Modulo 5 / Los Profetas y la Monarquía en la Historia Redentora
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Hasta ahora, en nuestro curso de teología bíblica del Antiguo Testamento, nos hemos centrado en la Ley de Moisés, la cual constituye el fundamento del pacto de Dios con Su pueblo escogido. La Ley revela el carácter de Dios y muestra a Su pueblo el camino de la vida (Deut. 30:19-20).
En el pentateuco tenemos el fundamento sobre el cual se construye toda nuestra comprensión de lo que significa vivir de acuerdo con la voluntad de Dios como su pueblo escogido.
Para quienes estamos llamados al ministerio de la consejería bíblica, la Ley nos ofrece el marco ético y espiritual necesario para guiar a aquellos a quienes ministramos hacia una vida que refleje el carácter de Cristo. Este marco es más que una mera regulación moral; es una guía para vivir en la presencia de un Dios santo y misericordioso, como se refleja en Levítico 19:2, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.”
Vamos a continuar en esta sesión con los libros proféticos, es decir, con la segunda división del canon hebreo. Estos libros recogen lo que podemos llamar ‘la historia del pacto.’ Esto no significa que estos libros sean meramente históricos en su naturaleza, sino que son interpretaciones teológicas inspiradas por Dios, que revelan cómo el pacto de Dios se fue desarrollando y aplicando en la historia de Su pueblo escogido. Los profetas entonces, no solo narran hechos históricos en estos libros, sino que también interpretan esos hechos a la luz de la relación pactual de Dios con Su pueblo.
Como señala Miles Van Pelt, los Profetas Anteriores son una “historia profética,” es decir, una historia que está intrínsecamente ligada al cumplimiento y al quebrantamiento del pacto.
La historia narrada en estos libros no es el fin en sí misma, sino el medio a través del cual se comunican verdades teológicas que tienen que ver con la fidelidad de Dios a su pacto de gracia, las consecuencias del pecado para el pueblo que quebranta el pacto y la esperanza de redención en la simiente prometida.
Entonces…..
Libros, como Josué, Jueces, Samuel y Reyes, nos muestran la respuesta de Dios cuando el pacto es quebrantado por Su pueblo. La infidelidad de Israel no es solo un fracaso moral, sino un quebrantamiento del pacto, lo que trae las maldiciones anunciadas en Deuteronomio 28. Sin embargo, a lo largo de estas narrativas, vemos también la misericordiosa intervención de Dios para restaurar a Su pueblo.
Como nos recuerda G.K. Beale en El Templo y la Misión de la Iglesia, Dios en Su gracia, a menudo usa los momentos de juicio para llamar a Su pueblo al arrepentimiento y restauración, manteniendo siempre viva la esperanza de la redención futura.
De manera que, cuando el pueblo de Israel quebranta el pacto, Dios no responde de manera meramente punitiva; Su respuesta está siempre dirigida hacia la restauración. Esto se ve claramente en la manera en que Dios levanta jueces para liberar a Israel durante los tiempos de crisis en el libro de Jueces, y cómo Él continúa enviando profetas para llamar al pueblo de regreso a Él durante los reinados de los reyes infieles en Samuel y Reyes.
La gracia de Dios es evidente incluso en medio del juicio, ya que Él nunca abandona a Su pueblo, sino que siempre deja un remanente fiel, tal como lo vemos en 1 Reyes 19:18, donde Dios le dice a Elías: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal y cuyas bocas no lo besaron.”
Estos libros nos enseñan finalmente, cuál debe ser la respuesta apropiada de la iglesia a la gracia y fidelidad de Dios. Los Profetas Anteriores nos muestran que la verdadera respuesta al pacto de Dios es el arrepentimiento y la fe obediente. Ya que una fe que descansa en el mesias prometido, nunca descasa de agradarle a él.
Como dice el profeta Samuel en 1 Samuel 15:22, “Ciertamente, el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención, que la grosura de los carneros.”
En la consejería bíblica, estas lecciones son vitales. Nos recuerdan que cuando ministramos a aquellos que han fallado, debemos guiarlos hacia el arrepentimiento y la restauración en Dios, sabiendo que Su gracia es suficiente para traerlos de vuelta a la comunión con Él. Y, a su vez, debemos enseñarles que la obediencia a la Ley de Dios no es una carga, sino la respuesta natural a la misericordia inmerecida que hemos recibido en Cristo.
Vamos a iniciar un recorrido por la Teología Biblica de los Profetas Anteriores al Exilio, y veremos como La Gracia de Dios se manifiesta en Medio de sus Juicios.
En los libros proféticos, podemos ver como la historia de Israel estuvo marcada por un ciclo constante de infidelidad y juicio. Pero, vemos también como en medio de este ciclo, la gracia de Dios se revela de forma continua. Este tema de la gracia divina en medio del juicio es importante para entender cómo Dios se mantiene fuel a Su pacto, incluso cuando su pueblo fracasa en cumplir sus obligaciones pactuales.
A. La Fidelidad y Gracia de Dios en Josué
A. La Fidelidad y Gracia de Dios en Josué
El libro de Josué se sitúa en un momento crucial en la narrativa bíblica. Tras la muerte de Moisés, Josué es comisionado como el nuevo líder de Israel, y su misión es guiar al pueblo en la conquista de Canaán. Esta conquista no es simplemente un acto militar; es la realización de una promesa que Dios hizo a Abraham y a su descendencia, tal como vemos en Génesis 12:7 y Génesis 15:18-21. Aquí, el pacto de Dios se hace tangible, ya que la posesión de la tierra es un elemento clave en la promesa de bendición a Israel.
En Josué 1:1-9 vemos como Dios le asegura a Josué que estará con él tal como estuvo con Moisés, y que ninguna nación podrá resistirlos si permanecen fieles al pacto. Este mandato de ser “fuerte y valiente” (Josué 1:6) no es solo una llamada al coraje personal, sino a la obediencia y fidelidad a la Ley de Moisés. Aquí vemos cómo la Ley sigue siendo el fundamento sobre el cual se debe construir la vida de Israel, incluso mientras enfrentan nuevos desafíos.
La estrategia militar de Josué, comenzando con la conquista de Jericó (Josué 6), muestra que la victoria de Israel no depende de su poder militar, sino de su obediencia a Dios. Jericó cae no por la fuerza de las armas, sino por la fidelidad a las instrucciones de Dios. Este tema de la dependencia en Dios y la obediencia a Su palabra es fundamental para entender el libro de Josué y la teología del pacto.
