La Salvación Aplicada: La realización de nuestra profesión
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Hoy veremos como nos es aplicada la obra terminada de Cristo por el poder de su Espíritu Santo.
Esta es la respuesta a la pregunta: ¿Cómo es que llegamos a ser cristianos?
Tanto el Hijo como el Espíritu Santo, enviados por el Padre, ejecutan el plan del pacto de gracia acordado por la Santísima Trinidad en la eternidad (Juan 16:13-15; 17:4). Las Escrituras nos muestran cómo este plan impacta las vidas de los elegidos de Dios a lo largo del tiempo.
El Espíritu Santo
¿Cómo nos convertimos en creyentes?
El Catecismo Menor
P. 29. ¿Cómo se nos hace partícipes de la redención comprada por Cristo?
R. Se nos hace partícipes de la redención comprada por Cristo, mediante la aplicación eficaz de dicha redención a nosotros, por medio de su Espíritu Santo.
En el aposento alto, antes de su muerte y resurrección, el Señor prometió enviar su Espíritu:
»Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré. »Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en Mí; de justicia, porque Yo voy al Padre y ustedes no me verán más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.
El Espíritu Santo es el Espíritu del Señor resucitado que cambia los corazones de piedra de sus elegidos por corazones de carne que aman a Dios y su ley (Eze. 36:26; Jn. 14:18; 2 Co. 3:17).
La elección de Dios no se basa en nada que ve en nosotros. Se debe enteramente a su elección soberana.
Nadie es más "redimible" que otro. Esta verdad pretende humillarnos y dar toda la gloria al autor de nuestra salvación. Dios dijo a Moisés:
Y el Señor respondió: «Yo haré pasar toda Mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti. Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión».
Jacob y Esaú fueron elegidos antes de nacer Rom. 9:11
Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquel que llama, se le dijo a Rebeca: «El mayor servira al menor». Tal como está escrito: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí». ¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque El dice a Moisés: «Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión». Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
De hecho, Dios elige a menudo a los candidatos menos probables para mostrar las maravillas de su gracia.
Pues consideren, hermanos, su llamamiento. No hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. También Dios ha escogido lo vil y despreciado del mundo: lo que no es, para anular lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios. Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, para que, tal como está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor».
Elección Incondicional.
El plan eterno de Dios (sus decretos) incluye su elección de un remanente de la humanidad para ser salva (Ro. 8:28-29; Ef. 1:4-6). Este remanente, constituye un vasto número de personas :
Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos.
El Señor lo llevó fuera, y le dijo: «Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia».
Este aspecto de la soberanía de Dios sobre todas las cosas se conoce como Predestinación (Dios es soberano en la salvación de su pueblo).
Así, el Espíritu Santo aplica la obra consumada de Cristo a los pecadores perdidos que han sido elegidos por Dios para sus propios propósitos gloriosos desde antes de la fundación del mundo.
Orden de aplicación
El orden de la obra del Espíritu en la aplicación de la obra de Cristo a nosotros es lógico no necesariamente temporal. En otras palabras, muchos de los siguientes aspectos de la obra del Espíritu en nuestras vidas son recibidos de una sola vez, mientras que algunos implican un proceso, y otros son futuros.
Enumerar el orden de la salvación (ordo salutis) pretende ayudarnos a apreciar y recordar el conjunto de la obra de Dios en nuestras vidas. La obra del Espíritu representa una obra multidimensional unida de la asombrosa gracia de Dios.
1. El Llamamiento Eficaz
1. El Llamamiento Eficaz
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P. 30. ¿Cómo nos aplica el Espíritu Santo la redención comprada por Cristo?
R. El Espíritu Santo nos aplica la redención comprada por Cristo, obrando la fe en nosotros, y de este modo uniéndonos a Cristo en nuestro llamamiento eficaz.
P. 31. ¿Qué es el llamamiento eficaz?
R. El llamamiento eficaz es la obra del Espíritu de Dios, por medio de la cual, convenciéndonos de nuestro pecado y de nuestra miseria, iluminando nuestras mentes en el conocimiento de Cristo, y renovando nuestras voluntades, nos persuade y nos capacita para aceptar a Jesucristo, que gratuitamente se nos ofrece en el evangelio.
El llamamiento eficaz/ es uno de los varios tipos de llamamiento que aparecen en las Escrituras.
La vocación de cada persona es un llamado. En 1 Cor. 7:20 Pablo anima a los cristianos a seguir haciendo el trabajo que estaban haciendo cuando se convirtieron en cristianos. Convertirse en cristiano no es un llamado a abandonar la vida en este mundo.
El segundo uso de la palabra llamado, tiene que ver con el llamamiento Universal. Es la llamada de Dios a todos para que le reconozcan como Dios y le adoren en consecuencia. "La bondad de Dios tiene por objeto llevaros al arrepentimiento" (Rom. 2:4). Debido a la dureza del corazón de las personas, este llamado por sí mismo nunca conduce a la salvación de nadie.
