La maldad de los hombres
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Gn 6: 1-8
Gn 6: 1-8
Introducción:
Las Escrituras enseñan que Dios es el Juez santo y justo de Su creación. Aunque es compasivo y misericordioso, lento para la ira y abundante en misericordia, no dejará impune a los culpables (Ex 34:6-7). Cuando la santidad, la justicia y el amor de Dios son desafiados por la depravación y la rebelión abierta del hombre, el resultado es el juicio divino.
Genesis 6:1–2
Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
La posteridad de Set no se guardó a sí misma, sino que se mezclaron con la descendencia de Caín: Tomaron para sí mujeres, y escogieron entre todas.
(A) Hacían la elección de mujer a ojo: Vieron que eran hermosas, eso era todo lo que les importaba.
(B) Pusieron por obra la elección que habían hecho sus corrompidos afectos. Así pasó que
(C) ello tuvo fatales consecuencias para quienes se habían unido a mujeres profanas, en yugo desigual con los incrédulos (2 Co: 6:14). El malo corrompe al bueno antes que el bueno reforme al malo.
Genesis 6:3 -El desagrado de Dios
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
I. Que el Espíritu Santo contiende con los pecadores por medio de la convicción de pecado, advirtiéndoles por medio de su conciencia, para que se vuelvan a Dios y dejen el pecado.
Si el Espíritu es resistido, apagado y contrarrestado, aunque contienda por largo tiempo, no contenderá para siempre (Hos: 4:17).
II. La razón de esta resolución: Porque ciertamente Él es carne, es decir, incurablemente corrompido, carnal y sensual.
Es su naturaleza corrompida, y la inclinación de su alma hacia la carne, lo que se opone a la pugna del Espíritu y la vuelve ineficaz.
Nadie es desechado por el Espíritu, sino el que antes ha desechado al Espíritu.
III. No obstante, Dios le pone al hombre un aplazamiento:
Serán sus días ciento veinte años, esto es, le quedan 120 años para arrepentirse, después de los cuales cumpliré mi resolución.
El tiempo de la paciencia y de la longanimidad de Dios para con los rebeldes pecadores es, a veces, largo, pero siempre es limitado; no es lo mismo prórroga que perdón.
Genesis 6:4–5 La corrupción del mundo antiguo
Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Observó todos los torrentes de pecado que fluían en las vidas de los hombres, y notó la anchura y profundidad de dichos torrentes.
Los malvados eran hombres poderosos y de renombre; y, luego, vio Jehová que la maldad de tos hombres era mucha en la tierra.
La maldad de un pueblo es grande de veras cuando los más notorios pecadores son gente de renombre entre ellos.
Grande es la maldad cuando los malvados son grandes.
Todos los pecadores son conocidos por Dios, el Justo Juez.
Observó el manantial del pecado que había en el corazón de los hombres.
Cualquiera podía ver que la maldad de los hombres era mucha, porque ellos mismos lo declaraban como Sodoma; pero el ojo de Dios penetraba más adentro: Vio que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
(A) Así eran los pensamientos del corazón;
(B) así era la imaginación de los pensamientos del corazón, esto es, sus planes y sus métodos eran malvados. No hacían el mal por mero descuido, sino que lo hacían con toda deliberación y propósito, tratando de hacer el mayor mal posible.
Genesis 6:6–7
Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
I. El pesar de Dios por la perversidad del hombre. No lo vio como un espectador a quien no le va ni le viene,
Lo vio como ve un buen padre la necedad y testarudez de un hijo rebelde y desobediente, lo cual no sólo le provoca la ira, sino que le da pesar.
1. Estas expresiones no implican en Dios pasión o intranquilidad (nada puede perturbar a la Mente Eterna), sino que son una manera de indicar Su justo y santo desagrado contra el pecado y contra los pecadores.
¿Así odia Dios al pecado? ¿Y no lo vamos a odiar nosotros? ¿Le ha producido nuestro pecado pesar en el corazón? ¿Y no vamos a sentir nosotros pesar y compunción en nuestros corazones?
2. Tampoco implican un cambio en la mente de Dios, sino en su manera de conducirse.
Dios se arrepintió de haber hecho al hombre, pero nunca vemos que se haya arrepentido de haber redimido al hombre.
II. La resolución de Dios de destruir al hombre por su perversidad (v. 7).
Si decimos que sentimos el haber pecado, y que el pecado nos produce pesar en el corazón, pero continuamos entregados a él, nos estamos burlando de Dios.
Arruinan sus vidas quienes no responden al objetivo que Dios puso a sus vidas.
Dios tomó esta resolución acerca de los hombres después que Su Espíritu estuvo contendiendo con ellos por largo tiempo.
Sólo son arruinados por la justicia de Dios los que rehusan ser reformados por la gracia de Dios.
Resumen:
El rey Salomón declaró en Ec 7:29. El hombre fue creado "recto" y fue una fuente de gran satisfacción para Dios. Esta satisfacción se vio en la declaración de Dios de que la creación del hombre era "buena" (Gn 1:31) y en las muchas bendiciones que Él confirió al hombre. Con el advenimiento del pecado, el carácter de Dios cambió: el gozo se convirtió en dolor, el favor se convirtió en ira, la satisfacción se convirtió en aborrecimiento y la paz se convirtió en enemistad.
A lo largo de los siglos, Dios continúa siendo "compasivo y misericordioso" hacia una humanidad rebelde. "Él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. En la plenitud de los tiempos, Él envió a Su Hijo a morir por los pecados del mundo para proporcionar reconciliación y paz a todos los que pudieran creer (Jn 1:29; 2 Co 5:19).
Por último, las Escrituras atestiguan que Dios extiende sus manos "todo el día" para ofrecer la salvación a un "pueblo desobediente y obstinado" (Is 65: 2; Rm 10: 21). Aunque todo esto es cierto en el sentido más pleno, sin embargo, no debemos negar o ignorar la enseñanza de las Escrituras acerca del carácter de Dios hacia los malvados.