El libro de Josué nos revela cómo la obediencia a la Ley es crucial para disfrutar de las bendiciones del pacto. La derrota en Hai, resultado del pecado de Acán (Josué 7), nos enseña que el quebrantamiento del pacto trae consecuencias inmediatas. A pesar de esto, la gracia de Dios se manifiesta cuando, después del juicio sobre Acán, Dios restaura a Israel y les concede la victoria sobre Hai (Josué 8). Este episodio subraya que, aunque el pecado tiene consecuencias, la gracia de Dios ofrece restauración cuando hay arrepentimiento genuino y hacemos las cosas a la manera de Dios.
Murray argumenta que estas historias apuntan más allá de sí mismas hacia la necesidad de un Redentor perfecto. Josué, aunque es un líder fiel, no es suficiente para llevar a Israel a la plena obediencia y descanso en la tierra prometida. Esto prepara el camino para Jesús, quien es el verdadero Josué, llevando a su pueblo a la verdadera tierra prometida en gloria.
Miles Van Pelt en A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament enfatiza que el libro de Josué no solo es un relato de conquistas militares, sino una demostración de la fidelidad de Dios al pacto, y de cómo la obediencia y la gracia interactúan en la vida del pueblo de Dios.
La conquista de Canaán se presenta en el libro de Josué como una “guerra santa”, donde Dios mismo pelea por Israel (Josué 5:13-15). Este concepto de “guerra santa” puede ser difícil de entender desde una perspectiva moderna, pero es esencial para captar la teología del pacto. La destrucción de las naciones cananeas es un acto de juicio divino. Estas naciones habían alcanzado la plenitud de su iniquidad, y su destrucción por causa de la justa ira de Dios.
Michael Morales subraya que la guerra santa en Josué no debe ser vista como un modelo para la guerra en general, sino como un tipo del juicio final de Dios. La conquista de Canaán es un anticipo del día en que Cristo regrese para juzgar al mundo con justicia. Además, Morales conecta la entrada de Israel en la tierra prometida con la idea de ascender al monte de Dios, un tema que se ve en la narrativa de la redención a lo largo de las Escrituras.
Esto nos lleva a considerar como en la entrega de las ciudades y territorios a Israel de parte de Dios y por mano de Josue, tenemos un cumplimiento parcial de las promesas del pacto de gracia: Josué 21:43-45. Es parcial porque es por medio de Jesus que Dios pondra debajo de sus pies a todos los enemigos de su reino y entonces vendran ciuelos nuevos y tierra nueva. Hebreos 4:8-10 nos recuerda que el descanso que Josué ofreció en la tierra era solo un anticipo del verdadero descanso que Cristo ofrece.
Aquí podemos ver, como menciona Geerhardus Vos, que la teología bíblica encuentra en Cristo el cumplimiento de las promesas y la tipología del Antiguo Testamento. Cristo es el cumplimiento del pacto, el que nos lleva a la herencia prometida, que es eterna y gloriosa.
Reflexión Pastoral y Consejería
En la consejería pastoral, el libro de Josué nos enseña la importancia de la obediencia a la Palabra de Dios, la confianza en Sus promesas, y la certeza de que nuestras victorias espirituales dependen de nuestra relación con Él. Así como Israel enfrentó desafíos en la conquista de la tierra, nuestros aconsejados enfrentan desafíos en sus propias vidas. La clave está en recordarles que, así como Dios fue fiel en llevar a Israel a la tierra prometida, Él también es fiel para guiarnos y sostenernos en nuestras luchas diarias.
En nuestras sesiones de consejería, podemos utilizar las lecciones de Josué para recordarles a nuestros aconsejados que la fidelidad de Dios no falla, y que en Cristo, tenemos la seguridad de que nuestras batallas han sido ganadas, y que nuestro descanso eterno está asegurado.
B. El Ciclo de Infidelidad y Juicio en Jueces
B. El Ciclo de Infidelidad y Juicio en Jueces
El libro de Jueces nos presenta una narrativa de ciclos recurrentes que revelan el patrón de desobediencia y redención en Israel. Este ciclo comienza con la fidelidad de Israel hacia Dios, pero rápidamente degenera en idolatría y pecado, lo que provoca el juicio divino en forma de opresión por parte de naciones extranjeras. Israel, en su angustia, clama a Dios por liberación, y Él responde levantando jueces, líderes carismáticos que rescatan al pueblo. Sin embargo, tras la muerte de cada juez, el ciclo de decadencia espiritual y moral se repite, y con cada iteración, la situación en Israel se deteriora aún más.
En los primeros capítulos de Jueces, encontramos una narración que aún mantiene ciertos vestigios de fidelidad a Dios, pero a medida que avanzamos en el libro, observamos un aumento en la gravedad del pecado. Este declive se caracteriza por un crecimiento en la idolatría y la corrupción moral que afecta no solo a los líderes, sino a toda la nación. Desde la adoración a Baal (Jueces 2:11-13) hasta la guerra civil entre las tribus de Israel (Jueces 19-21), el libro de Jueces documenta una espiral descendente que culmina en caos y anarquía.
Este patrón de creciente desobediencia se manifiesta en pecados cada vez más graves. El relato de Micaía y su ídolo de plata (Jueces 17-18) muestra cómo la idolatría ha invadido la vida cotidiana en Israel, mientras que el horrible abuso de la concubina en Gabaa (Jueces 19) evidencia la depravación moral que se ha apoderado del pueblo. Estos relatos no solo destacan la pecaminosidad individual, sino que también revelan la descomposición del pacto comunitario con Dios. La frase recurrente “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25) encapsula la anarquía que define este período.
Este caos y la anarquía provocan un clamor en Israel por un rey, un deseo de establecer un liderazgo centralizado que pueda traer orden y estabilidad. Este anhelo, sin embargo, no solo refleja un deseo político, sino una crisis espiritual: Israel busca seguridad en un sistema humano en lugar de confiar en el gobierno de Dios. Este clamor por un rey marca la transición crucial de la teocracia, donde Dios es el verdadero Rey, a la monarquía, donde el trono humano se convierte en un símbolo de autoridad divina.
G.K. Beale en El Templo y la Misión de la Iglesia señala que el ciclo de los jueces muestra cómo Dios utiliza el juicio no solo como un medio para castigar el pecado, sino como una herramienta para llamar a Su pueblo al arrepentimiento y a la restauración. Cada juez que Dios levanta es una señal de que Su pacto de gracia sigue vigente, a pesar de la infidelidad de Israel. Esto nos recuerda que el juicio de Dios, aunque severo, nunca es el fin de la historia para Su pueblo; siempre está acompañado de una oferta de restauración.
