El Propósito de las Parábolas
Jesús comienza Su Tercer Discurso en el Evangelio de Mateo y es especial porque habla con Parábolas acerca del Reino de Dios
El Propósito de las Parábolas
Lectura Bíblica
I. Jesús les habla en Parábolas
παραβολή, compuesto de la preposición pará, παρά, = junto a, al lado de, y un sustantivo derivado del verbo ballo, βάλλω, = lanzar, tirar, poner
Esta palabra tiene los siguientes sentidos: «poner a un lado», «pararse al lado», «aberración» y «división». En retórica significa «semejanza», «parábola».
La retórica distingue entre la comparación, la metáfora, la metáfora que ha pasado al uso común, el símil, la alegoría y la parábola. Esta última compara dos cosas de campos diferentes, con el fin de elucidar lo poco familiar por medio de lo familiar.
Más que una metáfora (Mt. 16:6) o un símil (10:16), la parábola es una semejanza que usa una verdad evidente de un campo conocido (la naturaleza o la vida humana) para comunicar una verdad nueva en un campo desconocido (el reino, la naturaleza y acción de Dios). En el sentido más estricto las parábolas son símiles o metáforas más desarrolladas (Mt. 13:31–32; 18:12ss). Su poder lo derivan de la verdad general obvia que se usa. Pero entonces muchas parábolas toman la forma de relatos con detalles secundarios en los cuales una experiencia única constituye la verdad conocida
Jesús usa mucho las parábolas porque el pueblo es tardo para entender. Jesús ha llegado a una hora crucial, y procura evocar la respuesta correcta (Lc. 12:54ss). Como profeta, tiene que ser claro. Las parábolas portan su propio mensaje, pero presuponen oyentes que estén dispuestos a acompañar al que habla y capten el punto de la comparación. Los que no tienen el poder espiritual para hacer esto, o que rechazan la revelación de Dios, serán descartados por el tamiz de las parábolas. Si Jesús usa las parábolas como una ayuda para entender, también sirven como velos cuando hay falta de fe.
II. Jesús responde a los Discípulos que preguntan ¿por qué?
a) Dar a conocer los misterios del Reino.
La persona que acepta la Luz verdadera (Jn. 1:9) recibirá aún más luz a medida que crece en obediencia y madurez en el Señor. El creyente que vive según la luz que tiene en Cristo recibirá continuamente más y más luz.
b) Esconder las verdades del Reino
Pero el destino del incrédulo es exactamente lo contrario. A causa de su incredulidad no tiene salvación, y por tanto aun la luz de la verdad de Dios que tiene le será quitada. Muchos miles de personas oyeron enseñar a Jesús y lo vieron realizar señales milagrosas como prueba de su condición mesiánica divina, pero la mayoría no lo reconocieron como Señor ni lo recibieron como Salvador. Fueron expuestos al Dios encarnado, y sin embargo lo rechazaron, ya sea por oposición directa o por descuido indiferente. Le dijeron no al Rey, y puesto que no quisieron recibir la luz divina que brilló sobre ellos irán cada vez más a la deriva dentro de las tinieblas espirituales.
Puesto que decidieron hacer caso omiso a Dios y a su Palabra, Él los encerró judicialmente en su incredulidad para que temieran el juicio divino.