El 3 tipo de llamado es el Llamado del Evangelio. Este es el mensaje del evangelio que llama a todos los que lo escuchan a arrepentirse del pecado, creer en el Señor Jesucristo y ser salvos. "Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar" (Mt. 11:28). "Creed en el Señor Jesucristo y os salvaréis" (Hch 16,31). Sin embargo, por sí sola, este llamado tampoco salvará a nadie. En Atenas, después de que Pablo llamara a sus oyentes a arrepentirse y creer, se nos dice que "algunos se burlaban" (Hechos 17:30-32). Fueron llamados por la predicación, pero no efectivamente, por lo que no respondieron. Son sordos al llamado.
El 4o tipo de llamado es el Llamado Eficaz. Este llamado ocurre cuando el Espíritu de Dios hace que el Llamado del Evangelio surta efecto (un llamado efectivo) como sucedió en el corazón de Lidia cuando escuchó el mensaje del Evangelio (Hch. 16:14). Cuando Pablo escribe a varias iglesias, a menudo se refiere a ellas como "los llamados de Jesucristo" (Ro. 1:6; 1 Co. 1:2; Ga. 1:6; Ef. 4:1). Esto se refiere a aquellos que son efectivamente llamados. Jesús nos dice que sus ovejas oyen su voz (Juan 10:3, 16, 1 Co.1:18-24).
Este es el Cuarto Punto del Calvinismo, Gracia Irresistible (TULIP). Algunos objetan esto como si Dios obrara en contra de la voluntad del pecador. Pero, la verdad es que el Espíritu de Dios cambia la voluntad del pecador dándole un corazón nuevo. Cuando alguien es llamado eficazmente desea lo que antes se oponía o resistía. Cuando Dios pone su amor y afecto en alguien desde la eternidad lo gana cambiándolo. Así, su gracia es irresistible.
Si nuestra voluntad iniciara nuestra salvación entonces resultarían varias ideas imposibles e indeseables:
Primero, Dios no estaría en control de la historia. La historia estaría bajo el control de personas pecadoras.
En segundo lugar, atribuiríamos la salvación a nuestra sabia elección y robaríamos parte de la gloria debida sólo a Dios.
La lógica de las Escrituras, como puede ver, comienza con el hombre como un pecador indefenso y espiritualmente muerto. Una vez que se afirma esta clara verdad bíblica, el resto de lo que llamamos calvinismo sigue necesariamente. Sólo la gracia soberana e irresistible puede salvar a tal pecador.
2. Unión con Cristo
2. Unión con Cristo
La unión con Cristo es uno de los conceptos más fundamentales del Nuevo Testamento en relación con la obra del Espíritu de Dios. Siempre que Pablo se refiere a que los cristianos estamos "en Cristo" se está refiriendo a nuestra unión con Cristo.
Todos los elementos del ordo salutis están enraizados en esta maravillosa realidad. "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Ef. 1:3: cf. 1 Cor. 1:2).
Esta unión es vital, espiritual, pactada y mística. Cuando el Espíritu nos llama eficazmente, nos llama a la unión con Cristo. Esta es la base de la aplicación de todos los demás beneficios de la salvación.
3. Regeneración
3. Regeneración
La regeneración es el nuevo nacimiento. Jesús se refiere a esto durante su encuentro con Nicodemo en Juan 3 como "nacer del Espíritu" (v. 8). Nadie puede entrar en el reino de Dios sin este nuevo nacimiento (v. 5). Como resultado del nuevo nacimiento, somos habitados por el Espíritu de Dios y estamos vitalmente unidos a Cristo, quien, como Vid verdadera, da vida espiritual a cada uno de los sarmientos (Juan 15:1ss). Se nos da ademas un corazón nuevo. (Eze. 36:26; cf. Jer. 31:33).
Jesús le respondió: «Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,
El nuevo nacimiento vence nuestra muerte en el pecado (Ef. 2:1, 5) y nos capacita para arrepentirnos y creer en el Evangelio.
Tanto la fe como el arrepentimiento son dones otorgados soberanamente por el Espíritu de Dios en la regeneración (Juan 3:6, 8, Ef. 2:8, Hch. 11:18).
La regeneración es enteramente la obra soberana, poderosa y creativa del Espíritu de Dios. Como resultado de su obra nos convertimos en una "nueva creación". (2 Cor. 4-6, 2 Cor. 5:17).
El nuevo nacimiento es absolutamente necesario para ver o entrar en el reino de Dios. Desgraciadamente, el llamado movimiento "nacer de nuevo" de la década de 1970 tendió a identificar el nuevo nacimiento con una experiencia emocionante. Es importante tener en cuenta que la obra del Espíritu en el cambio del corazón de un pecador puede expresarse en una gran variedad de experiencias dependiendo de la personalidad, el trasfondo y la situación de la persona.
