Modulo 4 / Teologia Biblica

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Sesión 16: El Tabernáculo, la Vida con Dios: Éxodo 25-40

Introducción: La Transición del Sinaí al Tabernáculo
El libro del Éxodo culmina en un punto alto con la gloria de Jehová llenando el tabernáculo de reunión. Este evento no solo marca la culminación de la liberación de Israel, sino que también establece el escenario para la morada de Dios en medio de Su pueblo, que es la esencia misma del pacto de gracia.
Desde la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, la humanidad ha vivido alejada de la presencia directa de Dios. Ahora, con la construcción del tabernáculo, Dios proporciona un medio para que Su pueblo recupere esa comunión perdida.
Como describe Morales, el tabernáculo se convierte en una “montaña portátil de Dios”, una sombra del monte Sinaí, donde Israel puede acercarse a la presencia divina.
El Tabernáculo: Un Anticipo del Cielo
El tabernáculo no es simplemente un lugar de adoración terrenal; es un microcosmos del cielo mismo. Las instrucciones detalladas para su construcción y la descripción minuciosa de su mobiliario, como se detalla en Éxodo 25-40, no son meros adornos literarios. Estos elementos están diseñados para guiar a los oyentes y lectores en un recorrido por la casa de Dios, revelando el plan divino mostrado a Moisés en la cima del Sinaí.
Morales argumenta que, así como las descripciones de Canaán despertaban el anhelo de Israel por la Tierra Prometida, y como las visiones de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis avivan nuestro deseo por la ciudad de Dios, el tabernáculo está destinado a evocar en los redimidos un anhelo por habitar en la casa de YHWH para siempre (Salmo 23:6).
El Tabernáculo: La Experiencia del Sinaí Perpetuada
En la sesión anterior vimos como la experiencia en el monte Sinaí fue un evento extraordinario en la vida de Israel. Fue el lugar donde Dios se manifestó en una teofanía impresionante, llena de truenos, relámpagos, y una nube de gloria. Pero esta experiencia no debía ser única o irrepetible; el tabernáculo fue diseñado para perpetuar la experiencia de Sinaí. Como señala Morales, el tabernáculo fue construido para ser una extensión de la montaña de Dios, con divisiones que reflejan las tres zonas del monte Sinaí: el Lugar Santísimo (cima), el Lugar Santo (zona media), y el atrio exterior (base del monte).
El Significado Teológico del Tabernáculo
El propósito del tabernáculo es claro: es el lugar donde Dios habitará en medio de Su pueblo. La morada de Dios en el tabernáculo es la esencia misma del pacto, donde la presencia divina asegura que Israel no solo es un pueblo redimido, sino un pueblo en comunión continua con Dios. Como observamos en Éxodo 29:43-46, el tabernáculo no es solo una estructura física, sino un símbolo de la promesa de Dios de estar con Su pueblo, de caminar con ellos, y de guiarlos. Esta presencia se manifestaba de manera tangible a través de la nube de gloria que cubría el tabernáculo, un eco de la nube que cubría el monte Sinaí cuando Moisés ascendió para recibir la Ley.
que cubría el monte Sinaí cuando Moisés ascendió para recibir la Ley.
Correspondencias entre el Sinaí y el Tabernáculo
Morales subraya varias correspondencias clave entre el monte Sinaí y el tabernáculo que refuerzan su conexión teológica:
1. Divisiones Tripartitas: El tabernáculo, como el monte Sinaí, está dividido en tres zonas de santidad, reflejando los diferentes grados de acceso a la presencia de Dios.
2. Lugar de Revelación: Tanto el Sinaí como el tabernáculo son lugares donde Dios revela Su voluntad. En el Sinaí, Moisés recibe la Ley, y en el tabernáculo, Dios continúa hablando desde el arca del testimonio.
3. El Altar y el Sacrificio: Ambos lugares son escenarios de sacrificio, enfatizando que el acceso a Dios se logra a través de la expiación y la mediación.
4. La Nube de Gloria: La manifestación de la presencia de Dios a través de la nube en el Sinaí se repite en el tabernáculo, indicando que Dios ha trasladado Su presencia del monte a la tienda de reunión.
El Tabernáculo como un Microcosmos del Cosmos y el Edén
El tabernáculo también debe entenderse como un microcosmos del universo y una réplica del jardín del Edén. Morales señala que el tabernáculo es un “cosmos en miniatura”, con su disposición y mobiliario reflejando la estructura del mundo creado por Dios. Al igual que el Edén, el lugar santísimo es donde Dios habita, un espacio sagrado guardado por querubines que recuerdan los seres celestiales que vigilaban el acceso al árbol de la vida después de la caída. El candelabro de oro, con su diseño de árbol, simboliza el árbol de la vida, recordando que en la presencia de Dios hay vida abundante.
Además, el tabernáculo es también un palacio real, un lugar donde el Rey divino mora en medio de Su pueblo. Las cortinas de púrpura y la progresión de los metales desde el bronce en el atrio hasta el oro puro en el lugar santísimo indican una proximidad creciente al trono de Dios.
La Presencia de Dios: El Corazón del Pacto
El tabernáculo es la realización del deseo de Dios de habitar con la humanidad, un deseo que se extiende desde la creación hasta la redención final en Cristo. Esta es la esencia del pacto de gracia: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.” La presencia visible de Dios en el tabernáculo es la confirmación de este pacto, donde Dios establece Su morada entre los israelitas, santificándolos y asegurando Su comunión con ellos.
Conclusión: Hacia la Necesidad de Levítico
Aunque el tabernáculo es el lugar donde Dios habita, el final de Éxodo plantea una pregunta crucial: ¿Cómo puede un Dios santo habitar entre un pueblo pecador? Aunque el tabernáculo es un Edén recuperado, Moisés no puede entrar en él cuando la gloria de Dios lo llena (Éxodo 40:35). Esto nos lleva directamente a la necesidad del libro de Levítico. Levítico es el manual que explica cómo Israel puede mantener y restaurar su relación con Dios a través del sacrificio y la pureza ritual, asegurando que la presencia de Dios permanezca en medio de ellos. Así, el tabernáculo es solo el principio del drama redentor, uno que continuará desarrollándose a lo largo de toda la historia bíblica hasta su culminación en Cristo.

