Los diáconos (1 Timoteo 3:8-13)

1 Timoteo: La casa puesta en orden  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Cuando pensamos en la Iglesia del Señor, puede que nos venga a la mente la idea de que es un ente en el que todo funciona por la inercia de lo espiritual y parece que por un momento olvidamos que se trata también de una reunión de personas que requiere de una organización o de una estructura.
Una forma de ver esto es en la iglesia que nació después de la predicación de Pedro en Hechos 2. Con todo lo espectacular que rodeaba este cuerpo de creyentes, pronto empezaron a aparecer los problemas logísticos y las necesidades administrativas, cosas que requerían de una intervención y sobre todo de orden.
Y una de esas necesidades fue la de tener personas con ciertas cualidades que pudieran ayudar en las tareas logísticas, con el fin de liberar a los líderes y que ellos se pudieran dedicar a la predicación y la oración, a guiar espiritualmente a la iglesia.
Recordemos que la idea de Pablo es darle instrucciones a Timoteo sobre cómo poner en orden la casa del Señor, y en este caso particular, las iglesias de Éfeso, que habían comenzado a desviarse de la fe debido a problemas relacionados mayormente con la idoneidad de los líderes.
Una vez establecidos los requisitos de los que aspiran al ministerio, Pablo ahora pasa a dar unas indicaciones específicas para los que van a colaborar con el liderazgo en la labor de administrar la iglesia en todo lo que ello implica.
A los que ejercen este rol o llamado se les llama diáconos y su función es vital para el funcionamiento de la iglesia.
Y este es el argumento que vamos a desarrollar:
Los que colaboran en la administración de la iglesia, deben ser dignos e irreprensibles y su trabajo tendrá gran recompensa.
Y lo veremos a la luz de los siguientes puntos:
La dignidad del diaconado
Los requisitos para el diaconado
La recompensa de los que sirven en el diaconado

La dignidad del diaconado

De la misma manera, también los diáconos deben ser dignos.
Aquí hay tres cosas importantes:
La expresión, “de la misma manera” denota que al igual que los pastores, los diáconos deben ser considerados a la luz de una dignidad; es decir, no es algo que se toma a la ligera o que se hace con superficialidad.
Los diáconos (diakonos) la palabra significa “servidor” o alguien que se encarga de tareas específicas no relacionadas con el liderazgo o la predicación, sino en el aspecto administrativo.
Deben ser dignos: Aunque algunos suelen ver el oficio diaconal con cierto desdén, la realidad es que ser un servidor es una labor digna, no es algo de menor categoría, de hecho es algo asociado directamente a la obra del Señor Jesucristo, el diácono por excelencia, el que no vino para ser servido sino para servir.
De aquí podemos inferir algunas cosas más que son importantes:
Un diácono no es una función de liderazgo, no es un anciano ni tampoco un paso para llegar a ser pastor.
La función de diácono se empieza a ver, aunque todavía de manera incipiente en Hechos 6 cuando las viudas gentiles estaban siendo desatendidas en la repartición y era un problema que amenazaba con dividir la iglesia, así que los apóstoles en su sabiduría resuelven que debía designarse a personas con ciertas características para que se dedicaran a la labor de repartir con equidad; algo que trajo alivio a la congregación.
Las áreas de servicio de los diáconos en la biblia a menudo implica:
Labores administrativas
Labores de tipo logístico y organizacional con relación al culto
La repartición de los elementos de la Cena del Señor
Prestar ayuda y misericordia y asistencia a hermanos en necesidad
Labores de visitación a hermanos enfermos y en necesidad
Ayuda en el manejo financiero de la iglesia
En general, todo aquello que descargue a los pastores para que estos puedan dedicarse libremente a la predicación y dirección de la iglesia.
Labores de mayordomía de recursos. Administración de aspectos locativos.
La función de un diácono es esencial para una iglesia local porque no solo ayuda en la labor de administrar, sino que comunica una actitud de servicio que es característica del evangelio.
Un diácono fiel es un modelo de servicio para una iglesia y eso lo hace una labor dignísima.
Al igual que los pastores, los diáconos son un don para la iglesia, un regalo del Espíritu Santo y debemos orar activamente por ello.
Habiendo visto entonces algunos aspectos generales de la labor diaconal, veamos ahora los requisitos que se demandan en la Escritura para los que anhelan este servicio.

