Agradar al Único Dios
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Texto a estudiar Mateo 3:13-17
Texto a estudiar Mateo 3:13-17
Información para empezar
Jesús creció en una aldea pequeña llamada Nazaret. La gente de ese lugar vivía de la agricultura y algunos oficios artesanales.
Es muy probable que Jesús aprendiera el oficio de carpintero, debido a que José, su padre terrenal, era carpintero y era común que los hijos aprendieran el oficio de sus padres desde que eran niños.
Jesús tenía 30 años cuando empezó su ministerio. Era un hombre que había aprendido a trabajar y seguía las leyes de su época.
Ideas principales
Jesús buscó honrar al Padre en todo (versículos 13-15)
En el versículo 13 dice que Jesús salió de su aldea y fue a buscar a Juan el Bautista, para ser bautizado por él.
Jesús reconoció el momento en que debía iniciar su ministerio. Había pasado ya 30 años de su vida en este mundo y aprendió todo lo necesario para cumplir con su misión. Jesús fue un ser humano, Él tuvo sueño, hambre y también se sentía cansado después de un día de trabajo.
Juan era un pariente de Jesús. Es muy posible que Jesús haya estado enterado de cómo avanzaba Juan en su ministerio de anunciar que el Reino de Dios se había acercado y que las personas debían arrepentirse.
Juan había sido llamado por Dios para preparar el camino para la llegada de Jesús. Juan le decía a las personas que debían arrepentirse de sus pecados y bautizarse como una demostración de su arrepentimiento.
En ese tiempo las personas se sumergían en agua para purificarse antes de iniciar con una celebración sagrada. El agua simbolizaba la limpieza en el corazón de una persona.
Cuando una persona quería empezar a vivir de acuerdo a la religión judía también era lavado con agua, simbolizando así que abandonaba su vida pasada y empezaba una vida nueva en obediencia a Dios.
Jesús empezó su viaje sabiendo que sería bautizado por Juan. Él siempre utilizó bien su tiempo y las oportunidades, nunca caminó en este mundo sin una dirección.
En el versículo 14 vemos que Juan se oponía a bautizar a Jesús. Juan le decía que él necesitaba ser bautizado por Jesús.
Juan sabía que su misión era solamente preparar el camino para la llegada de Jesús. Reconocía que Jesús era más poderoso que él (v. 11), y esto no le causaba envidia, sino que humildemente reconocía que Jesús era más importante que él.
Pero Juan se le oponía. Juan no quería bautizar a Jesús porque reconocía que no tenía necesidad de arrepentirse de algún pecado. Para Juan era difícil entender cómo el Salvador de su pueblo tenía necesidad de bautizarse como todos los demás.
Yo necesito ser bautizado por ti. Juan reconoció que Él necesitaba a Jesús. Se sorprendió al ver a Jesús dispuesto a bautizarse, y en lugar de aprovechar la oportunidad para sentirse más importante, él reconoció que necesitaba la obra de Jesús.
En el versículo 15, Jesús respondió a Juan que debía hacerlo porque era conveniente cumplir con toda justicia. Solamente de esa manera Juan aceptó bautizarlo.
Jesús le respondió: “Por ahora, déjalo así...” Jesús sabía que en ese momento era necesario que fuera bautizado. Él estaba dando el permiso a Juan de actuar. Ya que la autoridad de Jesús era reconocida por Juan, la respuesta de Juan debía ser aceptar lo que le estaba mandando.
“Porque conviene que cumplamos toda justicia”. Jesús sabía que su bautizmo no era debido a que tuviera algún pecado para arrepentirse. Algunas razones por las que se bautizó pueden ser:
Jesús llevó una vida perfecta sin pecado, pero estaba a punto de empezar su ministerio y sabía que era agradable al Padre que se bautizara como símbolo de su dedicación a la obra que haría.
Se bautizó porque de esta manera se identificaba con los seres humanos, quienes sí necesitaban arrepentirse. Jesús dejó el ejemplo de que en el bautismo en agua se muestra la disposición completa de obedecer a Dios.
El bautismo en agua no salva a las personas, sino que es una demostración pública de la fe en Jesús, el arrepentimiento del pecado y la disposición de tener una vida nueva.
El bautismo demostraba que Jesús estaba dispuesto a hacer todas las cosas según lo justo y verdadero delante de Dios. Por ello nadie podría decir que Jesús fue injusto de alguna manera, pues hasta en su bautizmo demostró estar totalmente sometido en obediencia al Padre.
