Escuchando la Voz de Dios Activamente (y que debo hacer con ello).
Tiempo con Dios • Sermon • Submitted • Presented
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Buenas noches, bienvenidos a este nuevo Tiempo con Dios del lunes de 15 de julio de 2024.
Me da mucho gusto saludarlos, yo soy Hector Viruega, y soy el responsable de los grupos pequeños de nuestra iglesia. Y para mi es un gusto el poder estar con ustedes en esta noche.
Antes de comenzar, quiero dar unos breves anuncios:
SALUDOS
El día de hoy vamos a meditar en tres pasajes que se encuentran en el capítulo 3 del primer libro de Samuel. Pero antes de ello vamos a orar.
ORACIÓN
El día que el doctor le dijo a mi madre que estaba embarazada, no fue un día de alegría para ella. El problema es que unos meses antes, los médicos le habían dicho que por el momento no era conveniente que ella se embarazara. Mi madre tenía un problema hormonal que había ocasionado que unos meses antes ella abortara un par de gemelos que esperaba.
Los doctores le habían advertido que no era conveniente que se embarazara hasta no corregir ese problema hormonal, ya que el embarazo podría verse interrumpido como el anterior, o bien el bebé podría nacer con alguna deficiencia.
Así que los siguientes nueve meses, mi madre se la pasó orando por mi, para que Dios le concediera que yo pudiera nacer, y además sin alguna deficiencia.
En su momento, mi madre pensó, que si Dios le concedía que yo naciera, me llamaría Samuel. Y más tarde les voy a decir porque.
En la Biblia, encontramos la historia de otra madre que oró por su hijo. En su caso, esta mujer llamada Ana, no tenía un embarazo de alto riesgo, sino que su problema era que no se podía embarazar.
Debemos entender que en las sociedades orientales antiguas, el ser estéril se tenía por maldición divina (Gn 30:2; 1 S 1:5), e inclusive podía conducir al divorcio u otra alteración en el hogar (Gn 16:2).
Un día, Ana acompañó a su esposo a Silo que era el lugar donde estaba el tabernáculo, y por ende era donde el pueblo de Israel adoraba y ofrecía sacrificios, y comenzó a orar pidiéndole a Dios un hijo.
Era tal la angustia de esta mujer, que su oración era una mezcla de gemidos y llanto, al grado de que el sacerdote Eli, quiso correrla de ese lugar de adoración, acusándola de que estaba ebria. La pobre mujer le respondió 1º Samuel 1:15 “—No, mi señor; no he bebido ni vino ni cerveza. Soy sólo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor.”
Y lo que tampoco sabía el sacerdote es que esta mujer le había dicho a Dios (1º Samuel 1:11) “si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida”.
Ana es la única mujer que las Escrituras mencionan que fue al tabernáculo, y podemos ver en ella una intimidad verdadera con Dios. Ella va a donde entendía que estaba Dios y le entrega su dolor; ella va y confiadamente le entrega su problema, porque sabe que solo el SEÑOR puede resolver su problema, y a Él le confía el cuidado de su corazón, independientemente del resultado.
Regreso a mi relato inicial, y déjenme les digo, que yo le doy muchas gracias a Dios porque Él escuchó la oración de mi madre, y porque también escuchó la oración de Ana.
El hijo de Ana fue Samuel, al que conocemos como el profeta Samuel, y cuyo nombre es la palabra hebrea šĕmûʾēl (שְׁמוּאֵל, shemu’el) , šĕmûʾēl que se puede entender como la combinación de la raíz šāmaʿ, que significa “oír” y ʾēl, que es Dios. Lo cual podemos traducir como “Dios oyó”. Por eso Ana, nombró así a Samuel porque Dios oyó su oración por un hijo (1 Sam 1:20). Y por eso mi mamá quería ponerme ese nombre.
Aunque la Biblia no lo menciona, yo estoy seguro que Samuel conocía esta historia de como Dios había escuchado la oración de su madre, y la había respondido con él. Para Samuel, era evidente y era un hecho que Dios oye.
Sin embargo, llegaría el día donde sería necesario que Samuel escuchara a Dios.
Si leemos en 1 Samuel 3:1 vemos que:
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Samuel, que todavía era joven, servía al Señor bajo el cuidado de Elí. En esos tiempos no era común oír palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones.
En este momento, vemos a Samuel, probablemente un niño o adolescente que servía a Dios bajo el cuidado del sacerdote Eli. Y dice la Biblia que en esos días no era común oír la palabra del Señor.
