Modulo 3 / La Historia de la Redención en los Patriarcas
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Sección 11: El Pacto con Abraham
Sección 11: El Pacto con Abraham
Introducción y Objetivo de la Clase:
1. El Contexto del Pacto: Génesis 12-15
Para entender plenamente la naturaleza y la importancia del pacto que Dios establece con Abraham, es esencial considerar el contexto histórico y teológico que precede a este evento, particularmente la narrativa de la torre de Babel en Génesis 11. Este relato muestra a la humanidad, después del diluvio, intentando nuevamente rebelarse contra Dios, esta vez mediante la construcción de una ciudad y una torre que llegue hasta los cielos. La intención de “hacerse un nombre” (Génesis 11:4) representa un desafío directo al mandato de Dios de llenar la tierra, y una búsqueda de unidad y grandeza basada en el orgullo humano y la autosuficiencia.
La respuesta de Dios a esta rebelión es la confusión de las lenguas y la dispersión de la humanidad por toda la tierra. Este evento marca un punto de inflexión en la narrativa bíblica: la dispersión lejos del monte Ararant y el caos resultantes de Babel contrastan con la promesa de bendición y restauración que comienza con el llamado de Abraham en Génesis 12. Donde Babel representa la fragmentación y el juicio, el pacto con Abraham simboliza la unificación y la bendición futura para todas las naciones.
G.K. Beale, en su obra “El Templo y la Misión de la Iglesia”, señala que la dispersión en Babel es revertida por la bendición de Dios a través de Abraham. Dios promete que, a través de la descendencia de Abraham, todas las naciones de la tierra serán bendecidas (Génesis 12:3), lo que implica una restauración de la unidad perdida en Babel, pero bajo la soberanía y gracia de Dios, no por el esfuerzo humano.
Este contraste entre Babel y el llamado de Abraham subraya la iniciativa de Dios en la historia de la redención. Mientras que los habitantes de Babel buscaban su propia gloria, Dios promete “hacer un nombre” para Abraham (Génesis 12:2) y usarlo como un medio para bendecir a todas las familias de la tierra. Este llamado y promesa divina son el inicio de un plan redentor que culminará en Cristo, quien, como la simiente de Abraham, unirá a la humanidad bajo el propósito redentor de Dios.
1.1. La Promesa de Descendencia y Tierra
La promesa de Dios a Abraham incluye dos elementos fundamentales: una descendencia numerosa y la posesión de la tierra de Canaán. Estos dos aspectos son centrales en la teología del pacto y son reiterados en diferentes momentos de la narrativa patriarcal.
Primero, la promesa de descendencia es clave para la historia de la redención. A través de la línea de Abraham, Dios planea traer al mundo al Mesías, quien será la bendición para todas las naciones. Esta descendencia no solo tiene un sentido físico, como lo es en Isaac, sino también un sentido espiritual, que se cumplirá en Cristo, ya que Dios está estableciendo una línea genealógica que culminará en con su venida.
Como señala Meredith Kline en Kingdom Prologue, la promesa de descendencia no solo asegura la continuidad del linaje físico de Abraham, sino que también prepara el escenario para la venida del Salvador, quien será la bendición prometida para todas las naciones (Kline, Kingdom Prologue).
El apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, interpreta esta promesa en un sentido mesiánico, identificando a Cristo como la “simiente” de Abraham a través de la cual todas las naciones serían bendecidas (Gálatas 3:16).
Esta promesa de descendencia, tampoco se limitó a los descendientes físicos de Abraham, sino que incluye a todos aquellos que son de la fe, tanto judíos como gentiles, quienes son contados como hijos de Abraham por la fe en Cristo (Gálatas 3:7-9).
Segundo, la promesa de la tierra de Canaán como herencia para la descendencia de Abraham tiene un significado que va más allá de lo meramente geográfico.
La tierra prometida es un tipo de la bendición espiritual y eterna que Dios ha preparado para Su pueblo. En este sentido, la tierra de Canaán prefigura la nueva creación, el reino eterno de Dios, donde Su pueblo habitará en perfecta comunión con Él.
Como afirma L. Michael Morales en “Who Shall Ascend the Mountain of the Lord?”, la tierra prometida es un símbolo de la meta final del plan redentor: la comunión restaurada entre Dios y Su pueblo en un lugar santo.
Por la fe habitó como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra extraña, viviendo en tiendas como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
En la teología bíblica, la tierra prometida se ve como un tipo del reposo eterno que Dios ha preparado para Su pueblo. Según Geerhardus Vos, la tierra de Canaán es una prefiguración del “descanso” que los creyentes encontrarán en Cristo, el cual se cumplirá plenamente en la nueva creación (Vos, Biblical Theology). Así, la tierra prometida no solo tiene un significado histórico y geopolítico, sino que también tiene un profundo significado escatológico, señalando hacia la consumación final de todas las cosas en Cristo.
La promesa de tierra también tiene un fuerte componente pactual. En Génesis 15, Dios ratifica Su pacto con Abraham mediante un ritual solemne en el que pasa entre los animales partidos, simbolizando Su compromiso inquebrantable de cumplir Sus promesas. Este pacto es unilateral, lo que significa que Dios es el único responsable de garantizar su cumplimiento.
El pacto con Abraham, por lo tanto, no es solo un acuerdo entre Dios y un individuo; es el principio de la historia de la redención que se despliega a lo largo de toda la Escritura, culminando en la obra de Cristo y la promesa de una nueva creación donde el pueblo de Dios vivirá eternamente en Su presencia.
2. La Confirmación del Pacto: Génesis 15
La promesa de Dios a Abraham se confirma de manera solemne en Génesis 15, donde Dios establece formalmente un pacto con él. Este capítulo es uno de los pasajes más profundos en la teología del Antiguo Testamento, ya que revela la seriedad del compromiso de Dios con Su plan redentor y con las promesas hechas a Abraham.
En Génesis 15:1-6, Dios le asegura a Abraham que será su escudo y que su recompensa será grande.
Abraham, consciente de su avanzada edad y de la esterilidad de Sarai, pregunta cómo puede ser esto, dado que no tiene un hijo. Dios lo lleva afuera y le muestra las estrellas del cielo, diciendo: “Así será tu descendencia”. En respuesta, “Abraham creyó en el Señor, y Él se lo contó por justicia”. Este versículo es fundamental para la doctrina de la justificación por la fe, un tema que será desarrollado ampliamente en el Nuevo Testamento (Romanos 4; Gálatas 3).
2.1. El Ritual del Pacto
El clímax de Génesis 15 se encuentra en los versículos 7-21, donde Dios establece un pacto con Abraham a través de un ritual solemne. Dios le ordena a Abraham que prepare varios animales y los corte por la mitad, colocándolos uno frente al otro. Luego, en un sueño profundo, Abraham ve una “antorcha de fuego” que pasa entre las partes de los animales sacrificados. Este rito es profundamente significativo.
En la cultura antigua, cuando dos partes hacían un pacto, ambas pasaban entre las partes de los animales sacrificados, indicando que se comprometían a cumplir con las condiciones del pacto, bajo pena de muerte.
Sin embargo, en este caso, solo Dios pasa entre los animales, indicando que Él mismo asumirá toda la responsabilidad del cumplimiento del pacto. Dios va a cumplir y hará que Abraham cumpla con las demandas del pacto.
Esto indica que el cumplimiento del pacto es enteramente dependiente de Dios; Él es el único garante del pacto, comprometiéndose unilateralmente a cumplir Sus promesas.
Meredith Kline, en Kingdom Prologue, explica que este acto de Dios pasando solo entre las piezas es un poderoso testimonio de Su gracia soberana, asegurando que la promesa se cumplirá en Abraham y su descendencia (Kline, Kingdom Prologue).
Como señala Van Pelt, este acto de Dios es una prefiguración del sacrificio de Cristo, quien asumiría la maldición del pacto en lugar de Su pueblo . Dios promete a Abraham que su descendencia poseerá la tierra desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates, lo que subraya la magnitud de la herencia prometida.
