Genesis 42
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CUANDO LOS SUEÑOS SE CUMPLEN
Ilustración: Las familias que viajan a otros países y se dejan de ver por muchísimos años.
Génesis 42 continúa con la narrativa de José en Egipto.
En este capítulo, Jacob envía a sus hijos a Egipto para comprar alimentos debido a una gran hambruna en Canaán. Cuando llegan a Egipto, se presentan ante José, sin saber que él es el hermano menor que habían vendido como esclavo muchos años atrás.
José reconoce a sus hermanos, pero ellos no lo reconocen a él.
Su apariencia había cambiado en veinte años y su idioma y vestimenta egipcia los hace pensar que éste es un verdadero egipcio nativo.
Los diez hombres se postraron ante José, pero los sueños de José predijeron que ONCE se inclinarían. Esto explica cómo José sabía que los hombres regresarían con su hermano, Benjamín.
José trata a sus hermanos de manera muy severa al acusarlos de ser espías, y les pone a prueba debido a que quería asegurarse de que se habían arrepentido de sus pecados.
Excusar a quienes no están sinceramente arrepentidos es hacerles más pecadores
Les dice que deben traer a su hermano menor (Benjamín) a Egipto para demostrar que no son espías.
Sospechando si pudieran no ser sinceros, José retiene a Simeón como rehén. Si no son sinceros van a abandonar a Simeón así como lo hicieron con José
Luego les da grano para llevar a sus familias, pero esconde su dinero en los sacos de grano.
Cuando vuelven a Canaán y descubren el dinero en los sacos, se preocupan por lo que pueda pasarles a causa de esto.
José comienza a poner a prueba su sinceridad y arrepentimiento, al mismo tiempo que comienza a preparar el camino para la reunión con su familia y la revelación de su verdadera identidad en capítulos posteriores.
José tuvo que “reinar” sobre todo un imperio, antes de ser permitido “reinar” sobre su propia familia.
Génesis 42
1 Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando? 2 Y dijo: He aquí, yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá, y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir, y no muramos.
Después de los siete años de abundancia prometidos, llegaron los años de hambruna al mundo del Medio Oriente, pero gracias a José, hubo abundante grano en Egipto.
Dios había enviado a José adelante (45:5; Sal. 105:17) para preservar a su familia para que un día la nación de Israel pudiera darle al mundo a Jesucristo, el “pan de vida” (Juan 6:48).
El hambre no solamente era un problema mundial; era un problema familiar para Jacob.
El pueblo de Dios no tiene ninguna garantía incondicional de que escapará de las inundaciones y las hambrunas, los tornados y los terremotos, los horrores de la guerra y las catástrofes que de vez en cuando descienden sobre el mundo.
Cuando ocurre un desastre, no debemos sentarnos con los brazos cruzados a esperar que Dios haga algún milagro a nuestro favor.
Debemos buscar a nuestro alrededor medios naturales de alivio, sin dejar de orar, por supuesto.
Tal vez el padre Jacob se enteró mediante sus amigos, de que a los extranjeros se les permitía comprar comida en Egipto.
Jacob tenía una familia numerosa y muchos sirvientes ,,,,,,,, y a medida que continuaba el hambre, se hacía cada vez más difícil alimentarlos.
Claro, los hermanos sabían lo mismo que su padre, que había grano en Egipto, pero no hablaban de ello.
El recuerdo de la venta de su hermano inocente a comerciantes que iban a Egipto persiguió toda la vida a los hijos de Jacob.
Los hermanos habían cometido esa mala acción hacía muchos años y probablemente pensaron que José estaba muerto (Génesis 42:13), pero no habían olvidado ese terrible episodio (vv. 17-24).
La conciencia tiene una manera de desenterrar el pasado y despertar dudas y miedos en nuestro interior.
¿Por qué se miran el uno al otro?: Jacob notó una extraña expresión entre los hermanos cuando Egipto es mencionado.
Sus conciencias los hacían sentir mal cada vez que Egipto era mencionado.
Cualquier mención de José o de Egipto sacaba a relucir el sentimiento de culpa. Tenían que ser liberados del poder de este terrible secreto.
