La fiedelidad de Dios a su pacto/ El Dios que no cambia en sus propositos
Malaqías • Sermon • Submitted • Presented
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Dios es un Dios que no cambia su carácter ni sus propósitos
Es increíble lo rápido que nuestro mundo cambia, si miramos a nuestro alrededor y nos ponemos a pensar en como era descubriremos que todo cambia, algunas cosas cuesta que cambien pero tarde o temprano cambian… Puedo decir que me fui de parmas cuando tenia 16 años, ahora tengo 38 (no me da pena decir, aunque debería darme), en todos estos años no ha cambiado mucho, aunque algunas cosas si.
Nosotros mismos cambiamos para bien o para mal, nuestras ideas cambian, sobre todo si uno es un poco joven. Quizá algunas cosas no cambian pero si se modifican.
Solamente Dios no cambia Mal. 3:6.
I. En este pasaje encontramos el nombre Jehová, este nombre:
(Éxodo 3:13-14) Aunque la Biblia usa muchos nombres y títulos para Dios, Dios identificó especialmente al "SEÑOR" (YHWH) como "mi nombre" (Ex. 6:3; Isa. 42:8). Este es su nombre distintivo, que no comparte con ningún otro (Salmo 83:18). Dios explicó que su nombre "el SEÑOR" significaba "YO SOY", o más expansivamente, "YO SOY EL QUE SOY". Juntas, estas frases nos dan una revelación profunda del nombre del Dios verdadero y viviente. Joel Beeke
¿Cual es el significado de este nombre?
1. Cuando Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre, Moisés usa una forma gramatical que indica que está buscando el significado del nombre de Dios, no sólo el nombre en sí mismo, que había sido familiar para los patriarcas hebreos (Génesis 15:2; 7-8). Joel Beeke
a. "YO SOY" también podría traducirse como "Yo Seré", sugiriendo continuidad a través del tiempo. El trato de Dios con Moisés, y a través de Moisés con Israel, implica que Dios no está sujeto al tiempo, sino que ejerce un señorío soberano a través del tiempo. Es fácil para el lector moderno olvidar que cuando Dios le habló a Moisés sobre Abraham, Isaac y Jacob, nombró a hombres que habían estado muertos durante siglos. Sin embargo, esto no impidió que Dios cumpliera sus promesas a los patriarcas. Sigue siendo el mismo. Dice: "Yo soy el SEÑOR, no cambio" (Mal. 3:6). De hecho, Dios aludió específicamente a su pacto con Abraham, donde Dios reveló el calendario para el éxodo (Génesis 15:12-20; Éxodo 3:8, 17). El nombre de Dios, entonces, revela que él no está limitado por el tiempo, sino que lo gobierna. La Septuaginta rinde Éxodo 3:14, "Yo soy el que es" (egō eimi ho ōn). Apocalipsis 1:8.. da una interpretación similar del nombre divino cuando dice: "Yo soy Alfa y Omega, el principio y el fin, dice el Señor, que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso". Joel Beeke
Dios revela en su nombre que él es el Señor del pasado, presente y futuro. Joel Beeke
2. El mismo verbo en la misma forma que se traduce como "YO SOY" se traduce repetidamente en el contexto del Éxodo 3-4 en las frases
"Yo estaré contigo" (Éxodo 3:12)
y "Yo estaré con tu boca" (Éxodo 4:12, 15).
Estas promesas a Moisés hacen eco de las promesas del pacto de la presencia divina a la descendencia de Abraham para darles la salvación y una herencia. Así, el contexto coordina "YO SOY" con "el SEÑOR Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob... este es mi nombre para siempre" (Éxodo 3:14-15).
Preston parafraseó a Dios diciéndole a Moisés: "Lo que yo fui para ellos, lo mismo seré para ti". La independencia soberana de Dios apoya y permite que su fidelidad mantenga su pacto. Por lo tanto, podemos confiar en que Dios estará fielmente presente con su pueblo a través de la historia. Joel Beeke
3. Para resumir, el nombre divino "el SEÑOR (Jehová)" tiene un doble aspecto, que se refiere en primer lugar a la independencia soberana, la eternidad, la libertad y la soberanía de Dios, y en segundo lugar a su fidelidad, presencia y compasión en el pacto. Joel Beeke.
Por lo tanto, podemos observar que el nombre propio de Dios lleva una serie de aspectos que lo describen como ser y con su relación al pueblo de Israel.
4. Dios no puede destruir a Israel porque Él le hizo una promesa a Jacob, a Isaac y a Abraham de que los iba a bendecir e iba a estar con ellos para siempre, Dios mantiene esa promesa y es la única que mantuvo a Israel con vida en toda su historia.
Dios es constante en su propósito para la nación. Permanece invariable. A través de los descendientes de Abraham vendría el Mesías, y por medio de Él recibiría bendición el mundo entero. Esa era la invariable intención de Dios.
II. También encontramos aquí el nombre: Jacob,
El nieto de Abraham, era astuto y malicioso.
Engañó a su hermano para apropiarse de su primogenitura.
Engañó a su tío Labán.
