Requisitos de un pastor: Reputación
1 Timoteo: La casa puesta en orden • Sermon • Submitted • Presented
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Creo que no afirmo nada que no sea evidente al juicio de la observación cuando digo que vivimos en la generación de la autopercepción.
Nunca antes el relativismo moral había ganado tanto terrenos en el área de la vida en sociedad. Lo que en principio era un sistema filosófico flojo, hoy es casi una idea casi irrefutable en lo que relacionado con la identidad de los individuos.
Cada vez con más frecuencia escuchamos cosas como estas: “eres lo que sientas ser”; “nadie debería determinar lo que eres”; “vive como quieres, la opinión de otros no importa”, etc.
Aunque estas declaraciones aparecen un tributo a libertad individual, lo cierto es que revelan una tremenda necesidad de aprobación. Especialmente porque los que gritan que no les importa lo que otros piensan o dicen sobre ellos, lo ponen en redes sociales. En fin…
Lo cierto es, que en lo que respecta a la fe cristiana, y más específicamente, en lo que respecta al ministerio pastoral, sí nos importa lo que otros piensan, si importa su opinión; y no porque nuestra aprobación depende de ella, sino porque apreciamos el hecho de que Dios nos ha diseñado para vivir en comunidad y para considerarnos unos a otros en amor.
Nadie puede decir un día: “yo me autopercibo como pastor” o “yo creo que yo soy un pastor y si no me aceptan como tal es porque ustedes son unos tiranos que no les dan a las personas oportunidades”. En el ministerio la validación externa es indispensable.
Si alguien anhela el pastorado, desea lo bueno, pero se requiere que tenga un cúmulo de requisitos a favor y se además de personas externas que puedan validar eso. Es, a lo que llamamos, una buena reputación.
Los primeros en validar si una persona que aspira o no al ministerio tiene los requisitos es la iglesia que convive con él; pero, por otro lado, importa también el testimonio de su familia y el testimonio incluso de los que no son creyentes acerca de la persona.
Y es en eso en lo que nos concentraremos en la última categoría de requisitos que hemos estado siguiendo en este pasaje sobre el ministerio pastoral.
Este es el argumento que quiero proponerles:
Los que aspiran al ministerio deben gozar de buena reputación como el testimonio externo de que cumple con los requisitos bíblicos.
Buena reputación de su familia
Buena reputación personal
Buena reputación de los de fuera
Buena reputación de su familia
Buena reputación de su familia
Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?).
Aquí está la principal esfera de reputación de un pastor: su familia.
Hasta ahora, muchos de los requisitos que hemos mencionado, si no todos, deben ser validados y observados por la iglesia donde se congrega. Pero puede pasar que alguien haga un buen papel cada domingo y engañe a la iglesia; pero donde es difícil que sea alguien que finja ser un creyente fiel es con los de su casa.
El texto no puede ser más explícito: si alguien no gobierna bien su casa, no puede gobernar la iglesia del Señor.
Hay tantas cosas que podemos inferir en este pasaje, pero vamos a numerar solo algunas:
La familia debe ser más importante para un pastor que el ministerio y por eso no debería descuidarse de ninguna manera.
Gobernar bien la casa significa tener un matrimonio en orden; eso implica que es un esposo piadoso, que ejerce autoridad con amor y que no es alguien conocido por ser duro, brusco o áspero con su cónyuge.
Gobernar tiene que ver con administrar. El pastor debe asegurarse de proveer lo suficiente para su esposa y para sus hijos. Un hombre cuyos hijos o esposa se ven descuidados, mientras que él siempre se ve pulcro y bien puesto, muestra un trato desproporcionado que evidencia una mala administración de su casa.
Este texto también implica que un pastor debe dar evidencia de ser un padre que procura la fidelidad de sus hijos.
Sobre este apartado debemos decir que hay discusión acerca de si los hijos del pastor deben ser creyentes, basados más en la afirmación del pasaje paralelo en Tito donde se dice que deben ser creyentes, pero la mayoría de los eruditos apunta a que la idea de Pablo es que sean hijos fieles (pistis), no acusados de disolución, o que permanezcan bajo el liderazgo de sus padres. Esto porque los padres, por muy buenos que sean, no pueden garantizar la salvación de sus hijos; lo que sí pueden garantizar es que van a ser corregidos en amor y que no van a ser maltratados con tiranía, lo cual mostraría también que no está actuando piadosamente.