Sesión 17: Levítico y la Teología del Sacrificio

Introducción: El Movimiento Dramático de Levítico 1-10
Al concluir el libro de Éxodo, observamos cómo la gloria de Jehová llenó el tabernáculo, estableciendo la presencia divina en medio de Su pueblo. Sin embargo, como Moisés no pudo entrar en el tabernáculo debido a la gloria que lo llenaba (Éxodo 40:35), nos enfrentamos a una pregunta crítica: ¿Cómo puede Israel, un pueblo pecador, acercarse a un Dios santo? Aquí es donde Levítico entra en la narrativa bíblica, proporcionando un camino para que el pueblo de Dios tenga comunión con Él.
Levítico es, en esencia, un manual de instrucciones divinas que revela cómo un pueblo redimido puede vivir en la presencia de un Dios santo. Según Michael Morales, el tabernáculo no solo es la morada de Dios, sino también el camino hacia Él, el lugar donde Israel puede acercarse y tener comunión con su Creador a través del sistema sacrificial, el sacerdocio y las leyes de pureza. Este sistema no solo hace posible la reconciliación, sino que también promueve un crecimiento en santidad dentro de la relación pactual entre Dios e Israel .
El tabernáculo en Levítico tiene un doble significado teológico profundo. No solo es la morada de Dios, sino que también es el medio por el cual el pueblo de Israel puede tener comunión con Él. Morales enfatiza que el tabernáculo es tanto la “morada” (miškān) de Dios como la “tienda de reunión” (‘ōhel mô’ēd), el lugar donde Dios y el hombre se encuentran. Tener un tabernáculo donde Dios mora sin un camino claro para la comunión anula el propósito del tabernáculo mismo.
Por lo tanto, Levítico explora cómo Israel puede “habitar” con YHWH, lo cual implica reconciliación y santificación a través de sacrificios y obediencia. Es un libro que detalla el “servicio de adoración” del tabernáculo, un servicio que actúa como un puente entre Dios y Su pueblo, facilitando la comunión en medio de un contexto de santidad y pureza.
El Movimiento Dramático de Levítico 1-10: Acercándose a Dios a través del Sacrificio
Los primeros diez capítulos de Levítico detallan cómo Israel puede acercarse a Dios a través de una serie de rituales sacrificiales y la consagración del sacerdocio. Este movimiento dramático inicia con la revelación de las leyes para los sacrificios (Levítico 1-7), que establecen los medios para expiar el pecado, purificar la impureza y consagrar al pueblo para la comunión con Dios.
1. Las Leyes de los Sacrificios (Levítico 1-7)
Levítico comienza con Dios llamando a Moisés desde la tienda de reunión y revelándole las leyes para los sacrificios. Este libro se estructura en torno a patrones sabáticos que marcan el ritmo del culto y la consagración. Este patrón sabático se manifiesta en los siete mensajes divinos que dictan las directrices para los sacrificios en los capítulos 1-7 y las siete etapas secuenciales para la consagración del sacerdocio en el capítulo 8. Este patrón no es solo estructural, sino que también tiene un significado teológico profundo, subrayando el carácter santo del culto que Dios requiere.
Levítico 1:1-6:7 presenta las leyes relacionadas con cinco tipos de ofrendas:
La ofrenda de ascensión (‘ōlâ)(Levítico 1): Este sacrificio, también conocido como holocausto, es completamente consumido en el altar, simbolizando la dedicación total del adorador a Dios. Este sacrificio subraya la necesidad de una entrega completa y absoluta a Dios, una entrega que prefigura el sacrificio de Cristo, quien se ofreció a sí mismo completamente por la redención de Su pueblo .
La Ofrenda de Cereal o tributo (Levítico 2): Esta ofrenda, que acompaña la ofrenda de ascensión, es una expresión de gratitud por la provisión de Dios y una dedicación de los frutos del trabajo humano. Vos destaca que este sacrificio subraya la dependencia total de Israel en la provisión divina y la necesidad de reconocer a Dios en todos los aspectos de la vida .
La Ofrenda de Paz (Levítico 3): Este sacrificio se comparte entre Dios, los sacerdotes y el adorador, simbolizando la comunión restaurada entre Dios y Su pueblo. La ofrenda de paz es un anticipo del banquete mesiánico, una celebración de la reconciliación y la comunión con Dios .
La Ofrenda por el Pecado o de purificacion (Levítico 4): Este sacrificio se ofrece para expiar los pecados cometidos involuntariamente, subrayando la necesidad de purificación para mantener la santidad del pueblo y del tabernáculo. Morales destaca que la ofrenda por el pecado es esencial para mantener la santidad del lugar donde habita Dios .
La Ofrenda por la Culpa o de reparacion (Levítico 5-7): Similar a la ofrenda por el pecado, pero con un enfoque en la restitución, este sacrificio subraya la importancia de corregir las ofensas cometidas contra Dios o contra otros. Van Pelt señala que esta ofrenda refleja la justicia y la santidad de Dios, que demandan no solo expiación sino también restitución .
Estas ofrendas, aunque distintas en su propósito, juntas forman un sistema sacrificial que abarca la totalidad de la vida cultual de Israel. Las tres primeras ofrendas, que son voluntarias, representan un escenario ideal de adoración, mientras que las dos últimas, de carácter expiatorio, abordan el pecado y la culpa específicos del pueblo.
El orden de las ofrendas, comenzando con la ofrenda de ascensión, seguida por la ofrenda de tributo y la ofrenda de paz, refleja un movimiento hacia la comunión con Dios. Este orden litúrgico no es accidental, sino que tiene una lógica teológica: la expiación precede a la consagración, y la consagración precede a la comunión. La expiación a través de las ofrendas de purificación y reparación es esencial para que Israel pueda presentarse ante Dios, mientras que la consagración, simbolizada en la ofrenda de ascensión, es necesaria para la comunión que se celebra en la ofrenda de paz.
Cada uno de los ritos que componen el sacrificio en Levítico tiene un significado profundo y específico:
