De muerte a vida
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y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (2:1-10).
Hace unos años, hablé a un grupo de actores y actrices y les presenté el evangelio de Jesucristo. Después de la conferencia, un apuesto joven de la India se acercó y me dijo que era musulmán y que quería tener a Jesucristo. Fuimos a una sala del lugar, y tras explicarle el evangelio con más detalles, él hizo la oración de aceptación. Tras abrir sus ojos dijo: "iQué maravilla! Ahora tengo a Jesús y a Mahoma". Con desilusión considerable, tuve que decirle que Jesús no podía ser sacado de una especie de vitrina de divinidades puestas a la venta y añadido a cualquier otra cantidad de dioses que pudiera tener una persona. Cuando Él es Señor, no puede haber otros al lado de Él. Ese es apenas un pequeño ejemplo de las múltiples maneras incorrectas de entender el significado de la salvación.
En Efesios 2: 1-10 Pablo aclara lo que significa recibir la salvación y ser parte del cuerpo de Cristo, la iglesia. Aquí el apóstol pasa del pasado eterno a la esfera del tiempo. Describe el acto y el proceso de la salvación, el milagro que atrae los hombres para que se involucren en el plan eterno delineado en el capítulo 1. En sentido con textual esta sección se fundamenta en el pensamiento de 1:19, donde Pablo introduce el gran poder de Cristo para con nosotros los que creemos, y luego escribe acerca de ese poder eterno en la vida de Cristo. Ahora regresa al aspecto temporal para mostrar ese mismo poder en nuestra salvación.
En los primeros diez versículos Pablo presenta el pasado, presente y futuro del cristiano: lo que era (vv. 1-3), lo que es (vv. 4-6, 8-9), Y lo que será (vv. 7, 10).
Dentro de este marco de referencia el apóstol expone seis aspectos de la salvación: es del pecado (vv. 1-3), es por amor (v. 4), es para entrar en la vida (v. 5), es con un propósito (vv. 6-7), es por medio de la fe (vv. 8-9), y es para buenas obras (v. 10). El primer aspecto está en el pasado, los siguientes cuatro aspectos (a excepción de la segunda parte de "propósito", v. 7), pertenecen al presente, y el último aspecto (incluido el v. 7), se relaciona con el futuro.
LA SALVACIÓN ES DEL PECADO
y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (2:1-3)
En primer lugar, la salvación es del pecado, que es la realidad que caracteriza la vida humana antes de Cristo. Estos tres versículos son quizá una de las declaraciones más rotundas en las Escrituras sobre la pecaminosidad del hombre aparte de Cristo.
El salario o la paga que se da a cambio del pecado es la muerte (Ro. 6:23), y debido a que el hombre nace en pecado, también nace para muerte. El hombre no se convierte en un muerto espiritual a causa de los pecados que comete, sino que está muerto espiritualmente porque es por naturaleza pecaminoso. A excepción de jesucristo, esa es la condición de todos los seres humanos desde la caída, incluido todo creyente antes de haber sido salvo. Es la condición pasada de los creyentes y la condición presente de todos los demás.
El problema básico del hombre no es que haya perdido la armonía con su herencia genética o con su ambiente, sino que está por completo fuera de armonía con su Creador. Su problema principal no es que sea incapaz de establecer relaciones significativas con otros seres humanos, sino que carece de una relación correcta con Dios, de quien está alienado a causa del pecado (Ef. 4: 18). Su condición no tiene que ver con el modo en que vive; tiene que ver con el hecho de que está muerto aun mientras parece estar vivo. Está muerto espiritualmente al mismo tiempo que está vivo físicamente. Puesto que está muerto para Dios, está muerto ante la vida espiritual, la verdad, la justicia, la paz interior y la felicidad, y muerto para todas las demás cosas buenas.
Uno de los primeros indicios de muerte física es la incapacidad del cuerpo para responder a estímulos de cualquier clase. Una persona muerta no puede reaccionar. Ya no responde a agentes externos como luz, ruido, olores, sabores, dolor, o cualquier otra cosa. Es por completo insensible.
Cierto día un joven llegó a golpear la puerta de mi oficina. Al abrir la puerta vi que estaba llorando y le faltaba el aliento. Me dijo: "¿Usted es el reverendo?". Tras decirle que sí me dijo: "Venga, por favor venga rápido". Corrí detrás de él cruzando una o dos calles y entramos a una casa. Adentro estaba una joven mujer que lloraba descontrolada. Ella dijo: "iMi bebé está muerto! iMi bebé está muerto!". Tendido sobre la cama estaba el cuerpo inmóvil de su hijo de tres meses. Había tratado de revivirlo pero nada parecía ayudar, el bebé no mostraba señales de vida. La madre le acarició, le besó, le habló y derramó lágrimas sobre su diminuta cabeza, pero el niño no respondió de ninguna manera. Tan pronto llegó el personal de la ambulancia, ellos trataron de hacer que el niño respirara, pero sin resultados. No había en aquel cuerpo una vida que respondiera, ni siquiera al amor poderoso de una madre.