Era un hombre conspirador, siempre tramando planes para su propio beneficio, y Dios sostuvo una larga lucha con él para curarlo de su mala actitud. En el versículo 6 Dios dice que la gente de Judá de los tiempos de Malaquías eran descendientes de Jacob, no sólo en el sentido físico, sino también en cuanto a su comportamiento engañador y tramposo.
Dios dice: “Si yo no fuera un Dios constante, fiel a mi propósito y a mi promesa, podría, y debería, dejar que os perdierais eternamente. El propio hecho de que estáis vivos, que no habéis sido destruidos, demuestra mi fidelidad.” John Benton
Es relevante que Dios se dirija a ellos como hijos de Jacob. Físicamente, son descendientes de aquellas tres generaciones de patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. Sin embargo, Dios ya había señalado su amor elector y del pacto al escoger a Jacob en lugar de a su hermano mayor Esaú (1:2). Su existencia como pueblo de Dios depende de la elección de Dios, “porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables”511. Se quejan del carácter de Dios y se vengan de él mediante insignificantes actos de desobediencia, pero, en realidad, su única esperanza radica en el carácter y en la constancia de Dios. Sin él, no son nada. Yo [...] no cambio; por eso vosotros [...], no habéis sido consumidos (6). Andamio
El pueblo se queja de la incoherencia de Dios, pero, en realidad, él sigue siendo el mismo. Por esta razón, ellos siguen existiendo como su pueblo: Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos (6).
En este pasaje vemos la misericordia de Dios en acción en tres maneras
I. Llamando a su pueblo a una relación especial con el (Mal. 3.7. ). Benton
En estos versículos se nos habla de dos hechos acerca del corazón de Dios que llaman, con ternura, a aquellos rebeldes judíos al arrepentimiento. Benton
A. Los llama al arrepentimiento/ volverse a El.
1. “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (3.7). Dios es constante en su deseo de hacerles bien. Dios desea que regresen a Él, para poder bendecirlos de nuevo con su presencia. Esa constancia en su deseo de hacerles bien se refleja también en el hecho de que el Señor había dicho exactamente las mismas palabras de este versículo unos cincuenta años antes, por medio de su profeta Zacarías (Zacarías 1.3). Al enviar a Malaquías a repetir el mismo mensaje, Dios muestra su amor. John Benton
2. Este es el primer gran estímulo al arrepentimiento y a regresar a Dios. Él es un Dios constante. Los propósitos de su gracia no cambian. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13.8). “Dios ha permanecido invariable,” dice Malaquías. “Sois vosotros los que habéis cambiado. Sois vosotros los que necesitáis volver en arrepentimiento.” John Benton
3. Esto es lo primero que Dios deja claro en este párrafo, al llamar a su pueblo a que regresen a Él. Necesitan volver a Él porque no es Él quien ha cambiado. Son ellos quienes han cambiado, habiéndose alejado por sus propios caminos. Él ha permanecido constante. “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (3.6). John Benton.
4. “Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis” (3.7). Dios es constante en sus mandatos. Dios no cambia constantemente lo que requiere de su pueblo. Sus estatutos han sido siempre los mismos. No pide un día una cosa y otro día otra. No cambia sus mandatos de una generación a otra. Los requisitos que demanda de su pueblo, que tengan fe y se esfuercen sinceramente por llevar una vida santa, han sido siempre los mismos. Es el pueblo el que ha cambiado. Son ellos quienes se han apartado de los mandatos de Dios y los han desobedecido.
B. Dios promete volverse a ellos. Mal. 3:7) yo me volveré a vosotros.
1. Debido a su pecado Dios estaba molesto y por eso los castigaba pero si ellos se arrepentían Dios iba a ser conmovido a tener misericordia de su pueblo. Dios no estaba con ellos debido a su pecado pero si ellos dejan el pecado El regresara.