Entonces Juan aceptó. Él estaba dispuesto a obedecer a Jesús con humildad. Juan reconocía que “cumplir con toda justicia” era dar un buen testimonio delante de quienes estaban presentes. Así que obedeció a Jesús y lo bautizó.
La Trinidad demuestra la verdadera unidad (versículos 16-17)
En el versículo 16 dice que cuando Jesús salió del agua los cielos se abrieron y Él vio que el Espíritu de Dios descendía como una paloma y se posaba sobre Él.
Los cielos se abrieron. No podemos imaginar cómo pasó esto, pero definitivamente esto demostraba que el bautismo de Jesús había sido algo extraordinario. A la misma vez, esto preparaba el escenario para lo maravilloso que sucedería a continuación.
Él vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma. Jesús pudo ver al Espíritu Santo y tenía forma de una paloma. Este animal tenía mucho significado para el pueblo judío, pues era un símbolo de paz, de buenas noticias y también lo relacionaban con los sacrificios que se hacían en el Templo. Es importante recordar que el Espíritu Santo no tiene una forma física en todo momento, sino que elige manifestarse así solamente en algunas ocasiones. En el Antiguo Testamento tomaba forma de nube en algunos casos y en la reunión de la Iglesia el día de Pentescostés, se manifestó como lenguas de fuego.
“…y se posaba sobre él”. Esto es importante. Jesús estaba a punto de iniciar con su ministerio y sabía que tiempo después entregaría su vida en la cruz para la salvación de Su pueblo. Él estaba en este mundo con un cuerpo humano, con las limitaciones de hambre, sueño y cansancio. Para poder cumplir con Su misión Él fue ayudado por el Espíritu Santo, quien lo guió, lo sostuvo, le dio la sabiduría necesaria y le dio el poder para hacer todas las señales y milagros durante Su ministerio. Aquí se demuestra que la relación de Jesús con el Espíritu Santo es un ejemplo de la relación de los creyentes con el Espíritu Santo. Jesús vivió como un ser humano dependiendo del Espíritu Santo para agradar al Padre.
En el versículo 17 se menciona que se oyó una voz desde los cielos, y decía que Jesús era Su Hijo amado, en quien se complacía.
Desde los cielos se oyó una voz. Nuevamente, este acontecimiento es muy sorprendente y demuestra que el respaldo de Jesús provenía desde el lugar donde está el Trono de Dios. Ahora la voz que se escucha es la del Padre.
“Este es mi Hijo amado, en quie me complazco”. El Espíritu descendió para acompañar a Jesús durante Su ministerio. Pero el Padre no estaba alejado de Jesús, sino que confirmó estar agradado de Él. El Padre fue quien envió a Jesús al mundo para salvar a Su pueblo, y le acompañó durante su ministerio, respaldando Su identidad como Hijo de Dios.
Nosotros creemos que Dios es Uno en tres personas: Padre Hijo y Espíritu Santo. En esta historia que hemos estudiado hoy es importante notar que cada uno aparece. Para poder entender un poco mejor cómo intervienen en la salvación, se puede decir lo siguiente:
El Padre es el Creador de toda las cosas. Él diseñó el plan de salvación y envió al Hijo al mundo para cumplirlo.
El Hijo es por medio de quien todo fue creado. Él vino al mundo en obediencia al plan de salvación. Se somete a la voluntad del Padre y es el Salvador de Su pueblo. Él es verdadero Dios y verdadero hombre.
El Espíritu Santo es quien actúa en el mundo, convenciendo a las personas de que son pecadores, cambiando sus corazones y santificándolos para llegar a ser como Jesús.
Es importante resaltar que las Tres personas comparten sus atributos divinos, ya que existen desde la eternidad, son iguales en dignidad, poder y gloria, siendo el mismo Dios, sin ninguna división en Su ser.
Como seres humanos la Trinidad siempre será un misterio, así que solo se puede agradecer por lo que Dios ha revelado acerca de sí mismo.
CONCLUSIONES
Jesús vivió para agradar y honrar al Padre. Esto nos debe llevar a pensar cómo estamos obedeciendo a Dios. Nuestra mayor meta debe ser agradar a Dios.
Debemos aprender a ser humildes como Juan el bautista. Reconozcamos primeramente que necesitamos a Dios todos los días y que necesitamos a nuestros hermanos en la fe.
Pensemos cómo podemos ser más unidos como Iglesia, cómo podemos ayudar a los más débiles o a quienes están empezando en la fe. Somos llamados a imitar a Jesús en Su amor hacia el Padre y hacia el prójimo.