4. Conversión: Arrepentimiento y fe
4. Conversión: Arrepentimiento y fe
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P. 85. ¿Qué nos exige Dios para que escapemos de la ira y la maldición que merecemos por el pecado?
R. Para que escapemos de la ira y la maldición de Dios que merecemos por el pecado, Dios nos exige tener fe en Jesucristo, arrepentimiento para vida,179 juntamente con el uso diligente de todos los medios externos, por los cuales Cristo nos comunica los beneficios de la redención.180
P. 86. ¿Qué es la fe en Jesucristo?
R. La fe en Jesucristo es una gracia salvadora,181 por la cual recibimos a Cristo y descansamos sólo en él para la salvación, tal y como él nos es ofrecido en el evangelio.182
P. 87. ¿Qué es el arrepentimiento para vida?
R. El arrepentimiento para vida es una gracia salvadora,183 mediante la cual, un pecador, teniendo un verdadero sentimiento por su pecado, y comprendiendo la misericordia de Dios en Cristo,184 con dolor por y con odio contra su pecado, se aparta del mismo para volver a Dios,185 con pleno propósito y procurando con esfuerzo una nueva obediencia.186
Una de las razones por las que muchos piensan que su arrepentimiento y fe son la causa de su salvación es que el arrepentimiento y la fe son los primeros actos conscientes de la persona con un corazón nuevo. Por lo tanto, las personas piensan erróneamente que el arrepentimiento y la fe son la causa de que nazcan de nuevo. De hecho, como hemos visto anteriormente, el arrepentimiento y la fe son imposibles sin un corazón nuevo. Es la obra de regeneración del Espíritu la que causa el arrepentimiento y la fe.
El arrepentimiento y la fe ocurren simultáneamente. Juntos se conocen como Conversión.
El arrepentimiento es el aspecto negativo de la conversión, mientras que la fe es el aspecto positivo.
La conversión es volverse del pecado (arrepentimiento) y confiar en el Salvador. Aunque tanto el arrepentimiento como la fe son dones de Dios, deben ser ejercidos por nosotros.
Mientras que la regeneración es enteramente obra de Dios, el arrepentimiento y la fe son dones de Dios dados en el nuevo nacimiento para que nosotros los ejerzamos. Dios no se arrepiente por nosotros. Él nos permite arrepentirnos y creer. Él nos capacita para obedecer el mandamiento básico del Evangelio: "Arrepentíos y creed en el Evangelio" (Marcos 1:15).
El arrepentimiento tiene tres dimensiones o elementos esenciales:
Admisión del pecado. Esto es aceptar la evaluación de Dios de nuestra condición espiritual. (Rom. 3:23) (Rom. 3, 19-20). Con David confesamos: (Sal. 51, 3). En lugar de excusarnos y justificar nuestros pecados, clamamos con el recaudador de impuestos: "Dios, ten compasión de mí, pecador" (Lc 18,13; cf. Lc 15,21; Os 5,15).
Dolor por el pecado. La verdadera tristeza debe distinguirse de lo que Pablo llama "tristeza mundana" (2 Cor. 7:10). La tristeza mundana está arraigada en la autocompasión, temiendo las consecuencias inmediatas del pecado. El borracho que experimenta el dolor de la resaca puede lamentarse porque no quiere volver a experimentar ese dolor. Puede lamentarse porque su comportamiento amenaza su matrimonio o su trabajo. Esta preocupación por sí mismo lleva en la misma dirección que cualquier otra decisión del pecador: a la muerte. La tristeza piadosa viene con un profundo sentido de que nuestro pecado es principalmente una ofensa contra Dios mismo. (Sal. 51:4). La tristeza que produce el arrepentimiento está centrada en Dios, no en uno mismo.
Volverse del Pecado. Esta vuelta es un giro de 180 grados. Cuando el pecador ve lo que es el pecado, lo odia, se aparta de él y camina en una dirección completamente nueva: el camino de la justicia. El arrepentimiento implica una ruptura limpia con el pecado como forma de vida. Incluye el compromiso sincero de vivir una vida agradable a Dios (Hch. 22:10; Ef. 2:1-5, 4:22-24; 1 Jn. 2:1).
El arrepentimiento pone a los pecadores indefensos en las manos de un Dios misericordioso. Pero recuerda que el arrepentimiento siempre se ejerce con fe. El arrepentimiento y la fe son realmente dos lados del mismo acto del corazón nuevo.