2.2. El Significado Teológico del Pacto
El pacto con Abraham es teológicamente significativo porque establece la base sobre la cual se desarrollará la historia de la redención. Dios elige a Abraham y a su descendencia como el medio a través del cual bendecirá al mundo. Este pacto es unilateral en el sentido de que Dios asume toda la responsabilidad de su cumplimiento, lo que subraya la gracia soberana de Dios en la redención.
Además, el pacto con Abraham introduce el concepto de la justificación por la fe, que se convertirá en un tema central en la teología bíblica. Abraham creyó en las promesas de Dios, y esa fe le fue contada por justicia. Esta doctrina es fundamental para la comprensión del evangelio y se encuentra en el corazón de la teología reformada.
3. Implicaciones del Pacto con Abraham
El pacto con Abraham tiene implicaciones profundas para la teología bíblica y la vida cristiana. Primero, establece el fundamento para la doctrina de la elección divina. Dios elige soberanamente a Abraham y a su descendencia para ser el medio a través del cual llevará a cabo Su plan de redención. Esta elección no está basada en ningún mérito en Abraham, sino en la gracia soberana de Dios.
Segundo, este pacto no solo sienta las bases para la identidad de Israel como el pueblo elegido de Dios, sino que también establece la base teológica para la doctrina de la justificación por la fe, una justificación que desde el A.T. define la relación filial de los creyentes con Dios.
En tercer lugar, el pacto con Abraham anticipa la venida de Cristo, quien es la simiente prometida a través de la cual todas las naciones serán bendecidas. Como señala Geerhardus Vos, el pacto con Abraham es un “pacto de gracia” que se desarrolla a lo largo de la historia bíblica y culmina en la obra redentora de Cristo
Finalmente, el pacto con Abraham es un recordatorio de la fidelidad de Dios a Sus promesas. A pesar de los obstáculos aparentemente insuperables, como la esterilidad de Sarai y la vejez de Abraham, Dios cumple Sus promesas. Este pacto nos enseña que Dios es fiel y que podemos confiar en Él, incluso cuando las circunstancias parecen contrarias.
3.1. La Reafirmación del Pacto y el Cambio de Nombre
Génesis 17 comienza con Dios apareciendo a Abraham cuando éste tenía noventa y nueve años. Dios se presenta como “El Shaddai” (Dios Todopoderoso) y le ordena a Abraham que ande delante de Él y sea perfecto (Génesis 17:1). Esta aparición de Dios es una reafirmación del pacto que ya había sido establecido en los capítulos anteriores, pero también introduce nuevos elementos que serán fundamentales en la relación entre Dios y Abraham.
Uno de los cambios significativos en este capítulo es el cambio de nombre de Abram a Abraham, y de Sarai a Sara. El cambio de nombre de Abram a Abraham (que significa “padre de multitudes”) subraya la promesa de que Abraham será el padre de muchas naciones (Génesis 17:5). De manera similar, Sarai, que significa “mi princesa,” es renombrada como Sara, que significa “princesa,” indicando su papel como madre de naciones y reinas (Génesis 17:15-16). Estos cambios de nombre son más que un simple cambio de título; son una señal del nuevo estatus y rol que Dios les está otorgando en Su plan redentor.
3.2 La Señal del Pacto: Génesis 17
La circuncisión, aunque es un rito físico, está profundamente ligada a la fe de Abraham. En Romanos 4, Pablo expone que Abraham fue justificado por la fe antes de ser circuncidado, lo que subraya que la circuncisión es un signo de la fe que ya estaba presente en Abraham (Romanos 4:9-12). La circuncisión, por lo tanto, no es un medio de justificación, sino una señal externa de la fe interna y la promesa de Dios.
Este signo ademas, es una señal física de la relación pactual entre Dios y los descendientes de Abraham. Dios le ordena a Abraham que todo varón de su casa, ya sea nacido en su casa o comprado, sea circuncidado como señal del pacto (Génesis 17:10-14). Este rito debía realizarse a los ocho días de nacido, y cualquier varón no circuncidado sería excluido del pacto. La circuncisión se convierte así en una señal externa de la relación pactual entre Dios y su pueblo.
Este rito es profundamente significativo en varios niveles:
Primero, representa la dedicación o consagración completa a Dios, es la separación del pueblo de Abraham de las naciones paganas circundantes.
Segundo, La circuncisión es un recordatorio visible de las promesas de Dios, recordando a Israel su identidad como el pueblo de Dios y su llamado a vivir en fidelidad a Él.
Tercer, la circuncisión señala la promesa de descendencia, ya que se realiza en el órgano reproductor masculino, subrayando la importancia de la promesa de Dios de multiplicar la simiente de Abraham.
Cuarto, la circuncisión es un recordatorio constante de la necesidad de la pureza del corazón. Aunque es un acto físico, apunta a una realidad espiritual más profunda: la necesidad de un corazón circuncidado, es decir, un corazón que está apartado para Dios y que vive en fidelidad a Él. Como lo desarrollará Pablo en sus epístolas, la verdadera circuncisión es la del corazón, realizada por el Espíritu Santo (Romanos 2:29). Esta enseñanza es crucial para la comprensión de la teología del pacto en el Nuevo Testamento. Como señala Van Pelt en A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament, la circuncisión también tiene un significado tipológico, anticipando la circuncisión del corazón que se desarrollará más plenamente en la teología del Nuevo Testamento (Deuteronomio 30:6; Romanos 2:28-29) . Esta circuncisión del corazón es un símbolo de la obra regeneradora del Espíritu Santo, quien corta el pecado y la incredulidad del corazón del creyente, habilitándolos para vivir en fidelidad a Dios.
Geerhardus Vos agrega que, la circuncisión es un precursor de los sacramentos en la economía del nuevo pacto, particularmente el bautismo, que marca la entrada en la comunidad del pacto en Cristo. Mientras que la circuncisión señalaba la pertenencia al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, el bautismo hace lo propio en el Nuevo Testamento, conectando así la señal del pacto con la promesa de la regeneración y la nueva vida en Cristo.
La circuncisión como signo del pacto tiene su cumplimiento en Cristo, quien es la verdadera simiente de Abraham y en quien se cumple todas las promesas de Dios. En Colosenses 2:11-12, Pablo señala que en Cristo los creyentes han sido “circuncidados con una circuncisión no hecha a mano,” refiriéndose a la circuncisión del corazón por el Espíritu Santo. Esta circuncisión espiritual reemplaza la necesidad de la circuncisión física como signo del pacto, ya que Cristo ha cumplido todas las demandas de la ley y ha inaugurado el Nuevo Pacto en Su sangre.
Además, el bautismo en el Nuevo Testamento se presenta como el signo del Nuevo Pacto, que toma el lugar de la circuncisión como la señal de la inclusión al pueblo de Dios. Así como la circuncisión marcaba a los hijos de Abraham bajo el Antiguo Pacto, el bautismo marca a los creyentes en Cristo bajo el Nuevo Pacto. Sin embargo, la verdadera marca del Nuevo Pacto es la regeneración y la fe en Cristo, simbolizadas por el bautismo pero realizadas por la obra del Espíritu.
3.3. El Pacto y la Promesa de Isaac
Otro elemento clave de Génesis 17 es la promesa específica de un hijo, Isaac, a través del cual se cumplirán las promesas de Dios. Aunque Abraham ya tenía un hijo, Ismael, a través de Agar, Dios deja claro que el pacto no será establecido a través de Ismael, sino a través de Isaac, el hijo de Sara (Génesis 17:19-21). Esto subraya la soberanía de Dios en la elección y el cumplimiento de Sus promesas, mostrando que el cumplimiento de las promesas divinas no depende de los esfuerzos humanos, sino de la gracia y la providencia de Dios.
La promesa de Isaac no solo es significativa porque cumple el deseo de Abraham y Sara de tener un hijo propio, sino porque Isaac será el portador de la promesa pactual. Como señala Geerhardus Vos, esta elección de Isaac prefigura la elección soberana de Dios que se desarrollará a lo largo de la historia redentora, culminando en Cristo, el verdadero Hijo de la promesa.
Conclusión
El Pacto con Abraham es uno de los pilares fundamentales de la teología bíblica, y su pleno significado solo se revela en Cristo. Jesús es la verdadera simiente de Abraham, en quien se cumplen todas las promesas de Dios. A través de Cristo, las naciones son bendecidas, los creyentes son justificados por la fe, y la herencia de la tierra encuentra su realización en el reino eterno de Dios.