3 Y descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en Egipto. 4 Mas Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos; porque dijo: No sea que le acontezca algún desastre.
Como Jacob perdió a José más de 20 años atrás, vivía con el miedo constante de que algo también le sucedería a Benjamín ,,,,,, el otro hijo de su esposa favorita, Raquel.
Él mantenía su mirada cercana y protectora sobre Benjamín.
¡Si Jacob supiera! ¡Si tan solo pudiera confiar en la mano de Dios, cosa que él no podía ver!
De hecho, la única razón por la que hay alimento en Egipto para satisfacer sus necesidades es porque Dios envió a José por delante. Dios sabía lo que estaba haciendo.
Lo que Jacob y sus hijos no sabían era que el Dios soberano estaba trabajando asegurándose de que los diez hermanos fueran a Egipto y se inclinaran ante José y así lograr sus propósitos divinos
5 Vinieron los hijos de Israel a comprar entre los que venían; porque había hambre en la tierra de Canaán.
El principal interés de los hermanos al hacer este viaje era conseguir comida para la familia. Sin embargo, Dios tenía otros planes.
6 Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se inclinaron a él rostro a tierra. 7 Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos.
Obviamente José no podía estar presente en cada transacción que se hacía en la venta de granos.
Como segundo gobernante de la tierra, José no participaba en cada venta individual de alimentos y granos porque tenía muchas cosas importantes que hacer.
Además, el suministro de alimentos se almacenaba en varias ciudades (41:46-49), y José tenía comisionados que lo ayudaban (vv. 34-36).
Sin duda, proveyó a los egipcios residentes de manera rutinaria, mientras que los extranjeros tenían que ser examinados cuidadosamente para que no tuvieran planes de invadir la tierra (vv. 56-57).
Pero, posiblemente José les había pedido a sus vendedores que le notificaran la presencia de cualquier comprador procedente de Canaán.
Cuando al fin aparecieron los hermanos, podemos imaginar al administrador pidiéndoles que esperaran mientras le notificaba a José.
De cualquier manera que haya sido, José estuvo presente para tratar personalmente con sus diez hermanos.
Con aquella muestra de respeto que tienen los orientales, los hermanos se inclinaron con el rostro hacia el suelo, frente al funcionario egipcio.
Sin saberlo, los hermanos se postran ante el gobernador, rindiéndole honor, cosa que habían rehusado reconocer anteriormente y que causara la desgracia de José.
Los pensamientos de José rápidamente retrocedieron a los sueños que tuvo (cuando los manojos de trigo de sus hermanos se inclinaban ante el suyo, y el sol, la luna, y once estrellas, se inclinaban ante él, 37:5–9).
José reconoció que Dios estaba cumpliendo esos sueños ante sus propios ojos.
Pero, también comprendió que Dios todavía tenía más trabajo que hacer en ellos. Sus conciencias necesitaban una sacudida.
Antes de que pudiera darse a conocer a sus hermanos y consolarlos con su perdón y buena voluntad, tenía que saber si estaban sinceramente arrepentidos.
Para José lo importante no era saber qué sentían hacia él, sino cómo estaban ellos en su relación con Dios.
Cuando los hermanos de José planearon el asesinato contra él y lo vendieron como esclavo tenían la intención específica de derrotar sus sueños (Génesis 37:19-20).
En lugar de eso, enviando a José a Egipto, proporcionaron la forma para que los sueños se cumplieran.
La gran verdad de la providencia de Dios es que Él hace uso de las malas acciones del hombre hacia nosotros para lograr su buen plan.
La maldad del hombre no tiene excusas, pero la sabiduría y bondad de Dios son mayores que la maldad del hombre.
8 José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron.
En su ceguera, no reconocían quién era el que tenían enfrente.
Lo mismo ocurre hoy con el judío. Las señales indicaban que Jesús era el Mesías. , pero la mayoría de los judíos no vieron, ni ven en Él a su tan esperado Mesías, Salvador y Señor. Están ciegos.
9 Entonces se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del país habéis venido. 10 Ellos le respondieron: No, señor nuestro, sino que tus siervos han venido a comprar alimentos.
José hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente. Así tenía que ser.
Antes de que el cirujano pueda quitar el cáncer que amenaza la vida del paciente, debe hacer cortes profundos; tiene que herir al paciente.
Lo que más hubiera querido José hacer era abrazar a sus hermanos, pero esto interferiría con los planes que Dios tenía para ellos.
Debe haber sido difícil para José controlar sus emociones mientras hablaba con dureza a sus hermanos, porque su deseo natural habría sido hablarles en hebreo y revelarles quién era.
Pero eso lo habría arruinado todo, porque sabía que los once hermanos tenían que inclinarse ante él.
Esto significaba que Benjamín tendría que acompañarlos en su próximo viaje.
Además, los hermanos de José tuvieron que ser obligados a enfrentar sus pecados y acudir a un lugar de confesión honesta, y eso llevaría tiempo.
Los hermanos no lo reconocieron, y es de esperarse. José era la última persona con la que esperaban encontrarse.
Hay que recordar también que ya habían pasado más de veinte años desde la última vez que lo habían visto, un joven temeroso de diecisiete años, sin su túnica, muerto de miedo al ser conducido a la esclavitud.
Lo que ahora veían era un funcionario egipcio poderoso de treinta y siete años.
El hecho de que José se comunicara con ellos a través de un intérprete en un idioma que no comprendían intensificaba la falsa impresión.
“¡Espías sois!”, exclamó de pronto José. Los hermanos no podían creer lo que escuchaban. “¿Por qué tantos de ustedes vinieron a comprar comida para una sola familia?”, les dijo José.
Históricamente el mayor peligro de invasión para Egipto había provenido del norte, dirección de donde habían venido los hermanos. “Para ver las regiones indefensas del país habéis venido.”
Había cierta ironía en la acusación que hacía José. Dos décadas antes sus hermanos lo habían considerado un espía enviado por su padre para ver lo que estaban haciendo y llevarle el informe; ahora ellos eran los acusados.
La acusación era injustificada, lo cual mortificó a los hermanos.
Pero ,,,,, Muy pronto iban a tener suficiente tiempo, ,,,,, tres días, para reflexionar sobre la forma injusta en que trataron anteriormente a José.
11 Todos nosotros somos hijos de un varón; somos hombres honrados; tus siervos nunca fueron espías.
Los hermanos siguieron defendiendo su inocencia, pero la única respuesta que tuvieron del inflexible egipcio fue: “¡No les creo!”
En una ocasión, ellos se habían negado a escuchar la triste súplica de un hermano menor; ahora alguien superior a ellos no escuchaba sus súplicas.
Al repetir la acusación y ofrecerles repetidas oportunidades para defenderse, José esperaba obtener mayor información de su padre y de su hermano Benjamín.
12 Pero José les dijo: No; ,,,,, para ver lo descubierto del país habéis venido. 13 Y ellos respondieron: Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán…..
Para defenderse apelaron a que eran miembros de una sola familia; los espías nunca harían algo así, enviar a toda la familia junta.
José los seguía tratando con mucha aspereza.
Algunos acusan a José de ser rencoroso y guardar amarguras, peo eso está muy lejos de la verdad.
José hizo esto guiado por el Espíritu Santo. Recordemos lo que se dijo de José en Génesis 41:38: «¿Acaso hallaremos otro hombre como este, en quien esté el Espíritu de Dios?».
Esto que hacía José no era venganza; no, no, para nada.
13 Y ellos respondieron: Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán….. y he aquí el menor está hoy con nuestro padre, y el otro no aparece.
Los hombres dijeron: "Tus siervos son doce hermanos, hijos de un solo hombre en la tierra de Canaán; y he aquí, el menor está hoy con nuestro padre, y el otro ya no está".
Pero ,,,,,, ¡Allí estaba!
La referencia a José fue muy superficial. No lo nombraron por su nombre; preferirían no pensar en él.
Sólo harían la más mínima referencia casual y pasajera posible a él.
No dirían nada sobre lo que le habían hecho, nada en absoluto sobre su rechazo hacia él.