Corregir en amor no significa ser permisivos con el pecado de los hijos, como Eliú (2 Sam 2:12-36), que dejaba que sus hijos cometieran toda clase de pecados solo por su condición de ser los hijos del líder, lo cual trajo gran mal al resto de la congregación.
Si un día los hijos de un pastor toman un cambio distinto al de sus padres, debería ser claro para ellos que van en contra de la enseñanza de sus padres por su propio pecado y no impulsados por un mal testimonio del evangelio o porque consideren que su padre es un hipócrita.
Este pasaje también implica que la iglesia es vista como una familia y que de la manera en que se administra la familia, así también se administra la iglesia. Por medio del ejemplo y no de la tiranía, por medio del cuidado y no de la negligencia, por medio del amor y no del autoritarismo.
Esto no es solo un requisito para los pastores, todos los hombres que estamos aquí, somos llamados a seguir el mismo principio, conducir a nuestras familias con fidelidad y amor.
Además del requisito familiar, también hay una condición individual, personal, que debe cumplirse como requisito imprescindible y es que no sea un neófito.
Buena reputación personal
Buena reputación personal
La palabra “neófito” significa: recién plantado. Es decir, no debe ser alguien que tenga poco tiempo de ser un creyente. No debe ser alguien que todavía esté “biche”.
Esto parece obvio. Las personas que aspiran al ministerio deben exhibir madurez y eso debe ser observable en el tiempo.
El tiempo es la única cosa que no se puede apresurar o adelantar. No hay forma en que podamos sustituir el tiempo necesario para que alguien muestre si realmente es una persona madura.
No importa si es una persona talentosa, nunca debería ponerse en el ministerio a alguien que no ha vivido la fe el tiempo necesario para ser observado en su fidelidad.
El Señor Jesucristo dijo que la Palabra es como una semilla que cae en el corazón del hombre, que en principio parece dar mucho fruto, pero luego el sol, que son las pruebas y tribulaciones, hacen evidente que no tenía raices profundad.
Toda persona recien convertida muestra mucho ímpetu, pero es necesario esperar el desarrollo de su fe en el tiempo.
El mismo Apóstol Pablo, después de ser alcanzado por el Señor en Damasco, pasó 3 años en Arabia (Gal 1:17-18), después de esos 3 años visitó Jerusalén por primera vez para conocer a Pedro y estuvo ahi 15 días (Gal 1:18-19); posteriormente estuvo en Siria y Sicilia evangelizando (Gal 1:21), luego volvió a Jerusalén con Bernabé y estuvo allí un año más (hechos 11:25-30) y por fin en Hechos 13, después de un periodo largo en la iglesia de Antioquía, fue encomendado al ministerio en su primera misión.
En total, pasaron entre 13 y 15 años después de la conversión de Pablo para que fuera puesto en el ministerio y esto en un tiempo de gran necesidad.
No quiere decir que debemos esperar esos años exactamente, pero eso nos va mostrando que, en efecto, no puede estar en el ministerio alguien con poco tiempo en la fe.
Es común que en iglesias, cuando alguien se convierte con un testimonio impactante, esté predicando a los pocos días.
También durante un tiempo se hizo muy popular esto de poner a niños en el púlpito a enseñar a adultos con autoridad. Eso es un completo despropósito.
Y la razón de ser de este cuidado o espera para que el candidato gane experiencia, es que es una forma de cuidarlo del orgullo y de caer en el pecado del diablo, el envanecimiento. En que no sea alguien con el carácter desarrollado como para sostener el peso del liderazgo, de la influencia sobre otros.
¡«El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente». —Lord Acton
A una persona inexperta es más probable que se le suban los humos a la cabeza cuando se le pone en el ministerio y es por eso que debe esperance en el insustituible paso del tiempo.
Puede ser que se use como argumento que algunos que han sido puestos en el ministerio enseguida han dado frutos, pero estas excepciones no deben convertirse en una regla.
Considerar la madurez de un candidato al ministerio como requisito es una forma de proteger al candidato y proteger también a la iglesia.