Este pacto no solo tiene implicaciones teológicas profundas, sino que también tiene un impacto directo en nuestra comprensión del evangelio y de nuestra identidad como herederos de las promesas de Dios. Al reflexionar sobre el Pacto con Abraham y su cumplimiento en Cristo, somos llamados a vivir en la fe que caracteriza a los hijos de Abraham, confiando en las promesas de Dios y esperando con esperanza la consumación de Su reino eterno.
Sesión 12
Sesión 12
Isaac, Jacob y José: La Continuidad del Pacto
Isaac, Jacob y José: La Continuidad del Pacto
Introducción
En esta sesión, exploraremos cómo el pacto con Abraham se extiende y se confirma a través de la vida de Isaac, Jacob y José. Analizaremos cómo la fidelidad de Dios se mantiene a lo largo de las generaciones, a pesar de los desafíos y las debilidades humanas. Nuestro objetivo es comprender cómo estas narrativas patriarcales no solo preservan la promesa divina, sino que también nos enseñan sobre la naturaleza de la fe y la soberanía de Dios en la historia de la redención.
1.1. El Nacimiento de Isaac y la Confirmación del Pacto
Isaac, como hijo de Abraham y Sara, es la manifestación de la promesa de Dios de dar una descendencia a Abraham a pesar de su avanzada edad y la esterilidad de Sara (Génesis 17:19, 21:1-7). El nacimiento de Isaac es un milagro que subraya la fidelidad de Dios a Su palabra.
Como señala Van Pelt en A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament, el nacimiento de Isaac no solo es la realización de una promesa específica, sino también un anticipo del nacimiento milagroso de Cristo, la verdadera simiente prometida.
Dios reafirma Su pacto con Isaac, asegurándole que la promesa hecha a Abraham continuará a través de él (Génesis 26:3-5). Este pacto incluye la promesa de bendición, una descendencia numerosa y la posesión de la tierra de Canaán, mostrando que Dios es fiel a Sus promesas y que Su plan redentor sigue adelante.
1.1. Nacimiento de Isaac
El nacimiento de Isaac es un momento crucial en la narrativa bíblica, ya que marca el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham y Sara de que tendrían un hijo en su vejez (Génesis 21:1-3). Este evento no solo subraya la fidelidad de Dios a Su pacto, sino que también establece a Isaac como el heredero de las promesas divinas. La llegada de Isaac es vista como un milagro, ya que Sara era estéril y Abraham tenía una avanzada edad. Este nacimiento milagroso prefigura el nacimiento virginal de Cristo, quien también sería un cumplimiento de las promesas divinas, pero a una escala cósmica.
1.3. El Sacrificio de Isaac
El sacrificio de Isaac en Génesis 22 es uno de los eventos más conmovedores y teológicamente ricos del Antiguo Testamento. Dios prueba la fe de Abraham al pedirle que sacrifique a su hijo Isaac, quien es la clave para el cumplimiento de todas las promesas hechas a Abraham. En este evento, Isaac no solo es una figura de Cristo, el Hijo que sería sacrificado por los pecados del mundo, sino que también representa la obediencia completa a la voluntad de Dios. Según Morales, este evento en el Monte Moriah es una prefiguración clara del sacrificio de Cristo, quien también fue llevado al Calvario como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
1.4. La Bendición Extendida a Su Hijo
Antes de su muerte, Isaac extiende la bendición del pacto a su hijo Jacob, aunque inicialmente lo había destinado a Esaú. Este acto, aunque envuelto en engaño, es visto por el autor de Hebreos como un acto de fe (Hebreos 11:20). Isaac, reconociendo la soberanía de Dios, acepta que la bendición que él pensaba dar a Esaú fue, en última instancia, destinada por Dios para Jacob. Este reconocimiento de la soberanía de Dios en la distribución de Su bendición es un testimonio de la fe que sostiene a Isaac incluso en su vejez y debilidad.
2. Jacob: La Persistencia de la Promesa
2.1. Nacimiento de Jacob
Jacob, desde su nacimiento, está enmarcado dentro de las promesas de Dios. Nació luchando con su hermano gemelo Esaú en el vientre de Rebeca, lo que prefigura su vida de lucha por obtener las bendiciones divinas (Génesis 25:22-26). Dios, sin embargo, había determinado que “el mayor serviría al menor” (Génesis 25:23), asegurando que Jacob, y no Esaú, sería el heredero de la promesa.
2.2. Confirmación del Pacto
Dios confirma Su pacto con Jacob en un sueño en Betel (Génesis 28:12-15), donde le promete la tierra de Canaán y la multiplicación de su descendencia. Este sueño, conocido como “la escalera de Jacob”, es un poderoso símbolo de la conexión entre el cielo y la tierra, y anticipa el ministerio de Cristo, quien es la verdadera “escalera” que conecta a la humanidad con Dios. Michael Morales señala que este evento es una prefiguración del tabernáculo y, posteriormente, del templo, donde Dios haría Su morada entre Su pueblo.
2.3. Lucha y Bendición
La vida de Jacob es una serie de luchas, tanto con hombres como con Dios. La lucha más significativa ocurre en Peniel, donde Jacob lucha con un ser divino y se niega a soltarlo hasta que recibe una bendición (Génesis 32:24-30). Este evento es interpretado como una teofanía, donde Jacob ve a Dios “cara a cara” y su nombre es cambiado a Israel, que significa “el que lucha con Dios”. Esta lucha y la bendición subsiguiente representan la persistencia de la fe de Jacob en las promesas de Dios, a pesar de sus muchas faltas y fracasos.
2.4. Bendición de los Hijos de José
Antes de su muerte, Jacob bendice a los hijos de José, Efraín y Manasés, y los adopta como suyos (Génesis 48). En un acto de fe, Jacob cruza las manos y da la bendición mayor al hijo menor, Efraín, lo que va en contra de la tradición de la primogenitura. Este acto, similar al de su propio engaño para obtener la bendición de Isaac, muestra que Jacob finalmente comprende que las bendiciones de Dios no dependen de las normas humanas, sino de la elección soberana de Dios.
3. José: La Fidelidad en Medio de las Pruebas
3.1. Nacimiento y Primeros Años
José, el undécimo hijo de Jacob, es especial desde su nacimiento, siendo el primogénito de Raquel, la esposa amada de Jacob. Desde joven, José tiene sueños que indican su futuro prominente (Génesis 37:5-11), lo que causa envidia en sus hermanos.
3.2. Confirmación de la Promesa a través de la Providencia
La vida de José está marcada por sufrimientos y pruebas, pero también por la providencia de Dios, que utiliza estas dificultades para preservar a la familia de Jacob durante la hambruna. Vendido como esclavo por sus hermanos, encarcelado injustamente en Egipto, José asciende a una posición de poder donde es capaz de salvar a su familia y preservar la línea del pacto (Génesis 45:4-8).
3.3. Bendición y Profecía en su Lecho de Muerte
Al final de su vida, José hace jurar a los hijos de Israel que llevarán sus huesos de vuelta a Canaán cuando Dios los libere de Egipto (Génesis 50:24-25). Este acto de fe en la promesa de Dios, que aún no se ha cumplido, es un testimonio poderoso de su confianza en que Dios completará Su obra. Este evento es mencionado en Hebreos 11:22 como un ejemplo de fe que trasciende la muerte.
En resumen, las vidas de Isaac, Jacob y José nos muestran cómo la fe en las promesas de Dios se sostiene incluso en las pruebas más duras y hasta en el momento de la muerte. Sus historias subrayan la soberanía y la providencia de Dios, y cómo Su plan redentor continúa avanzando a través de las generaciones. Estos patriarcas nos enseñan que la verdadera fe no solo mira hacia el pasado con gratitud, sino que también anticipa el cumplimiento de las promesas de Dios, transformando nuestra vida presente y dándonos fuerza para perseverar hasta el final.