El Rito de Presentación: El sacrificio comienza con la presentación del animal, un acto que subraya la santidad y la pureza requeridas para acercarse a Dios. El animal debía ser sin defecto, simbolizando la perfección requerida para entrar en la presencia de Dios. Este acto de presentación es una declaración de que solo lo puro y santo puede estar en comunión con lo divino.
La Imposición de Manos: El rito de la imposición de manos sobre el animal sacrificatorio es un acto simbólico de transferencia de identidad, donde el oferente se identifica con el animal, que ahora actúa como su sustituto. Este gesto es fundamental para entender la naturaleza vicaria del sacrificio, donde el animal muere en lugar del oferente.
El Rito del Sacrificio: La muerte del animal en el sacrificio es un reconocimiento de la seriedad del pecado y la justa consecuencia de la desobediencia a Dios. Este acto es un recordatorio constante de que el pecado lleva a la muerte, y solo a través de la muerte puede haber expiación y reconciliación con Dios.
La Manipulación de la Sangre: La sangre, que representa la vida del animal, es manipulada de diversas maneras durante el sacrificio, dependiendo del tipo de ofrenda. La aplicación de la sangre en los altares y otros elementos sagrados tiene un doble propósito: purificar y expiar. La sangre simboliza tanto la vida ofrecida a Dios como el medio por el cual el pecado es expiado.
El Rito de la Quema: El sacrificio se completaba con la quema del animal, un acto que no solo destruía el cuerpo, sino que lo transformaba en humo, un aroma agradable a Dios. Este humo ascendía al cielo, simbolizando la aceptación de la ofrenda por parte de Dios y la transformación del oferente a través del sacrificio.
El Rito de la Comunión: Finalmente, la ofrenda de paz culminaba en una comida compartida en la presencia de Dios. Esta comida simbolizaba la comunión restaurada entre Dios y Su pueblo, y anticipaba la plenitud de la comunión que se alcanzará en la redención final.
El sistema sacrificial de Levítico refleja una lógica teológica que apunta a la necesidad de expiación antes de que pueda haber consagración, y a la necesidad de consagración antes de que pueda haber comunión. Este patrón es un reflejo del ordo salutis, o el orden de la salvación, donde la justificación precede a la santificación, y la santificación conduce a la unión con Dios.
El objetivo final del sistema sacrificial no es simplemente la remisión de los pecados, sino la restauración de la comunión entre Dios y Su pueblo. Esta comunión es posible solo cuando el pecado ha sido expiado y el pueblo ha sido consagrado. En última instancia, la comunión con Dios es el objetivo de toda la vida del pacto, y el sistema sacrificial es el medio por el cual Dios hace posible esta comunión.
La adoración en el tabernáculo era vista como un viaje de ascenso a la presencia de Dios. Este viaje, simbolizado por los sacrificios, era un proceso de transformación que comenzaba con la expiación y culminaba en la comunión. El término “ofrenda” (qorbān) subraya esta idea de acercarse a Dios, y el acto de sacrificio era, en sí mismo, un acercamiento progresivo a la presencia divina.
Este viaje de ascenso refleja el patrón que vemos a lo largo de toda la Escritura, donde la humanidad es llamada a acercarse a Dios, pero solo a través del camino que Él ha establecido. En Levítico, este camino está marcado por el sacrificio, la sangre y el fuego, todos símbolos de la transformación necesaria para entrar en la presencia de un Dios santo
2. La Consagración del Sacerdocio (Levítico 8-10)
La segunda sección de Levítico (capítulos 8-10) detalla la consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes, un evento crucial que establece el sacerdocio como el medio por el cual Israel puede acercarse a Dios. Morales resalta que Aarón, como sumo sacerdote, desempeña el papel de un “nuevo Adán” dentro del drama del tabernáculo, mediando entre Dios e Israel .
La consagración de los sacerdotes incluye un proceso riguroso de purificación y dedicación, subrayando la necesidad de santidad en aquellos que ministran ante Dios. Aarón es ungido con aceite, lo que simboliza su separación para el servicio sagrado. Como mediador, Aarón lleva los nombres de las tribus de Israel en su pectoral, recordándonos que su ministerio es intercesorio, representando a todo el pueblo ante Dios.
Este evento es crucial porque establece un sistema donde el sacerdocio juega un papel mediador indispensable, permitiendo que el pueblo presente sus ofrendas y reciba la expiación por sus pecados. Sin un sacerdocio consagrado, el acceso a Dios sería imposible, lo que subraya la importancia de la santidad y la pureza en el servicio de adoración.
La Teofanía en Levítico 9: La Gloria de Dios y el Servicio Inaugural
El capítulo 9 de Levítico marca el clímax de estos primeros diez capítulos, donde, después de que Aarón y sus hijos han sido consagrados, la gloria de Dios se manifiesta ante todo el pueblo. Este evento resuelve la tensión presentada al final de Éxodo: la imposibilidad de Moisés de entrar en el tabernáculo debido a la gloria divina que lo llenaba.
En Levítico 9, vemos que después de que Aarón ofrece los sacrificios según las instrucciones de Dios, la gloria del Señor aparece a todo el pueblo, y un fuego sale de la presencia de Jehová y consume la ofrenda sobre el altar. Esta manifestación de la gloria de Dios confirma que los sacrificios han sido aceptados y que Su presencia está establecida entre Su pueblo.
Esta teofanía no solo valida el sistema sacrificial, sino que también subraya el objetivo último del tabernáculo: hacer posible la presencia vivificante de Dios en medio de Israel.
La respuesta del pueblo, que cae sobre sus rostros en adoración, muestra la reverencia y el asombro ante la manifestación de la gloria de Dios.