C. La Misericordia de Dios en la Monarquía
C. La Misericordia de Dios en la Monarquía
En medio de este caos y anarquía de los jueces, surge la figura de Samuel, quien ocupa un lugar crucial en la transición de Israel de una confederación de tribus a un reino unificado. Como último juez de Israel, Samuel no solo lidera al pueblo durante un tiempo de crisis, sino que también establece las bases para la monarquía al ungir a Saúl y luego a David como reyes. Su rol es significativo no solo por su liderazgo político y espiritual, sino porque también actúa como intermediario entre Dios y el rey, asegurando que la monarquía permanezca bajo la autoridad divina.
Samuel no es simplemente un juez; es el primer profeta en un sentido formal dentro del marco de la monarquía, marcando el inicio de una nueva era en la historia de Israel. Como profeta, Samuel no solo proclama la palabra de Dios, sino que también desempeña un papel crítico en la estructuración de la monarquía bajo el control divino.
Unge a Saúl como el primer rey de Israel, pero también es el encargado de anunciarle su rechazo por parte de Dios debido a su desobediencia. Posteriormente, Samuel ungirá a David, quien se convertirá en el modelo de rey conforme al corazón de Dios. A través de Samuel, vemos cómo Dios no deja a la monarquía sin dirección espiritual; los reyes de Israel deben gobernar bajo la autoridad de Dios, y es a través de los profetas que Dios comunica Su voluntad.
Es por medio de los profetas que Dios promete a David que su linaje permanecerá para siempre y que de su descendencia vendrá un rey que establecerá un reino eterno (2 Samuel 7:12-16). Esta promesa es fundamental, ya que apunta directamente a la venida de Cristo, el Rey Mesiánico que cumple todas las promesas del pacto.
Sin embargo, la historia de la monarquía está plagada de infidelidad por parte de los reyes de Israel y Judá. Desde Saúl hasta los últimos reyes antes del exilio, vemos cómo muchos de ellos se apartan de Dios, llevando a la nación al borde de la destrucción. Estos reyes fueron incapaces de cumplir con el ideal del reino de Dios. Algunos reyes intentaron reformar al pueblo y volverlo a Dios, pero la mayoría cayeron en la idolatría y la injusticia, desviándose de la ley del Señor. A pesar de esto, Dios no anula Su promesa a David. Incluso en medio del juicio y el exilio, la gracia de Dios se manifiesta al preservar la línea davídica y al mantener viva la esperanza de un redentor por medio de los profetas.
Los profetas en la monarquía de Israel no eran simplemente figuras que predecían el futuro. Su rol principal era servir como guardianes del pacto, asegurándose de que tanto el rey como el pueblo permanecieran fieles a la ley de Dios. Morales señala que la función de los profetas se centraba en aplicar la ley al contexto presente, recordando al pueblo y a su liderazgo sus responsabilidades dentro del pacto y llamándolos al arrepentimiento cuando se desviaban.
En esta función, los profetas actuaban como la conciencia moral y espiritual de la nación. Ejemplos destacados incluyen a Natán, quien confronta al rey David por su pecado con Betsabé, y Elías, quien desafía la idolatría promovida por el rey Acab y la reina Jezabel. Los profetas no solo ofrecían advertencias, sino que también proclamaban las promesas de Dios, asegurando al pueblo que, a pesar de sus pecados, Dios permanecía fiel y ofrecería redención.
El ministerio profético, por tanto, era esencial para mantener la integridad del pacto y la justicia en Israel. A través de los profetas, Dios no solo juzgaba, sino que también ofrecía esperanza, apuntando hacia un futuro en el que la verdadera realeza y el sacerdocio perfecto serían realizados en Cristo.
Un momento importante para resaltar en la biblia es que sigue a la muerte de Salomón, en el que reino de Israel se divide en dos: Israel al norte y Judá al sur. Esta fractura no solo refleja tensiones políticas y sociales, sino que pone de manifiesto un profundo problema espiritual en la nación. Según la estructura del pacto revelada en Levítico 26, Dios pone ante Israel dos caminos, simbolizados por las dos cabras del Día de la Expiación: uno lleva a la vida, simbolizado por la comunión con Dios en Su casa, y el otro lleva a la muerte y el caos, representado por el chivo expiatorio enviado al desierto. Israel, al apartarse de Dios, elige el camino de la muerte, lo que lleva al caos y la eventual destrucción del reino.
La idolatría y la rebelión espiritual que caracterizan la historia de Israel son el hilo conductor de esta división y de la subsecuente decadencia. Como veremos, este camino de alejamiento de Dios no solo trae desintegración política, sino también un juicio divino que culmina en el exilio, un tipo de excomunión en la que la nación es alejada de la presencia de Dios, tal como Adán fue expulsado del Edén.
El primer rey del reino del norte, Jeroboam, temiendo perder la lealtad de su pueblo hacia el templo en Jerusalén, estableció centros de culto en Betel y Dan, donde erigió becerros de oro. Este acto no solo violó directamente el primer y segundo mandamientos, sino que también instauró un patrón de idolatría que sería imitado por los reyes posteriores de Israel. Este ciclo de pecado llevó a Israel a un estado de corrupción espiritual tan profundo que la única respuesta posible de Dios fue el exilio.
En esta narrativa, los profetas juegan un papel esencial. Profetas como Elías y Oseas no solo denuncian la idolatría del reino del norte, sino que también actúan como la voz de Dios en medio de un pueblo que se ha apartado de Él. Estos profetas sirven como la conciencia de la nación, recordándole al rey y al pueblo las estipulaciones del pacto y llamándolos al arrepentimiento.
Judá, aunque más resistente en su fidelidad a Dios, también sucumbe eventualmente a la idolatría y la injusticia. A pesar de los esfuerzos de reforma de algunos reyes como Ezequías y Josías, la nación no pudo evitar la misma suerte que Israel. El exilio a Babilonia en 586 a.C. fue un juicio divino que implicaba no solo la destrucción física del templo, sino también una separación de la presencia de Dios, similar al descenso al Seol, al reino de la muerte.
Sin embargo, en medio de este juicio, los profetas de Judá anunciaron la venida de un Rey justo que restauraría la relación entre Dios e Israel. Profetas como Isaías y Jeremías proclamaron la esperanza de un nuevo pacto y la venida de un Mesías, un rey del linaje de David que gobernaría con justicia. Isaías, en particular, habla de un “retoño del tronco de Jesé”, una figura mesiánica que traería justicia, paz, y restauración no solo a Israel, sino a todas las naciones. Este anuncio es crucial porque, mientras los reyes de Judá fallan en cumplir con el ideal del pacto davídico, la promesa de Dios permanece, asegurando que un descendiente de David siempre reinará, apuntando directamente a Cristo como el Rey mesiánico.