Matthew Henry comenta que el don de la fe sostiene nuestra vida en Cristo, especialmente en el momento de la muerte, ayudándonos a morir en el Señor con paciencia, esperanza y gozo. William Lane, al comentar sobre Hebreos, destaca que la fe no solo celebra las bendiciones presentes sino que asegura las futuras, transformando así nuestra percepción del presente. Esta fe, que anticipa lo que Dios ha prometido, es lo que permite a Isaac bendecir a Jacob, confiando en que Dios cumplirá Su palabra.
1.2. Confirmación del Pacto
La confirmación del pacto con Isaac ocurre en Génesis 26:2-5, donde Dios reitera las promesas hechas a Abraham, asegurando que la tierra de Canaán y la multiplicación de su descendencia serán cumplidas a través de Isaac. Esto es significativo porque refuerza la continuidad de la promesa de Dios, mostrando que Su plan redentor no depende de la fidelidad humana, sino de Su propia fidelidad. Según Michael Morales, este acto de renovación del pacto no solo asegura la continuidad de la promesa, sino que también prefigura la renovación del pacto en Cristo, quien cumpliría todas las promesas de Dios.
1.2. El Sacrificio de Isaac: Tipología y Fe
El relato del sacrificio de Isaac en Génesis 22 es uno de los pasajes más poderosos y profundos en la narrativa bíblica. Dios prueba la fe de Abraham al pedirle que sacrifique a su hijo Isaac, el hijo de la promesa. Este evento no solo revela la fe y obediencia de Abraham, sino que también actúa como una tipología del sacrificio de Cristo.
Como explica Geerhardus Vos, el sacrificio de Isaac prefigura el sacrificio de Cristo, el Hijo de Dios, quien también fue ofrecido en sacrificio para cumplir el plan redentor de Dios. En ambos casos, el sacrificio es sustituido: un carnero en lugar de Isaac y Cristo en lugar de los pecadores. Esta tipología refuerza la unidad de la Escritura y el desarrollo progresivo del plan de redención.
2. Jacob: El Portador del Pacto
2.1. El Conflicto con Esaú y la Elección Divina
Jacob, el hijo menor de Isaac, se convierte en el portador del Pacto a pesar de no ser el primogénito. Desde el vientre, Jacob y su hermano Esaú están en conflicto (Génesis 25:22-23), lo que prefigura la lucha entre sus descendientes. Dios declara que “el mayor servirá al menor” (Génesis 25:23), señalando la elección soberana de Jacob para continuar la línea del pacto, un tema recurrente en la teología pactual.
El conflicto entre Jacob y Esaú culmina en la venta de la primogenitura por un plato de lentejas (Génesis 25:29-34) y la posterior obtención de la bendición de Isaac mediante el engaño (Génesis 27). Aunque las acciones de Jacob son moralmente cuestionables, el relato subraya la soberanía de Dios en la elección y preservación de Su pacto, un tema que se desarrolla en toda la Escritura.
2.2. La Escalera de Jacob: Un Encuentro con Dios
En su huida de Esaú, Jacob tiene un encuentro con Dios en Betel, donde sueña con una escalera que conecta el cielo y la tierra (Génesis 28:10-22). Este sueño es significativo porque reafirma la promesa del pacto con Jacob, asegurándole que Dios está con él y que la tierra sobre la que duerme será dada a él y a su descendencia.
La escalera simboliza la conexión entre Dios y la humanidad, y como señala L. Michael Morales en Who Shall Ascend the Mountain of the Lord?, este pasaje apunta a Cristo, quien es la verdadera “escalera” entre el cielo y la tierra. En Juan 1:51, Jesús se identifica con esta escalera, afirmando que Él es el mediador entre Dios y los hombres. Este evento en la vida de Jacob prefigura la obra mediadora de Cristo y la continuidad del pacto en Su persona.
2.3. La Lucha con Dios y la Bendición de Jacob
El punto culminante de la vida de Jacob ocurre cuando lucha con Dios en Peniel (Génesis 32:22-32). Este evento es simbólico de la lucha espiritual de Jacob a lo largo de su vida y su transformación en Israel, “el que lucha con Dios”. A través de esta lucha, Jacob recibe una nueva identidad y una bendición, lo que confirma su papel como portador del pacto.
Este evento también tiene profundas implicaciones teológicas. Como señala Van Pelt, la lucha de Jacob con Dios es una imagen del conflicto espiritual que caracteriza la vida del creyente. La bendición recibida por Jacob no es solo una confirmación del pacto, sino también una promesa de la gracia de Dios, que transforma y redime incluso a los más obstinados.
3. La Continuidad del Pacto: De Abraham a Jacob
El relato de Isaac y Jacob demuestra la fidelidad de Dios en la preservación de Su pacto a través de las generaciones. A pesar de los fracasos y debilidades de los patriarcas, Dios cumple Su promesa de bendecir a las naciones a través de su descendencia. Este patrón de elección soberana y gracia redentora continúa a lo largo de la historia bíblica, culminando en Cristo.
Como señala Geerhardus Vos, la historia de los patriarcas es una manifestación del desarrollo progresivo del pacto de gracia, donde Dios revela cada vez más Su propósito redentor. La narrativa de Isaac y Jacob no es solo una historia de eventos individuales, sino parte de un plan más grande que apunta hacia la redención en Cristo.
Conclusión
En esta sesión, hemos visto cómo Dios continúa y desarrolla Su pacto a través de las vidas de Isaac y Jacob. A través de estos patriarcas, Dios preserva la línea del pacto, a pesar de los desafíos y conflictos. La elección de Jacob sobre Esaú, el sacrificio de Isaac, y la lucha de Jacob con Dios, todos estos eventos subrayan la soberanía de Dios y Su compromiso con Su promesa de redención.
Esta narrativa no solo nos enseña sobre la fidelidad de Dios, sino también sobre la importancia de la fe y la obediencia en la vida del creyente. Como herederos de las promesas dadas a Abraham, Isaac, y Jacob, estamos llamados a vivir en la luz de esas promesas, confiando en la gracia de Dios y esperando la plena realización de Su plan redentor en Cristo.
SESION 13
Introducción y Transición hacia la Teología Bíblica del Éxodo
Al concluir nuestro estudio sobre la historia patriarcal en Génesis, es crucial observar cómo el libro describe un distanciamiento gradual de la presencia de Dios. Desde la promesa inicial a Abraham hasta la migración de Jacob y sus hijos a Egipto, vemos un patrón de alejamiento que contrasta con el deseo de Dios de habitar entre Su pueblo.
En Génesis 12-50, este distanciamiento se caracteriza por la manera en que Dios establece Su pacto “desde lejos”. Por ejemplo, la peregrinación de Abram hacia la Tierra Prometida, saliendo de Ur, simboliza el regreso a la comunión con Dios, una sombra de la ciudad eterna cuyo constructor y arquitecto es Dios mismo. A lo largo de la era patriarcal, los altares erigidos por los patriarcas dentro de los límites de la Tierra Prometida representan versiones en miniatura del monte de Dios, presagiando el tabernáculo y, finalmente, el templo de Jerusalén. Estos altares señalaban encuentros teofánicos y se convertían en anticipos de la morada divina entre los hombres.
Sin embargo, en paralelo con esta narrativa de acercamiento, vemos también cómo la humanidad se aleja de la presencia de Dios, optando por construir ciudades al este del lugar donde Dios se revela. Este movimiento hacia el este simboliza un alejamiento de la vida hacia el caos y la muerte, como lo ilustran las ciudades construidas por Caín, los constructores de la torre de Babel, y la elección de Lot de establecerse en Sodoma. Este patrón teológico subraya la constante tensión entre la vida y la muerte, el cosmos y el caos, la casa de Dios y la ciudad del hombre.
La historia de Jacob en Betel, donde sueña con una escalera que conecta la tierra con el cielo, ofrece un atisbo del acceso a la morada de Dios. Esta visión es un anticipo del culto establecido en Levítico, donde el sacrificio y la adoración se elevan hacia Dios como un aroma fragante, simbolizando el acceso a la presencia divina. A medida que la narrativa de Génesis avanza, observamos que los encuentros directos con Dios se vuelven menos frecuentes, y la relación de los patriarcas con Él se da principalmente a través de sueños y la providencia.