2. Este es el segundo estímulo a regresar. Dios no es un potentado severo y sin corazón, que entrega de mala gana el perdón a aquellos que se arrepienten. Al contrario, cuando ve que alguien se mueve en dirección a Él, Él se mueve amorosamente hacia esa persona. “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros,” dice Dios. En otras palabras, el regreso de la gente hallaría en Dios unos brazos dispuestos y amorosos. Él se volvería a ellos. Estas palabras son maravillosas. Las buenas noticias acerca de Dios son que Él es como el padre de la parábola que Jesús contó sobre el hijo pródigo. El joven pecador comienza su viaje de vuelta a casa, nos cuenta Jesús, “y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.” Después leemos que hubo una fiesta de celebración, con música y danzas, para gozarse por el regreso del hijo pródigo. Dios es así. Es generoso y grande en su perdón para aquellos que se arrepienten. Su regreso le causa gozo. John Benton
3. “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (3.7). Es una grandiosa promesa, llena de gracia, para aquellos que han tropezado en su fe. Muchos de nosotros hemos caído muchas veces en nuestro caminar con Cristo. A veces ha habido largos períodos de enfriamiento de nuestro corazón para con Dios. Esto no es algo de lo que sentirse orgulloso. Sin embargo, al margen del número de veces que caigamos, si buscamos a Dios de nuevo sinceramente Él está más que dispuesto a recibirnos de vuelta. Esa certeza no debería causar un abuso de su amor, sino que nos debería causar asombro ante tan grandioso amor. En estos días encontramos, con demasiada frecuencia, gente cuyos matrimonios han sufrido problemas. En algunos casos uno ha sido egoísta y negligente con el otro. En otros casos ha habido adulterio. Dándose cuenta, quizá, del grave error y del daño cometidos, el esposo culpable regresa en actitud penitente, preguntando: “¿Puedo volver contigo?” A veces la respuesta es “sí.” A veces la respuesta es “no.” A veces el otro ya ha sufrido demasiado, y no puede volver a soportarlo otra vez. No obstante, ahí está Dios, siempre dispuesto a recibirnos de nuevo si venimos a Él en arrepentimiento sincero. Dios siempre está dispuesto a reanudar nuestro matrimonio con Él. Pues ¿no ha dicho Él que aborrece el divorcio? (2.16). John Benton
4. Tal vez hayas profesado tener fe en el pasado. Sin embargo, posteriormente tu fe se fue a la deriva, y te enredaste en el mundo, o pusiste tu corazón en dudosas riquezas que al final se han convertido en tu dios. Tal vez, como el pueblo de la época de Malaquías, seas una persona religiosa que ha tropezado en su fe. Siempre has guardado la apariencia externa de la adoración, pero, para ser sinceros, tu corazón se ha endurecido y enfriado. “Vuelve a mí y yo me volveré a ti,” dice el Señor Jesucristo. ¡Una hermosa promesa!
Los hombres y mujeres de los tiempos de Malaquías habían puesto su confianza en su propia justicia, de tal manera, que les era imposible volver a Dios si no tenía lugar un profundo entendimiento de su pecado. Sus corazones estaban tan endurecidos que era muy difícil que admitieran haber hecho ningún mal. Por eso, tras asegurarles que Él es constante, Dios procede ahora a considerar uno de los principales asuntos de los que deben arrepentirse. La pregunta, muy práctica, es: “¿Cómo podemos volver?” Dios les da la respuesta. John Benton
C. Mal. 3:7. Vemos aquí la misericordia de Dios mostrada a ellos al tener que soportar estas frases: Desde los días de vuestros padres… ¿En que hemos de volvernos? Las dos frases describen la rebeldia de Israel, una demuestra que lo estan haciendo hace varios siglos y la otra demuestra los cínicos que eras. ¿En que hemos de volvernos? ¿Que hemos hecho mal? No sabemos de que hablas.
Aqui me quede.
II. No castigandonos cuando nos volvemos los ladrones mas tontos del universo/ No castigandolos a pesar que su pueblo le estaba robando. Mal. 3:7, 8, 9./A pesar de que Israel estaba robando a Dios, Dios no los destruye debido a la promesa (Carácter)
En todos lo lugares del mundo existen personas a las que nadie se atreve a robar excepto los tontos y esos tontos nunca faltan. Conocí una vez a unos tipos que le robaban droga a los narcos ¿Pueden creer eso? Pero que brutos eran, eran. De verdad que hay que ser tonto para atreverse a hacer eso. Pero imagínense ¿que bruto hay que ser para robarle a Dios? Sin embargo todos nosotros hemos le hemos robado a Dios mas de una vez.
»¿Robará el hombre a Dios? Pues ustedes me están robando. Pero dicen: “¿En qué te hemos robado?”. En los diezmos y en las ofrendas.
La combinación de los términos “diezmos y ofrendas” resume todas aquellas áreas de la ley que trataban acerca de las contribuciones requeridas. No era que una de ellas, “los diezmos”, fuera exigidos por la ley mientras que “las ofrendas”, eran voluntarias; las dos formaban parte de las justas demandas de la ley. El concepto veterotesamentario de los diezmos abarcaba mucho más que el diez por ciento. Tradicionalmente, los judíos reconocían tres “diezmos”: (1) La décima parte del producto de la tierra era entregado a los Levitas para su sostenimiento. Los Levitas entonces tenían que dar una décima parte de lo que habían recibido para el uso del sumo sacerdote (Levítico 27:30, 33; Números 18:26–28). (2) Debían dar un segundo diezmo de lo que les sobraba después del primero, ofrendas que eran dedicadas a los festivales que se celebraban en Jerusalén. Aunque especificaba el producto de la tierra, a los que vivían lejos se permitía enviar dinero con tal que agregaran el cinco por ciento de su valor (Deuteronomio 12:18). (3) De acuerdo con el historiador Josefo, había todavía otro “diezmo” que debían traer cada tres años, denominado “el diezmo para los pobres” (Deuteronomio 14:28–29). Además de los diezmos, la ley estipulaba las distintas ofrendas de animales, aves o productos de la tierra que tenían que ofrendar. En resumen, la ley demandaba una contribución de mucho más que un diez por ciento. El creyente del Nuevo Testamento debe ser aun más dadivoso según el principio proporcional de la bendición del Señor. Además, somos mayordomos que tendremos que rendir cuentas por todo lo que nos ha sido encomendado. El principio en el Nuevo Testamento no es, “¿Cuánto debo dar?”. Como todo es del Señor y sólo somos sus mayordomos, nuestra pregunta debe ser: “¿Qué quiere Dios que yo use de lo suyo para sostener mi vida y la de mi familia?” ELA
El Señor acusa a su pueblo de robo. Han robado a Dios. Le han robado en sus diezmos (la práctica de dar a Dios una décima parte de sus ganancias). Le han robado en sus ofrendas (donaciones voluntarias para propósitos especiales, aparte del diezmo). “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado,” dice Dios. Vamos a hacernos tres preguntas acerca de esa acusación de robo.