José era un hecho histórico incómodo que preferirían no afrontar en absoluto.
Su declaración “el otro no aparece, o ,,, desapareció” debe haber conmovido profundamente a José, pero se regocijó al saber que su padre y su hermano menor estaban vivos y y disfrutaban de bienestar.
14 Y José les dijo: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías. 15 En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí. 16 Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías. 17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días.
José encarceló a sus hermanos durante tres días, sólo para enseñarles cómo era estar prisioneros y darles tiempo para pensar.
La ausencia del más joven va a servir para apretar las tuercas de la prueba. José, aparentando incredulidad o duda, hace de Benjamín la evidencia de la veracidad de cuanto han relatado los hermanos.
Si éstos lo traen con ellos en su próxima visita, habrán presentado sus credenciales y serán reconocidos como hombres veraces.
Sin Benjamín, no habría más provisión y se confirmaría su condición de espías (vv. 15s.).
Uno de los hermanos iría a buscarlo y traerlo consigo, mientras los demás quedaban retenidos como rehenes.
La cosa iba en serio. Y para que ninguno de ellos pusiese en duda las palabras del gran gobernador, éste, que ya había jurado por faraón el cumplimiento de su amenaza los encarcela por espacio de tres días.
18 Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios. 19 Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. 20 Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos lo hicieron así.
Al tercer día, José muestra cierta consideración hacia sus hermanos, acordándose sin duda del hambre que estarían pasando tanto Jacob como todos los miembros del clan de Canaán.
Con tal que un hermano quede como rehén, los demás pueden volver a casa con las provisiones, pero teniendo en cuenta que no habría una segunda venta de trigo si Benjamín no los acompañaba.
Ese acto de compasión va acompañado de una declaración tranquilizadora de labios de José: «Haced esto y vivid. Yo temo a Dios» (v. 18), lo que equivalía a decir: «Yo haré lo recto con ustedes.»
Después de tres días en una prisión egipcia, los hermanos estaban dispuestos a aceptar lo que fuera que José quisiera que hicieran. Esto fue bueno, porque José claramente tenía el control.
“Yo temo a Dios”. José no quería que sus hermanos le tuvieran miedo, sino que confiaran en él.
Si los hermanos hubieran sido lo suficientemente sabios como para considerar lo que esto realmente significaba, hubiera sido un gran consuelo para ellos.
La demanda de José era evidente. Tenían que demostrar que no eran espías, que eran honestos y que le dijeron la verdad sobre su hermano que estaba en casa.
Los hermanos estuvieron de acuerdo (lo hicieron así), pero solo a regañadientes, porque sabían que su padre nunca querría separarse de Benjamín.
La situación, cada vez más complicada y peligrosa, despierta en la mente de ellos reflexiones dolorosas, pero de beneficio.
21 Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.
Por primera vez tienen auténtica conciencia de pecado, y ven en su situación grave el pago a su maldad, cometida al intentar la muerte de José y finalmente venderlo como esclavo.
22 Entonces Rubén les respondió, diciendo: ¿No os hablé yo y dije: No pequéis contra el joven, y no escuchasteis? He aquí también se nos demanda su sangre.
Hasta en este momento José se entera que Rubén tuvo la intención de salvarlo del pozo y regresarlo a su padre. No tenía idea que uno de sus hermanos estuvo dispuesto a defenderlo.
Ellos pensaron que este desastre estaba sobre ellos por la forma en que habían tratado a José y esto removió sus conciencias. Esta era una buena señal.
La rapidez con la que asocian estos hechos con su pecado en contra de José probablemente significaba que muchas veces recordaron su pecado contra él.
No había una conexión completamente lógica entre su situación actual y la forma en que trataron a José. Sin embargo, una conciencia culpable ve todos los problemas como castigo por el pecado.
Un hombre escribió al IRS y dijo: «He mentido en mi declaración de impuestos y no puedo dormir por la noche. Aquí está un cheque por $100. Si todavía no puedo dormir, voy a enviar el resto de lo que debo».
23 Pero ellos no sabían que los entendía José, porque había intérprete entre ellos. 24 Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos.