No había profeta de Dios que abiertamente proclamara la palabra del SEÑOR, lo que es un testimonio que tan baja estaba la moral en esos tiempos.
Eli era ya un hombre grande, sus hijos eran malvados y perversos, que dice la Escritura, no tomaban en cuenta al Señor, así que no había quien comunicara la palabra de Dios al pueblo.
Si continuamos leyendo el capítulo 3 del primer libro de Samuel, vemos que estando dormido en el santuario Dios le llama por su nombre.
El muchacho, no reconociendo la voz de Dios, corrió a ver a Eli para preguntarle que se le ofrecía.
Eli, en un inicio no entendió Quien era el que llamaba a Samuel, por lo que lo mandó de regreso a la cama.
Sin embargo, después de que Dios llama por tercera vez a Samuel, Eli entiende que es el SEÑOR quien está llamando al muchacho y le instruye diciéndole que conteste (1º Samuel 3:9) “Habla, Señor, que tu siervo escucha.”
Ahora era importante que Samuel escuchara a Dios, y bueno la historia nos dice que así lo hizo, pero hoy quiero darte 10 puntos que son importantes para que podamos escuchar a Dios.
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10 aspectos clave para escuchar la voz de Dios activamente:
10 aspectos clave para escuchar la voz de Dios activamente:
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1. Expectante.
1. Expectante.
Si vamos a escuchar activamente, debemos presentarnos ante el Señor expectantes. Debemos anticipar con ansias que Él nos hablará.
Dios nos habla de maneras sorprendentes. Dios usa Su Palabra, la oración, la voz de cristianos maduros, así como las circunstancias para hablarnos. Está atento y expectante a lo que Dios quiere decirte hoy.
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2. En silencio.
2. En silencio.
El Señor nos dice: Salmo 46:10 “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”.
Si queremos escuchar a Dios, debemos guardar silencio y dejar que Él hable.
Un error que cometemos mucho los seres humanos es que hablamos, y hablamos y hablamos, y no paramos para escuchar al otro. Yo te invito a que guardes silencio y escuches a Dios.
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3. Pacientemente.
3. Pacientemente.
A veces quisiéramos obtener una respuesta de Dios como si fuera por WhatsApp. Mandamos un mensaje y esperamos una respuesta de inmediato. Decimos: “ya tiene las dos palomitas y en azul, ¿por qué no contesta?”.
El Señor no siempre nos dice las cosas todas de una vez o instantáneamente. A veces Él nos habla parte de Su mensaje en un momento y parte en otro. Otras veces escuchamos un mensaje de Él solo después de haber estado esperando por un tiempo.
Ana recibió respuesta a su oración después de cierto tiempo, en el momento que Dios tenía previsto para ello.
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4. Con confianza.
4. Con confianza.
Al escuchar a Dios, debemos tener confianza en que escucharemos lo que necesitamos escuchar.
Puede que no siempre sea lo que queremos escuchar, pero podemos confiar en que Dios nos dirá lo que necesitamos saber para que podamos tomar decisiones y cambiar ciertas cosas en nuestras vidas para nuestro bien supremo.
Sabemos que Dios tiene planes de bienestar para nosotros, y que su voluntad es buena, agradable y perfecta, por lo que podemos escuchar confiados en que nuestro Padre Celestial tiene el mejor mensaje para nosotros.
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5. Dependiente.
5. Dependiente.
¿Alguna vez has escuchado el comentario: “Hazlo como si tu vida dependiera de ello”? Esa es la forma en que debemos escuchar porque nuestras vidas dependen de cómo escuchamos. No debemos tener otra agenda que la agenda de Dios para nuestras vidas.
En Juan 6:66 vemos que en una ocasión muchos de los seguidores de Jesús, lo abandonaron, dice la Escritura: “le volvieron la espalda y ya no andaban con él”.
Así que Jesús les preguntó a los doce: (Juan 6:67–69) —¿También ustedes quieren marcharse? —
“Señor—contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”
Toda nuestra vida depende de Jesús, de nuestro Dios, no podemos ni debemos ir con nadie más.
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6. Abiertamente.
6. Abiertamente.
En ocasiones decimos: que Dios te conceda los anhelos de tu corazón, pero es mejor cuando escuchamos y nos alineamos con los anhelos del corazón de Dios, porque sus planes, son mucho, muchísimo mejores que los nuestros.