Finalmente, la migración de los hijos de Jacob desde Canaán hasta Egipto marca un movimiento simbólico desde el Edén hacia la tumba de Egipto, desde la plenitud de la vida hasta la muerte, lejos de la presencia de Dios. Sin embargo, como veremos en nuestra siguiente sesión, el libro del Éxodo narrará cómo Israel renace de la tumba y es llevado de regreso a la presencia de Dios en el Sinaí, invirtiendo el movimiento descendente de Génesis.
Esta transición nos preparará para explorar cómo Dios, en Su fidelidad, cumple sus promesas y restaura la comunión con Su pueblo a través de la redención en el Éxodo, y cómo esto se conecta con la teología bíblica de la presencia divina en toda la Escritura.
La Redención de Israel y la Teología del Éxodo
La Redención de Israel y la Teología del Éxodo
Introducción: El Éxodo como Eje de la Redención
Introducción: El Éxodo como Eje de la Redención
El libro del Éxodo es una piedra angular en la narrativa bíblica, sirviendo como el punto de inflexión en la historia de la redención. Es aquí donde Dios se revela poderosamente como el Redentor, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y liberando a Su pueblo de la esclavitud en Egipto. La narrativa del Éxodo no solo narra eventos históricos, sino que establece un paradigma teológico que se desarrollará a lo largo de toda la Escritura. Desde una perspectiva reformada, el Éxodo es fundamental para entender la relación entre Dios y Su pueblo, y cómo esta relación se manifiesta en el pacto, la liberación, y la adoración.
Trasfondo del Desarrollo de la Historia en Éxodo
El libro de Éxodo comienza con Israel en un estado de esclavitud en Egipto, un simbolismo profundo que refleja la condición de la humanidad bajo el yugo del pecado. Dios, en su fidelidad al pacto hecho con Abraham, Isaac y Jacob, se revela a Moisés en la zarza ardiente y lo llama a liberar a su pueblo. Aquí se introduce el nombre YHWH, que no solo identifica a Dios como el “Yo Soy”, sino que también expresa su carácter como el Dios que redime y cumple sus promesas (Van Pelt, A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament).
Este trasfondo prepara el escenario para la gran confrontación entre Dios y Faraón, la cual culmina en las diez plagas. Las plagas no son solo actos de juicio, sino demostraciones del poder de Dios sobre los dioses de Egipto, estableciendo su soberanía absoluta. Según Michael Morales (Exodus Old and New: A Biblical Theology of Redemption), la narrativa del Éxodo establece un patrón que se repetirá en toda la historia bíblica: la liberación de la esclavitud mediante la intervención divina.
Resumen del Contenido del Libro de Éxodo
El libro de Éxodo se divide en tres secciones principales que son cruciales para entender su mensaje teológico:
1. Liberación de Egipto (Éxodo 1-18): La narrativa comienza con la opresión de los israelitas y culmina con la Pascua y el cruce del Mar Rojo. La Pascua, en particular, es un evento central que prefigura la redención en Cristo. El cordero pascual, cuya sangre salva a los primogénitos de Israel, apunta directamente al sacrificio de Cristo, el Cordero de Dios (Van Pelt).
2. Alianza en el Sinaí (Éxodo 19-24): Después de la liberación, Dios establece un pacto con Israel en el Sinaí, entregándoles la ley y estableciendo una relación de alianza. Este pacto es fundamental porque marca la constitución de Israel como el pueblo de Dios, una nación santa y un reino de sacerdotes (Morales).
3. Instrucciones y Construcción del Tabernáculo (Éxodo 25-40): El tabernáculo es más que un lugar de culto; es un símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo. La construcción del tabernáculo y su mobiliario detallado anticipan la encarnación de Cristo, quien “tabernaculizó” entre nosotros (Juan 1:14).
1. El Clamor de Israel y el Llamado de Moisés (Éxodo 1-3)
El libro de Éxodo comienza con una transición significativa desde el final de Génesis, donde la familia de Jacob se había establecido en Egipto bajo la protección de José. Sin embargo, con el tiempo, los israelitas se multiplicaron y fueron vistos como una amenaza por un nuevo faraón “que no conocía a José” (Éxodo 1:8). Como resultado, los israelitas fueron sometidos a esclavitud, y sus vidas se volvieron amargas a causa de la opresión egipcia. Este contexto de sufrimiento y desesperación es el escenario para el clamor de Israel.
El clamor del pueblo de Israel a Dios, en medio de su aflicción, marca un punto crucial en la narrativa bíblica. En Éxodo 2:23-25, se nos dice que “el clamor de ellos subió a Dios” y que “Dios se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.” Esta referencia al pacto es fundamental, pues indica que la redención que está a punto de acontecer no es solo una respuesta al sufrimiento inmediato de Israel, sino una continuación del plan redentor de Dios, prometido a los patriarcas.
El Llamado de Moisés (Éxodo 3)
En respuesta al clamor de su pueblo, Dios llama a Moisés, un hombre hebreo nacido en tiempo de persecución, rescatado por Dios de las aguas y criado en la corte de Faraón, pero que había huido al desierto de Madián después de matar a un egipcio. El encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente en el monte Horeb es un momento teofánico significativo que establece el patrón de la mediación divina.
Dios se revela a Moisés con el nombre sagrado “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14), declarando Su eterno poder y presencia. Este nombre, YHWH, no solo revela la naturaleza inmutable de Dios, sino que también subraya Su soberanía y compromiso con Su pueblo. El llamado de Moisés es una misión de liberación, en la que él, aunque reticente y consciente de sus limitaciones, es comisionado como el mediador a través del cual Dios llevará a cabo Su plan de redención.
limitaciones, es comisionado como el mediador a través del cual Dios llevará a cabo Su plan de redención.
Implicaciones Teológicas y Aplicaciones para la Consejería Bíblica
El clamor de Israel y el llamado de Moisés tienen profundas implicaciones teológicas que se extienden más allá del contexto inmediato de la narrativa. En términos de teología bíblica, este evento subraya la fidelidad de Dios a Su pacto, Su sensibilidad al sufrimiento humano y Su disposición para intervenir en la historia de manera redentora. La opresión de Israel y su liberación por la mano de Dios prefiguran la redención que culmina en Cristo, quien es el cumplimiento final del pacto y el verdadero mediador entre Dios y la humanidad.
En el contexto de la consejería bíblica, el clamor de Israel y la respuesta de Dios a través del llamado de Moisés ofrecen un marco para comprender la dinámica de la redención en la vida de los creyentes. Así como Dios escuchó y respondió al clamor de Israel, Él también escucha los gritos de Sus hijos hoy. La consejería bíblica puede ser vista como una extensión de este ministerio redentor, donde el consejero actúa como un mediador que ayuda a los individuos a encontrar la redención y la restauración en Cristo.
Además, el llamado de Moisés nos recuerda que Dios escoge a personas comunes y las capacita para llevar a cabo Sus propósitos. Esto es un aliento tanto para los consejeros como para aquellos que están siendo aconsejados, ya que demuestra que la suficiencia viene de Dios y no de la capacidad humana.
Al integrar esta narrativa en la práctica de la consejería, los consejeros pueden ayudar a los individuos a reconocer que, aunque estén atravesando situaciones difíciles, Dios está presente, escucha sus clamores, y tiene un plan redentor para sus vidas, al igual que lo tuvo para Israel.
Este primer paso en la narrativa de Éxodo establece un patrón que se desarrollará a lo largo de toda la Biblia: la opresión del pecado, el clamor de la humanidad, y la intervención redentora de Dios. La liberación de Israel de Egipto se convierte en un tipo de la redención que se realiza plenamente en Jesucristo, y el llamado de Moisés anticipa el llamado de Cristo como el mediador final del nuevo pacto.
2. Las Diez Plagas y la Pascua (Éxodo 7-12)
Después de que Dios escucha el clamor de Su pueblo en Egipto y llama a Moisés para que sea su líder y libertador, el relato de Éxodo nos lleva al enfrentamiento directo entre Dios y Faraón. Este enfrentamiento no es solo un conflicto político, sino una demostración teológica del poder y la soberanía de YHWH sobre todas las cosas, incluidos los dioses de Egipto. Las diez plagas, que se desarrollan en los capítulos 7 al 12 de Éxodo, sirven como el medio por el cual Dios no solo castiga a Egipto por su opresión, sino que también redime a Su pueblo Israel, preparando el camino para la institución de la Pascua, una celebración que se convertirá en el fundamento de la identidad y la fe de Israel.