El exilio babilónico fue el punto culminante del juicio de Dios sobre Judá, marcado por la destrucción del templo, que era la morada de Dios en medio de Su pueblo. Este evento fue visto como el colapso del pacto, un descenso al Seol, al reino de la muerte. Sin embargo, incluso en esta oscuridad, los profetas anunciaron una restauración futura. Jeremías habló de un nuevo pacto, uno que no se basaría en la obediencia humana, sino en la gracia de Dios, un pacto en el que Dios escribiría Su ley en los corazones de Su pueblo. Este nuevo pacto sería mediado por un nuevo David, un rey que cumpliría todas las promesas de Dios y restauraría no solo a Israel, sino a todas las naciones.
Los profetas, en medio de este contexto de juicio, no solo trajeron palabras de condena, sino también de consuelo y esperanza. Sus mensajes apuntan hacia un futuro en el que Dios restaurará todas las cosas, un futuro en el que el Mesías, el Hijo de David, reinará en justicia y paz.
El exilio no fue el final de la historia de Israel. Los profetas anunciaron que Dios traería a Su pueblo de vuelta del exilio, uniendo a las naciones bajo el reinado de un Mesías justo. Este Mesías, Jesús, sufrió el exilio en la cruz, llevando los pecados de Su pueblo y asegurando su restauración. En Él, encontramos el cumplimiento de todas las promesas hechas a Israel, la esperanza de una restauración completa y eterna.
Sección: Los Profetas Posteriores - El Llamado a la Fidelidad y la Promesa del Redentor
Sección: Los Profetas Posteriores - El Llamado a la Fidelidad y la Promesa del Redentor
I. Introducción a los Profetas Posteriores
Los Profetas Posteriores, que incluyen libros como Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Profetas Menores, no solo narran eventos históricos, sino que interpretan y aplican la Ley de Dios a la situación concreta del pueblo de Israel. Estos profetas, a menudo llamados “heraldos del pacto”, juegan un papel crucial en la historia de la redención al recordar al pueblo de Dios las implicaciones de su llamamiento pactual y al proyectar la esperanza de un futuro redentor.
A. El Rol de los Profetas como Heraldos del Pacto
Los profetas no son simplemente mensajeros que anuncian juicio o bendición; son intérpretes de la Ley y de la historia de Israel a la luz del pacto de Dios. Miles Van Pelt en A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament describe a los profetas como “los abogados del pacto”, encargados de llamar al pueblo de Dios de regreso a la fidelidad pactual. A través de sus mensajes, los profetas interpretan la historia en términos de la relación pactual entre Dios e Israel, subrayando las bendiciones de la obediencia y las maldiciones de la desobediencia, tal como fueron expuestas en Deuteronomio.
B. El Contexto del Exilio y la Esperanza de Restauración
Los Profetas Posteriores ministraron en un período, cuando la nación enfrentaba el juicio de Dios en forma de exilio. El exilio de Israel fue uno de los eventos más devastadores en la historia del pueblo de Dios, un símbolo de la ruptura de la comunión con Yahvé debido a la desobediencia persistente de la nación. Este evento puede ser entendido como un descenso al Seol, una metáfora que evoca muerte y alejamiento de la vida y la bendición de Dios. El exilio de Israel a Babilonia, en particular, representó una especie de “muerte nacional” en la que fueron arrancados de su tierra prometida y esparcidos entre las naciones.
La caída de Samaria y Jerusalén, y el exilio en Asiria y Babilonia, fueron el cumplimiento de las advertencias de juicio debido a la infidelidad del pueblo. Sin embargo, los profetas no solo proclaman juicio; su mensaje está saturado de esperanza y restauración. Dios por medio de ellos les prometió un camino de regreso, una restauración que se describe en términos de un nuevo éxodo, un viaje de ascenso que culmina en el Monte Sión, donde Dios habitará nuevamente con Su pueblo. Este regreso es una imagen poderosa, no solo de un retorno físico a la tierra, sino de una restauración espiritual a la comunión con Dios.
El libro de Isaías captura esta promesa de restauración cuando dice: “Como un pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11). Esta imagen del pastor es recurrente en la Escritura, simbolizando a Dios guiando a Su pueblo de vuelta a Su presencia.
L. Michael Morales, en su obra “Who Shall Ascend the Mountain of the Lord?”, describe este retorno como un viaje cosmogónico, similar al ascenso de Israel desde Egipto hasta el Monte Sinaí. Este patrón se repite en el regreso de Israel desde Babilonia hasta el Monte Sión, representando un retorno a la vida desde la muerte del exilio. Morales señala que las imágenes de “ser traído de vuelta”, “reunido”, “asentado” y “plantado” en el monte de Dios son fundamentales para entender la esperanza de Israel en la restauración.
En este sentido, la restauración es descrita en términos pastorales, como un pastor que reúne a su rebaño. Este tema es central en el Salmo 23: “El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”. Aquí, el salmista expresa la confianza en que Dios lo llevará a un lugar de descanso y seguridad, lo cual se cumple en la restauración de Israel a la tierra prometida.
El exilio se entendía como una especie de muerte espiritual para Israel. Jeremías, por ejemplo, lo describe en términos de luto y desesperación: “Por cuanto mi pueblo es necio, no me conocieron; hijos ignorantes son, y no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron” (Jeremías 4:22). Sin embargo, los profetas también anunciaron que este estado de muerte no sería el fin de Israel. Dios traería a Su pueblo de vuelta, no solo a la tierra, sino a la vida, mediante una renovación espiritual.
Ezequiel 37, con la visión de los huesos secos, es quizás la ilustración más clara de esta resurrección espiritual. En la visión, Dios dice: “Así dice Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis” (Ezequiel 37:5). Esta resurrección es un tipo del retorno de Israel a la tierra, pero también de una restauración más profunda, donde Dios les dará un nuevo corazón y pondrá Su Espíritu dentro de ellos (Ezequiel 36:26-27).
Morales destaca que esta restauración espiritual es clave para entender el retorno del exilio. No es solo un regreso físico, sino una recreación del pueblo de Dios, donde aquellos que estaban espiritualmente muertos son revividos por el Espíritu de Dios.
El retorno del exilio no solo marcaba un regreso físico, sino que también anunciaba la inauguración de un nuevo pacto. Jeremías profetiza este nuevo pacto en Jeremías 31:31-34, donde Dios promete escribir Su ley en los corazones de Su pueblo: “Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. Este nuevo pacto es una promesa de transformación interior, un cambio radical en la relación entre Dios e Israel.