Así también es la muerte espiritual. Una persona que está muerta espiritualmente carece de vida para poder responder a las cosas espirituales, mucho menos para vivir una vida espiritual. Ninguna cantidad de amor, cuidado y palabras de afecto por parte de Dios pueden generar una respuesta. Una persona muerta espiritualmente está alienada de Dios y por ende alienada de la vida verdadera. No tiene capacidad para responder. Como el gran comentarista escocés John Eadie dijo: "Es un caso de muerte andante". Los hombres aparte de Dios son muertos ambulantes que ni siquiera saben que están muertos. Realizan de manera mecánica todas las rutinas de la vida pero no poseen vida como tal.
Después que Jesús llamó a cierto hombre a seguirle, el hombre pidió permiso
para ir primero a enterrar a su padre, que en sentido figurado significaba
esperar hasta que su padre muriera a fin de recibir la herencia. Jesús respondió,
indicando la condición de muerte espiritual y estableciendo una conexión entre
los dos tipos de muerte: "Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos"
(Mt. 8:21-22). La preocupación del hombre no era por su padre, ya que es
probable que ni siquiera estuviese cerca de la muerte física, sino por las cosas
del mundo físico. Ese hombre quería encargarse primero de asegurar su bienestar
material y no mostró un deseo genuino por el espiritual. En los consejos que
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2:1-3 EFESIOS
Pablo dio a Timoteo con respecto a las viudas en la iglesia, dijo acerca de las
que eran desvergonzadas: "la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta"
(1 Ti. 5:6). Vivir al mismo tiempo que se está muerto es la triste condición de
todo ser humano no redimido.
Antes de ser salvos nosotros éramos como cualquier otra persona que está
separada de Dios: muertos en nuestros delitos y pecados. En griego se utiliza
aquí un caso locativo que alude al reino o la esfera en que algo o alguien existe.
No estábamos muertos a causa de haber cometido pecados, sino porque
estábamos en pecado. En este contexto delitos y pecados no es una simple
referencia a actos pecaminosos, sino en primer lugar a la esfera de existencia de
la persona que está separada de Dios. El pecador no se convierte en mentiroso
cuando dice una mentira, sino que dice una mentira porque ya es un mentiroso.
No se convierte en ladrón cuando roba, sino que roba porque ya es un ladrón.
Lo mismo es cierto con respecto al homicidio, el adulterio, la codicia y todos los
demás pecados. El hecho de cometer actos pecaminosos no nos convierte en
pecadores; cometemos actos de pecado porque somos pecadores. Jesús confirmó
esto cuando dijo: "El hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas" (Mt. 12:35),
y "lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque
del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias" (Mt. 15:18-19).
La palabra paraptoma (delitos) significa resbalar, caer, tropezar, desviarse o ir
en la dirección errada. Hamartia (pecados) aludía originalmente al concepto de
errar el blanco, como sucede en la cacería con arco y flecha. Después llegó a
representar cualquier falla u omisión en alguna meta, norma o propósito. En el
campo espiritual se refiere a ignorar o incumplir la norma de santidad de Dios, y
por eso el pecado nos mantiene destituidos de la gloria de Dios. En el Nuevo
Testamento es el término más común y general para aludir al pecado (se emplea
en 173 ocasiones). Pablo no usa los dos términos aquí para indicar clases diferentes
de transgresión sino solo para hacer énfasis en el alcance de la pecaminosidad que
viene como resultado de la condición humana de muerte espiritual.
La declaración de Pablo: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios" (Ro. 3:23) no presenta dos verdades, sino dos perspectivas de la
misma verdad. El pecado equivale a destitución de la gloria de Dios, y ser destituido
de la gloria de Dios equivale a estar en pecado. Como Pablo explicó dos capítulos
antes en Romanos, en su sentido más básico el pecado consiste en dejar de glorificar
a Dios. Aunque la humanidad caída había "conocido a Dios, no le glorificaron
como a Dios" (1:21). De todos los epitafios que pudieron haberse escrito para
Herodes, las palabras de Hechos 12:23 son las más apropiadas: "Un ángel del
Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos".
El hecho de que todos los hombres separados de Dios son pecadores no
significa que toda persona sea corrupta y perversa por igual. Veinte cadáveres
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Vivificados en Cristo 2:1-3
en un campo de batalla pueden encontrarse en diferentes fases de
descomposición, pero la característica uniforme es que todos están muertos por
igual. La muerte se manifiesta en muchas formas y grados diferentes, pero la
muerte en sí no tiene grados. El pecado se manifiesta en muchas formas y grados
diferentes, pero la condición de pecado como tal no tiene diversos grados. No
todos los hombres son tan malvados como pudieran ser, pero ninguno llega a la
altura de la norma de perfección de Dios.
Como condición del ser y una esfera de la existencia, el pecado tiene que ver
más con lo que no se hace que con lo que se hace. La norma de Dios para los
hombres es que sean perfectos así como Él es perfecto (Mt. 5:48). Jesús no dio
una norma nueva sino que replanteó una antigua. Tampoco el mandato de Dios
"seréis santos, porque yo soy santo" (Lv. 11:44; cp. 1 P. 1:16) creó una nueva
norma para la humanidad o para su pueblo escogido. Dios nunca ha tenido otra
norma para el hombre aparte de la santidad perfecta.