La fe tiene tres dimensiones o elementos esenciales:
Conocimiento de la verdad. La fe debe tener un objeto real. Digo real porque la concepción moderna de la fe minimiza la importancia del objeto, considerando la fe en sí misma como psicológicamente beneficiosa independientemente de su objeto. Además, los modernos suelen creer que no existe un objeto objetivo o real de la fe. Es un producto de nuestras propias aspiraciones. En realidad, ésta podría ser una descripción exacta de la idolatría, las imaginaciones de la "fábrica de ídolos" de la mente pecadora; pero la idea bíblica es muy distinta. Dios, que existe independientemente de su creación desde toda la eternidad, es el objeto de la verdadera fe; y no cualquier Dios, sino el Dios que se revela en la Biblia, especialmente en la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo, Jesucristo. Incluso los evangélicos sostienen a menudo la idea equivocada de que confiamos en una persona, no en una doctrina. No podemos conocer a una persona sin una revelación de quién es esa persona. La fe debe conocer la verdad sobre Dios y Jesucristo o no es fe bíblica. Pablo recordó a los corintios el contenido de la verdad por la que habían sido salvados (1 Co. 15:1-5) Uno puede no saber mucho pero debe saber quien es Jesucristo y lo que hizo por los pecadores para poder salvarse.
Asentir su veracidad. Una persona puede realmente tener un conocimiento muy detallado de lo que enseña la Escritura, sin creer que sea verdad. Asentimiento significa que el pecador abraza la verdad del evangelio. (Marcos 9:23-24). Tomás, confrontado con la verdad de la resurrección de Jesús, fue llamado por nuestro Señor a creerla como la verdad. Tomás confesó: "¡Señor mío y Dios mío!". (Juan 20:27-28).
Confianza en el Revelado por la Verdad. Creer que el evangelio es verdadero requiere que el pecador confíe en el Señor mismo. Es posible asentir a la verdad de la fe cristiana y, sin embargo, negarse a inclinarse ante el Señor (Santiago 2:19). Los puritanos se referían a esto como "fe histórica". La verdadera fe salvadora significa que confiamos toda nuestra vida en las manos del Señor, creyendo que la muerte de Cristo es suficiente para pagar por nuestros pecados y comprometiéndonos a ser sus seguidores. (Sal. 2, 12).
El arrepentimiento y la fe no se ejercitan una sola vez cuando uno se convierte en cristiano. Deben ser una parte constante de nuestra vida diaria como discípulos de Cristo (1 Juan 1:9 , 2:1). ¿Se ha arrepentido y ha creído en el Señor Jesucristo? ¿Es su Señor y Salvador?
5. Justificación
5. Justificación
Cuando por primera vez ponemos nuestra fe en Cristo y nos unimos a él, participamos inmediatamente de varios beneficios benditos. El primero de ellos es la justificación.
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P. 32. ¿De cuáles beneficios participan en esta vida los que son eficazmente llamados?
R. Los que son eficazmente llamados participan, en esta vida, de la justificación, de la adopción, y de la santificación, así como de los diversos beneficios que, en esta vida, acompañan a éstas, o que se derivan de ellas.92
P. 33. ¿Qué es la justificación?
R. La justificación es un acto de la libre gracia de Dios, mediante la cual perdona todos nuestros pecados,93 y nos acepta como justos ante sus ojos,94 solamente en virtud de la justicia de Cristo que nos es imputada,95 y que recibimos solamente por fe.
Romanos 3:21-31 describe la gloriosa y liberadora verdad de la justificación.
Lo primero que hay que señalar es que se trata de un acto objetivo de Dios. Es una declaración forense (legal) por parte del Juez último respecto a nuestra culpa como pecadores. Es una declaración de perdón completo y eterno. (Salmo 32:1-2). A diferencia de un perdón presidencial, este perdón se concede porque otra persona ha pagado el precio por nosotros. Dios ha imputado o acreditado en nuestra cuenta la impecable justicia de Cristo.
Así pues, la justificación por la fe no es una "ficción legal", como sostienen los católicos romanos. Implica una transferencia real de la moneda infinitamente perfecta y aceptable de la justicia de Cristo a nuestra cuenta, eliminando así verdaderamente la deuda.
Esta justicia es una justicia ajena. Es decir, no tiene nada que ver con nuestras obras. (Rom. 3:28). Los católicos romanos creen que Dios nos perdona basándose en la justicia infundida, es decir, la justicia obrada en nosotros por la gracia. Pero como esta justicia es imperfecta, debido al pecado remanente, no puede ser aceptable a Dios. Sólo la justicia de Cristo agrada a Dios. "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mt. 3:17). Ninguna otra justicia servirá (Ro. 5:17-21; 2 Co. 5:19-21).
Cuando decimos que la justicia de Cristo es imputada (acreditada a la cuenta de otro) a nosotros debemos recordar que hay tres imputaciones en la Biblia.