Geerhardus Vos, en su obra sobre la escatología bíblica, señala que este nuevo pacto es fundamental para entender la redención final. A diferencia del pacto mosaico, que fue quebrantado por Israel, el nuevo pacto sería inquebrantable, asegurado por la fidelidad de Dios y sellado con la sangre de Cristo (Lucas 22:20).
Este nuevo pacto, profetizado en el Antiguo Testamento, se cumple en Cristo, quien como el Siervo sufriente de Isaías, lleva sobre sí mismo el exilio y la muerte de Su pueblo, y mediante Su resurrección, inaugura el nuevo éxodo que lleva a Su pueblo a la presencia de Dios (Isaías 53:4-5).
El regreso del exilio babilónico no cumplió completamente las expectativas proféticas. Aunque Israel regresó a su tierra, el segundo templo carecía de la gloria del primero, y la nación continuaba luchando espiritualmente. Esto llevó a una expectativa continua de una restauración futura, una esperanza que se centraba en la venida de un nuevo David, un Mesías que establecería un reino de justicia y paz.
Los profetas como Isaías y Daniel vislumbraron un tiempo futuro cuando Dios establecería Su reino de manera definitiva. Isaías 65:17-18, por ejemplo, habla de “nuevos cielos y nueva tierra”, donde el sufrimiento y el dolor serán eliminados. Daniel 7 presenta la visión del “Hijo del Hombre”, quien recibirá un reino eterno, aplastando los reinos del mundo y estableciendo la justicia divina.
Morales y Vos destacan que esta expectativa escatológica es un componente esencial del mensaje profético. El regreso del exilio es solo un preludio del nuevo éxodo escatológico, que culminará en la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra, donde Dios habitará con Su pueblo para siempre (Apocalipsis 21:1-3).
La Esperanza en Medio del Exilio
El período postexílico fue un tiempo de reflexión profunda para el pueblo de Israel. Después de haber experimentado el juicio de Dios a través del exilio babilónico, la esperanza de Israel se centró en la promesa de un retorno y una restauración. Sin embargo, al regresar a Jerusalén y comenzar la reconstrucción del templo, pronto se dieron cuenta de que las promesas proféticas de gloria y restauración no se cumplían de manera inmediata ni literal. La comunidad postexílica vivió en una realidad llena de desafíos, y es en este contexto donde la literatura postexílica se convierte en un testimonio de la lucha por entender el propósito de Dios para Israel.
Los libros de Esdras, Nehemías, Hageo, Zacarías, y Malaquías reflejan esta lucha y el anhelo de un cumplimiento más profundo y completo de las promesas divinas. Esta literatura no solo documenta los esfuerzos de reconstrucción, sino que también expresa una creciente expectativa de algo mayor, algo que iría más allá de la mera restauración física del templo y la ciudad. Aquí es donde la esperanza mesiánica toma forma, una esperanza que se entrelaza con la realización del Nuevo Pacto, prometido por los profetas y cumplido en Cristo.
Después de setenta años en el exilio, el pueblo de Israel finalmente regresó a su tierra, un evento que en sí mismo fue visto como una señal del favor de Dios y del cumplimiento de las promesas proféticas. Sin embargo, el regreso no trajo consigo la plenitud de la gloria esperada. El templo reconstruido bajo Zorobabel fue un pálido reflejo del templo de Salomón, y la gloria de Dios no descendió para habitar en él como lo había hecho en tiempos pasados. Esta situación generó una profunda desilusión en la comunidad, y muchos comenzaron a cuestionar si las promesas de restauración se cumplirían alguna vez.
El profeta Hageo, predicando en este contexto, alentó al pueblo a no desmayar. En Hageo 2:9, él proclama que “la gloria de esta casa postrera será mayor que la de la primera”. Morales, en su obra sobre el desarrollo del culto en Israel, destaca que esta declaración apunta a un cumplimiento que trasciende lo físico. La promesa de Hageo no se refería simplemente a la estructura del templo, sino a una futura manifestación de la gloria de Dios en un templo que superaría todas las expectativas anteriores. Este nuevo templo no sería hecho de manos humanas, sino que sería el lugar donde Dios mismo habitaría de manera definitiva con su pueblo.
El profeta Zacarías, contemporáneo de Hageo, también ofrece visiones que alimentan la esperanza mesiánica. Zacarías 6:12-13 presenta la figura del “Renuevo”, un título mesiánico que señala a un futuro rey-sacerdote que edificará el templo del Señor y reinará en justicia. Este Renuevo, identificado como el Mesías davídico, no solo restauraría el templo, sino que establecería un reino de paz y prosperidad que abarcaría todas las naciones. La visión de Zacarías incluye una dimensión escatológica, donde el Renuevo no solo restaura físicamente a Israel, sino que también cumple la promesa de un reino eterno.
Morales subraya que esta profecía del Renuevo es una de las expresiones más claras de la esperanza mesiánica en la literatura postexílica. El Renuevo no solo representa a un rey humano, sino que es una figura que apunta directamente a Cristo, quien en el Nuevo Testamento es presentado como el verdadero templo (Juan 2:19-21) y el sumo sacerdote que intercede por su pueblo. La esperanza postexílica, por tanto, comienza a moverse hacia una expectativa de un cumplimiento que trasciende lo meramente terrenal, señalando hacia la venida del Mesías como el clímax de la historia redentora.
El último de los profetas postexílicos, Malaquías, cierra el canon del Antiguo Testamento con una advertencia y una promesa. En Malaquías 3:1, se anuncia la venida de un mensajero que preparará el camino para el Señor. Este mensajero, identificado en el Nuevo Testamento como Juan el Bautista, prepara el camino para el Mesías, quien vendrá a purificar a su pueblo y a establecer el reino de Dios. La promesa de Malaquías de que “el Señor vendrá a su templo” (Malaquías 3:1) resuena con la expectativa de una manifestación divina que supera las sombras y tipos del Antiguo Testamento.
Vos, en su análisis de la revelación progresiva, observa que la profecía de Malaquías prepara el escenario para la venida de Cristo, quien es la plenitud de la revelación divina. La expectativa del mensajero y la venida del Señor al templo no se cumple plenamente en el período postexílico, sino que apunta hacia la encarnación, donde Dios mismo viene a habitar entre su pueblo en la persona de Jesucristo.
Conclusión: Los Profetas Posteriores como Voz del Pacto y la Esperanza
En resumen, los Profetas Posteriores no solo interpretan la historia de Israel, sino que la proyectan hacia el cumplimiento final del pacto en Cristo. A través de sus mensajes de juicio y restauración, nos muestran que Dios es fiel a Sus promesas, y que Su gracia es suficiente para restaurar incluso al más pecador.