Es a causa de esa norma perfecta de santidad que los hombres separados de
Dios no pueden ser más que pecadores. Debido a que el ser humano está separado
de Dios, no puede hacer más que incumplir la norma de Dios y ser destituido de
su gloria. Sin importar cuántas cosas buenas haga o trate de hacer, la norma que
consiste en nunca hacer o nunca haber hecho mal es del todo inalcanzable.
El estado común de pecado en que está inmerso el hombre se ha comparado
a veces con un grupo variado de personas que están de pie a lo largo de la rivera
de un río ancho, el cual tiene cerca de un kilómetro de distancia entre sus
orillas. Cada persona está tratando de saltar hasta el otro lado. Los niños y los
ancianos apenas alcanzan un par de metros, los niños más grandes y los adultos
ágiles pueden saltar casi el doble, y unos cuantos atletas pueden saltar aun más
lejos. Pero ninguno de ellos se acerca en lo más mínimo al otro lado del río. Sus
diversos grados de éxito solo se diferencian en relación de unos con otros, pero
con relación al logro de la meta fijada todos son fracasos por igual.
A lo largo de la historia las personas han mostrado una gran diversidad en sus
grados humanos de bondad y maldad, pero con relación a alcanzar la santidad
de Dios todos han fracasado por igual. Por esa razón la persona buena,
colaboradora, amable, considerada y generosa, necesita de salvación tanto como
el homicida múltiple que está condenado a muerte. La persona que es un buen
padre, un cónyuge amoroso, un trabajador honesto y un ciudadano humanitario,
necesita aJesucristo para salvarse de la condenación eterna del infierno, tanto
como cualquier malhechor o terrorista despiadado. Es cierto que no llevan vidas
igualmente pecaminosas, pero se encuentran en la misma condición de pecado
e igualmente separados de Dios y de la vida espiritual.
Jesús dijo: "Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque
también los pecadores hacen lo mismo" (Lc. 6:33). En otra ocasión dijo: "Vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos" (Lc. 11:13). Una persona
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2:1-3 EFESIOS
separada de Dios puede hacer cosas humanamente buenas, pero como el Señor
enseña en ambas declaraciones, tal persona sigue siendo un pecador y es mala
por naturaleza, además que hace lo que hace por motivos diferentes a dar gloria a
Dios. La vez que Pablo y los demás naufragaron en la isla de Malta, Lucas informa
que "los naturales nos trataron con no poca humanidad" (Hch. 28:2); sin embargo,
esto no quiere decir que ellos dejaron de ser paganos y supersticiosos (v. 6). El
bien que haga un pecador es algo bueno, pero no puede cambiar su naturaleza o
su esfera básica de existencia, y tampoco puede reconciliarle con Dios.
La bondad en las relaciones humanas resulta de beneficio para otros y es más
agradable a Dios, de hecho constituye un paso en la dirección correcta. No
obstante, así una persona dé cien mil pasos de esa clase no va a estar más cerca
de Dios. Puesto que aquello que le separa de Dios es su condición de pecador o
pecaminosidad y no sus pecados particulares, sus actos particulares de bondad
no pueden reconciliarle con Dios.
Durante el segundo discurso de despedida de Jesús a sus discípulos Él dijo: "Y
cuando él [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado" (Jn. 16:8). El
pecado del que convencerá a los hombres es el pecado de no creer en Jesucristo
(v. 9). Ese es el pecado de separación, el pecado que ocasiona y refleja la alienación
del hombre frente a Dios. Es el pecado de no aceptar a Dios como Dios y a Cristo
como Salvador, el pecado de rechazo. No se trata de actos o declaraciones
particulares de rechazo sino la esfera de rechazo en la que existen los no salvos
y les mantiene separados de Dios. Ese es el estado de muerte espiritual, la
condición de los seres humanos que están muertos en •.. delitos y pecados.
En la condición de muerte espiritual, la única manera de andar o de vivir que
una persona puede tener es siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia. Kosmos (mundo) no representa aquí simplemente la creación
física sino el orden de cosas propio del mundo, el sistema mundano de valores
y la manera de hacer las cosas en el mundo, la corriente de este mundo. Como
Pablo deja en claro, la corriente de este mundo sigue el liderazgo y designio de
Satanás, el príncipe de la potestad del aire.
Lo que llamamos con frecuencia "el espíritu de la época" refleja esa corriente
o tendencia general de este mundo, una corriente en la cual los hombres
mantienen un acuerdo básico acerca de lo que es correcto e incorrecto, valioso
y carente de valor, importante e irrelevante, etc. Los hombres pecadores tienen
muchas ideas y normas diferentes, pero están en acuerdo total en el sentido de
que la operación conjunta de las cosas propias de este mundo es más importante
que la perspectiva divina de Dios. En este marco básico y global del mundo
todos tienen una sola mentalidad. Trabajan con resolución para alcanzar las
metas y realizar los valores de su sistema, aunque desafíen a Dios y siempre les
lleve a la autodestrucción. Los pecadores son persistentes en su rechazo y cuanto
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Vivificados en Cristo 2:1-3
peor sea su sistema, mayores serán sus intentos para tratar de justificarlo y
condenar a quienes pronuncian la Palabra de Dios en su contra.
