Enseña la sana doctrina
Introducción:
Esta epístola fue dirigida a Tito cuando como ministro atendía a los cristianos de Creta. Esta gran isla del Mediterráneo tiene unos 260 km de largo y entre 10 y 57 km de ancho.
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieras lo deficiente y establecieras ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé.
Por esta causa. Pablo repite su primera instrucción a Tito, sin duda para beneficio de los miembros de iglesia de Creta. No se sabe cuándo salió Pablo por primera vez de Creta. El apremio de los deberes en otras zonas quizá lo hizo alejar de Creta. O tal vez sencillamente tuvo confianza en la capacidad de Tito para proseguir con la obra. Tito había demostrado su talento y habilidad administrativa en misiones anteriores (2 Cor. 2:12–13; 7:5–6; 8:16–17, 23).
Corrigieses. Tito debía completar la obra de organizar la iglesia cretense. Los cretenses podrían haber pensado que no se necesitaba una organización adicional después de la partida de Pablo, y por esto quizá Tito se vio en la necesidad de esta autorización especial para poder perfeccionar una organización eficiente. Toda organización nueva requiere tiempo y atención para que sea eficaz, y cada buen dirigente sabe que los planes nuevos deben desarrollarse gradualmente y con tacto.
retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen
9. Retenedor. O “que esté adherido” (BJ); “que muestre adhesión” (BC);
Palabra. El Evangelio.
Fiel. O “digna de confianza”, “segura”.
Pueda. “Sea capaz” (BJ, BA, BC). Además de una conducta moral irreprensible, la elevada vocación del ministerio demanda una capacidad intelectual del orden más elevado. El futuro ministro debe demostrar, antes de ser ordenado, que es capaz de entender y de comunicar la verdad. La primera meta del ministro debe ser un conocimiento cabal de las Escrituras, y mejor aún si las conoce en sus idiomas originales; de lo contrario, por falta de conocimiento podría desvirtuar su verdadero significado (ver OE 111). Dios nunca envía el Espíritu Santo para que bendiga o sancione la ignorancia (OE 111–112). La disciplina mental amplía muchísimo la eficiencia de cualquier obrero cristiano. El ministerio demanda más de los que se consagran a él que lo que exigirían otras vocaciones; y nunca termina la necesidad de continuar aprendiendo. El ministerio es sin duda algo más que una profesión: es una vocación divina. El progreso de la causa de Dios es estorbado con demasiada frecuencia por hombres que tratan de testificar por el Señor con una erudición que es sólo aparente y con hábitos mentales carentes de disciplina.
La obra del Espíritu Santo sobre la capacidad natural induce a un ministro a procurar progresar en toda forma posible. El ministro genuino comprende con humildad, fruto de un honrado concepto de sí mismo, sus propios defectos y la inmensa tarea que tiene ante sí. Un hombre tal no queda abrumado, sino que es motivado por las posibilidades que enfrenta y procura, con oración y diligencia, desarrollar los talentos que Dios le dio en depósito. Aun en medio de la presión de sus muchos deberes, mantiene la comprensión de la relatividad de los valores. No emplea esos deberes apremiantes como una excusa para descuidar el cultivo de sus facultades mentales y espirituales. “Cada uno debe sentir que recae sobre él una obligación en cuanto a alcanzar la altura de la grandeza intelectual” (OE 296). Sólo un ministro educado, verdaderamente consagrado al Señor, puede honrar y glorificar plenamente a Dios. Cf. 1 Tim. 3:2; 4:16.
Sana enseñanza. “Sana doctrina” (BJ, BA, BC). Ver com. 1 Tim. 1:10. Sólo un ministro experto en la Palabra de Dios puede hablar con la autoridad de la “sana” doctrina. Usa los pasajes de las Escrituras dentro del contexto de su significado original, tal como fue la intención de los escritores bíblicos guiados por el Espíritu Santo.
Convencer. Gr. elégjō, “hacer admitir la culpa” con pruebas adecuadas (ver com. Juan 8:46; 1 Tim. 5:20). Sólo los argumentos sólidamente enlazados y que pueden resistir el más severo examen de las mentes más perspicaces, pueden “convencer” adecuadamente y silenciar a los que se oponen a la “sana doctrina”.
Los que contradicen. Es decir, los que se oponen, los que niegan.