Para nosotros, como consejeros bíblicos, estos mensajes son una fuente de sabiduría y esperanza. Nos recuerdan que el pecado nunca tiene la última palabra, porque Dios ha prometido un redentor que trae restauración y vida nueva. Al avanzar hacia los Escritos (Ketuvim) en nuestra próxima sección, veremos cómo el pueblo de Dios vivió esta esperanza en la vida práctica y espiritual bajo el pacto.
Sección: Los Escritos (Ketuvim) - Vida Práctica y Espiritual bajo el Pacto
Sección: Los Escritos (Ketuvim) - Vida Práctica y Espiritual bajo el Pacto
I. Introducción a los Escritos (Ketuvim)
Los Escritos, conocidos en hebreo como Ketuvim, constituyen la tercera sección de la Biblia hebrea y comprenden una variedad de géneros literarios, incluyendo poesía, sabiduría, y narrativas históricas. Estos libros, que incluyen Salmos, Proverbios, Job, Rut, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías, y Crónicas, entre otros, no solo reflejan la historia del pacto, sino que ofrecen modelos sobre cómo vivir una vida en comunión con Dios dentro del marco pactual.
A diferencia de la narrativa histórica y profética, los Escritos se centran más en la experiencia cotidiana del creyente, explorando temas como la adoración, la sabiduría práctica, el sufrimiento, y la fidelidad en medio de la adversidad.
Miles Van Pelt en A Biblical-Theological Introduction to the Old Testament señala que los Escritos proporcionan un enfoque en la “vida bajo el pacto,” mostrando cómo los principios de la Ley y los mensajes de los Profetas se aplican en la vida diaria del pueblo de Dios.
II. Temas Clave en los Escritos
A. Adoración y Comunión con Dios (Salmos)
El libro de los Salmos, una colección de cánticos y oraciones, es fundamental para entender la vida espiritual del pueblo de Dios. Los Salmos expresan una amplia gama de emociones humanas, desde la alabanza jubilosa hasta el lamento profundo, y muestran cómo la adoración es central en la vida del creyente.
Los Salmos no solo enseñan cómo adorar a Dios, sino que también ofrecen una teología rica sobre la soberanía, la justicia, la misericordia, y la fidelidad de Dios. El Salmo 1, por ejemplo, presenta un contraste entre el justo y el impío, subrayando que la verdadera bendición proviene de deleitarse en la Ley del Señor. El Salmo 23, uno de los más conocidos, describe a Dios como el Pastor que guía, protege y provee para Su pueblo, una imagen que resuena profundamente en la vida del creyente bajo el pacto.
B. Sabiduría y Vida Práctica (Proverbios y Eclesiastés)
Los libros de Proverbios y Eclesiastés abordan la sabiduría práctica y la reflexión sobre el sentido de la vida. Proverbios ofrece instrucciones claras sobre cómo vivir de manera que honre a Dios, abordando temas como el trabajo, la familia, la honestidad, y la justicia. El lema de Proverbios, “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Proverbios 1:7), encapsula la idea de que la verdadera sabiduría comienza con una relación correcta con Dios.
Por otro lado, Eclesiastés reflexiona sobre la vanidad de la vida “debajo del sol,” y nos lleva a la conclusión de que, aunque muchas cosas en la vida pueden parecer fútiles, el propósito final del hombre es “temer a Dios y guardar sus mandamientos” (Eclesiastés 12:13). Este libro nos recuerda que, en última instancia, la vida solo tiene sentido cuando se vive en obediencia a Dios y bajo Su soberanía.
C. Sufrimiento y Fidelidad (Job y Lamentaciones)
El libro de Job aborda el problema del sufrimiento y la soberanía de Dios. Job, un hombre justo, sufre grandes calamidades y se enfrenta a preguntas profundas sobre el sufrimiento y la justicia divina. Aunque Job no recibe respuestas directas a sus preguntas, la conclusión del libro subraya que Dios es soberano y digno de confianza, incluso cuando no entendemos Sus caminos.
Lamentaciones, un poema que llora la destrucción de Jerusalén, refleja la desesperación del pueblo de Dios en medio del juicio. Sin embargo, en medio de este lamento, encontramos una declaración de esperanza: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22). Este libro nos enseña que, aun en los momentos más oscuros, podemos aferrarnos a la misericordia y la fidelidad de Dios.
D. Fidelidad y Providencia en la Historia (Rut, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas)
Los libros históricos dentro de los Escritos, como Rut, Ester, Daniel, y Esdras-Nehemías, nos muestran cómo la fidelidad de Dios se manifiesta en medio de las circunstancias más difíciles. En Rut, vemos cómo Dios, a través de Su providencia, preserva la línea davídica mediante la fidelidad de Rut y Booz. Ester relata la historia de cómo Dios preserva a Su pueblo en medio de una amenaza existencial, aunque Su nombre nunca sea mencionado explícitamente.
Daniel nos presenta un ejemplo de fidelidad bajo persecución, y cómo Dios honra y protege a aquellos que son fieles a Su pacto, incluso en un contexto de opresión extranjera. Esdras-Nehemías y Crónicas, por otro lado, narran la restauración del pueblo de Dios después del exilio, subrayando el tema de la fidelidad de Dios a Su pacto y Su promesa de restaurar a Su pueblo.
III. Aplicaciones para la Consejería Bíblica
Los Escritos ofrecen una gran riqueza para la consejería bíblica, proporcionando ejemplos concretos de cómo los creyentes pueden vivir de acuerdo con la voluntad de Dios en diversas circunstancias.
A. Uso de los Salmos en la Consejería Espiritual
Los Salmos son una herramienta poderosa en la consejería espiritual. Pueden ser usados para ayudar a las personas a expresar sus emociones ante Dios, ya sea en alabanza, lamento, o súplica. El Salmo 23, por ejemplo, es frecuentemente usado para ofrecer consuelo en momentos de angustia, recordando a los aconsejados que Dios es su Pastor, que está con ellos en los valles oscuros, y que Su bondad y misericordia los seguirán todos los días de sus vidas.
B. Proverbios y Eclesiastés como Guías para la Vida Práctica
En la consejería, los libros de Proverbios y Eclesiastés pueden ser utilizados para guiar a las personas en la toma de decisiones sabias y en la reflexión sobre el propósito de sus vidas. Proverbios ofrece principios prácticos para la vida diaria, mientras que Eclesiastés desafía a las personas a considerar lo que realmente importa en la vida: temer a Dios y guardar Sus mandamientos.