Sesion 18

El Servicio de Adoración: Manteniendo la Presencia de Dios
El servicio de adoración en el tabernáculo, como se describe en Levítico, no es un acto aislado, sino un ritual diario que asegura la presencia continua de Dios en medio de Su pueblo. Dios instruye a los sacerdotes a ofrecer un cordero en la mañana y otro en la tarde como ofrenda de ascensión, marcando el comienzo y el final del día con un acto de devoción.
Estas ofrendas diarias son un recordatorio constante de que la presencia de Dios entre Su pueblo requiere una dedicación continua a la santidad y la pureza.
De manera que Levítico no solo establece el sistema sacrificial como un medio para la expiación, sino que también muestra cómo este sistema es esencial para mantener la santidad de Israel en la presencia de Dios. La santidad es un tema central en Levítico, y los sacrificios son el medio por el cual Israel puede mantener su relación con Dios.
Como afirma Morales, el fuego en el altar del holocausto es un símbolo de la presencia permanente de Dios, un recordatorio de que Israel está llamado a vivir en la luz de Su santidad.
Este sistema sacrificial, sin embargo, también apunta hacia la insuficiencia de los sacrificios animales para purificar completamente al pueblo de sus pecados. Van Pelt argumenta que el sacrificio animal es una sombra de la obra redentora de Cristo, quien, como el Cordero de Dios, ofreció un sacrificio perfecto y definitivo por los pecados del mundo.
El servicio de adoración en el tabernáculo es fundamental para mantener la presencia de Dios en medio de Israel. Este servicio, descrito en Levítico 9, se organiza en torno a una serie de ritos que aseguran la comunión continua entre Dios y su pueblo, garantizando que la gloria divina habite en el tabernáculo. Además, Tipton propone que las bendiciones aarónicas del servicio de adoración también prefiguran y se cumplen en Jesucristo, vinculando estos ritos con su primera y segunda venida.
1. El Rito de Expiación: El servicio de adoración comienza con el rito de expiación, en el que el sacerdote sacrifica un cordero y rocía su sangre sobre el altar de la ofrenda de ascensión. Este acto purifica al pueblo, preparando a Israel para acercarse a Dios y recibir su bendición. La sangre del cordero simboliza la purificación y expiación necesaria para que el pueblo sea aceptado por Dios, un tema que encuentra su cumplimiento final en el sacrificio de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
2. El Rito de Intercesión: A continuación, el sacerdote participa en el rito de intercesión, entrando al lugar santo para encender las lámparas y quemar incienso en el altar del incienso. El sacerdote lleva los nombres de las doce tribus en su pectoral, representando a Israel ante Dios. Este acto de mediación subraya la necesidad de un intercesor entre Dios y su pueblo, anticipando la obra de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote que intercede continuamente por nosotros ante el Padre (Hebreos 7:25).
3. El Rito de la Ofrenda de Ascensión: El sacrificio del cordero continúa con la ofrenda de ascensión, donde el animal es completamente quemado en el altar, ascendiendo en humo hacia Dios. Este rito simboliza la consagración total de Israel a Dios y la aceptación divina. El humo ascendente es un “aroma agradable” para Dios, una imagen de cómo Cristo, en su ascensión, entra en el cielo y se sienta a la diestra de Dios, asegurando nuestra aceptación y comunión con el Padre (Hebreos 9:24).
4. El Rito de la Bendición: 4. El Rito de la Bendición:
El punto culminante del servicio es el rito de la bendición, donde el sacerdote levanta sus manos y pronuncia la bendición aarónica sobre el pueblo. Tipton sugiere que esta bendición tiene una doble tipología: la primera bendición prefigura la ascensión de Cristo, cuando bendice a sus discípulos antes de ascender al cielo (Lucas 24:50-51). Esta bendición es una declaración de paz y gracia, marcando el inicio de la era de la iglesia y la obra continua del Espíritu Santo en la vida de los creyentes.
La segunda bendición, relacionada con la gloria de Dios que se manifestó en el tabernáculo después de la bendición de Aarón (Levítico 9:23-24), apunta a la segunda venida de Cristo, cuando Él regresará en gloria para bendecir definitivamente a su pueblo, estableciendo su reino eterno. Esta bendición es una anticipación del día en que veremos a Cristo cara a cara, experimentando la plenitud de su presencia en la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 22:4).
La Crisis en Levítico 10: La Muerte de Nadab y Abiú
El clímax en Levítico 9, donde la gloria de Jehová se manifiesta ante todo el pueblo, contrasta fuertemente con la crisis que sigue en Levítico 10. Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, presentan “fuego extraño” ante Jehová, algo que Él no había ordenado, y son consumidos por el fuego divino. Esta tragedia subraya la santidad de Dios y la gravedad de acercarse a Él de una manera que Él no ha autorizado.
1. La Gravedad del Pecado de Nadab y Abiú: La muerte de Nadab y Abiú es un recordatorio del peligro inherente al servicio en la presencia de Dios. Estos sacerdotes no respetaron las instrucciones divinas y, como resultado, el santuario fue contaminado con sus cadáveres. Este incidente introduce la necesidad de una restauración y limpieza regular del santuario, lo que lleva a la institución del Día de la Expiación en Levítico 16.
2. La Necesidad de la Restauración del Santuario: La contaminación causada por la desobediencia de Nadab y Abiú no solo afectó a ellos, sino que también comprometió la santidad del santuario. En su papel de figura de Adán dentro del jardín del Edén, Aarón, el sumo sacerdote, no pudo ni siquiera llorar la muerte de sus hijos, ya que el luto y todo lo relacionado con la muerte era contrario a la presencia vivificante de Dios. Este incidente muestra que el tabernáculo, como sustituto del cosmos contaminado por el pecado, también necesita ser purificado regularmente para continuar siendo el lugar de encuentro entre Dios e Israel.