1. ¿Es de veras posible robarle a Dios?
a. Puesto que toda la creación es de Dios, el que una moneda esté en tu bolsillo o la eches a la ofrenda es, en cierto sentido, irrelevante: todo sigue siendo suyo. No obstante, en otro sentido sí que se le puede robar a Dios. John Benton
1. Aunque el dinero en tu bolsillo ciertamente sigue siendo de Dios, ocurre que no puede utilizarse para su adoración, ni para sustentar la obra de Dios y de su verdad en este mundo.
Así que estás robándole a su obra el apoyo que le deberías estar dando. Sin duda alguna, Dios en su soberanía es capaz de compensar todo aquello que tú no hayas dado, pero eso no quita que le estás robando tu apoyo para su adoración y para la obra del Evangelio. John Benton
En este sentido, pues, dar dinero a la Iglesia, o a la obra misionera, o a organizaciones cristianas de ayuda humanitaria, o directamente a los pobres, es considerado por Dios como si se lo diéramos a Él.
Malaquías se está refiriendo precisamente a este tema. Los diezmos de los judíos del Antiguo Testamento eran para la subsistencia de sacerdotes y levitas. Sin embargo, en esta época de la historia del pueblo judío, los sacerdotes y los levitas eran una pandilla bastante poco deseable. En cierto sentido podemos entender que la gente no quisiera darles su dinero. No obstante, aun el dar dinero para el sustento de aquellos sacerdotes, que no eran como debían ser, era, ante los ojos de Dios, como darle dinero a Él. John Benton
2. La segunda razón por la que es posible robar a Dios es que lo que damos de nuestro dinero es un buen indicador de la verdadera devoción de nuestro corazón a Dios. Y a Él le interesan mucho nuestros corazones.
El modo en que utilizamos nuestro dinero dice mucho de nosotros. Leí hace poco que cierto hombre está escribiendo la biografía del Duque de Wellington, el gran vencedor de Waterloo. Este biógrafo encontró varias matrices de libros de cheques que pertenecieron al Duque. “Viendo en qué gastaba su dinero,” dijo, “supe cómo era aquel hombre.” Tiene razón, ¿verdad? En nuestro libro de cheques quedan reflejadas nuestras aficiones, las cosas en que encontramos placer, nuestras necesidades, el tipo de cosas que verdaderamente apreciamos. ¿Puede verse en la matriz de nuestro libro de cheques a Jesús, y nuestro amor por Él?
Lo que a Dios más le interesa de nosotros es nuestro corazón, y no utilizar nuestro dinero para Él es un síntoma de un corazón frío hacia Dios. Es un síntoma de que le estamos robando a Dios la devoción que le debemos. John Benton
2. ¿Cómo le roban los cristianos a Dios? John Benton
a. Vamos a enfocar este tema de forma muy práctica, concentrando nuestra atención en dos ejemplos muy claros.
i. En primer lugar, la idea general del diezmo, aunque tenga su origen en el Antiguo Testamento, es una idea apropiada. Podemos robarle a Dios no dando el diezmo de nuestras posesiones y ganancias. Robamos a Dios no porque no le demos nada, sino porque le damos menos de lo que debiéramos (3.10).
“Sin embargo, hombre,” puede que digas, “no podemos establecer que hay que dar el diezmo; eso sería como volver a la Ley de Moisés, y nosotros no estamos bajo la Ley” (Gálatas 5.18). No obstante, yo respondo a eso que Abraham (que, precisamente en el contexto de Gálatas, fue el hombre que recibió la promesa del Evangelio) ya daba el diezmo 430 años antes de que existiera la Ley (Génesis 14.20). Lo que la Ley hizo fue sencillamente institucionalizar lo que Abraham hacía por propia voluntad. El Evangelio debería hacernos libres de nuestra esclavitud a nuestro propio yo, y así seguir los pasos de Abraham por puro amor a Dios, el cual nos amó primero.
Sin embargo, hemos de llegar aún más lejos. Jesús nos pide que seamos mucho más justos que los escribas y fariseos de aquel tiempo, ¡y aquellos fanáticos daban diezmos fervorosamente! ¡Daban el diezmo de todo lo que se les pasaba por la cabeza!
Puede que el diezmo sea una buena costumbre para el cristiano, pero si nos lo tomamos en plan legalista sucederá que, en cierto modo, no entenderemos de lo que se trata.
