tal parece que el demonio al ver a Jesús lo quiere desafiar y manifiesta todo su poder contra el joven, como si Jesús fuera incapaz, como lo fueron los discípulos, de liberarlo.
En la sanidad del hombre de Gadara, cuando vio a Jesús de lejos corrió a ÉL para adorar, pero aquí es el demonio quien ve a Jesús y empieza a desgarrar a su víctima, con rabia. El demonio está en desesperación y Jesús aún no interviene directamente con el joven, ÉL sigue platicando con el padre, la multitud escucha y puede ver lo que el padre ha comentado.
Vemos una vez más, que ante la incapacidad de los líderes religiosos de identificar a Jesús, los demonios siempre lo identifican claramente.
“—¿Hace cuánto tiempo que le pasa esto? —preguntó Jesús al padre del muchacho. —Desde que era muy pequeño —contestó él—.” (Marcos 9:21, NTV)
Como si Jesús quería que la gente supiera que, aunque esto pasa desde niño, para ÉL no hay nada imposible. Podemos pensar que el padre está desanimado, al ver que los discípulos de Jesús no pudieron hacer algo y además, en este momento su hijo está siendo atormentado, pero quizá para él el regaño de Jesús le sirvió para empezar a activar su fe. Quizá al escuchar que pedía que le llevaran al muchacho, ahí empezó a actuar su fe.
Si este joven ha estado sufriendo desde pequeño, casi toda su vida el demonio ha estado en control, ahora con el encuentro con Jesús, empieza una nueva era en su vida.
Actualmente acercarse a Jesús es permitir que el tiempo del dominio del maligno sea cambiada por el tiempo de salvación.
“A menudo el espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes.” (Marcos 9:22, NTV)
La última frase es desgarradora ¡ten misericordia de nosotros! Y ayúdanos si puedes. ¿Recuerdan a un hombre con lepra que se acerca a Jesús?
“Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara. —Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio —dijo.” (Marcos 1:40, NTV)
Este hombre está seguro del poder de Jesús, sólo pone el “si” en el querer. Pero este padre parece dudar no de que Jesús quiere, pero no sabe si puede. Lo que muestra una fe muy débil.
Este hombre lucha por tener fe ¡tendrá que dar un paso más! Y el Señor Jesús le da ese empujón.
“—¿Cómo que “si puedo”? —preguntó Jesús—. Todo es posible si uno cree.” (Marcos 9:23, NTV)
La fe sola no sirve de mucho, es la fe, es creer en que Jesús todo lo puede.
“Ellos le contestaron: —Cree en el Señor Jesús y serás salvo, junto con todos los de tu casa.” (Hechos de los Apóstoles 16:31, NTV)
Con esto aprendemos que la fe no es algo que esté fuera de nuestro alcance. Todo empieza con un poco de fe en un Gran Salvador, en un Dios Todo poderoso.
Es como si hubiera dicho: no se trata de si yo puedo hacerlo, sino de si tú puedes creer. A nuestro Dios le agrada responder a los actos de fe.
“Jesús los miró fijamente y dijo: —Humanamente hablando, es imposible, pero no para Dios. Con Dios, todo es posible.” (Marcos 10:27, NTV)
Jesús desafía a este padre a no dudar, sino a creer. No es el esfuerzo humano, sino fe en el Hijo de Dios. La fe no pone límites al poder de Dios y se somete a SU voluntad.
No se trata de poner a Dios a prueba, sino que muchas veces no recibimos porque pedimos contrario a lo que es la voluntad de Dios. No se trata de si Dios puede, sino de si podemos creer. No se trata de poder, sino de Fe. No se trata de Jesús, sino de si ellos creen en ÉL lo suficiente como para que haga el milagro.
En Nazaret Jesús no pudo hacer muchos milagros por la incredulidad de ellos.
“Al instante el padre clamó: —¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad!” (Marcos 9:24, NTV)
Si se trata de creer ¡creo! No quiero que la sanidad de mi hijo sea impedida por mi falta de fe, y confieso que mi fe es muy pequeña, por eso te pido que me ayudes, que aumentes mi fe, que tu gracia sea fuerte donde mi fe es todavía débil.
No quiso justificarse, contar su historia ¡sólo pidió ayuda! Este hombre reconoce su poca fe, y que no quiere seguir creyendo poco o con dudas y busco tu ayuda.
Este hombre nos identifica, somos todos, es nuestra experiencia, que en muchas ocasiones se sigue repitiendo en nuestras vidas. Ahora también oremos como él ¡ayúdame a superar mi incredulidad! Es el proceso en el cual la fe y la duda conviven, pero busca que Jesús ayude para que la fe se imponga sobre la incredulidad.
“Cuando Jesús vio que aumentaba el número de espectadores, reprendió al espíritu maligno. «Escucha, espíritu que impides que este muchacho oiga y hable —dijo—. ¡Te ordeno que salgas de este muchacho y nunca más entres en él!».” (Marcos 9:25, NTV)
Después de la petición del padre, ya no quiere más suspenso, Reprende al espíritu. Por Jesús sabemos que este joven también era mudo.
Estas palabras empiezan a dar aliento al padre, empieza a ver luz en su oscura vida.
No solo lo expulsa, sino que le ordena que no regrese y evitar la recaída que puede llevar a la muerte a este joven. Jesús da la orden al espíritu, separado del joven.
“Entonces el espíritu gritó, dio otra convulsión violenta al muchacho y salió de él. El muchacho quedó como muerto. Un murmullo recorrió la multitud: «Está muerto», decía la gente.” (Marcos 9:26, NTV)
El espíritu maligno y cruel, sabe que ha llegado su tiempo, junta toda su fuerza con la intención de matar a su víctima, tal parece que ha tenido éxito. El papá, quizá exhala un quejido creyendo que la situación empeoró.
Convulsionó violentamente, la gente pensó que había muerto.
Cuando la víctima está a punto de ser liberada, de ver su éxito, es cuando los poderes de las tinieblas dan su último golpe, con todas sus fuerzas.
“Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó, y el muchacho se puso de pie.” (Marcos 9:27, NTV)
Mientras que los demás ven a un joven muerto, Jesús ve una mano que le pide levantarse, la palabra de Gracia y SU mano de poder.
La aparente victoria del demonio sobre los discípulos, su arrogancia al retar a Jesús incluso sobre la muerte.
“Más tarde, cuando Jesús quedó a solas en la casa con sus discípulos, ellos le preguntaron: —¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese espíritu maligno? Jesús contestó: —Esa clase sólo puede ser expulsada con oración.” (Marcos 9:28–29, NTV)
Jesús da a entender que hasta en los demonios hay jerarquías, hay unos más peligrosos que otros y para poder expulsarlos, se necesita más fe manifestada a través de una dependencia de Dios más cercana, por medio de la oración.
Los discípulos de Cristo no deben suponer que su trabajo siempre será fácil, hay ocasiones que es necesario orar más, velar y ayudar más, hasta recibir la bendición de Dios o la fuerza de ÉL.
La oración implica comunión y dependencia en ÉL y se traduce en poder para el servicio. Quizá los discípulos se confiaron en su éxito pasado y dejaron d ir a Jesús con este tema.
¿Hasta que punto estamos dispuestos a dejar de lado nuestros deseos o cosas legítimas, que no son pecado para dedicarnos sólo al Señor? La oración es necesaria en todo tiempo. Ahora entendemos por qué Jesús buscaba constantemente a su Padre en oración.
Así como cada mañana son nuevas sus misericordias, así deben ser nuestra búsqueda de ÉL, cada día, cada mañana.