José no ha perdido su lengua materna, y lo entiende todo.
Lo que acaba de escuchar de labios de sus hermanos le conmueve profundamente, pero oculta la intensidad de sus sentimientos retirándose a una sala privada.
Allí se desahoga llorando (v. 24).
Seguramente sus lágrimas eran suscitadas por el recuerdo de dolores pasados, pero también porque en la confesión de los hermanos ve la obra de Dios en sus duros corazones.
José no aflojará el rigor de la prueba, pero lo hará con fundadas esperanzas de que la humillación y la contrición de los hermanos permitirán la renovación de las bendiciones del pacto.
Dios tenía que hacer un trabajo profundo en los corazones de estos hermanos para que se reconciliara la relación.
No podría haber un rápido y fácil «Discúlpanos, José».
En esta situación Dios guió los acontecimientos para que los hermanos vieran su pecado con claridad y se arrepintieran por completo.
Sin embargo, incluso antes de la restauración, José no le dará lugar a la amargura y al odio. Él todavía ama a sus hermanos y quiere estar con ellos (después volvió a ellos, y les habló).
José dejó a Simeón retenido como prisionero para garantizar el regreso de los hermanos.
Pasa por alto al primogénito, Rubén, seguramente porque éste había intercedido a favor de él oponiéndose a las intenciones malvadas de los demás, y opta por Simeón, el segundo hijo de Jacob.
25 Después mandó José que llenaran sus sacos de trigo, y devolviesen el dinero de cada uno de ellos, poniéndolo en su saco, y les diesen comida para el camino; y así se hizo con ellos. 26 Y ellos pusieron su trigo sobre sus asnos, y se fueron de allí.
Cuando los nueve hermanos se prepararon para salir de Egipto, José gentilmente les proporcionó comida para su viaje.
No fue fácil para ellos dejar atrás a Simeón, pero estaban seguros de que regresarían por más grano y podrían llevarse a Benjamín con ellos.
Parecía que las nubes comenzaban a disiparse, pero no se daban cuenta de las tensiones que aún estaban por llegar en su familia en los días venideros.
José emitió dos órdenes extrañas a sus trabajadores. Después que los sacos de los hermanos estuvieran llenos de grano, el pago de cada uno sería colocado en sus sacos.
Y, en segundo lugar, se les debía dar provisiones para el largo viaje de regreso.
José les dio más que el dinero de vuelta; también les dio lo que necesitaban para el viaje. Él tuvo cuidado de ellos desde el principio hasta el final.
José no quería que abrieran los sacos y encontraran el dinero hasta que ya hubieran avanzado un buen trecho del camino.
Parece ser que la intención de regresarles el dinero era la de confundir a los hermanos, y corroborar su convicción: “Aquí están sucediendo cosas fuera de lo normal”.
La acción de José parecía querer decirle al padre que el egipcio con quien estaban tratando sus hijos después de todo sentía compasión por la familia.
Del mismo modo, Jesús nos da inesperadas, inmerecidas bendiciones. Algunas son obvias y están delante de nosotros, y algunas están escondidas para ser descubiertas después — pero nos las dio antes de que estuviéramos reconciliados con Él
27 Pero abriendo uno de ellos su saco para dar de comer a su asno en el mesón, vio su dinero que estaba en la boca de su costal. 28 Y dijo a sus hermanos: Mi dinero se me ha devuelto, y helo aquí en mi saco. Entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?
Los hermanos han de haber partido de Egipto con un sentimiento de alivio. Al anochecer se detuvieron en uno de los mesones por el camino.
Uno de ellos abrió su saco para dar de comer a su asno y encontró ¡su dinero!
Todo lo que los hermanos hicieron fue mirarse unos a otros perplejos, y preguntar “¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?”
Con sus preguntas los hermanos no sólo estaban reconociendo la existencia de Dios, sino también estaban admitiendo que él era el autor de todas las cosas que les estaban ocurriendo.
Era natural que su conciencia siempre los acusara y los afligiera con temor, ,,,,, en vista del crimen que habían cometido.
El miedo que tenían en este caso era el de ser acusados del robo del dinero.