Principios biblicos de descipulado.

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INTRODUCCION
LLAMADOS A SER DISCIPULOS
El Señor les dijo “Síganme” (Juan 1:43; Lucas 5:27). Ellos abandonaron sus redes, sus barcas y sus hogares para emprender un peregrinaje que sorprendería al mundo. Multitudes rodearon al Señor Jesús, pero esto no parecía impresionarle. La mayor parte de su precioso tiempo lo usó con individuos que él había llamado y que llegaron a ser conocidos como discípulos. Este era únicamente un llamado para seguirle. “Venid en pos de mí”, fueron sus palabras (Marcos 1:17, 20). La gran causa era el Señor mismo en persona. Él era el objeto principal, la única atracción.
Su llamado al discipulado fue primeramente dado a los Doce, después a los Setenta (Lucas 10:1), y de allí entregado para su proclamación a través de todo el mundo. Esto es lo que se conoce como la Gran Comisión, que les fue dada sobre un monte alto de Galilea: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19). Observemos que todos los creyentes son llamados a ser discipulados y a discipular, no solamente un grupo selecto de los hermanos más devotos. Es una llamada para todo lo que son y todo lo que poseen. Los principios del discipulado capacitan al creyente para vivir correctamente para Dios, y así influir en su comunidad, en la nación y en el mundo entero. Este es el plan de Dios para alcanzar a la humanidad con el mensaje del evangelio, usando el método de preparar a hombres y mujeres para que lleguen a ser discípulos que verdaderamente representen al Salvador en el mundo.
Origen del discipulado
La palabra “discípulo” se usaba desde mucho antes del tiempo del Señor Jesús. Se aplicaba a cualquiera que profesaba seguir a un maestro.
Es mencionada varias veces en los cuatro Evangelios, de igual manera que la palabra “imitar”, con la cual está frecuentemente conectada. La última de éstas se usa en otras partes del Nuevo Testamento: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1°Corintios 11:1; Efesios 5:1; 1° Tesalonicenses 1:6).
a) “Un discípulo no es meramente uno que aprende, sino un partidario; de ahí que se les mencione como imitadores de su maestro (Juan 8:31; 15:8)” (W. E. Vine, Diccionario Expositivo).
b) “Esto implica que la persona no sólo acepta las opiniones del maestro, sino que también las practica como un partidario” (International Standard Bible Enciclopedia).
c) “Uno que está total y completamente sometido a la Persona de Jesucristo y su Palabra… Reconoce su derecho a gobernar su vida y está completamente a su disposición… No queda la posibilidad de retener ciertos derechos para sí mismo” (Dwight Pentecost).
d) “Un discípulo es un cristiano que está creciendo en conformidad a Cristo, lleva fruto en el evangelismo y trabaja para conservar su fruto”. (Gary Kuhne, La dinámica del cuidado personal de nuevos creyentes). A esto se le podría llamar una definición funcional de discípulo.
Obviamente, estas definiciones implican algo más que profesar ser un cristiano y asistir regularmente a las reuniones de la iglesia. Encierran las cualidades especificadas por el Señor para los que desean ser verdaderamente sus discípulos. Se trata de ser más que salvos del pecado.
(Lucas 14:25, 26). Rendir la propia vida, sacrificar todo por él es algo que no tiene atractivo para la carne. Nuestro estilo de vida fácil, la comodidad y el deseo de agradarnos a nosotros mismos, es contrario al espíritu del discipulado.
2. ES ALGO LIMITADO A LOS DOCE O PARA LOS DEVOTOS EXCEPCIONALES. La Gran Comisión se dio para todas las naciones. El Señor Jesús habló de discipulado a las multitudes. Nuestra misión es hacer discípulos.
La orden que dio hace 2000 años debería de tomarse en serio hoy en día también. Debemos llamar tanto a hombres como a mujeres a “tomar su cruz” y a “negarse a sí mismo”. Sólo responderán unos pocos en verdad, tal como en aquellos días. Pero estos pocos pueden llegar a ser poderosos instrumentos de Dios para “enderezar el mundo”, al menos en la esfera donde ellos viven.
Si el Señor Jesucristo te dijera hoy: “Sígueme”, ¿Lo harías? ¿Te unirías a él en la Gran Comisión para ser su discípulo, tener una vida cambiada radicalmente, dedicarte a aprender de él cómo vivir una vida que agrada a Dios, proclamar el evangelio y hacer discípulos? ¿O serán pronunciadas las palabras: “no puede ser mi discípulo”, porque tú le rechazaste? ¿Quieres solamente creer en Cristo, o de verdad quieres seguirle?