3. El Día de la Expiación como Respuesta Divina: En respuesta a esta crisis, Dios establece el Día de la Expiación (Levítico 16), un día anual de purificación y restauración del santuario. Este día, revelado el mismo día de la muerte de Nadab y Abiú, provee una manera de limpiar el tabernáculo de la contaminación de cadáveres y de restaurar la comunión entre Dios y Su pueblo. Este día se convierte en el remedio para la profanación del santuario y asegura que el servicio de adoración pueda continuar en un estado de pureza.
Conclusión
El servicio diario en el tabernáculo y la crisis de la muerte de Nadab y Abiú no son solo narraciones históricas; son lecciones teológicas que nos enseñan sobre la santidad de Dios, la seriedad del pecado, y la provisión divina para la purificación y la comunión. La restauración del santuario a través del Día de la Expiación prefigura la obra de Cristo, quien, como el verdadero Sumo Sacerdote, ha entrado en el verdadero tabernáculo celestial para ofrecer Su propia sangre, asegurando la limpieza y la restauración definitiva para todos los que se acercan a Dios por medio de Él.
El Significado Teológico del Sistema Sacrificial
El sistema de sacrificios en Levítico es más que un simple ritual; es un medio de gracia a través del cual Dios santifica a Su pueblo y restaura la comunión rota por el pecado. Cada sacrificio tiene un propósito específico, y juntos forman un marco que enseña a Israel sobre la gravedad del pecado, la necesidad de expiación, y la maravillosa provisión de Dios para la reconciliación. En este sentido, los sacrificios de Levítico son un anticipo del sacrificio supremo de Cristo, quien cumple y supera todo lo que el sistema sacrificial del Antiguo Testamento representaba.
El enfoque de Levítico en la sangre como medio de expiación subraya la idea de que “sin derramamiento de sangre no hay remisión” (Hebreos 9:22). Morales señala que la vida está en la sangre, y es a través del sacrificio de una vida inocente que el pecado puede ser expiado (Levítico 17:11). Esto anticipa el sacrificio de Cristo, cuya sangre derramada en la cruz trae la remisión definitiva de los pecados.
2. La Consagración del Sacerdocio: Mediación en la Relación con Dios
La consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes en Levítico 8-10 es crucial para entender cómo Dios provee un medio de acceso a Su presencia. Los sacerdotes actúan como mediadores entre Dios e Israel, llevando las ofrendas del pueblo ante Dios y proclamando la bendición de Dios sobre el pueblo. Esta mediación es esencial porque subraya la separación entre lo sagrado y lo común, y cómo el sacerdocio es necesario para mantener la santidad en la relación de Israel con Dios.
Morales explica que Aarón, como sumo sacerdote, tipifica a Cristo, quien es nuestro sumo sacerdote perfecto, mediando entre nosotros y Dios (Hebreos 4:14-16). La consagración de Aarón y su entrada en el lugar santísimo anticipan la obra de Cristo, quien, habiendo ofrecido un sacrificio perfecto, entra en la presencia de Dios en nuestro nombre, asegurando nuestra redención y acceso continuo a la gracia.
3. La Teofanía y la Presencia Continua de Dios
El momento culminante en Levítico 9, cuando la gloria de Dios se manifiesta y consume la ofrenda sobre el altar, es un poderoso recordatorio de que el objetivo final de todo el sistema sacrificial es la presencia de Dios en medio de Su pueblo. La manifestación de la gloria de Dios es una validación divina del sistema sacrificial y una garantía de que Dios acepta el sacrificio y se complace en habitar entre Su pueblo.
Esta teofanía es una anticipación de la presencia continua de Dios en la vida del creyente a través del Espíritu Santo. Van Pelt señala que, así como el fuego del altar no debía apagarse (Levítico 6:13), la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas es un fuego continuo que nos santifica y nos guía en nuestra relación con Dios.
4. La Santidad como Llamado Constante
Levítico, en su totalidad, es un llamado a la santidad. Dios declara: “Sed santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44). Esta santidad no es simplemente moral, sino cultual; es una santidad que abarca toda la vida del creyente, desde su adoración hasta su conducta diaria. Los sacrificios, las leyes de pureza, y las festividades que Levítico describe son todos medios por los cuales Israel puede vivir en santidad en la presencia de Dios.
Este llamado a la santidad es también un desafío para la consejería bíblica. En la consejería, es vital ayudar a los creyentes a entender que su relación con Dios no se limita a momentos de adoración formal, sino que debe permear toda su vida. La santidad, entonces, es un proceso continuo de ser transformados a la imagen de Cristo, un proceso que es facilitado por la obra del Espíritu Santo y la aplicación de la Palabra de Dios.
Aplicaciones para la Consejería Bíblica
El estudio de Levítico y su sistema sacrificial tiene profundas implicaciones para la consejería bíblica. En primer lugar, el sistema sacrificial subraya la necesidad de purificación y reconciliación en la vida cristiana. Los sacrificios de Levítico nos enseñan que la comunión con Dios requiere una atención constante a la santidad y la pureza. En consejería, es esencial ayudar a los creyentes a entender que, aunque han sido redimidos, la santificación es un proceso continuo que requiere arrepentimiento, fe y obediencia.
En segundo lugar, el papel del sacerdocio en Levítico nos recuerda la importancia de la mediación en la relación con Dios. Aunque Cristo es nuestro sumo sacerdote, los consejeros bíblicos también actúan como mediadores, ayudando a los creyentes a acercarse a Dios y a aplicar los principios bíblicos en sus vidas. Al igual que Aarón llevaba los nombres de las tribus en su pecho, los consejeros llevan a las personas en sus corazones, intercediendo por ellas y guiándolas en su caminar con Dios.
Finalmente, la teofanía en Levítico 9 nos recuerda que la presencia de Dios es la meta final de toda consejería bíblica. El objetivo de la consejería no es solo resolver problemas o mejorar la vida de las personas, sino guiarlas hacia una relación más profunda con Dios, donde puedan experimentar Su presencia y Su gloria en sus vidas diarias.

