La gran cosecha que viene: ¿Cómo podemos ser ungidos?

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Estamos viviendo en el tiempo más glorioso de la historia de la humanidad. Está a la puerta el más profundo mover del Espíritu Santo, el mejor vino espiritual de todas las edades, la mayor cosecha de almas de todos los tiempos.

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La gran cosecha que viene: ¿Cómo podemos ser ungidos?
Domingo 21 de Julio 2024 - Iglesia Senda Antigua
LECCIÓN 11
ORACIÓN
“Señor, Tú, el Todopoderoso, el Dios que creó este universo con Sus dedos, que puede lograr cualquier cosa con facilidad te suplicamos que seas Tú el Maestro en esta iglesia y que Tus Palabras penetren nuestros corazones hasta lo más profundo y que veamos con claridad Tu voluntad, Tu plan, Tu deseo, Tu gran misericordia para con nosotros Señor.
Gracias Cristo. Amén.”
4- Debemos llegar delante del Señor para sacrificar y no para recibir
¿Para qué llegamos a la Iglesia?
Hay muchas razones entre los cristianos de hoy.
Algunos por compromiso; otros porque es domingo y si no van, piensan que el Señor puede enojarse; otros, porque necesitan recibir fuerzas para enfrentar la próxima semana.
Pero, ¿para qué llegaban los israelitas al templo en el Antiguo Testamento?
Ellos no llegaban a menos que tuvieran un sacrificio que ofrecerle al Señor.
Sin sacrificio no había motivo.
Llegar al templo significaba para ellos ofrecerle algo a Dios.
Nosotros debemos llegar al templo de Dios con la misma actitud, para dar un sacrificio al Señor:
Deuteronomio 16:16 dice:
“16Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías;”
El hecho de dar es una señal de madurez en Dios, como vemos en lo natural: Un niño está pendiente, principalmente, de sus cosas y de lo que puede recibir.
En cambio, la actitud de un padre es dar, a sabiendas de que ningún hijo puede devolverle la bendición.
El padre da, y su galardón es saber que su hijo está contento, cómodo, bendecido.
No queremos quedarnos como niños, sino proseguir hacia la madurez en nuestra caminata cristiana.
5- Somos semejantes a lo que adoramos
Éxodo 32:20 dice:
“20Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.”
Moisés molió el ídolo de oro que habían hecho Aarón y el pueblo mientras él estaba en el monte.
Esparció el polvo sobre el agua y lo dio al pueblo.
¿Por qué? El agua que deberían llegaría a ser parte de sus cuerpos, y él estaba mostrándoles que lo que se adora se hace parte de uno.
Lo que adoramos entra en nosotros, lo asimilamos, se hace parte de nosotros y llegamos a hacer lo que adoramos.
Salmo 135:15-18 dice:
“15Los ídolos de las naciones son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
16Tienen boca, y no hablan;
Tienen ojos, y no ven;
17Tienen orejas, y no oyen;
Tampoco hay aliento en sus bocas.
18Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y todos los que en ellos confían.”
Produce adoradores de ídolos son iguales a ellos.
Seremos como lo que adoramos.
¡Qué privilegio es adorar a Dios!
¡El Señor quiere que seamos como Él!
Si lo adoramos y vemos Su gloria, seremos cambiados de gloria en gloria y transformados por la revelación de lo que Él es, como lo dice 2 Corintios 3:18:
“18Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Cuándo pasamos tiempo alabando y adorando al Señor y vemos Su gloria en el espíritu, automáticamente somos cambiados por la revelación de lo que Él es.
1 Juan 3:2 dice:
“2Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”
El Señor se manifiesta en el holocausto continuo.
Algo sucede en cada encuentro con Él, y la mejor forma para tener encuentros con el Señor es la oración y la alabanza.
6- Para ungirlo y ser ungidos
¿Qué es la unción?
Éxodo 29:7 dice:
“7Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás.”
En el Antiguo Testamento, la función era el ungüento o aceite que le aplicaban a alguien o algo, para consagrarlo o para apartarlo.
Los sacerdotes, los utensilios del tabernáculo, el tabernáculo, los reyes eran ungidos con aceite y de esa forma apartados para el Señor.