Desarrollo de las Plagas
Las plagas deben entenderse como juicios divinos que desmantelan sistemáticamente la estructura de poder y la religiosidad de Egipto, mientras afirman la identidad y el poder de YHWH. Cada plaga ataca un aspecto diferente de la vida egipcia y sus deidades, exponiendo la impotencia de los ídolos egipcios y la soberanía del Dios de Israel.
Primera Plaga: Agua convertida en sangre (Éxodo 7:14-24) La plaga que convierte el Nilo en sangre es un golpe directo al corazón de la economía y la religión egipcia. El Nilo, adorado como un dios y fuente de vida, se convierte en un símbolo de muerte y juicio, marcando el inicio de la liberación de Israel.
Segunda Plaga: Ranas (Éxodo 8:1-15) Las ranas, vinculadas a la diosa Heqet, representan un desafío a la fertilidad y la vida. La incapacidad de los magos de Egipto para revertir la plaga revela la impotencia de sus dioses ante el poder de YHWH.
Tercera Plaga: Piojos (Éxodo 8:16-19) La plaga de los piojos afecta tanto a los seres humanos como a los animales, y la incapacidad de los magos de replicar esta plaga marca un punto de inflexión, mostrando que las plagas no son trucos de magia, sino actos del Dios verdadero.
Cuarta Plaga: Moscas (Éxodo 8:20-32) Aquí se enfatiza la separación entre los egipcios e israelitas, ya que las moscas no afectan a la tierra de Gosén donde habitan los israelitas. Esto subraya la elección y protección divina sobre Su pueblo.
Quinta Plaga: Muerte del ganado (Éxodo 9:1-7) La muerte del ganado destruye una fuente crucial de riqueza y sustento en Egipto, y representa el juicio directo sobre los recursos económicos del imperio.
Sexta Plaga: Úlceras (Éxodo 9:8-12) Las úlceras que afectan a los egipcios son un recordatorio de que ni la salud ni la fortaleza física pueden proteger contra el juicio divino.
Séptima Plaga: Granizo (Éxodo 9:13-35) El granizo, un desastre natural acompañado de fuego, destruye los cultivos y ataca directamente la seguridad alimentaria de Egipto, evidenciando la capacidad de Dios para controlar el clima y utilizarlo como instrumento de juicio.
Octava Plaga: Langostas (Éxodo 10:1-20) Las langostas consumen lo que queda después del granizo, dejando la tierra desolada y recordando a los egipcios que todo lo que poseen está bajo el control de Dios.
Novena Plaga: Tinieblas (Éxodo 10:21-29) La oscuridad total que cubre Egipto durante tres días es un ataque directo contra Ra, el dios del sol, mostrando la derrota de la principal deidad egipcia y simbolizando la retirada de la luz divina de Egipto.
Décima Plaga: Muerte de los Primogénitos (Éxodo 11-12) La plaga final, que resulta en la muerte de todos los primogénitos egipcios, es el golpe decisivo que rompe la voluntad de Faraón y lleva a la liberación de Israel. La muerte de los primogénitos es el juicio más severo y apunta hacia el sacrificio necesario para la redención.
La Pascua: Institución y Significado
En el contexto de la décima plaga, Dios instituye la Pascua, un rito que será central en la vida religiosa de Israel. La Pascua no solo conmemora la liberación de Egipto, sino que también prefigura el sacrificio de Cristo en el Nuevo Testamento. La sangre del cordero pascual, aplicada en los dinteles de las casas israelitas, sirve como señal de protección contra el juicio de Dios y establece un patrón de redención que se encuentra en toda la Escritura.
La Pascua establece un memorial perpetuo, recordando a Israel la importancia de la obediencia, la fe, y la dependencia de Dios para la salvación. La celebración de la Pascua incluye la instrucción de las futuras generaciones sobre el poder y la fidelidad de Dios, asegurando que la historia de redención sea central en la identidad del pueblo de Israel.
Aplicación Teológica
Las plagas y la Pascua enseñan profundas verdades teológicas:
1. Dios es Soberano sobre la Creación: Cada plaga demuestra que Dios tiene control absoluto sobre la naturaleza y puede intervenir en la historia para cumplir Sus propósitos redentores.
2. El Juicio y la Redención Son Realidades Inseparables: Las plagas representan el juicio de Dios sobre Egipto, mientras que la Pascua simboliza la redención de Su pueblo. Ambas realidades son esenciales en la comprensión de la justicia y misericordia de Dios.
3. Tipología Cristológica: La Pascua es un claro tipo de Cristo, el Cordero de Dios, cuya sangre nos protege del juicio y nos redime. Este concepto es fundamental en la teología bíblica y es clave para la comprensión del plan redentor de Dios.
4. Obediencia y Fe: La salvación de Israel no fue solo una cuestión de estar presente en el momento correcto, sino de obedecer a Dios y actuar en fe. Este principio sigue siendo aplicable en la vida cristiana hoy.
Cumplimiento en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento presenta a Jesús como el cumplimiento de la Pascua. En 1 Corintios 5:7, Pablo dice: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado”. Jesús, al morir en la cruz, se convierte en el Cordero Pascual, cuya sangre redime a Su pueblo del pecado y de la muerte. La institución de la Cena del Señor durante la Pascua refuerza esta conexión, mostrando que la Pascua no es solo un recuerdo del Éxodo, sino una anticipación del sacrificio definitivo de Cristo.
Conclusión
La historia de las plagas y la Pascua en Éxodo no solo narra la liberación de Israel de Egipto, sino que también establece patrones teológicos que son vitales para la comprensión de la redención. En la consejería bíblica, estas historias nos enseñan sobre el poder de Dios para salvar, la realidad del juicio y la necesidad de obediencia y fe en la vida del creyente. Estos principios son fundamentales para guiar a las personas en su caminar con Dios, ayudándoles a comprender que, así como Dios fue fiel para liberar a Israel, Él sigue siendo fiel para cumplir Sus promesas en Cristo.
SESION 14
3. El Cruce del Mar Rojo y la Derrota de Faraón (Éxodo 13-15)
Después de las diez plagas y la institución de la Pascua, el clímax de la liberación de Israel se encuentra en el cruce del Mar Rojo. Este evento no solo representa la culminación de la redención de Israel, sino que también marca la derrota definitiva de Faraón y su ejército. A través de este milagro, Dios demuestra de manera contundente Su poder y Su fidelidad a las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob. Este acto de redención se convierte en un tema recurrente en toda la Escritura, recordado y celebrado en la tradición israelita y también en el Nuevo Testamento.
El Trasfondo: Preparación para el Éxodo
Dios no solo prepara a Su pueblo para la liberación, sino que también endurece el corazón de Faraón para que persiga a los israelitas, lo que permite que Su poder se manifieste de manera aún más gloriosa. En Éxodo 13, leemos cómo los israelitas parten de Egipto bajo la guía divina, simbolizada por la columna de nube durante el día y la columna de fuego durante la noche. Estas manifestaciones visibles de la presencia de Dios proporcionan protección y dirección, asegurando al pueblo que Dios está con ellos en cada paso de su liberación.
Antes de cruzar el Mar Rojo, Dios les da instrucciones claras para que tomen un camino que parecería ilógico desde una perspectiva humana, ya que los lleva directamente hacia el mar. Pero esta dirección es parte del plan de Dios para atraer a Faraón y su ejército, llevándolos a una trampa divina.
El Cruce del Mar Rojo (Éxodo 14)
La narrativa del cruce del Mar Rojo es uno de los relatos más poderosos de la Biblia, en el que Dios interviene de manera directa y milagrosa en la historia para salvar a Su pueblo. Cuando los israelitas se encuentran atrapados entre el ejército de Faraón y el mar, Dios le dice a Moisés que extienda su mano sobre el mar, y una poderosa separación de las aguas ocurre, permitiendo a los israelitas cruzar en seco.