Todo esto nos lleva a nuestro último encabezado y también nuestro último requisito para el que aspira a ser pastor:
Buena reputación de los de afuera
Buena reputación de los de afuera
Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.
¿Qué tiene que ver la gente no creyente con alguien que aspira a ser candidato en una iglesia? Mucho.
La persona que aspira al ministerio debe ser una persona que ha ganado una reputación como creyente fiel, incluso entre aquellos que no conocen al Señor.
Dado que la iglesia no es una burbuja que no entra en contacto con el resto del mundo, sino que, por el contrario, en su forma de vivir el amor de Cristo está enviando un mensaje al mundo, el Señor manda por medio de su Palabra que nos conduzcamos de manera honrada entre los no creyentes para ser sal y luz entre ellos, para que entre los que nos acusan de malhechores alaben a Dios.
Una persona puede manipular a su familia para hacerse ver como un creyente fiel, puede fingir en la iglesia con el mismo propósito; pero lo que es seguro es que no podrá vivir así en todas las áreas de su vida, tarde o temprano la hipocresía se hará manifiesta y dado que estas personas solo viven de un papel o de un rol, usualmente con los que no conocen al Señor se conducen tal como son y de esos casos hay muchos.
Cuando se considera un candidato se le considera en toda su forma de vivir, su ética, sus relaciones, su reputación con todos.
Puede ser que los de afuera tengan alguna opinión negativa por el prejuicio contra todos los cristianos, pero si de repente hay un patrón que se repite; y personas de distintos contextos tienen reparos sobre el carácter de alguien, eso debe llamar la atención.
Notemos además que el propósito de considerar la reputación externa es que no caiga en descrédito y lazo del diablo. Es decir, Satanás no va a desperdiciar alguna oportunidad que tenga para usar en contra de un ministro con el fin de hacer daño a la iglesia.
No se espera que los no creyentes alaben la vida de piedad de un pastor, pero sí que cualquier acusación que haya contra ellos no tenga fundamento en la verdad.
Parte del proceso entonces de evaluación de un pastor es familiarizarse con su entorno, vecindario, entorno de trabajo, en torno de relaciones, etc.
Hemos visto entonces la dimensión externa del llamado, las validaciones de la familia, la experiencia individual y la reputación externa, todas ellas como un componente que respaldan que el candidato es una persona digna de la vocación.
Hasta aquí los requisitos que 1 Timoteo establece para elegir a candidatos al ministerio. Cabe mencionar que esta no es una lista exhaustiva, pero sí una muy completa que abarca todos los aspectos de la vida de un pastor.
Esto no garantiza que siempre se tenga éxito en escoger a un pastor, pero sí reduce el riesgo de equivocaciones.
Al mismo tiempo, y tal como se ha podido probar a lo largo de este capítulo 3, el ser pastor no es un mero sentir o algo que alguien asigna a dedo. Hay todo un proceso riguroso y detallado que lo que busca es dar gloria al Señor al traer al ministerio pastores que puedan cuidar el rebaño del Señor.
Esto tampoco debería convertirse en una lista de chequeo para observar a algún candidato con suspicacia. Nosotros siempre tendemos más a descartar que a extender gracia.
Nadie es perfecto en todos estos rubros y nadie puede llegar a serlo; lo que esperamos es ver personas con una disposición a crecer en cada área y que sean cuidadosos de su andar.
Por supuesto, algunos aspectos son más delicados que otros y debemos también tener ese cuidado, de no juzgar todo con la misma severidad. Me refiero a que, alguien que es poco hospedador puede trabajar en ello con paciencia; pero alguien que tiene amor por el dinero puede estar reflejando un problema en el fondo que tiene el potencial de comprometer la salud de la iglesia y la reputación del evangelio.
También es importante tener en cuenta que la pluralidad pastoral lo que busca es precisamente complemento en estas áreas. Ningún pastor es 10/10 en todas as áreas y es por eso que el liderazgo en la iglesia debe ser una pluralidad, porque ningún hombre tiene él solo las habilidades y los dones para pastorear el rebaño del Señor eficazmente.
Todo esto debe invitarnos a orar más intencionalmente, porque Dios nos conceda sus dones y su favor y podamos tener más hombres que puedan cuidar con fidelidad Su rebaño.
Al Señor sea toda la gloria.