Son de una sola mente porque tienen un líder y señor común, el príncipe
de la potestad del aire. Satanás es ahora el "príncipe de este mundo", y hasta
que el Señor le eche fuera ano 12:31) seguirá actuando como tal. La potestad
[o autoridad] del aire es una referencia a las hordas de demonios de Satanás
que existen en la esfera celeste. Pablo tiene esto en mente en Efesios 6: 12,
donde advierte acerca de "huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes". Durante el tiempo presente él y su hueste demoníaca dominan,
presionan y controlan a toda persona que no sea salva. Es la personificación
de la muerte espiritual porque es la personificación de la rebelión en contra
de Dios, y así también es el sistema que ha forjado.
Los tres elementos que más caracterizan el sistema actual de este mundo son
humanismo, materialismo y sexo ilícito. El humanismo coloca al hombre por encima
de todo lo demás. El hombre es la medida y el fin de todas las cosas. Cada hombre
es su propio jefe, su propia norma de rectitud y su propia fuente de autoridad. En
resumen, cada hombre es su propio dios. El materialismo atribuye un alto valor a
cosas físicas, en especial el dinero porque es el medio para adquirir todas las demás
cosas físicas. La perversión sexual domina la sociedad occidental moderna como no
ha dominado a otras sociedades desde los períodos más envilecidos de las antiguas
Grecia y Roma. AlIado de la apelación humanista al interés egoísta y la apelación
materialista al engrandecimiento individual, la corrupción sexual se utiliza para
fomentar y persuadir prácticamente en todos los campos de la mercadotecnia a
partir de la indulgencia en todos los apetitos de la carne. Ese triunvirato representa
el espíritu de nuestra época y la corriente actual de este mundo.
Satanás es elarchon, el príncipe que gobierna sobre este sistema del mundo.
No es que necesariamente todas las personas no salvas tengan a Satanás en su
interior todo el tiempo o estén poseídas por demonios, pero tanto de manera
consciente como inconsciente, están sujetas a la influencia de Satanás. Puesto
que participan de su naturaleza de pecaminosidad y existen en la misma esfera
de rebelión contra Dios, responden de manera natural a su dirección y a la
influencia de sus demonios. Se encuentran sintonizados en la misma longitud
de onda espiritual.
1 igual que el mundo, el aire sobre el que Satanás tiene potestad y control
representa la esfera donde se movilizan los demonios. Aire puede utilizarse aquí
en sentido metafórico, como cuando hablamos de un "aire de expectación". En
este contexto mundo y aire serían casi sinónimos porque ambos representan un
reino, una esfera o campo de acción e influencia. En ese caso sería una referencia
al campo de las ideas, las creencias y las convicciones sobre las que Satanás
opera en la actualidad como príncipe. Sin embargo, no es lo que Pablo tiene en
mente aquÍ o en 6: 12. Está pensando más bien en el hecho de que Satanás
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2:1-3 EFESIOS
gobierna sobre la potestad (los demonios) que ocupan el aire (la esfera celeste
alrededor de la tierra). Los hombres no son libres e independientes, sino que
son objeto de un dominio total por parte de las huestes del infierno.
Andar siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, equivale a pensar y vivir de acuerdo a las conjeturas, ideologías
y normas sobre las que el pecado y Satanás tienen control, y ser dominados por
seres malignos sobrenaturales. El fin supremo que Satanás tiene con los hombres
no solo es hacer que hagan cosas malas (la carne se encarga de ello por sí sola,
como lo aclara en detalle Gálatas 5: 19-21), sino que piensen y crean cosas malas,
en especial con respecto a Dios (cp. 2 Co. 11:13-15). Debido a que la humanidad
caída y las huestes de Satanás existen en la misma esfera espiritual, es bastante
natural que su espíritu sea el mismo espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia. El príncipe de la desobediencia opera en (la palabra en hace
énfasis en el carácter íntimo de la relación) sus seguidores voluntarios, aquellos
que no tienen consideración alguna por la Palabra y la voluntad de Dios y son
llamados aquí los hijos de desobediencia (un término semítico que describe a
una persona que se caracteriza por ser rebelde y contumaz), de quienes ha sido
su padre espiritual (In. 8:38-44). Pablo deja en claro esta característica que
identifica la desobediencia a Dios cuando declara en términos absolutos: "¿No
sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos
de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia
para justicia?" (Ro. 6: 16). Luego caracteriza a los creyentes como personas que
obedecen a Dios: "habéis obedecido de corazón" (v. 17).
Aquí el propósito primordial de Pablo no es mostrar cómo viven ahora los no
salvos, aunque la enseñanza es valiosa para tal fin, sino recordar a los creyentes
la manera como ellos anduvieron y vivieron en otro tiempo. Lo cierto es que
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás.
Epithumia (deseos) se refiere a inclinaciones y deseos fuertes de todo tipo, no
solo a la lujuria sexual. Thelema (voluntad) hace énfasis en tener una disposición
fuerte y en procurar algo con gran diligencia. Al igual que delitos y pecados,
deseos y voluntad son palabras que no se incluyen para mostrar que se trata de
dos cosas diferentes, sino de cosas que son muy comunes. Se usan como sinónimos
para representar la orientación completa del hombre caído hacia la realización
de sus fines egoístas. Por naturaleza está motivado a satisfacer los deseos y la
voluntad de su carne y de sus pensamientos pecaminosos. La carne (sarx) se
refiere a la disipación de vida que trae como resultado que el individuo se
abandone para hacer todo lo que sus sentidos le digan que es bueno. Los
pensamientos (dianoia) o la mente, tienen que ver con las decisiones deliberadas
que se oponen a la voluntad de Dios.