En primer lugar, la desobediencia de Adán fue imputada a toda su posteridad, porque Dios lo designó cabeza representativa de la humanidad (cf. p. 15; Rom. 5:12-21). La razón por la que Pablo habla de esa conexión del pacto es porque, del mismo modo, Dios designó a un segundo representante, el segundo Adán (1 Co. 15:45-49), Jesucristo, para representar a su pueblo elegido.
Así, nuestro pecado fue imputado a Cristo (2 Cor. 5:18-21);
y la obediencia de Cristo nos es imputada a nosotros (Rom. 5:12-21). Sin esta triple imputación no habría salvación.
Esta es la razón por la que esta justicia se imputa por la fe. La fe es el único instrumento de justificación porque es la única apta para recibir el don gratuito de la justicia de Cristo.
La fe aparta la mirada del yo para dirigirse únicamente a Jesús:
Por eso es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la posteridad, no solo a los que son de la ley, sino también a los que son de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros.
La justicia del pecador es como "trapos de inmundicia" a los ojos de Dios. Por lo tanto, el pecador debe confiar en la justicia de Cristo y en nada más. Si añadimos algo propio socavamos la suficiencia y la naturaleza misma de la gracia de Dios Gal. 2:16
6. Adopción
6. Adopción
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P. 34. ¿Qué es la adopción?
R. La adopción es un acto de la libre gracia de Dios,97 mediante el cual somos recibidos en el número de los hijos de Dios, y tenemos derecho a todos los privilegios de ellos.9
La adopción también es un acto objetivo de Dios. Tanto la justificación como la adopción se dan de una vez por todas en el momento de la regeneración.
Al igual que la justificación, la adopción es forense (legal), pero con una dimensión personal y relacional. El juez es también nuestro nuevo Padre y pasamos a formar parte de la familia de Dios, su Iglesia: "Porque en Cristo Jesús todos sois hijos de Dios por la fe" (Gal. 3:26; cf. Jn. 1:12). Rm 8:16-17
Esta nueva relación como hijos justificados de Dios constituye la base de la vida cristiana. Ha de ser nuestra fuente constante de fortaleza y aliento mientras vivimos por la fe y progresamos hacia el cumplimiento celestial de nuestra adopción. (1 Juan 3:1).
Por la fe en Jesús, nuestro mediador, tenemos acceso a la misma sala del trono del cielo y a la presencia de Dios mismo. (Rom. 8, 15). Por medio de su Palabra, la oración y los sacramentos disfrutamos de todos los privilegios de los hijos de Dios que se nos comunican regularmente en su Iglesia. La comunión que tenemos con su cuerpo es comunión con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Junto con los privilegios de los hijos de Dios también tenemos responsabilidades, como veremos a continuación. Quizás los escritores del Catecismo Menor mencionan sólo los privilegios porque como siervos incluso nuestras responsabilidades son vistas como privilegios.
7. Santificación
7. Santificación
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P. 35. ¿Qué es la santificación?
R. La santificación es la obra de la libre gracia de Dios,99 por medio de la cual somos renovados en la totalidad de nuestro ser según la imagen de Dios,100 y somos capacitados más y más para morir al pecado y vivir para la justicia.101.
La santificación es una obra de la gracia gratuita de Dios. Es un proceso que continúa a lo largo de nuestra estancia en este mundo. Sigue dependiendo completamente de la gracia gratuita de Dios, pero ahora se ve en términos de nuestro crecimiento gradual en el conocimiento de Dios y la práctica de la justicia. (Gal. 5:6).
El Nuevo Testamento habla de la santificación como una realidad consumada. "santificación definitiva" (1 Co 1:2).
Los santos de Corinto habían sido definitivamente "apartados" por Dios en su gracia para ser su pueblo. Pero, la forma en que se usa santificación en la mayoría de los lugares y en nuestra confesión y catecismos tiene que ver con una obra progresiva de Dios en el creyente.
Este es el lugar donde es apropiado hablar de Dios infundiendo o impartiendo la justicia de Cristo. Los católicos romanos creen que al distinguir claramente entre santificación y justificación los protestantes socavaron la práctica de la santidad. Sin embargo, la Palabra de Dios es clara tanto al distinguir entre ambas como al unirlas.
En las Escrituras no existe la posibilidad de ser justificado sin ser también santificado. Esta es la doble gracia de Calvino (duplex gratia).
Bíblicamente ser perdonado de nuestros pecados es el comienzo del discipulado, y el discipulado implica obediencia. En Pentecostés, Pedro llamó a su audiencia a arrepentirse y creer en Jesús como Señory Cristo (Hechos 2:36). "¿Debemos continuar en el pecado para que la gracia abunde? De ninguna manera. ¿Cómo es posible que nosotros, que hemos muerto al pecado, sigamos viviendo en él?". (Rom. 6:1-2; cf. vs. 11-12). El objetivo de la encarnación era "que se cumpliese en nosotros la justicia exigida por la ley, pues no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Rom. 8:4).