Debemos acercarnos a Dios con el corazón y la mente abiertos para recibir lo que Él decida darnos. Escuchar abiertamente significa estar dispuesto a escuchar a Dios corregirnos y consolarnos, escucharlo convencernos y asegurarnos, y escucharlo castigarnos y alabarnos.
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7. Detenidamente.
7. Detenidamente.
Yo tengo un problema. Mi hija dice que tengo la atención de un pez payaso. Esto es nada. Me distraigo fácilmente. Que no nos pase lo mismo con Dios.
Escuchar atentamente significa prestar atención a cada palabra. Esto es más que la expectativa de que Dios esté hablando. Es escuchar cada palabra en busca de todos los matices de significado, todos los aspectos del mensaje que Dios está dando. Cuando realmente escuchamos atentamente, ¡no nos perdemos nada!
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8. Con atención.
8. Con atención.
Escuchar con atención significa escuchar al Espíritu Santo para confirmar que la palabra que estamos escuchando es una palabra genuina de Dios. Debemos poner a prueba todo lo que escuchamos. Debe alinearse con la Palabra escrita de Dios.
Si alguien llega y me dice “Dios me dijo esto para ti”, lo primero que me genera dudas es ¿por qué no me lo dijo a mi? Y segundo, el mensaje que reciba de Dios debo verlo a la luz de Su Palabra escrita, ya que si no está de acuerdo con la Biblia, seguramente no es un mensaje que provenga de Dios.
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9. Sumisamente.
9. Sumisamente.
En nuestro siglo XXI la palabra sumiso, o someterse no es algo muy popular o común. Pensamos que es algo negativo, y estoy totalmente de acuerdo, cuando nos sometemos a algo, lo que sea, que no sea Dios.
Escuchar sumisamente significa escuchar con la plena intención de obedecer. Si planeas obedecer lo que escuchas, obviamente te preocupas por comprender. Someterse a la Palabra de Dios es la única manera de encontrar un significado y un propósito genuinos en la vida. Sólo cuando te sometes a Dios podrás escucharlo claramente y estar en una posición en la que el Señor pueda hacer por ti todo lo que ha prometido hacer.
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10. Reverentemente.
10. Reverentemente.
Un corazón reverente se siente asombrado ante Dios.
Cuando yo entré a trabajar a la compañía donde actualmente laboro, estaba en lo último de las entrevistas, y el que iba a ser mi jefe, me llamó a la casa (en ese entonces - 1995 - los celulares no eran tan comunes como lo son ahora), y me dijo que el presidente de la compañía me iba a llamar para entrevistarme.
He de confesarles que sentí miedo, terror, jaja, pero también un gran privilegio que me fuera a llamar, el presidente de esta empresa para conocerme, entrevistarme, y de alguna manera aprobarme para trabajar con ellos.
Ahora bien, imagínense qué privilegio tenemos de escuchar al Dios del universo, el Creador de todo lo que existe. Cuando escuchamos con reverencia, escuchamos con asombro: primero que Dios nos hablaría y luego que Dios nos invitaría a ser parte de Sus planes y propósitos.
Todos estos aspectos de la escucha activa son formas en las que realmente tenemos "oídos para oír".
Jesús dijo repetidamente a sus discípulos: “¡El que tiene oídos para oír, que oiga!” (Mateo 11:15; 13:9; 43). Que esto sea siempre cierto para cada uno de nosotros.
Y si continuamos leyendo, en el último versículo del capítulo 3 vemos:
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Además, el Señor siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra.
Algo muy importante que quiero que veas, es que el capítulo 3 da inicio diciendo que no era común escuchar la Palabra del SEÑOR, pero termina diciendo que ahora Dios le comunicaba Su Palabra a Samuel.
Si tu conoces la historia de Samuel sabrás que él es considerado el primer profeta de Israel. Y Tal vez te preguntes ¿eso que tiene que ver conmigo hoy?
Antes de responder a esa pregunta déjame te digo que en la actualidad el oficio profético es muy mal entendido. Por lo general asociamos a los profetas como personas que tienen la capacidad de predecir el futuro, pero este concepto de los profetas fue acuñado muchos siglos después de los profetas del Antiguo Testamento.
Los profetas surgen como voceros de Dios, como enviados de Dios, como portadores de su mensaje. Cuando la monarquía es instituida, y después de que el reino de Israel es dividido surgen reyes muy malos y perversos.