Al cristiano no se le impone que dé el diezmo; el cristiano ha de dar sacrificadamente. Ésa es la norma. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12.1).
2 Corintios 8:9. Cristo ha sacrificado su vida por nosotros, y nosotros hemos de responder con nuestro propio sacrificio. Los creyentes que tengan mucho dinero pueden estar robándole a Dios aunque den el diezmo. Si la décima parte de nuestras ganancias no nos supone un sacrificio, estaremos robándole a Dios. Debemos dar a Dios de tal modo que pasemos estrecheces. John Benton
recuerden que Dios exige que nuestra adoración sea sacrificada, es decir sera difícil.
ii. En segundo lugar, los judíos del Antiguo Testamento debían dar a Dios de sus ganancias, de sus cosechas y de sus posesiones de valor.
Nosotros vivimos en una época y una cultura muy distintas de las de la antigua Israel. En un mundo que cambia constantemente, hay ciertas cosas que han pasado a ser más valiosas que el dinero. La vida en la antigua Israel, donde la base de la economía era la agricultura, era tranquila y sosegada. Nosotros vivimos en un mundo que parece moverse constantemente a un millón de kilómetros por hora. Muy a menudo, nuestra posesión más preciosa es nuestro tiempo. Hace poco oí decir a un predicador cristiano en una conferencia para familias que, en la mayoría de los casos, la mejor forma en que un marido puede demostrar su amor a su mujer es malgastando tiempo con ella yendo de compras. El tiempo se ha convertido en algo tan valioso que, si estás dispuesto a “malgastar” un poco con otra persona, en eso se dejará ver tu gran aprecio a esa persona. Podemos robarle a Dios al tratar de tener todo el tiempo ocupado en nosotros mismos: tiempo que deberíamos dar a Dios en oración, tiempo que deberíamos darle en alabanza y adoración familiares, tiempo que deberíamos darle sirviendo en las necesidades de nuestro grupo local de miembros del cuerpo de Cristo. ¿Estamos robándole a Dios? Esto no quiere decir que no podamos dedicar tiempo a relajarnos, o a nuestras familias. Eso sería completamente erróneo. Se trata más bien de decir: ¿ocupa el tiempo para Dios y las necesidades de su Reino un lugar destacado en nuestro ajetreado horario? John Benton.
Quizá más apropiado que hablar de nuestro tiempo sea pensar en nuestra concentración. Hoy día, nuestros trabajos requieren mucho esfuerzo y dedicación. El esfuerzo mental y el empeño que otros ponen en sus aficiones es asombroso. La multitud de horas que el músico en ciernes entrega a su instrumento musical para aprender a tocarlo a la perfección constituye una hazaña del esfuerzo humano. No obstante, preguntémonos: “¿Cuánta concentración dedicamos a las cosas de Dios?” El trabajo continuo de presentar la Palabra de Dios con frescura y poder en el siglo XX requiere una gran dedicación. John Benton.
b. La maldición por robar a Dios. Mal. 3:9.
Sin embargo, esos robos a Dios traen consigo un castigo para los ladrones. No podemos robarle a Dios y quedar impunes. “Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado” (3.9). Observando los versículos 10 al 12 queda claro que esa maldición de la que habla Dios había tomado, para la nación judía de los tiempos de Malaquías, la forma de malas cosechas, enfermedades y plagas de insectos en sus campos. Y como parte de su castigo por haberle robado a Dios, Israel estaba siendo despreciada y ridiculizada por las naciones vecinas. Esto nos lleva a hacernos una tercera pregunta acerca de robarle a Dios. John Benton.
3. ¿Cuál es la maldición para los ladrones de hoy?
La Israel del Antiguo Testamento trabajaba la tierra prometida, plantaba su semilla y vivía de sus cosechas.
No obstante, la Iglesia vive plantando otro tipo de semillas y esperando otro tipo de cosecha. Plantamos el Evangelio de la Palabra de Dios y esperamos una siega de conversiones.
Hoy día, el castigo por robarle a Dios es a menudo el mismo que el de la Israel del Antiguo Testamento: nuestras cosechas son arruinadas. Cuando nuestro amor a Dios es tan escaso que no metemos la mano en el bolsillo, el Espíritu Santo se aparta de esa iglesia. La Palabra es predicada, pero con poca o ninguna autoridad, y poca o ninguna obra salvadora del Espíritu Santo. ¿Has estado en alguna iglesia donde pasan meses y meses sin que haya ninguna conversión? Es como visitar una tierra estéril, cuya cosecha está bajo una maldición.
O dicho de otro modo, si un grupo de creyentes tiene tan poco amor a Dios que se dedican a recortar lo más que pueden sus ofrendas para Él, Dios no dejará que lleguen nuevas conversiones a esa iglesia. ¿Cómo se le va a encargar a una congregación con tan poco respeto a Dios el cuidado del crecimiento de un nuevo bebé en Cristo? John Benton,
Cuando el pueblo de Dios no apoya económicamente la obra de Dios, su influencia en el mundo sufre unas consecuencias muy directas y muy concretas.