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Vivificados en Cristo 2:4
Todo creyente estuvo alguna vez perdido del todo en el sistema del mundo,
la carne y el diablo, que es el príncipe sobre los demonios que a su vez son
la potestad del aire. Esos son los tres grandes campos de batalla donde el
hombre caído pierde a diario en contra de sus enemigos espirituales, y sin
embargo, se trata de enemigos con los cuales, por naturaleza, está ahora
aliado (cp. IJn. 2:16). En lugar de que todos los hombres sean hijos de Dios,
como le gusta creer a la mayor parte del mundo, quienes no han recibido
salvación por medio de Jesucristo son por naturaleza hijos de ira (cp. Jn.
3: 18). Aparte de la reconciliación con Cristo, toda persona por naturaleza
(mediante el nacimiento humano) es el objeto de la ira de Dios, su juicio y
condenación eternos. Se describen con precisión, no solo como los hijos de
desobediencia, sino en consecuencia como hijos de ira, objetos del justo
juicio condenatorio de Dios.
A pesar de que antes nos caracterizábamos también por ser lo mismo que los
demás, por medio de la fe en el Salvador ya no somos como ellos. Gracias a la
obra pasada de salvación realizada por Cristo en nosotros, estamos bajo su amor
en el presente y por la eternidad, así como también librados de la condición
humana y natural de muerte, pecado, alienación, desobediencia, control
demoníaco, lujuria y juicio divino.
LA SALVACIÓN ES POR AMOR
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
(2:4)
La salvación es del pecado y por amor. La misericordia de Dios es abundante,
sin medida e ilimitada, porque Él es rico (plousios) en ese maravilloso recurso
divino. El problema con la reconciliación no está en el lado del Señor. Pero Dios
son las dos palabras que muestran quién tuvo la iniciativa para suministrar el
poder para la salvación de todos los seres humanos. Su gran deseo es que sus
criaturas se unan de nuevo a Él, quien las hizo a su propia imagen y para su
propia gloria. La rebelión y el rechazo se dan en el lado del hombre. Puesto que
el Señor fue rico en misericordia hacia nosotros y tuvo un gran amor por
nosotros, proveyó la manera en que pudiésemos volver a Él. En Romanos 11:32
el apóstol Pablo se enfoca en este mismo asunto al decir: "Porque Dios sujetó a
todos en desobediencia, para tener misericordia de todos". Su propósito al hacer
esto se expresa en el versículo 36: "Porque de él, y por él, y para él, son todas las
cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén" (cursivas añadidas).
La salvación es para la gloria de Dios y con la motivación y el poder del gran
amor de Dios, quien de manera intrínseca es bondadoso, misericordioso y
amoroso. Él en su amor extiende sus brazos a seres humanos viles, llenos de
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2:5 EFESIOS
pecado, rebeldes, depravados, apáticos y condenados, y les ofrece salvación y
todas las bendiciones eternas que ella trae. Por ende, la rebelión del hombre no
solo va en contra del señorío y la ley de Dios sino en contra de su amor.
Si una persona condujera a alta velocidad por una calle y en su imprevisión
le quita la vida a un niño, es probable que sea arrestada, juzgada, multada y
encarcelada por homicidio culposo. Después de pagar la multa y cumplir la
sentencia quedaría en libertad y libre de culpa ante la ley con relación a ese
delito. Sin embargo, el pago de su pena ante la ley no lograríajamás devolver
la vida al niño ni aliviar la tristeza de los padres. El agravio contra ellos
existiría a un nivel mucho más profundo e inalcanzable. La única manera
como se podría establecer o restaurar una relación entre los padres y el
hombre que mató a su hijo, sería que los padres ofrecieran su perdón. Sin
importar cuánto quisiera el hombre producir la reconciliación de su parte,
nunca lo podría hacer. Solo la parte ofendida puede ofrecer perdón, y solo el
perdón puede traer reconciliación.
Aunque Dios ha sido ofendido en gran manera por el pecado del hombre
(como se ilustra en la parábola de Mt. 18:23-35), a causa de ser rico en misericordia
y en virtud de su gran amor, Él nos ofreció perdón y reconciliación, tal como lo
sigue haciendo a cada pecador arrepentido. Aunque en su pecado y rebelión
todos los hombres participaron en la irtiusticia infinita de la crucifixión de jesús,
la misericordia y el amor de Dios proveen un camino para que ellos participen
en la justicia eterna de su crucifixión. "Yo sé qué eres y qué has hecho", Él dice,
"pero a causa de mi gran amor por ti, tu castigo ha sido pagado y el juicio de mi
ley contra ti ha sido satisfecho, por medio de la obra de mi Hijo a tu favor. Por
amor de Él te ofrezco perdón. Para venir a mí solo necesitas venir a Él". Él no
solo nos amó lo suficiente para perdonar, sino también lo suficiente para morir
por aquellos que le habían ofendido. "Nadie tiene mayor amor que este, que
uno ponga su vida por sus amigos" (Jn. 15:13). El amor compasivo de Dios hacia
quienes no lo merecen es lo que hace posible la salvación.