En el reino del sur, compuesto por dos tribus, Judá y Benjamín, hubo algunos reyes que siguieron los caminos del SEÑOR, y otros que se apartaron de Dios. Sin embargo, en el reino del norte, Israel, todos los reyes se alejaron de Dios. El problema es que muchos de los sacerdotes solapaban estos malos comportamientos de los monarcas, y por eso Dios envía a los profetas.
Los profetas eran una especie de guerrilleros espirituales que llamaban al pueblo (y a los monarcas) al arrepentimiento. Eran portavoces de Dios que exhortaban al pueblo a regresar a los caminos de Dios.
Samuel, escuchó la voz de Dios cuando era un niño, un adolescente y decidió responder al llamado del SEÑOR, y después, como dice 1 Samuel 3:21
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Además, el Señor siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra.
Dios le comunicaba su palabra y Samuel la transmitía al pueblo, como profeta.
Nuevamente digo, seguramente estarás pensado ¿y eso que tiene que ver conmigo?
El don de profecía es la habilidad dada por Dios para comunicar de manera clara y relevante, el mensaje de Dios. Yo estoy convencido de que a varios ministros de nuestra Dios les ha concedido este don: a nuestro Pastor Gary, a Chucho Hurtado, a Toño Nistal, a Hiram, a Sul Valencia, a Arturo Martínez, a Shajid, y bueno, podría seguir.
Sin embargo, así como hay personas que tienen el don de evangelismo, a todos Jesús nos pidió en la gran comisión que compartamos el evangelio.
De igual manera, al igual que hay personas a las cuales el Espiritu Santo ha dado el don de profecía, a todos Dios nos ha hablado, y nos pide que compartamos Su mensaje de salvación.
Por eso el apóstol Pablo le escribe a los corintios:
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Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios.»
Dios nos atrae hacia sí mismo (nos reconcilia), borra nuestros pecados haciéndonos justos.
Al ser reconciliados con Dios, tenemos el privilegio de animar a otros para que hagan lo mismo, y de esa manera somos aquellos que tienen «el ministerio de la reconciliación». (Biblia del diario vivir)
Y por su parte el apóstol Pedro escribió:
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Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
En la época del Antiguo Testamento, la gente no se acercaba a Dios directamente. Un sacerdote actuaba como intermediario entre Dios y el pecador. Con la victoria de Cristo en la cruz, eso cambió.
Ahora nosotros podemos ir directamente a la presencia de Dios sin temor (Hebreos 4.16), pero por otra parte, a los hijos de Dios, se nos ha dado la responsabilidad de llevar a otros a su presencia también (2 Corintios 5.18–21).
Dios nos ha encomendado la tarea de proclamar la salvación que hemos recibido de Dios.
Cuando estamos unidos con Cristo como miembros de su cuerpo, nos unimos en su tarea de reconciliar a Dios con el hombre. (Biblia del diario vivir)
En esta noche yo quiero hacerte dos invitaciones:
La primera es que escuches a Dios. Y que lo hagas de manera expectante, en silencio, con paciencia, con confianza, reconociendo tu dependencia hacia Él. Que lo hagas abiertamente, detenidamente, con atención, de manera sumisa, y también reverente.
Pero que no te quedes ahí. No te quedes solo con eso.
Mi segunda invitación es que te conviertas en el portavoz de Dios, en el vocero de Dios, en el mensajero de Dios, ahí donde estás, con tus familiares, con tus vecinos, con tus amigos, con tus compañeros de la escuela o del trabajo.
Estoy seguro que conoces a muchas personas que necesitas escuchar el mensaje que Dios tiene hoy para ellos.
Sal y proclama las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Que no sea como dice el versículo 1: “En esos tiempos no era común oír palabra del SEÑOR”.
Sin por el contrario, que sea como dice el versículo 21:
1º Samuel 3:21 “Además, el Señor siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra.”
Y cierro con esto. Silo era una ciudad cuyo nombre posiblemente signifique “tranquilo”, “seguro”, y que fue el centro religioso de Israel por más de un siglo, porque ahí estaba el tabernáculo y por ende el arca del pacto que representaba la presencia de Dios. Por eso era que Ana, la mamá de Samuel, y su esposo iban a ese lugar, para sentirse cerca de Dios.
Que tu seas un Silo, un lugar donde Dios manifieste su presencia, donde la gente pueda sentirse tranquila y segura, y sobre todo donde puedan escuchar la voz de Dios a través tuyo.
Que tu seas un Samuel que escuche la Palabra de Dios, y la trasmitas a otros.
Que Dios les bendiga.
Oremos.
Despedida.
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