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Son sencillas invitaciones que hizo el Señor para cualquiera que desea ir a él y obtener descanso, paz, perdón y vida eterna. Para experimentar la salvación uno tiene que ejercer su voluntad yendo al Señor como un perdido y arrepentido pecador (Lucas 19:10; Juan 1:12). Y siendo que el llamado del evangelio es también a ser “verdaderos discípulos”, existen unos requisitos estrictos. Si estos requisitos no se reflejan, “no puede ser mi discípulo”, dijo el Señor (Lucas 14:26, 27, 33).
Sin duda, estos requisitos son costosos. Son la demanda de una total sumisión a la autoridad del Señor Jesucristo sin la retención de ningún derecho para sí mismo. El aceptar estas condiciones no tiene el propósito de ser un mérito para la salvación. No existe ninguna indicación en la Escritura de que debamos ganarnos el amor de Dios por ser verdaderos discípulos. La salvación y el discipulado son voluntarios, pero uno no puede escoger ser salvo y no ser discípulo, porque ser salvo es ser discípulo. Aquellos que respondan al Señor de esta manera están expresando confianza en su sabiduría y están sometiendo a él sus vidas como una obra de amor y devoción.
El éxito en la variedad de intereses de esta vida es la mayor preocupación de este mundo. Profesiones, deportes, los negocios y esferas sociales son áreas en las cuales las demandas extremas están hechas para que la gente logre un destacado reconocimiento. Un atleta debe entrenarse corriendo al menos 50 millas cada día. Un hombre en su trabajo debe trabajar días de 16 horas laborales los siete días de la semana. Los músicos practican muchas horas cada día dentro de un largo período de muchos años, y aún durante toda la vida.
El verdadero triunfo espiritual, del que habla la Palabra de Dios, viene de la fuerza y el coraje de una estricta obediencia y meditación diaria en la misma Palabra (Josué 1:7–8). Este es el libro que nos recuerda las costosas demandas del verdadero discipulado, dichas por el Señor Jesucristo.
Una de las grandes secciones del discipulado se encuentra en Lucas 14. Los críticos religiosos de nuestro Señor han renunciado el ir a él (vs. 1–14). Entonces él les cuenta la parábola de la Gran Cena (vs. 16–24). Muchos habían sido invitados, pero respondieron dando varias excusas sin fundamento. Obviamente, la parábola fue dicha con referencia a las vanas excusas de los críticos para no recibir al Señor. Entonces, el amo en la parábola ordenó a sus siervos que fueran por los caminos y trajeran a los pobres e inválidos a su cena. Esto era una referencia obvia a los despreciados gentiles. Aquellos que tomaron a la ligera su invitación, ahora eran desechados. Y es entonces cuando el Señor se vuelve a la multitud y pone las demandas para ser verdaderos discípulos. No era a un grupo selecto, sino a toda la muchedumbre, a los que el Señor Jesús les pone estas condiciones. Por lo tanto, no podemos limitar esta llamada a sólo unos pocos creyentes devotos. Es para todo aquel que profesa creer en el Señor Jesucristo.
No hay obstáculos: Lealtad a Cristo
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26).
El Señor Jesús les pidió a los que iban a ser sus discípulos una entrega total. El Salvador debe estar primero, y después todas las demás lealtades y afectos terrenales. El debe estar por encima de los más cercanos y queridos familiares. La expresión de “no aborrece”, no tiene el sentido de odio con el que nosotros la asociamos. Es una expresión que significa “estimar menos.
Nuestro Señor lo ilustró con su propia vida en la tierra.
(Mateo 12:48–50).
Aquellos que obedientemente hacen la voluntad del Señor, son para él más allegados aún que los de su propia familia terrenal. A menudo, la mayor oposición cuando hacemos la voluntad de Dios viene de las personas más cercanas a nosotros. Jesús dijo: “Los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mateo 10:36). El Señor debe ser el primero. El debe ser amado preeminentemente por encima de todas las demás personas.
Ni aún uno mismo puede colocarse antes que Cristo. El discípulo debe colocar a Cristo primero incluso en su propia vida. El éxito en una profesión, los viajes, educación, posición y autodesarrollo nunca pueden ir antes que el Señor Jesús en la vida de un discípulo. El tiene que ser el primero y principal, sin tener ningún rival u obstáculo.