Si un pastor no gana lo suficiente, estará constantemente preocupado por las necesidades económicas de su familia. Y no se puede esperar de un hombre con semejante preocupación continua que su predicación y su enseñanza de la Palabra de Dios sean muy buenas. Quizá haya una iglesia que se reúne en un edificio ruinoso que necesitaría ser reconstruido, pero debido a la falta de apoyo económico, o de deseo de dar tiempo y esfuerzo a la tarea, sigue en un estado lamentable. Pues muy bien. Sin embargo, a la gente de fuera no se le está animando a entrar en semejante edificio a escuchar el Evangelio. No se les atrae al lugar. Y entonces la influencia de la Iglesia decae. No podemos robarle a Dios sin hacernos daño a nosotros mismos. Él quiere que demos de lo nuestro para Él.
Hay otra forma en que robarle a Dios nos afecta, esta vez más a largo plazo. Como creyentes, tenemos el gran privilegio de poder almacenar un tesoro en el Cielo. Esto no quiere decir que podamos transferir nuestra cuenta corriente de nuestro banco al banco del Cielo. Jesús no se está refiriendo a dinero literalmente. Considerémoslo de este modo: muchas cosas en las que gastamos nuestro dinero son parte de este mundo perecedero. Un día, este mundo y todo lo que hay en él habrá desaparecido. No obstante, cuando este mundo haya pasado, todo lo que en él se haya hecho para Dios permanecerá eternamente. Las batallas vencidas para Cristo, los momentos en que los creyentes hayan sido alentados en su fe, los hombres y mujeres que hayan sido convertidos… estas cosas quedarán para toda la eternidad. Un día, en el Cielo, nos preguntaremos qué hicimos con nuestro dinero. ¿Lo invertimos en cosas que fomentaron la obra de Dios, que permanece para siempre? ¿O lo desperdiciamos en una mala inversión en este mundo perecedero? Robándole a Dios nos robamos a nosotros mismos. John Benton
Como vemos, pues, el regreso que Dios deseaba ver en los contemporáneos de Malaquías era un arrepentimiento de un tipo muy práctico, en relación con sus diezmos y ofrendas. El arrepentimiento sincero siempre va ligado a cuestiones de tipo práctico. En tiempos del Nuevo Testamento, la iglesia en Éfeso había perdido su primer amor, y ¿cuál era el remedio divino? “Arrepiéntete, y haz las primeras obras” (Apocalipsis 2.5). El amor a Dios no es amor en ningún sentido si no se expresa de una forma práctica. John Benton.
III. A pesar de nuestra maldad El promete bendecirnos (recompensarnos) si mostramos frutos de arrepentimiento. Mal. 3:10-12.
Dios busca un arrepentimiento práctico. Y es un Dios lleno de gracia y amor. Así que lo que leemos acto seguido es un tierno y generoso estímulo del Señor a que la nación vuelva a Él. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (3.10). John Benton.
A. A pesar de la maldad de Israel Dios promete bendecirlos en abundancia si se arrepienten, debido a su carácter. Mal. 3:10-12.
1. El verso 10 es probablemente el texto más frecuentemente citado de todo el libro de Malaquías. Hemos de reconocer que muchas veces esto es hecho “fuera de contexto”.
Sin embargo, hemos de reconocer la riqueza de este pasaje, que puede considerarse como mandamiento, como invitación y como promesa. Conviene detenernos para profundizar nuestro entendimiento de él.
Traed (v. 10a) traer quiere decir, meter, hacer venir, hacer que algo suceda, o almacenar los productos. No es el único verbo heb. con el significado de “traer” pero es usado bastantes veces, como en Éxodo 35:5.
Todo el diezmo (v. 10a) es una frase que algunos traducen “todos los diezmos”. El diezmo es la décima parte de algo; especialmente como referencia a lo que le debe al Señor. Hay más de 25 referencias al diezmo en el AT. Recordemos que Malaquías mencionó en el v. 8 la deficiencia del pueblo en entregar sus “ofrendas” aparte de sus “diezmos”. Sobre la legislación mosaica pertinente al diezmo, comp. Levítico 27:30–33; sobre las referencias de Jesús al mismo tema, ver Mateo 23:23 y su pasaje paralelo en Lucas (11:42).
“alfolí”, La palabra en el original básicamente quiere decir tesoro, aunque puede significar el lugar donde se guarda el tesoro (comp. Jer. 15:13; 1 Rey. 7:51) y por lo tanto almacén o depósito (como en Neh. 13:12). Por el limitado uso actual de “alfolí” (como “granero” o “depósito de sal”, según un diccionario), parece mejor adoptar la traducción de RVA. NVI traduce: “…para los fondos del templo”.
El propósito (o el resultado) de este mandamiento es que …haya alimento en mi casa (v. 10b). La palabra heb. traducida alimento Lit. quiere decir “presa” pero aquí se refiere a provisiones.