Levítico y el Camino Hacia la Comunión con Dios

Levítico no es simplemente un libro de leyes antiguas, sino una guía divinamente inspirada para que el pueblo de Dios aprenda a vivir en Su presencia. A través del sistema sacrificial, la consagración del sacerdocio, y el llamado a la santidad, Levítico revela cómo un pueblo redimido puede acercarse a un Dios santo y vivir en comunión con Él.
Para los estudiantes de teología bíblica y consejería bíblica, Levítico ofrece un marco para entender la relación entre Dios y Su pueblo, un marco que encuentra su cumplimiento y perfección en Cristo. Al estudiar y aplicar las enseñanzas de Levítico, los consejeros bíblicos pueden guiar a los creyentes hacia una vida de santidad, comunión, y adoración en la presencia de un Dios santo y amoroso.
……

Sesión 19

Las Leyes sobre lo Limpio y lo Impuro (Levítico 11-15)

El establecimiento del tabernáculo como la morada de Dios en medio de Israel marca un momento crucial en la historia redentora. Sin embargo, la presencia de un Dios santo en medio de un pueblo pecador también planteaba un desafío monumental: ¿cómo podría mantenerse el tabernáculo puro y sin contaminación? Las leyes sobre la pureza e impureza detalladas en Levítico 11-15 responden precisamente a esta necesidad. Estas leyes regulan la vida cotidiana de Israel para garantizar que lo impuro no contamine lo santo, permitiendo así que la presencia de Dios permanezca en medio de su pueblo.
pueblo.
Contexto y Estructura de las Leyes
El contexto de estas leyes se sitúa inmediatamente después de la muerte de Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, quienes murieron por ofrecer “fuego extraño” delante de Jehová (Lev. 10:1-2). Este incidente subraya la gravedad de acercarse a Dios de una manera no prescrita, y la subsecuente legislación sobre lo limpio y lo impuro se convierte en un manual esencial para evitar la profanación del tabernáculo.
Las leyes de Levítico 11-15 pueden agruparse en las siguientes categorías:
1. Distinción entre animales limpios e inmundos (Levítico 11): Esta sección establece qué animales son aptos para el consumo y cuáles no. Los animales limpios son aquellos que podían ser sacrificados y comidos por Israel, mientras que los inmundos estaban prohibidos. Esta distinción no solo regulaba la dieta, sino que también servía como un recordatorio constante de la separación entre lo santo y lo profano.
2. Limpieza después del parto (Levítico 12): La mujer que daba a luz era considerada impura por un período determinado, dependiendo del sexo del niño. Después de este tiempo, debía ofrecer un sacrificio para ser purificada.
3. Diagnóstico y tratamiento de enfermedades de la piel (Levítico 13-14): Estas leyes cubren una variedad de condiciones cutáneas que podrían hacer que una persona fuera considerada impura. Las leyes incluyen instrucciones sobre cómo diagnosticar estas enfermedades, cómo tratar a las personas afectadas y, en caso de curación, cómo realizar los rituales de purificación.
4. Fluidos corporales impuros (Levítico 15): Esta sección regula las descargas corporales, como la menstruación y la emisión de semen, que también causaban impureza. La persona impura debía abstenerse del culto hasta que se hubiera purificado.
La Pureza y la Vida
El tema central de las leyes de limpieza e impureza es la relación entre la vida y la muerte. Dios, siendo la fuente suprema de la vida, exige que todo lo que se acerque a Él esté en un estado de pureza. Las impurezas, que a menudo están relacionadas con la muerte o la pérdida de vitalidad, representan un alejamiento de la vida divina y, por lo tanto, un peligro para la comunión con Dios.
Michael Morales, en su obra “Who Shall Ascend the Mountain of the Lord?”, subraya que la distinción entre lo limpio y lo impuro refleja una separación entre la vida y la muerte, el orden y el caos. El tabernáculo, como el espacio donde habita la vida divina, debe ser protegido de cualquier elemento que represente la muerte o el desorden. Esta protección se logra mediante la obediencia a las leyes de limpieza e impureza, que garantizan que solo lo limpio, y por ende, lo que representa la vida, pueda acercarse a la santidad de Dios.
La Santidad de Dios y la Contaminación del Pecado
Las leyes sobre la pureza también reflejan la realidad de que el pecado ha contaminado la creación. Aunque la impureza ritual en Levítico 11-15 no siempre es el resultado directo de un pecado moral, sí es un recordatorio constante de que el pecado ha introducido la muerte y el desorden en el mundo. Como señala Morales, la impureza es un reflejo de la condición caída de la humanidad y de la necesidad constante de purificación para poder mantener la comunión con un Dios santo.
Estas leyes, por lo tanto, no son simplemente regulaciones higiénicas, sino que tienen un profundo significado teológico. La impureza representa una ruptura en la relación con Dios, y las leyes de limpieza están diseñadas para restaurar esa relación, permitiendo que Israel continúe viviendo en la presencia de Dios.
Israel y las Naciones
La distinción entre lo limpio y lo impuro también servía para separar a Israel de las naciones. Mientras que las naciones gentiles permanecían en un estado de impureza y alejamiento de Dios, Israel, por medio de su relación de pacto, había sido limpiado y santificado para ser un pueblo santo. Esto se ejemplifica en las leyes dietéticas, que no solo regulaban qué alimentos podían comer, sino que también simbolizaban la separación de Israel de las prácticas paganas de las naciones circundantes.
En este sentido, las leyes de limpieza no eran solo una cuestión de higiene o ritualidad, sino una declaración de la identidad de Israel como un pueblo separado para Dios. Como argumenta Morales, las leyes dietéticas y de pureza eran un medio mediante el cual Israel recordaba continuamente su vocación como un pueblo santo, apartado por Dios para ser un reino de sacerdotes y una nación santa.
Conclusión
Las leyes sobre lo limpio y lo impuro en Levítico 11-15 no solo regulaban la vida cotidiana de Israel, sino que también servían como un recordatorio constante de la necesidad de mantener la santidad en la presencia de Dios. Estas leyes, al subrayar la diferencia entre la vida y la muerte, el orden y el caos, y lo santo y lo profano, apuntan hacia la redención final en Cristo, quien, a través de su sacrificio, purifica y santifica a su pueblo, permitiéndoles acercarse a Dios con confianza.
Este sistema ritual, que puede parecer complejo y distante, en realidad tiene una aplicación profunda en la vida cristiana contemporánea. Nos recuerda la santidad de Dios, la gravedad del pecado y la necesidad de purificación constante para mantener nuestra comunión con Él. Así como Israel debía observar estas leyes para acercarse a Dios, también nosotros debemos buscar la santificación a través de Cristo, quien es el cumplimiento de todo lo que las leyes de Levítico prefiguraban.
Aplicaciones para el Ministerio de Consejería Bíblica
Estas leyes sobre lo limpio y lo impuro tienen aplicaciones significativas para el ministerio de consejería bíblica en la actualidad. En primer lugar, nos enseñan acerca de la santidad de Dios y la seriedad del pecado. Como consejeros bíblicos, es vital que ayudemos a las personas a comprender que la presencia de Dios en sus vidas requiere un compromiso con la pureza y la santidad. Esto implica no solo el rechazo del pecado, sino también un reconocimiento de cómo el pecado ha afectado profundamente cada aspecto de la vida humana.
Además, estas leyes subrayan la importancia de la limpieza y la purificación, lo cual es esencial en el proceso de restauración. En la consejería bíblica, debemos guiar a las personas a través del proceso de arrepentimiento y perdón, ayudándoles a entender que la restauración de su relación con Dios pasa por la purificación que solo puede lograrse a través de Cristo, su palabra y su espíritu
Las leyes de pureza también resaltan la necesidad de una vida ordenada y disciplinada. Así como Israel debía seguir rigurosamente las leyes de limpieza para evitar la contaminación del tabernáculo, los creyentes deben cultivar disciplinas espirituales que los mantengan en comunión con Dios y les protejan de las impurezas del mundo.
Por último, el enfoque de estas leyes en la vida cotidiana de Israel nos recuerda que nuestra santidad y pureza no son asuntos aislados a los tiempos de adoración, sino que deben impregnar cada aspecto de nuestra vida diaria. Como consejeros bíblicos, es crucial ayudar a las personas a ver la necesidad de vivir de manera santa y pura no solo en los momentos de adoración, sino en todas las áreas de su vida, reflejando la santidad de Dios en todo lo que hacen y echando mano de los medios de gracia (Oracion, la lectura de la biblia y la comunion cristiana)
……