C. Job y Lamentaciones en el Ministerio del Sufrimiento
El libro de Job es esencial en la consejería para aquellos que están sufriendo. Ayuda a los aconsejados a comprender que el sufrimiento no siempre es un castigo por el pecado y que Dios es digno de confianza, incluso cuando no entendemos Sus caminos. Lamentaciones, por otro lado, puede ser una fuente de esperanza para aquellos que se encuentran en situaciones de desesperación, recordándoles que la misericordia de Dios es nueva cada mañana.
D. Ejemplos de Fidelidad en Circunstancias Difíciles
Los libros históricos como Rut, Ester, y Daniel ofrecen ejemplos inspiradores de fidelidad en medio de pruebas y desafíos. Estos relatos pueden ser utilizados en la consejería para animar a los creyentes a confiar en la providencia de Dios, incluso cuando las circunstancias parecen estar en su contra. Estos ejemplos también nos recuerdan que Dios tiene un propósito en cada situación y que Él es fiel para cumplir Sus promesas.
IV. Conclusión: Los Escritos como Guía para la Vida bajo el Pacto
En conclusión, los Escritos proporcionan una guía práctica y espiritual para vivir bajo el pacto de Dios. Nos enseñan cómo aplicar los principios de la Ley y los mensajes de los Profetas en la vida diaria, y nos muestran que, en medio de las alegrías, los desafíos, y las tragedias de la vida, Dios sigue siendo fiel. Para nosotros, como consejeros bíblicos, estos textos son una fuente invaluable de sabiduría y consuelo, y deben ser utilizados para guiar a aquellos a quienes ministramos hacia una vida que refleje el carácter de Cristo y que esté en comunión con Dios.
Conclusión: El Clímax de la Historia Redentora y la Realización del Nuevo Pacto
A lo largo de nuestras sesiones sobre teología bíblica del Antiguo Testamento, hemos recorrido la narrativa que Dios ha trazado desde la creación hasta la promesa de un Nuevo Pacto. Hemos visto cómo cada paso en la historia redentora de Israel apunta hacia un cumplimiento más grande en la persona de Jesucristo. Desde los sacrificios y el sistema del templo hasta las promesas proféticas y la esperanza mesiánica, todo converge en la obra redentora de Cristo.
La literatura postexílica y la esperanza mesiánica no son simplemente una fase en la historia de Israel, sino el preludio del clímax de la revelación de Dios en Cristo. En Jesús, el Nuevo Pacto se establece, trayendo consigo la redención, la renovación, y la promesa de una nueva creación donde Dios habitará con su pueblo para siempre.
Este clímax de la historia redentora no solo nos da un marco para entender las Escrituras, sino que también nos equipa para la vida y el ministerio. En la consejería bíblica, podemos utilizar estas verdades para guiar a otros a través de sus luchas y hacia la plenitud de vida en Cristo. Podemos recordarles que la historia de Dios no ha terminado y que, al final, todos los redimidos se unirán en la nueva Jerusalén, adorando y viviendo en la presencia de Dios por la eternidad.
Como concluye G.K. Beale en su obra sobre la presencia de Dios en la Biblia, la narrativa bíblica no es simplemente una historia que se cuenta; es una historia en la que estamos involucrados, una historia que define nuestra identidad y destino en Cristo. El estudio de la teología bíblica nos muestra que no estamos solos en nuestras luchas, sino que formamos parte de una comunidad redimida que espera con ansias la consumación final del reino de Dios.
Al cerrar esta serie de clases, los animo a continuar profundizando en la Palabra de Dios, viendo cada libro, cada profecía, y cada promesa a la luz de Cristo y el Nuevo Pacto. Como consejeros bíblicos, llevamos esta historia en nuestros corazones, y es nuestra tarea compartirla con aquellos que están buscando la esperanza y la redención que solo se encuentra en Cristo Jesús.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes mientras continúan la carrera de la fe, sabiendo que el fin de la historia es la vida eterna en la presencia gloriosa de nuestro Dios.
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Ejemplo de Consejería Bíblica: Abordando la Impureza Sexual desde una Perspectiva Teológica Bíblica
I. Introducción: El Quebrantamiento del Pacto y la Necesidad de Restauración
La impureza sexual no es simplemente una falta moral, sino un grave quebrantamiento del pacto que el creyente ha hecho con Dios. La Ley de Dios, revelada en los primeros cinco libros de la Biblia, es la norma de vida que Dios ha dado a Su pueblo para vivir en santidad y en comunión con Él. Al transgredir esta Ley, el creyente no solo peca contra Dios, sino que profana el pacto que Dios ha establecido con él. La única respuesta adecuada es el arrepentimiento y el regreso a Dios a través de Cristo, quien ha cumplido la Ley y mediado un nuevo pacto.
Cita Bíblica: Éxodo 20:14 - “No cometerás adulterio.”
II. La Consejería Pneutética: Proceso y Aplicación Integrando la Ley, los Profetas y los Escritos
A. Implicación e Inspiración: Reconociendo el Quebrantamiento del Pacto según la Ley
I. El Quebrantamiento del Pacto y la Necesidad de Restauración
El pecado, particularmente en casos de impureza sexual, no es simplemente una transgresión moral; es una grave violación del pacto que Dios ha establecido con Su pueblo. Desde el principio, Dios trató con la humanidad a través de pactos, comenzando con Adán y extendiéndose a través de Noé, Abraham, Moisés y David. Cada uno de estos pactos subraya la fidelidad de Dios y la necesidad de obediencia por parte del hombre. Al pecar, el hombre quebranta un pacto sagrado, apartándose de la relación que Dios ha diseñado para su bien y para Su gloria.
A. La Ley como Norma de Vida: Violación del Pacto en la Impureza Sexual
La Ley, dada a través de Moisés, es la norma divina que revela el carácter santo de Dios y Su voluntad para la vida de Su pueblo. El mandamiento de “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14) es una expresión directa del pacto de Dios, exigiendo lealtad y pureza de parte de Su pueblo. Cuando una persona cae en impureza sexual, está transgrediendo esta norma divina, rechazando la autoridad de Dios y profanando Su santidad. Este acto de desobediencia representa una ruptura directa en la relación pactual con Dios.
Cita Bíblica: Éxodo 20:14 - “No cometerás adulterio.”
Según David Powlison en su obra sobre adicción sexual, la lucha contra la impureza sexual no es solo una batalla contra el comportamiento externo, sino contra los deseos internos que desprecian la Ley de Dios. La concupiscencia, como describe Santiago 1:14-15, nace en el corazón y se convierte en pecado, lo que a su vez lleva a la muerte espiritual. Este proceso es una clara manifestación de la ruptura del pacto con Dios.