LA SALVACIÓN ES PARA ENTRAR EN LA VIDA
aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo
(por gracia sois salvos), (2:5)
Por encima de todo lo demás, los que están muertos en pecados necesitan
recibir vida. Eso es lo que da la salvación, vida espiritual. A fin de animar a
creyentes que dudan del poder de Cristo en sus vidas, Pablo les recuerda que
si Dios tuvo el poder y amor suficientes para darles vida espiritual juntamente
con Cristo, es por cierto capaz de sustentar esa vida por siempre. El poder
que nos resucitó de en medio del pecado y la muerte y que nos ha hecho
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Vivificados en Cristo 2:6-7
vivos (tiempo verbal aoristo) juntamente con Cristo (cp. Ro. 6:1-7), es el
mismo poder que continúa llenando de energía y dinamismo cada parte de
nuestra vida cristiana (Ro. 6:11-13). Aquí la palabra nos hace énfasis en la
vinculación dejudío y gentil al hablar de "vosotros" en el versículo 1. Los dos
por igual están en pecado y pueden recibir misericordia de Dios y vida
juntamente con Cristo.
Al convertirnos en cristianos dejamos de estar alienados de la vida de Dios.
Llegamos a tener vida espiritual a través de nuestra unión con la muerte y
resurrección de Cristo, y de ese modo por primera vez llegamos a ser sensibles
a Dios. Pablo llama esto andar "en vida nueva" (Ro. 6:4). Por primera vez pudimos
entender la verdad espiritual y desear las cosas espirituales. Puesto que ahora
tenemos la naturaleza de Dios, podemos buscar las cosas de Dios, "las cosas de
arriba" en lugar de "las de la tierra" (Col. 3:2). Esto es lo que viene como resultado
de haber recibido vida juntamente con Cristo. "Y si morimos con Cristo, creemos
que también viviremos con él" (Ro. 6:8), dice el apóstol, y nuestra nueva vida no
se puede distinguir de su propia vida vivida en nosotros (Gá. 2:20). En Cristo no
podemos evitar el ser agradables a Dios.
LA SALVACIÓN ES CON UN PROPÓSITO
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes
riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo jesús. (2:6-7)
La salvación tiene un propósito, tanto con relación a nosotros como con
relación a Dios. El resultado más inmediato y directo de la salvación es que
Dios juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo jesús. No solo estamos muertos al pecado y
vivos para la justicia mediante su resurrección, en la cual somos resucitados,
sino que también disfrutamos su exaltación y somos hechos partícipes de su
gloria preeminente.
Después que Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos su primera instrucción
fue: "Desatadle, y dejadle ir" (In. 11:44). Una persona viva no puede funcionar
mientras siga envuelta en las ataduras de la muerte. Debido a que nuestra nueva
ciudadanía por medio de Cristo está en los cielos (Fil. 3:20), Dios nos sienta en
los lugares celestiales con Cristo jesús. Ya no pertenecemos a este mundo
presente ni estamos en su esfera de pecaminosidad y rebelión. Hemos sido
rescatados de la muerte espiritual y hemos recibido vida espiritual con el fin de
estar con Cristo jesús en los lugares celestiales. Aquí, como en 1:3, los lugares
celestiales se refiere a la esfera sobrenatural donde Dios reina, aunque en 6: 12
se refiere a la esfera sobrenatural donde Satanás rige.
85
2:8-9 EFESIOS
El verbo griego detrás de sentar está en tiempo aoristo y hace énfasis en el
carácter absoluto de esta promesa al hablar de ella como si ya hubiera tenido lugar
por completo. Aunque todavía no hemos heredado todo lo que Dios tiene para
nosotros en Cristo, estar en los lugares celestiales equivale a estar en el dominio de
Dios y no en el de Satanás, en la esfera de la vida espiritual y no en el campo de la
muerte espiritual. Allí es donde se encuentran nuestras bendiciones y donde tenemos
comunión con el Padre, el Hijo, el Espúitu Santo, y con todos los santos que han ido
antes de nosotros y que irán después de nosotros. Es el lugar de donde proceden
todos los mandatos de Dios para nosotros y donde van todas nuestras peticiones y
expresiones de alabanza. Algún día recibiremos "una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para [nosotros]" (1 P. 1:4)
La frase para mostrar indica que el propósito de que seamos exaltados a la
esfera sobrenatural de preservación y poder de Dios es que seamos bendecidos
para siempre, pero esto no es algo para nuestro beneficio y gloria solamente. El
propósito mayor de Dios con la salvación es por su propia causa, para mostrar en
los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús. Es obvio que tal propósito redunda también para nuestro
beneficio, pero primero que todo para el de Dios, porque hace manifiestas por
toda la eternidad las abundantes riquezas de su gracia (cp. 3: 10). Por medio de su
bondad interminable para con nosotros en Cristo Jesús, el Padre se glorifica al
bendecimos. Desde el momento de la salvación y a través de los siglos venideros,
nunca dejamos de recibir la gracia y la bondad de Dios. Los siglos venideros
difiere del siglo venidero mencionado en 1:21 y se refiere de manera específica a
la eternidad. Él se glorifica bendiciéndonos por toda la eternidad con "toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (1:3) yal concedernos su
gracia y bondad sin límites. El cielo entero le glorificará a causa de lo que ha
hecho por nosotros (Ap. 7:10-12).