Lucas 4:18-19 dice:
“18El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
19A predicar el año agradable del Señor.”
Jesús fue ungido por el Espíritu Santo en el río Jordán, ya no con aceite, lo cual era sólo una sombra.
En el Nuevo Testamento vemos que el cumplimiento de aceite es Su presencia, el Espíritu Santo que reposa sobre nosotros.
Por eso dice Juan que tenemos la unción, y con ella somos capacitados para testificar y animar a otros.
En la medida que esa unción repose más y más en nuestra vida, podremos afectar positivamente a este mundo necesitado.
En el caso de Cristo, dice Juan el Bautista que una vez que descendió esa unción sobre Su vida, permaneció en Él, no se apartó de Él (Juan 1:33: “33Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.”)
¿Cómo podemos ser ungidos?
2 Corintios 4:7 dice:
“7Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,”
Los seres humanos somos como recipientes O vasos que pueden ser llenados hasta su máxima capacidad por ese aceite celestial.
Algunos tienen sólo unas gotitas que a veces están apunto de agotarse; otros tienen más.
Si queremos tener más de Su aceite, de Su presencia, hay un secreto importante que vemos en la Escritura a este respecto:
Lucas 2:26 dice:
“26Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.”
Jesús es el Ungido del Señor, el Cristo (que quiere decir “ungido” en el griego).
En una sombra del Antiguo Testamento vemos que Jacob ungió la piedra (Génesis 28:18,22), que es una figura de Cristo (1 Pedro 2:6), y llegó a ser casa de Dios: Betel.
Juan 12:3 dice:
“3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.”
Maria usó lo poco que tenía de ungüento para derramarlo sobre Jesús.
Cristo es un cuerpo de muchos miembros (1 Corintios 12:12) y ya la Iglesia se le llama el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27).
La cabeza del cuerpo es Jesús.
Salmo 133:1-2 dice:
“1¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía!
2Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;”
Si ungimos al Señor, quien es la cabeza, cada gota de aceite que derramamos sobre Él regresa a nosotros (baja por las vestiduras), porque somos parte de Su cuerpo.
El aceite regresa nosotros con una diferencia diferencia: Esas gotitas son bendecidas, multiplicadas y devueltas como rios de aceite y ya no como gotitas.
Como el caso de maria en Juan 12, ella pagó el precio (300 denarios) por un poco de ungüento, y lo derramó sobre Cristo Jesús.
Entonces, toda la casa se llenó del perfume.
Es un ejemplo de que sólo tenemos que usarlo poco que tenemos para ungir a la cabeza (el Señor) y Él nos lo devuelve multiplicado y bendecido.
¿Cómo hacemos eso?
Cuando recibimos una palabra del Señor, alguna verdad fresca que arde en nuestro corazón (al escuchar algún mensaje o enseñanza, a leer o estudiar la Biblia, etc.), esa palabra va acompañada con unas gotas de unción fresca.
El Espíritu Santo viene sobre nosotros y nos habla (eso es lo que hace arder nuestro corazón).
Lo que hacen muchos cristianos después de eso, es correr a buscar a alguien a quien le puedan compartir.
Sin embargo, el mensaje que aprendimos de la vida de Jacob en Génesis 28, de Maria en Juan 12, y del Salmo 133, es que debemos ver sobre la cabeza ese poquito de aceite que hemos recibido: Cristo Jesús.
Para hacerlo, llegamos delante de Dios, y por medio del cántico de Jehová se lo expresamos a Él.
No le vamos a predicar lo que aprendimos, sino que se lo devolvemos con nuestras palabras.
Lo que ocurrirá es que esa verdad fresca será ampliada y aclarada en la presencia de Dios.
Nada de lo que le demos al señor regresará sin ser multiplicado y aumentado.
Y si queremos ríos de aceite fluyendo en nuestra vida, tenemos que aprender a ungirlo; a pasar tiempo expresándole con nuestra voz las verdades que aprendemos; ministrándole en espíritu y en verdad.
Esto es derramar aceite sobre Él.
CORO: Señor hazme un adorador - G.
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