Ahora que tenemos corazones nuevos, cooperamos con Dios en este proceso de despojarnos de los viejos hábitos y revestirnos de Jesucristo (Ef. 4:17-24). Todo es por gracia, pero es la gracia de Dios obrando en nosotros"así para obrar como para hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:13). Algunos cristianos dicen "suelta y deja a Dios". Este lema tan peligroso socava nuestra responsabilidad como hijos de Dios. Como hijos ya no somos impotentes. Estamos conectados al mismo poder del cielo. (Heb. 13:20-21).
Santificación es literalmente "apartar". Dios esta en el proceso de separarnos renovandonos en la persona interior. Como Padre nuestro, nos está criando para que dejemos de ser niños espirituales y nos convirtamos en adultos maduros semejantes a Cristo. Estamos llamados a imitar a Dios en Cristo (Ef. 5:1) a través de la comunión con él, obedeciendo su santa ley (Ro. 8:7), que es la ley del amor (Ro. 13:8ss), y librando una guerra espiritual contra el mundo, la carne y el diablo (Ef. 6:10ss). A causa del pecado que habita en nosotros o que permanece en nosotros (Ro. 7:17, 20) debemos mortificar el pecado o darle muerte (Ro. 8:13; Col. 3:5), por el poder del Espíritu Santo.
Algunos cristianos han afirmado que la perfección es alcanzable en esta vida. El perfeccionismo es una doctrina peligrosa porque ignora la realidad bíblica del pecado remanente. El Nuevo Testamento continuamente se dirige a sus lectores como aquellos que son tentados por el pecado, asumiendo que el pecado remanente es una realidad que debe ser tratada a través del arrepentimiento continuo y la fe, "No reine, pues, el pecado en vuestros cuerpos mortales, para haceros obedecer a sus pasiones" (Rom. 6:12). Tales exhortaciones no tienen sentido a menos que el pecado residente sea un problema. El perfeccionismo, para hacer frente a esto, suele reclamar alguna segunda bendición o experiencia de la gracia que les permita alcanzar la perfección. También tiende a conducir al antinomianismo, o a no tener en cuenta las exigencias de la ley moral, para hacer frente a la experiencia cotidiana. Junto con esto hay una tendencia hacia el legalismo que equipara la perfección con un conjunto de normas externas, que se realizan más fácilmente para crear la ilusión de una santidad perfecta. El deseo que tenemos por la santidad de vida puede fácilmente tentarnos a ser atraídos por tales enseñanzas de "Vida Victoriosa". Pero al final nos veremos obligados a afrontar la realidad de la lucha o a vivir en la irrealidad espiritual y la negación.
De hecho, cuanto más nos santifiquemos, más veremos nuestro pecado y dependeremos de la misericordia y la gracia diarias de Dios. La humildad es una de las principales marcas de la madurez cristiana y quizá una de las razones por las que Dios no nos perfecciona inmediatamente.
Perseverancia
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P.36 ¿Cuáles son los beneficios que en esta vida acompañan o se derivan de la justificación, la adopción y la santificación? R. Los beneficios que en esta vida acompañan o se derivan de la justificación, la adopción y la santificación son: la seguridad del amor de Dios, la paz de conciencia, el gozo en el Espíritu Santo, el aumento de la gracia y la perseverancia en ella hasta el fin.
La perseverancia es el Quinto Punto del Calvinismo (TULIP, ver Apéndice E). Esta ha sido una fuente de mucha confusión en la iglesia. Al igual que con la soberanía de Dios en la salvación en general, si dejamos que toda la Escritura sea nuestra guía estaremos sobre una base segura y obtendremos una explicación completa del asunto. Podemos resumirlo de esta manera: Los elegidos de Dios perseverarán y los elegidos de Dios deben perseverar. No debemos tratar de reconciliar la soberanía de Dios con la responsabilidad del hombre, sino aceptarlas porque ambas están claramente reveladas en la Palabra de Dios para nuestro beneficio. Además esta es la naturaleza de nuestra relación de pacto con Dios. Él nos ha soberanamentellamado a una relación viva con Él mismo.
Algunos cristianos yerran en esta doctrina porque sólo aceptan un lado de la enseñanza de las Escrituras. Los arminianos toman en serio las amenazas y advertencias de la Escritura, pero concluyen erróneamente que podemos perder nuestra salvación. Otros que sostienen la doctrina de la "Seguridad Eterna" toman en serio las promesas de las Escrituras, pero creen erróneamente que una vez que uno es salvo, siempre lo es, sin importar cómo viva.