Probadme… (baj̆n974) es un verbo que significa examinar o probar. Es usado en Zacarías 13:9 en relación con un metal que ha de ser “probado”, fundiéndolo. Aquí en Malaquías se refiere a la prueba de una persona, en este caso Dios mismo.
Es una invitación que si no hubiera sido hecha por el Señor mismo tal vez lo consideraríamos un atrevimiento si no algo peor.
B. En los versículos Mal. 3: 10; 11; 12 el Señor les promete cuatro maravillosas bendiciones, si le obedecen de corazón. John Benton.
1. Abundancia
Dios promete que les dará todo lo que necesiten en abundancia. Las ventanas de los Cielos les serán abiertas (3.10). No sabrán dónde almacenar tan abundante cosecha. Dios les está prometiendo una bendición totalmente desproporcionada, en comparación con lo que merecerían por su arrepentimiento. Aquí podemos ver la increíble generosidad de Dios. John Benton.
“Abrir” En Amós 8:5 tiene referencia a los graneros que se van a abrir para la venta. Aquí la acción del verbo va en relación con una linda figura: las ventanas de los cielos (v. 10e).
La palabra en heb. para “ventanas” El uso de esta palabra en Génesis 7:11 parece señalar su significado básico. NVI traduce “compuertas”; la idea es generosidad hasta una inundación, como la de Noé. Aquí en Malaquías la implicación es que Dios derrama sus bendiciones tan abundantemente sobre los que le aman que ellos respondan voluntariamente con la entrega de sus diezmos y ofrendas; y el resultado es que no faltará nada, si todos los del pueblo de Dios lo hacen, para el avance de la obra de Dios en el mundo. El heb. tiene otra palabra para “ventana” (jal̊n2474) que generalmente se usa en forma singular y casi siempre se refiere a una abertura en una casa (comp. Jos. 2:15, 18, 21). Comentario bı́blico mundo hispano.
2. Protección
A veces sucedía que la bendición de una gran cosecha se perdía a causa de plagas o enfermedades de las plantas. Sin embargo, Dios promete: “Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril” (3.11). Muchas veces puede parecer que está a punto de cumplirse una bendición, y entonces se pierde en el último momento. No obstante, Dios está prometiendo ahora una bendición que no puede perderse. Será una bendición segura, y que podrán disfrutar al máximo. John Benton.
3. Reputación
Si se arrepienten sinceramente y vuelven a Dios de todo corazón, la bendición de Dios les dará una gran reputación entre las otras naciones. “Todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos” (3.12). La fama de la nación judía estaba por los suelos. Ellos habían intentado recuperar su reputación muchas veces. Sin embargo, Dios les dice que se concentren en servirle, y Él les dará fama ante los ojos de los demás. John Benton
4. Certeza
Obedecer a Dios de corazón y sin reservas puede parecer una cosa muy arriesgada a aquellos que no conocen a Dios. Puede parecer que se está apostando por un camino que es largo e incierto.
No obstante, Dios desafía a la gente de Judá: “¡Probadme ahora en esto!” La situación de los judíos ciertamente no era muy buena. Dar todos los diezmos supondría sacrificio y apuros. En apariencia, dar todas esas cosas a Dios conllevaría no tener lo suficiente para comer y no poder sobrevivir hasta la cosecha del año siguiente. Parecía un riesgo. Sin embargo, si tenían fe y daban el paso, confiando en la promesa de Dios, poniéndose en esa situación aparentemente arriesgada, Dios respondería milagrosamente. Tendrían el inmenso gozo de verle venir en su ayuda. Toda duda persistente que pudieran tener acerca de Dios, de su poder y de su amor, sería borrada. Verían la respuesta de Dios, y entonces dirían: “¡En verdad Él está ahí! ¡En verdad guarda su palabra! Antes teníamos una fe de segunda mano, aprendida de generaciones anteriores, pero ahora hemos visto a Dios actuar con nuestros propios ojos.” Todo esto constituiría, de por sí, una bendición. Les daría seguridad y certeza en su caminar con Dios.
¿Vemos ya lo que ocurre en este pasaje de Malaquías? La llamada de Dios a la obediencia era en realidad una llamada a tener fe en Él. Y es la fe lo que abre las ventanas de los Cielos.
Suele ocurrir que uno limita su “obediencia” como cristiano a llevar una vida “sin riesgos,” sin fe en Dios. Nuestra vida cristiana queda reducida a algo que prácticamente no se puede distinguir de una mera “respetabilidad” unida a la asistencia a una iglesia. Las ventanas de los Cielos permanecen firmemente cerradas, y la Iglesia continúa sin poder y sin reputación.
No obstante, aquí se nos está llamando a tener una fe práctica en Dios. El arrepentimiento que Dios nos pide lleva consigo fe. Somos llamados a vivir despojados de todo, sólo con sus promesas, confiando en Él.