El Pánico de Israel y la Respuesta de Moisés: Cuando los israelitas ven a Faraón acercarse, entran en pánico y se quejan a Moisés, expresando su temor y falta de fe. Moisés, sin embargo, les asegura que Dios peleará por ellos y les ordena que permanezcan firmes y confíen en el Señor (Éxodo 14:13-14).
El Milagro del Cruce: La separación del Mar Rojo es un acto de creación en sí mismo, un milagro que revierte el orden natural del mundo. Dios envía un fuerte viento del este durante toda la noche, y las aguas se dividen, formando un muro a la derecha y otro a la izquierda. Este evento recuerda el poder creador de Dios que separó las aguas en Génesis 1, y también anticipa el nuevo éxodo que Cristo llevará a cabo, cuando llevará a Su pueblo a través del juicio hacia la nueva creación.
La Destrucción de los Egipcios: Cuando el ejército de Faraón entra en el mar para perseguir a los israelitas, Dios confunde a los egipcios, y las ruedas de sus carros se atascan. En este punto, los egipcios reconocen que están luchando contra el mismo Dios de Israel, pero es demasiado tarde. Moisés extiende su mano nuevamente, y las aguas vuelven a su lugar, cubriendo a los egipcios y destruyendo completamente al ejército de Faraón.
La Derrota de Faraón y la Teología del Éxodo
La derrota de Faraón no solo marca la liberación de Israel, sino que también sirve como una declaración teológica poderosa sobre el dominio absoluto de Dios sobre los poderes terrenales. Faraón, que se había presentado como un dios y opresor invencible, es humillado y destruido por el verdadero Dios. Este acto de liberación es una imagen de cómo Dios actúa en la historia para redimir a Su pueblo, juzgar a sus enemigos y demostrar Su gloria.
Este evento también es un tipo de la redención definitiva en Cristo, quien, al morir y resucitar, derrotó a los poderes del pecado y la muerte, liberando a Su pueblo de la esclavitud espiritual. Así como los israelitas fueron llevados a través del mar a la libertad, los creyentes son llevados a través del juicio, representado por las aguas del bautismo, hacia la vida eterna en Cristo.
El Cántico de Moisés (Éxodo 15)
Después de la salvación milagrosa, Moisés y los israelitas responden con un cántico de alabanza, conocido como el Cántico de Moisés. Este himno celebra la grandeza de Dios, Su poder salvador y Su justicia en la derrota de los enemigos de Israel. Es uno de los primeros ejemplos de adoración comunitaria en la Biblia y establece un patrón para la adoración basada en la memoria de los grandes actos redentores de Dios.
El Cántico de Moisés se enfoca en la identidad de Dios como guerrero, el Señor que combate en favor de Su pueblo y derrota a sus enemigos. Este cántico también anticipa el futuro cumplimiento del plan redentor de Dios, cuando guiará a Su pueblo a la tierra prometida y establecerá Su morada entre ellos.
Aplicación en la Consejería Bíblica
La narrativa del cruce del Mar Rojo y la derrota de Faraón ofrece importantes lecciones para la consejería bíblica:
Confianza en el Poder de Dios: En medio de situaciones aparentemente desesperadas, como las que enfrentan los israelitas ante el Mar Rojo, los creyentes son llamados a confiar en el poder soberano de Dios, quien es capaz de hacer lo imposible para salvar a Su pueblo. Esta confianza es esencial en el proceso de consejería, especialmente cuando se enfrentan desafíos abrumadores.
Memoria de la Redención: Así como el Cántico de Moisés celebra la liberación de Egipto, los creyentes son llamados a recordar y celebrar continuamente la obra redentora de Cristo. Esta memoria es una fuente de fortaleza y esperanza, tanto para los consejeros como para aquellos que reciben consejería.
La Justicia de Dios: La derrota de Faraón recuerda que Dios es justo y que ningún poder terrenal puede prevalecer contra Él. Este aspecto de la justicia divina es fundamental para entender la redención y ofrece consuelo a quienes sufren injusticias, recordándoles que Dios juzgará rectamente en Su tiempo.
Conclusión
El cruce del Mar Rojo y la derrota de Faraón no son solo eventos históricos, sino también poderosas imágenes teológicas que apuntan hacia la redención en Cristo. En la consejería bíblica, estas narrativas nos recuerdan que Dios está con nosotros en medio de nuestras luchas, que Él es poderoso para salvar, y que Su justicia prevalecerá. La fe en estas verdades transforma nuestra perspectiva y nos da el valor para enfrentar los desafíos de la vida con esperanza y confianza en el Dios que ha vencido y vencerá en favor de Su pueblo.
4. El Pacto en el Sinaí (Éxodo 19-24)
Después de la liberación milagrosa de Egipto y el cruce del Mar Rojo, Dios guía a Su pueblo a través del desierto hasta llegar al Monte Sinaí. Este lugar no es solo un monte cualquiera, sino que es el lugar donde Dios había prometido a Moisés que servirían a Dios (Éxodo 3:12). En el Monte Sinaí, Dios se revela de manera poderosa, y los israelitas experimentan una teofanía impresionante: truenos, relámpagos, una densa nube, y el sonido de una trompeta resonante.
El contexto del Pacto en el Sinaí está profundamente arraigado en la promesa que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob. Este pacto no es una novedad en la biblia, sino una extensión y formalización del pacto de gracia, de las promesas hechas a los patriarcas. Además, sirve como una continuación de la historia de la redención que comenzó en Génesis, ahora llevada a un nuevo nivel en la relación de Dios con una nación entera.
El Contenido del Pacto: Los Diez Mandamientos (Éxodo 20)
En Éxodo 20, Dios entrega los Diez Mandamientos a Israel, que son el corazón de Su ley. Estos mandamientos no son simplemente reglas morales, sino que están diseñados para definir la identidad de Israel como el pueblo de Dios. Los primeros cuatro mandamientos se enfocan en la relación del pueblo con Dios, mientras que los últimos seis tratan sobre la relación entre los hombres.
1. Mandamientos Relacionados con Dios:
• No tendrás otros dioses.
• No te harás imagen.
• No tomarás el nombre de Dios en vano.
• Guardarás el día de reposo.
2. Mandamientos Relacionados con el Prójimo:
• Honra a tu padre y a tu madre.
• No matarás.
• No cometerás adulterio.
• No robarás.
• No darás falso testimonio.
• No codiciarás.
Los Diez Mandamientos establecen los principios fundamentales del pacto, enfatizando la santidad de Dios y la necesidad de que Su pueblo refleje Su carácter en su vida diaria. Estos mandamientos también revelan la naturaleza exclusiva de la relación entre Dios e Israel, una relación que está marcada por la fidelidad, la adoración exclusiva y la obediencia a la voluntad divina.
SESION 15
El Pacto Ratificado: Éxodo 24
Después de recibir la ley, Moisés desciende del monte y comunica las palabras del Señor al pueblo. En Éxodo 24, el pacto es ratificado a través de un sacrificio.
Moisés construye un altar y ofrece sacrificios, y la sangre es rociada tanto sobre el altar como sobre el pueblo que es bautizado con el rociamiento de esta sangre, simbolizando la purificación y el compromiso de Israel de obedecer el pacto de Dios. Este acto de rociar sangre es fundamental, ya que establece el principio de que el pacto está basado en la vida y en la muerte, prefigurando el sacrificio de Cristo, cuya sangre ratificará el nuevo pacto.
El pacto también incluye una ceremonia de comunión, donde Moisés, Aarón, Nadab, Abiú, y los setenta ancianos de Israel suben al monte, y allí “vieron al Dios de Israel” (Éxodo 24:10). Este encuentro es una señal de la relación restaurada entre Dios e Israel, donde Dios se revela y comparte una comida con los líderes del pueblo, consolidando así el pacto.
Mensaje y Teología
El Pacto en el Sinaí tiene profundas implicaciones teológicas. Primero, revela a Dios como un Dios que desea una relación con Su pueblo, una relación que está basada en la gracia, pero que también requiere obediencia. La ley dada en el Sinaí no es un medio de salvación, sino una guía para vivir en comunión con Dios. Además, el pacto refleja la santidad de Dios y la necesidad de que Su pueblo sea santo, como Él es santo (Levítico 19:2).