La doctrina Bíblica enseña que estamos garantizados por la gracia de Dios que continuaremos en el camino de la salvación hasta el fin. Dicho de esta manera, tomamos en cuenta tanto la seguridad de las promesas de la gracia de Dios como la importancia de que continuemos en la fe y la fidelidad hasta el fin.
Los elegidos de Dios continuarán en la fe y la fidelidad hasta el fin, por la gracia de Dios, y basados en sus promesas de preservación. "De esto estoy seguro: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará en el día de Jesucristo" (Fil. 1:6). "que os sostendrá hasta el fin, irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro" (1 Co 1,8-9; cf. Rm 8,28-30). La naturaleza de la gracia soberana de Dios dicta que Él terminará lo que ha comenzado. Decir con el arminiano que podemos ser salvos un día y perdidos al siguiente impugna la perfección y el poder de la obra de Cristo. Además Dios no quiere que vivamos inseguros, sin saber de un día para otro si nos ama. Como Padre celestial, nunca deja de amarnos. Este es el fundamento de su crianza y de nuestro crecimiento en la gracia.
Por otra parte, los elegidos de Dios deben perseverar hasta el fin, basándose en sus mandamientos de perseverar. Junto con las promesas de Dios de preservación, la Escritura nos da mandamientos para perseverar, junto con advertencias de las consecuencias de no perseverar. Son como los aguijones del Buen Pastor, que nos mantienen en el buen camino y nos guían cuando nos desviamos (Sal 23). Jesús dijo: "El que persevere hasta el fin se salvará" (Mt. 10:22). Pablo exhorta a los filipenses a "ocuparse de su propia salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12). El libro de Hebreos está lleno de exhortaciones a perseverar. "Cristo es fiel sobre la casa de Dios como un hijo. Y nosotros somos su casa, si en verdad mantenemos firme nuestra confianza y nuestra jactancia en nuestra esperanza" (Heb. 3:6). Después de hablar del grado en que uno puede participar en la vida y las bendiciones de la Iglesia y, sin embargo, dar la espalda al Evangelio bajo la presión de la persecución, el escritor de Hebreos dice: "Aunque hablamos de esta manera, en vuestro caso, amados, nos sentimos seguros de cosas mejores, cosas que pertenecen a la salvación. . . . Y deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud por tener la plena certeza de la esperanza hasta el fin. . ." (Heb. 6:9, 11). "Mantengámonos firmes en la confesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió" (Heb. 10:23).
A primera vista, parece como si pudiéramos perder la salvación. Sin embargo, Juan nos dice que ciertos cristianos profesantes abandonaron la iglesia y dieron la espalda a la salvación porque nunca fueron verdaderamente cristianos: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, para que se manifestase que no todos son de nosotros" (1 Jn. 2:19). Aseguramos nuestro llamamiento y elección al permanecer en la gracia de Dios (2 Ped. 1:10). Decir, como hacen los que enseñan la "Seguridad Eterna", que "somos salvos hagamos lo que hagamos" es fomentar un peligroso "facilismo" que socava el propósito de la gracia de Dios y da una "falsa seguridad" a los que nunca se han arrepentido de verdad ni han creído en el evangelio.
La doctrina bíblica de la perseverancia de los santos es tanto un consuelo como un mandato diseñado para llevarnos al cielo.
Glorificación
El Catecismo Menor
El Catecismo Menor
P.37 ¿Qué beneficios reciben los creyentes de Cristo al morir? R. Las almas de los creyentes son hechas perfectas en santidad al morir, y pasan inmediatamente a la gloria; y sus cuerpos, estando todavía unidos a Cristo, descansan en sus tumbas hasta la resurrección.
P.38 ¿Qué beneficios reciben los creyentes de Cristo en la resurrección? R. En la resurrección, los creyentes siendo resucitados en gloria, serán abiertamente reconocidos y absueltos en el día del juicio, y hechos perfectamente bienaventurados en el pleno goce de Dios por toda la eternidad.
La glorificación es el glorioso producto acabado de la gracia soberana de Dios. Es el objetivo del ordo salutis. Nótese que la glorificación tiene dos etapas, cubiertas por las dos preguntas del Catecismo Breve.
Al morir el creyente va inmediatamente a estar con el Señor. Entramos en lo que se llama el
"estado intermedio". Pablo estaba dividido entre su deseo de servir a Dios en esta vida y su deseo de ir inmediatamente a la presencia de su Salvador. "Estoy en apuros entre las dos cosas. Mi deseo es partir y estar con Cristo, porque eso es mucho mejor" (Fil. 1:23). La razón por la que es un estado intermedioes que nuestra glorificación está incompleta hasta que recibamos nuestros cuerpos resucitados. "Porque en esta tienda gemimos, deseando revestirnos de nuestra morada celestial...". (2 Cor. 5:2). En Romanos 8:23 Pablo aclara que este gemir es por la gloria final de la "redención de nuestros cuerpos." Pero mientras tenemos nuestros cuerpos mortales corruptos en esta vida, no tenemos al Señor en la plenitud que experimentaremos en el estado intermedio. "Mientras estamos en casa en el cuerpo estamos lejos del Señor" (2 Cor. 5:6). Por lo tanto, el estado intermedio es algo que debe desearse aunque nuestro "vestido" final deba esperar la resurrección. Nuestra perfección en santidad, y la gloria de la presencia de Cristo es un poderoso consuelo para los creyentes en la hora de la muerte. "Sí, tenemos buen ánimo, y preferimos estar lejos del cuerpo y en casa con el Señor" (2 Cor. 5:8).
