Sermón sin título (57)
Interpretación:
El perdón humano es costoso. Un hijo o una hija se pueden descarriar, y puede que el padre o la madre los perdonen; pero ese perdón conlleva lágrimas, canas en el pelo, arrugas en el rostro, angustia y dolor de corazón. No se puede decir que no cueste nada. El perdón de Dios es costoso. Dios es amor, pero también es santo. Él es el Que menos puede quebrantar las grandes leyes morales sobre las que está construido el universo. El pecado debe recibir su castigo, o se desintegrará la misma estructura de la vida. Y Dios es el único que puede pagar el terrible precio que cuesta el perdón de la humanidad. Perdonar no es nunca decir: «Está bien. No importa». Es lo más costoso del mundo. Sin el derramamiento de la sangre del corazón no puede haber perdón de pecados. Nada le hace a uno recapacitar con más fuerza que el ver el efecto que ha producido su pecado en alguien que le ama en este mundo, o en Dios, Que le ama por toda eternidad; y el decirse: «Eso es lo que costó perdonar mi pecado». Donde ha de haber perdón, alguien ha de ser crucificado.