Los requisitos para los diáconos

De una sola palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias deshonestas, sino guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. Que también estos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos.
No se necesita ser muy suspicaz para notar que la intención de Pablo fue mostrar que los requisitos de los diáconos son en esencia los mismos que para los pastores, con excepción de aquellos que están relacionados con la enseñanza.
Pudiéramos decir que los diáconos son personas maduras en la fe, con una evidente y marcada vocación de servicio.
De una sola palabra: Esto es, no deben ser personas con doblez, o que no tengan integridad. Que digan una cosa ahora y otra después. Eso no los haría confiables para la labor de administrar. Deben ser personas honorables en el uso de sus palabras.
No deben ser tampoco personas dadas al mucho vino. Al igual que lo explicamos con los pastores, esto se extiende a un autocontrol de sus apetitos. Una persona que no puede controlar sus impulsos, difícilmente podría ser alguien en capacidad de administrar con fidelidad.
No amante de ganancias deshonestas. En efecto, deben ser personas que tienen una relación sana con el dinero. Puesto que los diáconos son puestos como veedores sobre las cosas que son de uso de la iglesia, es de esperarse que estos sean irreprensibles en el manejo de sus finanzas, que puedan mostrar orden en ese sentido.
Deben ser personas que guarden el ministerio de la fe con limpia conciencia, es decir, que no tienen secretos, sino que sus vidas son abiertas para ser escrutadas.
Todos estos requisitos dan cuenta de la labor tan importante de los diáconos en la iglesia.

El caso de las mujeres

Algo que ha generado algo de debate es la mención que Pablo hace al respecto de las mujeres en este pasaje y los requisitos también para ellas.
Hay al menos tres posturas al respecto:
Por un lado, los que piensan que se refiere al oficio diaconal de las mujeres o diaconisas
Por otro lado, los que sugieren que son las esposas de los diáconos que los ayudan en su función
Y otra, un poco más moderada, que habla de las mujeres que sirven complementando la labor de los diáconos.
Debemos decir que el pasaje no es lo suficientemente contundente para afirmar una posición u otra de manera dogmática; pero en nuestro caso nos inclinamos por pensar que no se está refiriendo a las esposas de los diáconos, sino a hermanas que ejercían labores diaconales o de servicio.
La razón es que no vemos que haya algún requisito para las esposas de los pastores y eso nos lleva a pensar en por qué sí debería haberlos para las esposas de los diáconos.
Por otro lado, se les pide a ellas lo mismo que a los hombres: “deben ser dignas” y ambas declaraciones antecedidas de la palabra “así mismo”.
Por otro lado, al no ser el diaconado una posición de autoridad, sino de servicio, no tenemos razón para pensar que estas no pudieran servir en algunas labores más afines con su naturaleza como el hacer misericordia, cuidar de las mujeres viudas, repartir, visitar enfermos y otras funciones logísticas como las vimos en el caso de las mujeres que servían al Señor y otras como Febe, de quien se dice diaconisa:
Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas. Pido que la reciban dignamente en el Señor, como conviene hacerlo entre hermanos en la fe; préstenle toda la ayuda que necesite, porque ella ha ayudado a muchas personas, entre las que me cuento yo. (Rom 16:1-2).
De modo, que al menos a la luz de la lectura más natural del pasaje, no parece haber objeción para reconocer a hermanas en labores específicas, aunque se entiende el cuidado que algunos tienen de ver esto como si se estuviera validando una posición de liderazgo que contradijera el rol de las mujeres que ya hemos descrito en el capítulo 2, sin embargo, parece ser que tal precaución es más de preferencia que algo que se vea claramente en el pasaje.
Es posible, sin embargo, que algunas funciones diaconales sean más cercanas al ejercicio del liderazgo y la toma autoritativa de decisiones y en tal caso se preferirá proteger a las hermanas de violentar el principio bíblico que ya vivimos en el capítulo 2 de no ejercer dominio sobre el hombre; en estos casos, por una razón práctica se buscaría que las mujeres sirvan en labores que no le representen un conflicto de autoridad con sus propios esposos o con otros hombres en la iglesia.
Todo esto, como lo ven, son perspectivas prácticas y de uso y es por eso que debemos presentar esta posición con humildad y reconocer que otros hermanos pueden tener buenas razones para abrazar posiciones más conservadoras y decidir no reconocer a mujeres como diaconisas o servidoras en áreas específicas; nosotros por nuestra parte no lo vemos así y reconocemos que mujeres pueden ser de ayuda en áreas puntuales de administración y servicio y no vemos ningún inconveniente en ese reconocimiento.
Pablo cierra esta sección afirmando que los diáconos deben ser fieles, maridos de una sola mujer y gobernar bien su propia casa, un aspecto que ya vimos ampliamente, que aplica también para los pastores, pero que revela la importancia de la familia para todo el que aspira al servicio en la iglesia.