Mientras que nuestros espíritus van inmediatamente a estar con el Señor al morir, nuestros cuerpos descansan en la tumba hasta el día de la resurrección. "Porque, como creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios consigo, por medio de Jesús, a los que durmieron" (1 Tes. 4:14). Las Escrituras a menudo se refieren a la muerte del cuerpo de un creyente como "quedarse dormido" (1 Co. 15:18). En Mateo 9:24 Jesús se refirió a la hija muerta de Jairo como "durmiendo". Los que lloraban su muerte "se reían de él". El punto de la analogía es que el creyente cuyo cuerpo muere no está muerto. Incluso entonces el cuerpo muerto sigue unido a Cristo por su Espíritu. "Quien nos ha preparado para esto mismo [la resurrección] es Dios, que nos ha dado el Espíritu como garantía" (2 Cor. 5:5). El hecho de que nuestros cuerpos descansen temporalmente en la tumba no mitiga la promesa de la resurrección. Aunque la resurrección es el objetivo final, el estado intermedio no es menos una bendición positiva para el creyente. Como dijo Jesús al ladrón en la cruz "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lucas 23:43). Por lo tanto, el error conocido como "sueño del alma" no es una idea bíblica. Claramente al ladrón en la cruz se le estaba prometiendo una bendición consciente. Tampoco tienen base bíblica las afirmaciones de los incrédulos que dicen haber experimentado luz y paz "al otro lado" de la muerte. La Biblia es clara en que sin el Señor Jesucristo nadie experimentará luz y paz después de la muerte. Jesús, más que nadie en las Escrituras habla de las "tinieblas exteriores" como el destino de los incrédulos.
En la resurrección los creyentes se reunirán con sus cuerpos, sólo que éstos serán cuerpos gloriosos. Observe cuidadosamente en 1 Corintios 15:35-49 que el cuerpo glorioso es diferente en calidad no sólo de nuestros cuerpos mortales actuales, sino también diferente del cuerpo de Adán antes de la caída. Al "cuerpo natural" le sigue en la historia de la redención el "cuerpo espiritual" (v. 46). Pablo utiliza la analogía de una semilla (vs. 37ss) para ilustrar la diferencia. La semilla no se realiza hasta que muere en la tierra y produce el potencial último, para el que fue diseñada, en la planta y la flor. Así que nuestra meta final se encuentra en imaginar al "hombre del cielo", el Señor Jesucristo (vs. 44-49). "Amados, ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos aún no se ha manifestado; pero sabemos que cuando él se manifieste seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2).
En ese gran Día de la Resurrección "seremos abiertamente reconocidos y absueltos" dice el Catecismo Breve (Q#38). Nuestra justificación, adopción, santificación y perseverancia llegarán a su consumación final para que todo el mundo lo vea. "Porque el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con sonido de trompeta de Dios. Y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, animaos unos a otros con estas palabras" (1 Tes 4,16-18).
La doctrina de la resurrección, primero la de Cristo y luego la nuestra, es central en el mensaje del Nuevo Testamento. Es la fuente y el fundamento de nuestra esperanza. "Pero si no hay resurrección de los muertos, ni siquiera Cristo ha resucitado. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es vuestra fe" (1 Co. 15:13-14). No era más creíble en el siglo I que en los tiempos modernos (1 Cor. 15:12). Debemos enfrentarnos al desafío materialista directamente con esta verdad. El testimonio y los testimonios de los documentos del Nuevo Testamento son incontrovertibles. Que no podamos explicar la física de la resurrección no es más argumento en contra de su realidad de lo que es nuestra incapacidad para explicar la física de nuestros propios cuerpos una prueba de que no existen. La carga de la prueba recae sobre aquellos que niegan tanto la realidad de la resurrección como la existencia del Dios de la Biblia. La evidencia que ahora suprimen tan hábilmente (Rom. 1:18 ss.) los deja sin excusa. Un día se encontrarán cara a cara con el Autor de esa evidencia, y se quedarán sin habla.
Consolémonos, aconsejémonos y animémonos unos a otros con esta bendita esperanza, y difundamos este glorioso mensaje a un mundo desesperanzado.