LA SALVACIÓN ES POR MEDIO DE LA FE
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se glorie. (2:8-9)
Nuestra respuesta en la salvación es la fe, pero ni siquiera esto es de nosotros,
pues es don de Dios. La fe no es algo que ejercemos en nuestro propio poder o
con nuestros propios recursos. En primer lugar, no tenemos poder ni recursos
adecuados para ello. Además de esto, Dios preferiría que no confiásemos en
tales cosas aun si las tuviéramos. De otro modo la salvación sería en parte por
nuestras propias obras, y tendríamos alguna razón para jactarnos de nosotros
mismos. Pablo se propone hacer énfasis en que hasta la fe es ajena para nosotros
mientras no nos sea dada por Dios.
86
Vivificados en Cristo 2:8-9
Algunos han objetado esta interpretación diciendo que la fe (pistis) tiene
declinación femenina, mientras que esto (touto) es neutro. Lo cierto es que no
hay problema en ello mientras se entienda que la palabra esto no se refiere con
exactitud al sustantivo fe sino al acto de creer. Además, esta interpretación pone
el mejor sentido al texto porque si esto se refiere a por gracia sois salvos (es
decir, a la declaración completa), la adición de y esto no de vosotros, pues es
don de Dios sería redundante, porque gracia se define como un acto que Dios
realiza a nuestro favor sin merecerlo. Si la salvación es por gracia, tiene que ser
un regalo inmerecido de Dios. La fe es presentada como un regalo de Dios en 2
Pedro 1:1; Filipenses 1:29 y Hechos 3:16.
Se narra la historia de un hombre que llegó entusiasmado pero muy retrasado
a una reunión de avivamiento y encontró a los trabajadores desarmando la tienda
de campaña donde se habían realizado las reuniones. Frenético al darse cuenta de
que no podría escuchar al evangelista, decidió preguntar a uno de los trabajadores
qué podía hacer para ser salvo. El hombre, quien era cristiano, contestó: "No
puede hacer nada al respecto, ya es demasiado tarde". El otro dijo horrorizado:
"¿Qué me está tratando de decir? ¿Cómo que ya es muy tarde?" "La obra ya está
rmalizada", le contestaron. "Usted no necesita hacer más que creerlo".
Toda persona vive por fe. Al abrir una lata de comida o tomar un vaso de
agua, confiamos en que no están contaminados. Cuando cruzamos un puente
confiamos que nos aguantará. Al colocar nuestro dinero en el banco confiamos
que estará seguro. La vida es una serie constante de actos de fe. Ningún ser
humano, sin importar cuán escéptico y confiado en sí mismo sea, podría vivir
sin el ejercicio de la fe.
El ser miembro de una iglesia, el bautismo, la confirmación, las donaciones
caritativas y el ser buen vecino carecen por completo de poder para traer la
salvación. Lo mismo se aplica a recibir la comunión, guardar los diez
mandamientos o vivir conforme al Sermón del Monte. La única cosa que una
persona puede hacer que juega algún papel en su salvación es el ejercicio
voluntario de su fe en lo que Jesucristo ha hecho por ella.
Al aceptar la obra consumada de Cristo a nuestro favor, actuamos por la fe
suministrada por la gracia de Dios. Ese es el acto supremo de fe humana, el
acto que a pesar de ser nuestro, tiene su razón de ser en Dios porque es su don
dado a nosotros por gracia. Cuando una persona se ahoga y deja de respirar,
no hay nada que pueda hacer en absoluto. Para que pueda respirar de nuevo
es indispensable que otra persona le inicie la respiración. Una persona que
está muerta espiritualmente no puede tan siquiera tomar una decisión de fe a
no ser que Dios primero le infunda el aliento de vida espiritual. La fe es el
simple acto de respirar el oxígeno suministrado por la gracia de Dios. Por esa
razón somos responsables de ejercerla y también de las consecuencias que trae
el no hacerlo (cp.Jn. 5:40).
87
2:10 EFESIOS
Obviamente, si es cierto que la salvación es del todo por la gracia de Dios, se
sigue que no es por obras. El esfuerzo humano no tiene que ver con su obtención
(cp. Ro. 3:20; Gá. 2:16). Esto es así para que nadie se glorie como si hubiera
tenido parte alguna en ello. Toda jactancia humana es eliminada por completo
en la salvación (cp. Ro. 3:27; 4:5; 1 Co. 1:31). No obstante, las buenas obras
ocupan un lugar importante, como Pablo procede a afirmar de inmediato.
LA SALVACIÓN ES PARA BUENAS OBRAS
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (2:10)
Aunque no cumplen función alguna en la obtención de la salvación, las buenas
obras tienen mucho que ver con el hecho de vivir la salvación en la práctica.
Ninguna cantidad de buenas obras puede producir la salvación, pero es cierto
que muchas buen:¡s obras son producidas por la salvación.