Spurgeon, un hombre que tuvo un ministerio tan provechoso, dijo esto a sus alumnos que se preparaban para el ministerio: “Nuestra obra exige especialmente fe. Si fracasamos en la fe, sería mejor no haberla empezado; y a menos que obtengamos fe en proporción al servicio, pronto nos cansaremos de él. La observación ha demostrado siempre que la eficacia en el servicio del Señor generalmente está muy proporcionada a la fe. Ciertamente no está en proporción con la capacidad, ni siempre va paralela a una exhibición de celo; pero es invariablemente conforme a la medida de la fe, pues esta es, sin excepción, la ley del Reino: ‘Conforme a vuestra fe os sea hecho’.”16
¿Cómo podemos ver la bendición de Dios? ¿Cómo podemos ver avanzar la causa de Cristo? Si te estás haciendo estas preguntas, la respuesta que Jesús te da es la misma que dio a un padre que ansiaba ver a su hijo libre de la atadura del poder del diablo: “Al que cree todo le es posible” (Marcos 9.23).
¿Llegaron a abrirse las ventanas de los Cielos para los judíos de tal manera que les faltara espacio para almacenar la bendición?
Quizá debamos entender que el cumplimiento de la promesa de Malaquías habría de esperar a que un grupo de judíos, que procuraban de corazón obedecer a Dios y creer la promesa del Padre, se reunieran en un aposento alto en Jerusalén para orar sin cesar. La última vez que las ventanas de los Cielos se habían abierto había sido en el juicio del diluvio en tiempos de Noé. Sin embargo, en el día de Pentecostés el Espíritu Santo fue derramado desde el Cielo sobre los judíos de forma tan poderosa que la bendición inundó el mundo entero, y continúa aun en este día recogiendo una cosecha abundante para Dios.
No te quepa duda: Dios no deja una fe auténtica sin recompensa. John Benton.
Cristo se identificó como el Señor que se le apareció a Moisés, pues dijo: "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). Sorprendentemente, este hombre de Galilea dice ser "el SEÑOR", el eterno "YO SOY". La audacia de la afirmación provocó inmediatamente a los judíos a tratar de matarlo, sin duda por la blasfemia de llamarse a sí mismo Dios (Juan 8:59; Juan 5:18). Joel Beeke
Una aclaración muy importante:
La señal visible de la bendición de Dios era la prosperidad, así como la muestra evidente de su maldición era la pobreza. ¿Sigue siendo igual en la actualidad? ¿Deberíamos enseñar a las personas que si obedecen a Dios serán prósperos, y que si son pobres significa que le están desobedeciendo?
Pensemos un poco más en la vida para los seguidores en el Antiguo Testamento.
En primer lugar, la pobreza y la riqueza tienen una diversidad de significados. La pobreza puede ser una señal de persecución en las personas justas (por ejemplo, en Sal. 70), o de que su fe en Dios esté siendo probada, como en el caso de Job (Job 1–2; 42). Aunque la pobreza pueda ser, pues, una señal de desobediencia al pacto, podría tener también otro significado. De la misma manera, la riqueza no siempre era evidencia de la obediencia. Los ricos se oponían con frecuencia a Dios y oprimían a otros (Sal. 73). Debemos aprender a no universalizar un pasaje de la Biblia pensando que nos dice todo lo que necesitamos saber sobre un asunto. Es preciso que conozcamos bien las Escrituras para que seamos conscientes de lo que hemos de tener en cuenta de otras porciones de ellas, y poder decidir cuál se aplica de forma más directa a una situación del momento. Y es que sería un desastre que las personas justas y pobres pensaran que su pobreza representaba la maldición de Dios, como también lo sería que un rico arrogante creyera que su riqueza se debía a que Dios aprobaba su conducta. Andamio
En segundo lugar, Proverbios advierte de los peligros tanto de la riqueza como de la pobreza (Pr. 30:8–9)Andamio
En tercer lugar, el Nuevo Testamento nos dice que los creyentes veterotestamentarios no estaban tan centrados como pensamos en las bendiciones terrenales temporales. En Hebreos 11, leemos que algunos de ellos “anhelaban una patria mejor, es decir, celestial. Por lo cual, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad”520. De manera que, ya en el Antiguo Testamento, las personas sabían que sus bendiciones del momento no eran más que un aperitivo y una promesa de otras mayores en el futuro. Estas grandes bendiciones eran promesas de un futuro más extraordinario, así como las maldiciones eran advertencias del juicio final de Dios por venir. Andamio
1. Existe un desafío de fe y confianza en tiempos de escasez. Cuando las personas viven en estrechez económica y material es muy fácil caer en la tentación de justificar la retención de lo que le pertenece a Dios: “Dios sabe que somos pobres; él no va a despojarnos de lo poco que tenemos”. Frente a esta actitud está el ejemplo de dos mujeres: (a) la viuda de Sarepta (1 Rey. 17:8–24; comp. Sal. 37:25) y (b) la viuda que dio todo lo que tenía (Mar. 12:41–44). Mundo Hispano
2. La presentación de diezmos no se establece como ley en el NT; sin embargo la demanda de dar a Dios lo que le corresponde es bien radical: Dios pide toda la vida (Rom. 12:1, 2). Y es ante esta demanda que cada uno de nosotros debe hacerse la pregunta: “¿Robará el hombre a Dios?” (Mal. 3:8). Mundo Hispano