Este evento también establece a Israel como una “nación santa” y un “reino de sacerdotes” (Éxodo 19:6), llamados a ser un testimonio para las naciones de la fidelidad y la santidad de Dios. La ley servirá como un distintivo que separa a Israel de las demás naciones, recordándoles constantemente su identidad como el pueblo del pacto.
Cumplimiento en el Nuevo Testamento
El Pacto en el Sinaí encuentra su cumplimiento en el Nuevo Testamento en la persona y obra de Jesucristo. Jesús, en el Sermón del Monte (Mateo 5-7), no abroga la ley, sino que la lleva a su plenitud, revelando su intención profunda y cumpliendo todas sus demandas. Jesús es la encarnación de la ley, y en Su vida y ministerio, vemos cómo la ley del Sinaí se cumple en la ley del amor.
Además, el pacto mosaico es un precursor del nuevo pacto en Cristo, un pacto que no está basado en la ley escrita en tablas de piedra, sino en la ley escrita en los corazones por el Espíritu Santo (Jeremías 31:31-34; Hebreos 8). En la Última Cena, Jesús establece este nuevo pacto con Su sangre, recordando a los creyentes que, así como la sangre del pacto en el Sinaí fue rociada sobre el pueblo, Su sangre es derramada para la redención de muchos.
Aplicaciones para la Consejería Bíblica
1. Identidad en Cristo: Así como Israel fue definido por su relación con Dios en el Sinaí, los creyentes hoy son definidos por su relación con Cristo. En la consejería, es crucial ayudar a los individuos a entender que su identidad está firmemente arraigada en Cristo y en el nuevo pacto, no en sus fallos o éxitos.
2. Viviendo en Santidad: El llamado a la santidad en el Sinaí se extiende a los creyentes en Cristo, quienes son llamados a ser santos como Él es santo. La consejería bíblica debe enfatizar la importancia de vivir una vida que refleje el carácter de Dios, basada en la gracia y capacitada por el Espíritu Santo.
3. Obediencia Basada en la Gracia: Aunque la ley dada en el Sinaí establece demandas claras, es crucial recordar que la obediencia en el pacto es una respuesta a la gracia de Dios. Los consejeros deben ayudar a los creyentes a ver la obediencia no como un medio de ganar el favor de Dios, sino como una respuesta agradecida a Su amor y gracia ya manifestados en Cristo.
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5. El Tabernáculo: Morada de Dios (Éxodo 25-40)
Tras la entrega de la ley y el establecimiento del pacto en el Sinaí, Dios instruye a Moisés para que construya el Tabernáculo, un santuario donde Él habitaría en medio de su pueblo.
El Tabernáculo en Éxodo es una manifestación tangible del deseo de Dios de morar en medio de su pueblo. Este santuario móvil es, en esencia, una extensión de la experiencia del Sinaí, donde Dios descendió en gloria para encontrarse con Israel. Representando una adoración que no se limita a un lugar físico, sino que anticipa la comunión eterna con Dios en gloria.
Tanto Gregory Beale como Michael Morales, en sus estudios teológicos, sugieren que el Tabernáculo no es solo un lugar de adoración terrenal, sino un anticipo del camino hacia la comunión plena con Dios, que se abriría plenamente en Cristo. En la teología bíblica, el Tabernáculo es visto como un modelo de adoración y como una sombra del cumplimiento final en Cristo, quien inauguraría un acceso directo a la presencia de Dios a través de su sacrificio. Esto señala hacia el anhelo de Dios de abrir un camino para que Su pueblo tenga acceso a su presencia de manera continua y definitiva.
Instrucciones para la Construcción del Tabernáculo (Éxodo 25-31):
Dios proporciona a Moisés instrucciones detalladas sobre la construcción del Tabernáculo, que incluye elementos como el Arca de la Alianza, el Candelabro, y la Mesa de los Panes de la Proposición. Cada uno de estos elementos no solo tiene un propósito funcional, sino que también apunta hacia la obra redentora futura de Cristo.
La Construcción del Tabernáculo (Éxodo 35-40):
Después del pecado del becerro de oro y la renovación del pacto, el pueblo de Israel comienza la construcción del Tabernáculo. Bezalel y Aholiab lideran la obra, siguiendo las instrucciones dadas por Dios. Cuando el Tabernáculo es completado, la gloria de Dios llena el lugar, señalando la aprobación divina y su deseo de estar en medio de su pueblo.
Bosquejo del Tabernáculo
1. El Arca de la Alianza: Centro del Lugar Santísimo, donde se guardan las tablas de la ley, y se manifiesta la presencia de Dios.
2. La Mesa de los Panes de la Proposición: Representa la provisión de Dios y la comunión con su pueblo.
3. El Candelabro de Oro: Ilumina el Lugar Santo y simboliza la luz y vida de Dios.
4. El Altar del Incienso: Simboliza las oraciones ascendiendo a Dios.
5. El Altar del Holocausto: Lugar de sacrificios, prefigurando el sacrificio final de Cristo.
6. El Lavacro de Bronce: Para la purificación, simbolizando la limpieza necesaria para acercarse a Dios.
Mensaje y Teología
El Tabernáculo no es solo un lugar de adoración sino una representación teológica profunda de la presencia de Dios y su deseo de comunión con su pueblo. Morales y Tipton señalan que el Tabernáculo sirve como una recreación en miniatura del Sinaí y como un anticipo de la comunión final en la Nueva Jerusalén. En el Tabernáculo, la adoración en la tierra se conecta con el modelo celestial, y cada sacrificio, cada ritual, apunta a la obra mediadora de Cristo, quien abrió el acceso pleno a la presencia de Dios.
El Tabernáculo también anticipa la morada de Dios en el corazón de los creyentes a través del Espíritu Santo. La teología del Tabernáculo, con su énfasis en la santidad, la mediación, y la presencia divina, apunta hacia el cumplimiento en Cristo, quien no solo abrió el camino hacia Dios, sino que también se convirtió en el medio por el cual los creyentes entran en la comunión eterna con Dios.
Cumplimiento en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento, Jesús es visto como el cumplimiento de todo lo que el Tabernáculo representaba. Juan 1:14 utiliza la imagen del Tabernáculo cuando dice que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Jesús no solo tabernaculó entre nosotros en su encarnación, sino que también, a través de su sacrificio, abrió el acceso a la presencia de Dios para todos los creyentes, una realidad que es anticipada en el Tabernáculo.
Hebreos desarrolla esta idea al mostrar cómo Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, entró en el verdadero Tabernáculo celestial para ofrecer su propia sangre como expiación. Esto elimina la necesidad de un santuario terrenal y abre un acceso eterno a la presencia de Dios. En Apocalipsis, la visión de la Nueva Jerusalén sin templo subraya esta realidad: Dios y el Cordero son el templo, y los redimidos habitarán con Él por siempre.
Aplicaciones para la Consejería Bíblica
1. Comunión Constante con Dios: El Tabernáculo representa la presencia constante de Dios con su pueblo. En consejería, es crucial ayudar a los creyentes a comprender que Dios está presente en sus vidas a través del Espíritu Santo, proveyendo paz y guía.
2. Mediación de Cristo: Así como el Tabernáculo requería mediación para acercarse a Dios, Cristo es nuestro mediador hoy. Los consejeros deben guiar a las personas a descansar en la obra completa de Cristo para su acceso a Dios y su restauración.
3. Anticipación de la Gloria Futura: El Tabernáculo apunta a la comunión eterna con Dios. En consejería, se puede motivar a los creyentes a vivir con la esperanza de la gloria futura, sabiendo que la comunión completa con Dios es segura en Cristo.
Conclusión
El Tabernáculo es una figura rica en significado teológico que conecta la adoración terrenal con la realidad celestial. Representa la presencia de Dios, la mediación necesaria para acceder a Él, y la promesa de una comunión plena y eterna. A través de Cristo, estas sombras se convierten en realidad, y los creyentes son llevados a una comunión íntima con Dios que culminará en la Nueva Jerusalén. Para los consejeros bíblicos, estas verdades no solo fundamentan la teología sino que también ofrecen un camino práctico para guiar a otros en su caminar con Dios.