Sesión 20:

El Día de la Expiación (Levítico 16)

El Día de la Expiación (Yom Kipur) ocupa una posición central en el calendario litúrgico de Israel y en la estructura narrativa del Pentateuco. Este día es el epicentro teológico donde converge el drama de la redención y la reconciliación con Dios, alcanzando su punto culminante en el sistema sacrificial que Dios reveló a Moisés. El enfoque de esta sesión será Levítico 16, un capítulo que no solo regula este solemne día, sino que también prefigura la obra redentora de Cristo, el sumo sacerdote definitivo.
El capítulo 16 de Levítico comienza con una referencia directa a la muerte de Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, quienes fueron consumidos por fuego debido a su ofrenda no autorizada. Este evento establece el tono para el Día de la Expiación, recordando la santidad de Dios y la necesidad de un acercamiento ordenado y reverente. En respuesta a este incidente, Dios establece un día anual en el que se ofrecerá un sacrificio para purificar el tabernáculo y expiar los pecados del pueblo.
Levítico 16 se estructura en torno a tres actos principales:
1. El Rito de la Purificación del Sumo Sacerdote (vv. 3-14): Antes de interceder por el pueblo, Aarón debe ofrecer un sacrificio para su propia purificación y la de su casa. Esto subraya que incluso el mediador entre Dios e Israel necesita ser purificado antes de entrar en la presencia divina.
2. El Rito de los Dos Chivos (vv. 5-22): Aquí es donde se presenta la parte central del Día de la Expiación. Dos chivos son presentados ante Dios en la entrada de la tienda de reunión. Uno es sacrificado y su sangre es llevada al lugar santísimo para expiar los pecados del pueblo. El otro, el chivo expiatorio, es enviado al desierto, cargado con las iniquidades de Israel, simbolizando la remoción del pecado.
El Chivo para YHWH: Ascenso al Lugar Santísimo
El primer chivo es designado “para YHWH”. Este chivo es sacrificado, y su sangre es llevada al lugar santísimo por el sumo sacerdote. Aquí, en el corazón del tabernáculo, la sangre es rociada sobre la tapa del arca del pacto. Esta acción no solo purifica el santuario, sino que también permite que el sumo sacerdote entre en la presencia directa de Dios, representando el acceso del pueblo a la vida y la comunión con YHWH.
L. Michael Morales, en su análisis sobre el significado teológico del Día de la Expiación, destaca que la sangre rociada es un símbolo poderoso del ascenso espiritual del creyente, un viaje hacia el occidente, hacia la montaña de Dios, prefigurando la obra de Cristo como mediador que abre el camino al Padre. Este acto de rociar la sangre en el lugar santísimo es un tipo del sacrificio de Cristo, quien, como nuestro Sumo Sacerdote, entra en la misma presencia de Dios por nosotros (Hebreos 9:11-12).
El Chivo para Azazel: Expulsión al Desierto
El segundo chivo, conocido como el “chivo para Azazel”, es enviado al desierto. Después de que Aarón confiesa sobre él todos los pecados y transgresiones de Israel, este chivo es conducido a un lugar deshabitado. Aquí, el desierto representa el caos y la muerte, lo opuesto a la vida y orden que emana del tabernáculo, la morada de Dios.
Este chivo, cargado con las iniquidades del pueblo, es llevado lejos, al oriente, simbolizando la eliminación total del pecado de la comunidad. Lane Tipton enfatiza que este chivo expiatorio prefigura el juicio final, donde el pecado es definitivamente separado de la presencia de Dios, así como el sacrificio de Cristo asegura la remoción completa de nuestros pecados, alejándolos de nosotros “tan lejos como está el oriente del occidente” (Salmo 103:12).
3. El Rito de la Purificación del Tabernáculo y el Altar (vv. 15-19): La sangre del chivo sacrificado es aplicada en el lugar santísimo, el lugar santo y el altar para purificarlos de la contaminación causada por los pecados del pueblo.
3. Implicaciones Teológicas del Día de la Expiación
El Día de la Expiación es una representación dramática de la relación de Dios con su pueblo y la seriedad del pecado que separa al hombre de su Creador. A través de estos rituales, Israel no solo experimenta el perdón de sus pecados, sino también una renovación de su relación con Dios. Sin embargo, el mismo ritual apunta hacia la insuficiencia de estos sacrificios para eliminar el pecado de manera definitiva, preparando el camino para el sacrificio perfecto de Cristo, quien es tanto el Sumo Sacerdote como el Cordero de Dios.
Este día no es solo un recordatorio anual de la necesidad de expiación, sino también una anticipación de la obra redentora de Cristo, quien cumplirá y superará el sistema levítico al ofrecer un sacrificio que no solo purifica, sino que también garantiza la entrada eterna en la presencia de Dios para todos los que están en Él.
Conclusión
El Día de la Expiación, con sus ritos de sacrificio y expulsión, es una cumbre teológica dentro del Pentateuco que prefigura la obra de Cristo. A través del chivo sacrificado y del chivo enviado al desierto, se ilustran dos aspectos fundamentales de la expiación: la purificación y la remoción del pecado. Estos ritos señalan hacia Cristo, quien, al cumplir la ley, abre el camino para que los creyentes entren en la presencia de Dios de una manera que el sistema levítico solo podía anticipar de manera parcial y temporal.