Que sean puestos a prueba primero

Pero un aspecto que no podemos pasar por alto es que al respecto de los diáconos se dice que deben ser puestos en un periodo de prueba para ver si cumplen con estos requisitos.
Esto no es algo que se dice de los pastores, por ejemplo; pero se asume que debe ser así en ambos casos.
Se debe poner al candidato en un periodo de observación para evaluar si es alguien que cumple con los requisitos y a los diáconos en algunas funciones para que puedan ser percibidos; si luego de un tiempo, se encuentra que son competentes, entonces se les reconoce su posición, pero esta es una parte del proceso que no se puede omitir.
Tal como se ve en este pasaje, los encargados de evaluar a los candidatos es la iglesia misma. Somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de observar, evaluar y reconocer y es por eso que debemos tener las herramientas para hacerlo de manera precisa y fiel.
Finalmente; Pablo introduce una nota de ánimo, recordando que los que sirven en el honroso ministerio diaconal, recibirán una gran recompensa:

La recompensa de los que sirven en el diaconado

Tal como lo mencionamos al principio, en ocasiones podemos caer en el error de pensar que un diácono o servidor es alguien de menor categoría. Nos gustan los ministerios en los que recibimos alabanza o los que son visibles; pero tal como dice 1 Corintios 12, los miembros que consideramos menos horrorosos del cuerpo, en ocasiones son los que tienen mayor honra.
En el reino el más gran de no es el que es servido, sino el que sirve y el oficio diaconal encargan esa realidad.
Hay al menos dos cosas que vienen como recompensa para aquellos que han servido bien en el ministerio diaconal:
La primera es la posición obtenida delante del Señor: Una posición honrosa. Como ya lo hemos mencionado, el oficio diaconal encarna la obra de servicio del Señor Jesucristo y, por lo tanto, es una labor honrosa.
Pero los diáconos con su servicio también adquieren mayor reputación. NVI traduce: “adquieren mayor confianza para hablar de su fe en Cristo Jesús.”; esto significa que ganan un grado honroso y su servicio se convierte en su voz, su testimonio de fe se fortalece.
Aunque todavía no tenemos diáconos ordenados entre nosotros, creo que el Señor nos ha dado la dicha de contar con personas a quienes ha dotado de una tremenda abnegación por el servicio y es mi deseo que podamos reconocer eso.
Seamos agradecidos con las personas que nos sirven.
Cada vez que venimos aquí y todo está en orden, hay personas que nos han servido detrás y todo eso es parte de la actividad del Espíritu Santo, que es el que da dones a la iglesia.
No convirtamos en trivial lo extraordinario de tener personas sirviéndonos con su vida y su tiempo para que nosotros podemos adorar al Señor.
También es importante aclarar que no se necesita ser un diácono reconocido para servir. Como miembros de la iglesia, debemos aprovechar toda oportunidad que se nos presente para poder servir a la obra del Señor, eso es un llamado para todos.
Servir a otros tiene impregnada la honra de ser imitadores de Cristo, el diácono de diáconos, que dejó toda su dignidad y gloria por servir a quienes no merecíamos más que el castigo eterno. Eso hace digno el servicio.
Que Dios nos conceda tener más de estos dones entre nosotros.
Amén.
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