Cita Bíblica: Santiago 1:14-15 - “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”
B. Los Profetas como Historia del Pacto: Consecuencias del Quebrantamiento
Los Profetas, como intérpretes de la historia del pacto, nos muestran repetidamente cómo el pecado del pueblo de Dios, especialmente en áreas como la impureza sexual, resulta en graves consecuencias. En Oseas, el adulterio espiritual de Israel es un símbolo de su infidelidad a Dios, lo que trae juicio sobre la nación. Este juicio no es solo una respuesta a la transgresión de normas morales, sino a la ruptura del pacto con Dios.
Cita Bíblica: Oseas 4:1-2 - “Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra, porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden.”
David Powlison enfatiza que la impureza sexual, vista a través de la lente de los Profetas, no solo es un pecado individual, sino una ofensa contra la comunidad de pacto y contra Dios mismo. El juicio de Dios, como se ve en la historia de Israel, es un recordatorio de que el pecado trae consecuencias que pueden extenderse más allá del individuo, afectando a toda la comunidad.
C. Los Escritos como Guía para el Arrepentimiento: Volviendo al Pacto con Dios
Los Escritos, especialmente los Salmos y Proverbios, ofrecen una guía clara sobre cómo traer nuestro pecado delante de Dios en arrepentimiento. El Salmo 51, por ejemplo, es la oración de un hombre que reconoce que ha quebrantado el pacto con Dios a través del pecado sexual y busca la restauración de su relación con Dios.
Cita Bíblica: Salmo 51:1-2 - “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.”
Powlison señala que el arrepentimiento comienza cuando la persona reconoce no solo la gravedad de su pecado, sino también su desesperada necesidad de la gracia de Dios. Este reconocimiento es el primer paso hacia la restauración del pacto, y es solo a través de la misericordia de Dios que la restauración es posible.
Cita Bíblica: Proverbios 28:13 - “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
Conclusión: La Restauración del Pacto a través de Cristo
El quebrantamiento del pacto es una ofensa grave ante Dios, pero la teología bíblica nos enseña que hay esperanza y restauración a través de Cristo. La Ley revela nuestra culpa, los Profetas nos muestran las consecuencias del pecado y nos llaman al arrepentimiento, y los Escritos nos guían en la confesión y la búsqueda de la ayuda divina. En Cristo, quien es el mediador del nuevo pacto, encontramos el perdón y la fuerza para restaurar nuestra relación con Dios.
Cita Bíblica: Hebreos 8:10 - “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel desp
B. Investigación e Interpretación: Diagnosticando el Apartamiento a la Luz de los Profetas
Al investigar la situación del aconsejado, usamos los Profetas para mostrar cómo la historia de Israel ilustra las consecuencias de apartarse de Dios y de Su Ley. Por ejemplo, en Oseas, vemos cómo la infidelidad de Israel es comparada con la infidelidad conyugal, y cómo esta conducta trae juicio y separación de la presencia de Dios. Ayudamos al aconsejado a ver que su impureza sexual tiene consecuencias graves, no solo para su vida personal, sino también para su relación con Dios y con Su iglesia.
Cita Bíblica: Oseas 4:1-2 - “Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra, porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden.”
C. Instrucción e Inducción: Usando los Escritos para Guiar el Arrepentimiento y la Renovación
Los Escritos, especialmente los Salmos y Proverbios, nos enseñan cómo traer nuestro pecado delante de Dios en arrepentimiento y cómo buscar Su ayuda, sabiduría, y dirección para andar en justicia. Guiamos al aconsejado a utilizar estos textos en su proceso de arrepentimiento y renovación, animándolo a orar los Salmos como un medio para confesar su pecado y buscar la restauración de su relación con Dios.
Cita Bíblica: Salmo 51:1-2 - “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.”
III. Despojar, Renovar y Revestir: Restaurando la Comunión con Dios según la Teología Bíblica
A. Despojarse del Pecado: Abandonando la Infidelidad Pactual según la Ley
Ayudamos al aconsejado a identificar y despojarse de todos los hábitos, pensamientos y circunstancias que han contribuido a su impureza sexual. Esto incluye el arrepentimiento genuino y el alejamiento de cualquier situación que lo lleve a pecar. El despojarse es un acto de obediencia a la Ley de Dios, reconociendo la gravedad del pecado y buscando activamente vivir conforme a Su voluntad.
Cita Bíblica: Efesios 4:22 - “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos.”
B. Renovar la Mente: Meditando en la Palabra como lo Enseñan los Profetas y los Escritos
Guiamos al aconsejado a renovar su mente meditando en la Palabra de Dios, usando los Profetas y los Escritos para recordar la fidelidad de Dios y Su promesa de restauración. Esto incluye leer y reflexionar en pasajes que hablen de la gracia de Dios, el poder del arrepentimiento, y la promesa de un nuevo corazón y espíritu, como se describe en Ezequiel 36:26-27.
Cita Bíblica: Ezequiel 36:26-27 - “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”
C. Revestirse de Santidad: Andando en Justicia con la Sabiduría de los Escritos
Finalmente, ayudamos al aconsejado a revestirse de santidad, adoptando prácticas que lo ayuden a andar en justicia y en la sabiduría que proviene de la Palabra de Dios. Esto incluye la oración, el estudio constante de la Escritura, y la búsqueda de sabiduría divina para enfrentar tentaciones y vivir una vida que honre a Dios.
Cita Bíblica: Proverbios 3:5-6 - “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”
IV. Aplicación y Seguimiento: Manteniendo la Fidelidad al Pacto
El seguimiento es clave para asegurar que el aconsejado continúe viviendo de acuerdo con la Ley de Dios, recordando las advertencias de los Profetas y aplicando la sabiduría de los Escritos. Esto implica establecer reuniones regulares, fomentar la rendición de cuentas, y mantener una vida activa en la comunidad de fe que lo apoye en su camino de restauración y santidad.
V. Conclusión: La Gracia del Nuevo Pacto en Cristo
Cerramos la sesión recordando al aconsejado que, aunque ha quebrantado el pacto, la gracia de Dios en Cristo ofrece restauración completa. Cristo, como el mediador del nuevo pacto, ha cumplido la Ley en nuestro lugar y nos da el poder para vivir una vida santa y en comunión con Dios. Esta verdad debe ser el fundamento de su esperanza y la motivación para seguir luchando contra el pecado y viviendo para la gloria de Dios.
Cita Bíblica: Romanos 8:1-2 - “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”