Sesion 21

El Libro de Números y Deuteronomio: El Camino hacia la Tierra Prometida

El libro de Números narra el viaje de Israel desde el Sinaí hasta las llanuras de Moab, a las puertas de la Tierra Prometida. Sin embargo, este viaje no es simplemente un desplazamiento geográfico, sino una travesía teológica donde se revelan las luchas de Israel con la incredulidad y la fidelidad de Dios. El fracaso inicial de Israel al no entrar en la tierra debido a su falta de fe (Núm. 14) establece un patrón de rebelión y gracia que se despliega a lo largo del libro.
1. La Incredulidad y la Rechazo del Reposo de Dios (Números 14)
El tema de la incredulidad es central en Números. El capítulo 14 describe la rebelión de Israel en Cades-barnea, donde, a pesar de los informes favorables de Josué y Caleb, la congregación decidió no entrar en la Tierra Prometida, temiendo a sus habitantes más que confiando en la promesa de Dios. Esta incredulidad es vista como una falta de temor hacia Dios, que Morales señala como un tema recurrente en la historia de Israel. Al no temer a Dios, temieron a sus enemigos, lo que resultó en un castigo severo: una generación completa fue condenada a vagar en el desierto hasta morir, mientras que sus hijos heredarían la tierra.
Este episodio refleja una verdad teológica más amplia: el rechazo del reposo de Dios debido a la incredulidad. En el contexto del pacto, entrar en la Tierra Prometida es más que una conquista territorial; es participar en el reposo y la comunión con Dios, un tema que luego es desarrollado en el Nuevo Testamento (Hebreos 3-4).
2. El Sacerdocio de Aarón y la Confirmación Divina (Números 16-17)
En Números 16-17, se relatan tres episodios en los que se cuestiona el llamado de Aarón como sumo sacerdote. Estos relatos culminan en la prueba de las varas, donde Dios hace florecer la vara de Aarón como señal de su elección divina. Este milagro no solo vindica a Aarón, sino que también sirve como un símbolo de vida o muerte, señalando que acercarse a Dios por medio del mediador designado conduce a la vida, mientras que hacerlo al margen de este mediador lleva a la muerte.
Morales argumenta que este evento resalta la centralidad del sacerdocio como medio para acercarse a Dios, un tema que encuentra su cumplimiento en Cristo, el verdadero sumo sacerdote. La vara de Aarón, que floreció con almendras maduras, puede ser vista como un tipo de Cristo, quien, a través de su resurrección, vindica su papel como mediador entre Dios y la humanidad.
3. El Amor Inquebrantable de Dios (Números 22-24)
A pesar de la rebelión e incredulidad de Israel, el tema central de Números es el amor inquebrantable de YHWH. Esto se demuestra de manera sobresaliente en la historia de Balaam, donde Dios, a pesar de la desobediencia de Israel, se niega a maldecir a su pueblo. Balaam, contratado por los moabitas para maldecir a Israel, es incapaz de hacerlo porque el Espíritu de Dios lo impulsa a bendecir en lugar de maldecir.
Este relato subraya la fidelidad de Dios a su pacto con Abraham y su determinación de bendecir a Israel, a pesar de sus fallas. Balaam, un profeta pagano, ve lo que Israel no pudo reconocer: la presencia de Dios en medio de su campamento, transformando el desierto en un huerto del Edén.
4. El Sermón de Despedida de Moisés (Deuteronomio)
El libro de Deuteronomio, que recoge el sermón de despedida de Moisés, integra la historia de Israel con una exhortación a escoger la vida en lugar de la muerte. Moisés, consciente de que no entrará en la Tierra Prometida, insta a Israel a obedecer a Dios para recibir las bendiciones del pacto.
5. La Muerte de Moisés y la Entrada a la Tierra
Un detalle crucial en Deuteronomio es la muerte de Moisés fuera de la Tierra Prometida, un hecho que proyecta una sombra sobre la entrada de Israel en Canaán. Esta muerte, fuera del reposo, prefigura la muerte de Cristo fuera del campamento (Hebreos 13:12-13), lo que permite que el pueblo de Dios entre en el verdadero reposo.
Moisés como mediador sacrifica su vida para que Israel pueda entrar en su herencia. Este acto, que puede verse como un paradigma de la muerte del sumo sacerdote, conecta la entrada en la tierra con la expiación. La muerte de Moisés permite a Israel entrar en la tierra de su herencia, anticipando la obra de Cristo, cuyo sacrificio permite a los creyentes entrar en el reposo eterno de Dios.
Conclusión: De Sinaí a Sión
El desarrollo de la historia redentora desde el Sinaí hasta Sión es un movimiento teológico profundo que culmina en la adoración en el monte Sión, donde Dios establece su morada permanente. El monte Sión, que en el tiempo patriarcal era conocido como Moriah, es el lugar donde Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac, y más tarde, donde David erige un altar para detener la plaga sobre Israel. Este monte se convierte en el lugar de elección divina, un lugar de reposo y bendición para las naciones, que prefigura la venida de Cristo, quien es el sacrificio definitivo y la verdadera bendición
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