No hay negativa: Obediencia a Cristo
“Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27).
El Señor Jesús les pidió a sus discípulos absoluta obediencia siguiendo cualquier paso que él les mostrara. La cruz era el método principal de ejecución pública usado por el gobierno de aquella época. La gente que veía a las personas que llevaban la cruz, sabían claramente que iban a ser crucificados.
Eso no tenía nada de agradable o atractivo. Significaba el final de la vida terrenal. Cuando Jesús llevó su propia cruz hasta el Calvario, y fue clavado para morir, fue una escena terrible. Y porque “el siervo no es mayor que su Señor”, no podemos estar esperando nada fácil cuando Él nos ordena tomar nuestra cruz (Mateo 10:38; 16:24). El dice: (Lucas 9:23–24).
¿Ha existido alguna vez un gran líder ofreciéndoles a sus seguidores una cruz? Ciertamente, este no era un llamado a una vida fácil, ni mucho menos. Pero el Señor Jesús nunca les prometió tal cosa a sus seguidores. “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). Su cruz no era fácil. ¿Cómo podría ser fácil la tuya? El nos llama a sacrificarnos voluntariamente por la causa del evangelio. Esto es lo que forma a los mejores soldados y así son los que ofrecen su vida para ir a misiones peligrosas, cuya perspectiva es la muerte. Es en el frente principal de la batalla donde se suelen encontrar los hombres valientes (2º Samuel 11:15, 16). Este es el lugar de la gloria, pero también de la muerte. Cualquier cosa que el Señor les mande hacer a sus discípulos, ellos la deben obedecer. El nos ha llamado a morir por la cruz, y no deben haber negativas.
No hay vuelta atrás: Persistir por Cristo
El Señor les pidió a sus discípulos el compromiso irrevocable de seguirle, después de haberles advertido del costo. Han sido hechas muchas invitaciones para seguir al Señor, pero dejando a un lado las advertencias que el Señor hizo. El Señor les dijo que “calcularan los gastos” (Lucas 14:28). El volverse cristiano no cuesta nada. La salvación se obtiene sin dinero y sin precio alguno (Isaías 55:1). Es por medio de la gracia, no por obras
(Efesios 2:8, 9). Pero cuesta bastante seguir al Señor Jesús. Antes de hacer la elección de convertirnos en “verdaderos discípulos”, deberíamos estar preparados para enfrentarnos con el costo. Una ilustración que el Señor da, es acerca de un hombre que va a construir una torre sin tener suficiente dinero para terminar el proyecto. No la pudo terminar, y quedó ridiculizado. Otra ilustración fue acerca de un rey que neciamente planeó pelear, sin pensar que el otro ejército era mucho mayor que el suyo, teniendo que pedir paz antes de comenzar la batalla (Lucas 14:28–32). La lección es clara. Ninguno debería ofrecerse como voluntario para ser un discípulo de Jesús sin antes considerar si está dispuesto a pagar el precio necesario de no retirarse nunca. (Lucas 14:33).
Las condiciones en resumen
En su bien conocido libro El verdadero discipulado, William MacDonald ha hecho una lista de siete requisitos para ser un discípulo de Jesucristo:
1. Un amor supremo por Jesucristo (Lucas 14:26).
2. La negación del yo (Mateo 16:24).
3. Elección deliberada de la cruz (Mateo 16:24).
4. Una vida invertida para Cristo (Mateo 16:24).
5. Un amor ferviente por todos los que pertenecen a Cristo (Juan 13:35).
6. Permanencia continua en su Palabra (Juan 8:31).
7. Rechazo de todo por seguir a Cristo (Lucas 14:33).
Algunas personas dijeron estar dispuestas a seguir a Cristo dondequiera que él fuera (Lucas 9:57). Es evidente que él vio que habían subestimado la tarea. Amaban la comodidad, y él no tenía ningún lugar cómodo donde vivir (v. 58). Cuando Cristo les llamó, ellos mencionaron las cosas materiales primero (v. 59). Pero les dijo que él debía ser el primero. Ellos pensaron primero en las demandas familiares (v. 61). Pero él respondió: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (v. 62). Las demandas de Dios deben ser siempre prioridad para el verdadero discípulo. Una vez que ha dado este paso, no puede haber ninguna mirada hacia la vida vieja.
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