LA IRA DE DIOS
INTRODUCCIÓN
LA IRA DE DIOS EXPLICADA
La ira de Dios quiere decir que él detesta intensamente todo pecado.
Un estado de indignación y rabia, a menudo como resultado de la angustia causada por la injusticia o injuria. La Escritura afirma la justa ira de Dios contra el pecado, e insta a la moderación en lo que respecta a la ira humana.
La reacción punitiva y vindicatoria, legítima y controlada, pero asombrosamente enfática de Dios, el juez justo, a la injusticia en las criaturas humanas. Hasta el presente, la expresión del enojo y la ira de Dios ha tenido el propósito de atraer a pecadores al arrepentimiento y la conversión, pero este no será el caso en el juicio final.
Así que, el del Antiguo Testamento no es el concepto pagano de un Dios irrazonable que demanda ser aplacado, sino de un Dios justo que no puede pasar por alto el pecado pero cuyo amor también provee avenidas para la comunión con El.
LA IRA DE DIOS EXPRESADA
El evangelio de Juan, donde se habla con tanta elocuencia del amor y la gracia de Dios, también habla con tono enérgico de su enojo y de su ira. Las reconfortantes palabras: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, son seguidas muy de cerca por esta advertencia: “El que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:16, 36).
Más adelante en su epístola a los Romanos, Pablo se enfoca nuevamente en la ira de Dios, declarando: “Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción” (9:22). El apóstol le advirtió a los corintios que cualquiera que no amara al Señor Jesús quedaba maldecido por la eternidad (1 Co. 16:22). Él dijo a los efesios: “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef. 5:6). Él advirtió a los colosenses que debido a “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría … la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Col. 3:5–6). Él aseguró a los creyentes perseguidos de Tesalónica que Dios les traería alivio un día y que “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 1:7–8).