"En esto es glorificado mi Padre", dijo Jesús, "en que llevéis mucho fruto, y
seáis así mis discípulos" ano 15:8). Las buenas obras no producen el discipulado
pero sí demuestran que es genuino. Cuando los hijos de Dios hacen buenas
obras llevan fruto para su reino y traen gloria a su nombre.
La Biblia tiene mucho que decir acerca de las obras. Habla de las obras de
la ley, que son buenas pero no pueden salvar a una persona (Gá. 2:16). Habla
de obras muertas (He. 6:1) y de obras de las tinieblas y de la carne, las cuales
son malignas de por sí (Ro. 13:12; Gá. 5:19-21; Ef. 5:11). Todas esas obras son
hechas en las fuerzas propias del hombre y no tienen que ver en absoluto
con la salvación.
Antes que podamos hacer cualquier buena obra para el Señor, Él tiene que
hacer su buena obra en nosotros. Por la gracia de Dios que se hace efectiva
mediante nuestra fe, llegamos a ser hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras. Dios ha ordenado que llevemos vidas de buenas obras, obras
realizadas en su poder y para su gloria.
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Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo Pámpano que en mí no
lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve
más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced
en m~ y yo en vosotros. Como el Pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vida, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy
la vid, y vosotros los Pámpanos; el que permanece en m~ y yo en é~ éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no
permanece, será echado fuera como Pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en m~ y mis palabras permanecen en
Vivificados en Cristo
vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi
Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. ano 15: 1-8)
2:10
El mismo poder que nos ha creado en Cristo Jesús también nos capacita para
realizar las buenas obras para las cuales nos ha redimido. Tales obras sirven
para verificar la salvación verdadera, ya que las actitudes y los actos justos proceden
de la vida transformada cuya ciudadanía está en los cielos. Pablo dijo a los corintios
que Dios había hecho que abundara en ellos "toda gracia, a fin de que ... abundéis
para toda buena obra" (2 Co. 9:8). A Timoteo le enseñó que todo creyente debe
estar "enteramente preparado para toda buena obra" (2 Ti. 3:17). Cristo murió
para "purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tit. 2:14).
Aun esto es la obra de Dios, como Pablo dice: mientras nos ocupamos con
temor y temblor en nuestra salvación, "Dios es el que en [nosotros] produce así
el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:12-13).
Aquí el mensaje básico de Pablo se dirige a los creyentes, muchos de los cuales
habían experimentado años antes la salvación. No les está mostrando la manera
de llegar a ser salvos, sino cómo fueron salvos, con el fin de convencerles de que el
poder que les salvó es el mismo poder que les mantiene firmes. Así como ya les
habían sido dadas todas las cosas necesarias para la salvación, también habían
recibido todo lo necesario para vivir con fidelidad la vida salvada. La prueba más
grande de que un cristiano ha sido investido del poder divino es su propia salvación
y las buenas obras que Dios produce como resultado en y por medio de esa
persona (cp.Jn. 15). Estas buenas obras son de esperar porque Dios las preparó
de antemano para que anduviésemos en ellas, y por eso es que Santiago dice que
la fe es ilegítima cuando no están presentes las obras (Stg. 2:17-26).
Es de la palabra griega poiema (hechura) que derivamos la palabra poema,
una composición o hechura literaria. Antes que empezara el tiempo, Dios nos
diseñó para ser conformados a la imagen de su Hijo, Jesucristo (Ro. 8:29). Por lo
tanto, Pablo dijo a los fIlipenses: "estando persuadido de esto, que el que comenzó
en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (1:6).
Se narra a menudo la anécdota de un niño reacio que siempre interrumpía la
clase de la Escuela Dominical y consternaba a su maestra. Una mañana ella le
preguntó: "¿Por qué actúas así? ¿Acaso no sabes quién te hizo?". El niño contestó:
"Dios me hizo, pero es que no ha terminado conmigo todavía".
Todos nosotros seguimos siendo diamantes imperfectos que el artífice
supremo está puliendo y acabando. Él todavía no ha terminado con nosotros,
pero su obra no cesará hasta que nos haya moldeado a la semejanza perfecta
de su Hijo (1 Jn. 3:2).
Cierto actor famoso fue en una ocasión el invitado de honor en una reunión
social donde recibió muchas peticiones para que recitara partes favoritas de
diversas obras literarias. Un predicador anciano que se encontraba allí le solicitó
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2:10 EFESIOS
al actor que declamara el salmo veintitrés. El actor accedió con la condición de
que el predicador también lo recitara. La declamación del actor tuvo bella
entonación y énfasis dramático, por lo que recibió un aplauso prolongado. La
voz del predicador era tosca e irregular a causa de sus muchos años de predicación,
y su pronunciación era todo menos pulcra; pero cuando terminó su intervención,
no había un ojo sin lágrimas en el recinto. Cuando alguien preguntó al actor qué
había hecho la diferencia, él replicó: "Yo conozco el salmo, pero él conoce al
Pastor".
La salvación no viene como resultado de conocer acerca de la verdad de
jesucristo sino de conocer de manera íntima a Cristo mismo. El hecho de que
seamos vivificados en Cristo es una realidad gracias al poder infinito de Dios
que obra conforme a su amor y misericordia.